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Laura Fernández Saad: “Entre el principio y el fin hay una riqueza de experiencia que no se puede medir”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

En las diversas pestañas de la imaginación existen los colores con los que es posible pintar la vida, es allí donde se gestan las manchas que pincelan los sueños, es allí donde dialogan las luces y las sombras, como si fueran palabras diluidas en la voz de aquel que alguna vez se atrevió a soñar.

Laura Fernández Saad es diseñadora e ilustradora, en su interior habitan los contornos de las imágenes que vuelca sobre distintos soportes para dar vida a sus creaciones, y para que el arte sea, muchas veces, un camino para sanar.

Con sus líneas escribe historias que se cuentan sin palabras, desde cada imagen emergen susurros, voces que narran el movimiento en la quietud y transforman.

En una charla a la distancia con ContArte Cultura, la artista abre las ventanas de su arte e invita a descubrir su mundo creativo.

—Como punto de partida de esta entrevista elegimos entregarte el marco de un cuadro imaginario, en su interior una tela blanca espera, ¿cuáles son las primeras líneas que aparecen en tu imaginación para que esa obra sea tu forma de presentarte?
—Si es una tela, probablemente haría una aguada despareja de un color claro en toda la superficie para generar un mínimo contraste, cuando todo es luz es difícil ver algo. Luego haría una mancha pequeña, o una construcción mínima e indefinida para generar un espacio inmenso donde pudiera moverme con libertad. Una especie de referencia para el ojo, que haga surgir las fuerzas invisibles del diálogo compositivo.

—¿Cuándo comenzó tu interés por el arte de ilustrar?
—No lo sé con claridad. Las imágenes siempre ocuparon un lugar importante. En mi familia había muchos libros de diferentes temas y momentos especiales dedicados a la lectura. Cuando no sabía leer, hacía como todos, miraba las imágenes y me inventaba las historias. Aprendí a diferenciar las imágenes que mostraban mecanismos o procesos, como las de las revistas técnicas de mi abuelo; las que clasificaban o enseñaban, como las de las enciclopedias; las que contaban algo, como las de los cuentos o las novelas; y las que me provocaban algo misterioso e inexplicable, como las de los libros de arte. Yo podía mirar cualquier libro que quisiera, sin diferenciar si eran “para chicos” o “para grandes”. Recuerdo especialmente una enciclopedia con imágenes tremendas de fauna marina abisal y otra de arte con la imagen de Saturno devorando a su hijo, de Goya. Supongo que eso enriqueció mi imaginario. Por otro lado, no tengo memoria de alguna etapa de mi vida en la que no haya pintado o dibujado, a veces por puro placer, a veces para aprender o para aprehender una realidad, otras para escapar de ella, y otras para expresar lo que con las palabras no se puede. En mi caso, la ilustración llega de la mano del arte y más tarde del diseño. Hablo sobre esta diferencia, porque si bien ilustrar es un arte, también es un oficio que tiene sus propias reglas.  

—¿De qué manera se desata en tu interior el proceso creativo de un dibujo o un diseño?
—No siempre es igual y depende de varios factores: si es un diseño que alguien solicita, tendrá ciertos requerimientos predeterminados y una finalidad comunicativa a los cuales ajustarse. En este caso la creatividad está al servicio de esas pautas y el desafío es cumplir con ellas de una manera personal pero efectiva. En el caso de un dibujo o una ilustración, también investigo a fondo el “para qué”, finalidad y contexto, porque sin traicionar la voz propia, no es lo mismo ilustrar un texto académico, o una nota, que un cuento, así como tampoco es lo mismo cuando se trabaja con un autor y un editor que cuando uno está solo en un proyecto personal. Suponiendo que este último fuera el caso, tampoco tengo una sola respuesta, todos los caminos son bienvenidos. A veces el proceso viene por el camino intelectual de una idea o la palabra que aún no encarna una forma, otras por el sensorial, en el que hay que traducir ese sentimiento o sensación al código de lo visual, y, por último, el que más disfruto, que es cuando vislumbro una imagen inacabada, como una foto diluida en una penumbra, que se me va revelando, creciendo y transformando a medida que la trabajo.

—¿Cómo nacen, crecen y se desarrollan cada uno de tus personajes?
—Los personajes para mí son la parte más difícil. De alguna manera me sobreviene una especie de responsabilidad, porque si el personaje sale bien, cobra vida y te interpela, aunque esté en la bidimensión, después de todo es una “creatura” que puede tener su propio vuelo. Si vienen de un texto ya escrito, seguramente tendrán una serie de características que no se pueden traicionar y un montón de otras de las que no se habla y dan pie para cualquier invención, entonces empiezo por pensar el universo que los rodea, por dónde se mueven, cómo se relacionan, dónde y con quién viven, cómo se visten, desde qué dimensión ven el espacio que los rodea. Eso me permite ir conociéndolos y delineándolos en un ida y vuelta con su entorno. Algo parecido a cuando alguien te habla de un amigo suyo que no conocés y sabés un montón de cosas y anécdotas, pero nunca lo viste en persona, indefectiblemente terminás construyendo una imagen con esas cosas que te contaron.

—¿Cuáles son las técnicas con las que trabajás y las que preferís especialmente?
—Las técnicas con las que trabajo son varias y dependen un poco del tipo de proyecto. Las que más uso son lápiz de color, acrílico o técnicas mixtas incluyendo pintura digital en caso que la fecha de entrega sea muy cercana a la del inicio del proyecto, por ejemplo, notas de revistas. A veces acuarela o gouache también. Pero si hablamos de preferencias yo soy feliz con un lápiz negro y un papel, por ejemplo un 0,5 con mina B. Es la imagen cruda, en blanco y negro con sus posibilidades infinitas. Lo pintas con la imaginación. Cada técnica te da una cosa y te quita otra. Pero, para ser realista, todo el mundo ama el color, y es verdad que el color lo cambia todo. La técnica que me lo da todo en colores, aparte del lápiz, es el óleo, pero es una técnica lenta, necesita secar, asentarse, amasarse, es de otro siglo. En su reemplazo utilizo acrílico, que no es para nada lo mismo, pero se lleva mejor con los tiempos de producción.

—¿Cómo lográs atrapar y extender las palabras de un texto para completarlo con tus imágenes?
—Las imágenes hablan, en algunos casos hasta más que el mismo texto. Lo primero que hago es leer el texto completo. No importa si es un ensayo antropológico, o una nota de política o una poesía. No doy nada por sentado, necesito escuchar la voz del escritor, si narra, describe o simboliza, con qué tono lo hace y qué impresión me queda de esa voz, que imágenes surgen, si bien eso no significa que voy a desarrollar lo primero que se me ocurre. Porque el segundo paso es dejar que el texto deambule unos días por mi mente, sin dibujar nada. Intento pensar sobre él en distintos momentos del día y encontrar el “hueso” de esa historia, de qué está realmente hablando ese texto superando lo anecdótico. La mayoría confluye en las grandes preguntas o los grandes temas de la vida. Con toda esa información se genera un proceso creativo de diálogo, de ir y venir entre el texto y la imagen para que esta no sea una mera descripción de lo que dicen las palabras sino una nueva mirada sobre ellas.

—Contanos acerca de tus diseños para murales o textiles.
—En general son trabajos bastante pautados, pero hace unos años surgió la posibilidad de trabajar con Sofia Willemoes que acababa de comenzar su proyecto de decoración con empapelados, diferentes a todo lo que había en el mercado. Aquí tenemos un ejemplo de requerimiento que involucra arte y diseño, y una técnica específica para un modo de producción determinado, todo junto. Su idea era crear empapelados que parecieran murales. Hasta ese momento trabajaba los empapelados con un patrón que se repetía, pero su idea era romper con esa repetición y crear ambientes escenográficos a gran escala, de manera que al entrar en una habitación las personas quedaran envueltas en un clima determinado. Ella definió los temas y una paleta aproximada y a partir de ahí fue poner la creatividad al servicio de esas pautas. Fue un desafío muy gratificante que se extendió a textiles y fue presentado primero en el showroom de la marca y luego en casa FOA en el edificio del Banco Tornquist como el espacio “El atelier de las flores”.

—¿Cuáles son los hilos del arte con los que es posible tejer salud mental?
—Todos. Todas las herramientas del arte que ayuden a reencontrar el camino hacia la subjetividad, hacia la propia voz, hacia la expresión de lo inexpresable e inexpresado, allí donde las palabras no llegan o donde lo que se dice no alcanza. Lo lúdico, lo experimental, la originalidad, la manera única del mundo interno de cada persona y la valoración de sus producciones. Todo ello y mucho más es lo que el arte puede ofrecer. El ser no nace hablando, el lenguaje es el resultado de un proceso que no es tan natural ni inmediato como el de los sentidos. Las imágenes sensoriales, auditivas, visuales, son evocativas y como tales llevan inscriptas la historia de cada uno y a la vez una cierta universalidad. Por otro lado, el ejercicio motriz, la concentración y las partes fisiológicas que se activan al dibujar, pintar, modelar, también contribuyen con este camino. Dando clases me di cuenta de esto, y quise llevarlo un poco más lejos formandome como arteterapeuta. Es mucho lo que se puede hacer.

—¿En qué  proyectos estás trabajando por estos días?
—En estos tiempos tan extraños que nos han tocado, estoy trabajando en una especie de biografía de un personaje cercano, entre el camino intelectual de una idea que aún no encarna una forma. Me encuentro justamente en esas etapas creativas y de formación de personajes de las que ya hablamos. También estoy haciendo ejercicios de investigación sobre técnicas diferentes. Me pongo desafíos incómodos para salir de lo que ya sé cómo hacer, para ver hasta dónde llego o qué encuentro.

—Volviendo al cuadro del principio, si pudieras dejar guardado allí un deseo, ¿cuál sería?
—Es una pregunta que me hace pensar mucho porque no sé bien cómo formular el deseo dentro del cuadro, pero ya que al principio hablé de la dimensión espacio, hablemos de la dimensión tiempo. Mi deseo hoy, es que ojalá pudiera menguar la vorágine enloquecida en la que estamos inmersos.  Hay un ritmo vital, natural, ignorado por el afán de ser “productivos”, siempre un paso más adelante del aquí y ahora, y estamos resignando momentos invaluables del estar presentes en lo que hacemos. Cada ciclo, cada proceso tiene un tiempo, que no es igual para todos ni para todo. Entre el principio y el fin hay una riqueza de experiencia y búsqueda que no se puede medir. No es casual que uno de los trastornos más frecuentes en esta época sea la ansiedad. Nutrirse de experiencias y sensaciones, elaborarlas y expresarlas es un proceso que ha caído en desuso y que no debería acelerarse ni ralentizarse, como el óleo. Aplicado a la profesión, se entiende que la experiencia te va preparando para ser cada vez más efectivo en menos tiempo, pero tal vez nos estemos perdiendo de mucho.

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Marcha atrás con el cierre del Fondo Nacional de las Artes y del Instituto Nacional del Teatro

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El Gobierno envió al Congreso el texto reformado del proyecto de “Ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” donde da marcha atrás a la derogación del Fondo Nacional de las Artes (FNA) y del Instituto Nacional del Teatro (INT), entre otros puntos incluidos en el capítulo dedicado a la cultura, que se “rediseñó protegiendo los recursos del sector, pero preservando el objetivo de que los gastos administrativos no sean una carga excesiva”, según se explicó en los fundamentos de la iniciativa.

Tras el plenario de comisiones de Diputados, donde expusieron referentes de la cultura, enmarcados por protestas y manifestaciones en las calles de trabajadores del arte y la cultura, la Ley Bases ingresó al Congreso con varias reformas: una “nueva versión” que “ha sabido recoger muchos de los puntos de la discusión”, donde “la diferencia no es solo cuantitativa (se pasa de un proyecto con 664 artículos a uno de 523) sino cualitativa”, aclara la introducción del texto.

El nuevo texto -que incorpora gran parte del debate público” pero “mantiene las bases fundamentales de ampliación de libertades, libertad económica, reorganización administrativa, equilibrio presupuestario” y “fortalecimiento de la educación y la cultura”- plantea que el FNA pase a funcionar con directores ad-honorem y un límite de gastos del 20% de sus ingresos; que se reforme la categorización de filmes nacionales, restricciones financieras para el Instituto Nacional de la Música (Inamu) y la Comisión Nacional de Biblioteca Populares (Conabip).

“Es sano exponer los privilegios de unos pocos, es sano mover nuestro marco normativo hacia adelante modificando cosas que el tiempo había enquistado (…) es sano escuchar, corregir, aprender”, dice el documento que incorpora medidas específicas para garantizar que el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) promocione al cine nacional y mantenga intactos los alcances del Fondo de Fomento Cinematográfico.

En cuanto al Instituto Nacional de la Música (INAMU) y la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares CONABIP, “en pos de una gestión más eficiente”, se establecen restricciones de gastos para el INAMU y la CONABIP. Limitar también los egresos al 20% de los ingresos de estas instituciones busca garantizar una utilización eficaz de los recursos disponibles, evitando excesos administrativos y priorizando el respaldo directo a la música y las bibliotecas populares.

Sobre el Instituto Nacional del Teatro, el proyecto propone la absorción de las funciones del INT por la Secretaría de Cultura, señalando un enfoque en la eficiencia administrativa. Sin embargo, esta decisión también abre la posibilidad de que el Instituto quede más supeditado a los vaivenes políticos, planteando desafíos adicionales para su funcionamiento futuro.

Las nuevas modificaciones al proyecto de ley reflejan una estrategia más cautelosa, donde se buscan reformas significativas sin descuidar la protección de instituciones fundamentales, pero que mantiene el espíritu de achicar el Estado. La propuesta se adapta a la complejidad del sector cultural argentino, reconociendo la necesidad de cambios, pero asegurando que estos no comprometan la estabilidad y la misión esencial de las instituciones culturales del país.

Entrando más en el orden preciso de los cambios, el proyecto redefine la categorización de películas nacionales. Ahora, se considerarán aquellas producidas por ciudadanos argentinos o con domicilio legal en el país, con participación predominante de equipos locales. Se introducen definiciones específicas para películas de corto y largo metraje, proporcionando claridad a la industria.

Además, se impone la obligatoriedad de obtener un certificado de exhibición del INCAA para todas las películas que deseen proyectarse, independientemente de su origen. Esta medida, acompañada por la exigencia de un certificado de libre deuda, refuerza los controles administrativos.

El cambio significativo de derogar un inciso en particular busca promover apertura y diversidad en la producción cinematográfica. Se establece un límite del 20% para los gastos internos del INCAA, equilibrando la eficiencia administrativa con la necesidad de recursos para el desarrollo del sector.

El compromiso del INCAA de subsidiar tanto películas de largometraje nacional como coproducciones se detalla con lineamientos específicos. Se incorpora un artículo que establece normas para reconocer la inversión al coproductor argentino en coproducciones internacionales, fomentando la colaboración global.

Numerosos artículos de la Ley N° 17.741 (Texto ordenado 2001) son derogados, marcando un cambio profundo en la regulación de la cinematografía argentina.

Se incorpora también un artículo que limita los egresos de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) al 20% de los recursos recibidos. Múltiples leyes y artículos de la Ley N° 26.522 son derogados, marcando un enfoque más restrictivo en los gastos de CONABIP y una transformación significativa en la regulación de los medios audiovisuales.

Adicionalmente, el proyecto incorpora ajustes para salvaguardar recursos y adaptarse a la realidad política. Se reducen las modificaciones propuestas para el INCAA, manteniendo la asignación específica y preservando los alcances del Fondo de Fomento Cinematográfico.

Las restricciones financieras se aplican al INAMU y la CONABIP, limitando sus gastos al 20% de los ingresos. El Instituto Nacional del Teatro experimenta una fusión de funciones con la Secretaría de Cultura, buscando eficiencia, aunque planteando desafíos políticos.

Estos cambios en el proyecto mantienen el espíritu inicial de la propuesta, con algunas concesiones a raíz de las resistencias de los sectores de la cultura. La propuesta intenta tranquilizar al sector, reconociendo la necesidad de cambios, pero asegurando que estos no afecten la misión esencial de la Ley de Bases, conocida como Ley Ómnibus. El impacto real dependerá de la implementación eficaz y la adaptación de los diversos sectores involucrados en la cultura argentina.

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Lo más amplio de la escena artística se pronunció en defensa de la cultura

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Charly García, Fito Páez, León Gieco, Cecilia Roth, Graciela Borges y Leonardo Sbaraglia son algunas de las más de 20.000 figuras que firmaron una solicitada publicada este lunes por el Frente de Soberanía Cultural “en defensa de nuestra identidad”.

La carta se titula “Carta al Congreso Nacional. La cultura está en peligro” y está dirigida a los diputados y senadores.

En rechazo al DNU y la Ley Ómnibus del presidente Javier Milei, la solicitada cuenta con un apoyo masivo de referentes de la cultura nacional de todos los sectores.

“El Gobierno Nacional pretende, a través de la Ley Ómnibus, derogar leyes vitales para la supervivencia de las industrias culturales, las artes y las ciencias, y el patrimonio cultural de nuestro país”, dice uno de los fragmentos del texto.

Otros de los referentes de la quienes dejaron su firma son Palito Ortega, Luis Felipe “Yuyo” Noé, Juana Molina, Tute, Mercedes Morán, Dolores Fonzi, Santiago Mitre, Paula De Luque, Lucía Puenzo, Juan Leyrado, Inés Estévez, Daniel Fanego, Juan Minujín, Julieta Ortega, Darío Grandinetti, Tomás Fonzi, Kevin Johanssen, Claudia Piñeiro y Humberto Tortonese.

También apoyaron Georgina Barbarrosa, Eleonora Wexler, Emilia Mazer, Albertina Carri, Martín Caparrós, Diego Cremonesi, Jazmín Stuart, Mónica Antonópulos, Alejandra Flechner, Andrea Frigerio, Mirta Busnelli y Soledad Villamil.

Acerca del paquete legislativo, la carta señala: “No hay en la letra de su desarrollo el mero atisbo de participación ni interés alguno en el quehacer cultural, y por el contrario, el texto tiene una mirada mercantilista que apunta sin miramientos a desfinanciar y anular el desarrollo de las actividades de nuestra cultura nacional”.

En el final, el texto advierte: “La cultura es identidad. La cultura es lo único que no se puede importar. La hacen los pueblos. Queremos seguir teniendo una identidad propia como Nación. De otro modo solo nos quedará el destino triste de no ser. De eso se trata esta lucha. Un país es tan grande o tan pequeño como la medida de su proyecto cultural”.

El Frente de Soberanía Cultural viene realizando actividades semana tras semana para repudiar todo el articulado del paquete legislativo de Milei que apunta contra los entes culturales.

El plan de acción comenzó con un plenario en el Teatro Argentino de La Plata, continuó con un encuentro de grupos de teatro y artes escénicas en esta misma Plaza del Congreso, con una convocatoria en Mar del Plata y un “Musicazo” el jueves pasado y una lectura colectiva este sábado. Se trata de instancias previas de cara al Paro Nacional de este miércoles anunciado por la CGT.

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Marvel incluye en sus comics un Capitán América de la comunidad LGBTQ+

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La editorial de cómics de superhéroes Marvel anunció que este próximo de 2 de junio se publicará la primera serie del Capitán América protagonizada por Aaron Fischer, uno de los últimos personajes incluidos en ese universo que pertenece a la comunidad LGBTQ+ y lucha contra la opresión de ese colectivo.

Se trata de “Los Estados Unidos del Capitán América”, en la que el histórico Steve Rogers, el primer Capitán América, pierde su escudo en un robo y se reúne con otros héroes conocidos para iniciar un viaje a través de ese país y encontrar su característica arma.

Durante la travesía, el grupo conoce a distintas personas con variados trasfondos que en algún momento utilizaron el símbolo del superhéroe para defender sus comunidades, entre las que se encuentra Fischer, un adolescente inspirado por referentes y activistas del colectivo queer.

La historia del cómic fue escrita por el guionista Joshua Trujillo e ilustrado por la artista trans Jan Bazaldua, bajo la dirección de Christopher Cantwell y el dibujante Dale Eaglesham, los directores a cargo del proyecto.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
Edición Nº