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Érica Vera: “El silencio, el observar y el escuchar, encienden mi imaginación”

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Por Andrea Viveca Sanz

Sus cuentos se ramificaron para aquietarse sobre las ramas de un árbol, luego sus palabras fluyeron para atravesar las hojas del destino y convertirse en mariposas, capaces de levantar vuelo para adherirse a la piel de aquellos que se acerquen a las páginas de su novela.

Érica Vera, autora de “Un árbol solo”, un libro de cuentos cortos, y de “Mariposas en tu piel”, su primera novela, toma su pluma decidida y romántica y comparte con ContArte Cultura sus vivencias en el camino de la escritura.

—Suponiendo que sos la protagonista de un cuento corto en el que alguien te hace la vida imposible, ¿Cómo imaginás el nudo de esa historia que a la vez sirva para presentarte?
—Uy, ¡Qué difícil! Creo que sería un poco aburrido mi “nudo”. No habría choque o dramatismo, ni un gran climax. Simplemente el conflicto se desvanecería porque le restaría importancia. Suelo alejarme de situaciones y de personas conflictivas. Nadie leería esta historia, claramente.

—¿Dónde se inició la brisa que te impulsó a escribir?
—La escritura vino con la llegada de un libro muy especial (Indias Blancas, de Florencia Bonelli) que me marcó y me emocionó de tal manera que pensé: “Quiero generar esto”. Yo quiero emocionar, crear personajes que se sientan tan vivos y reales como uno. Y así fue que me puse a escribir y, de ese impulso, salió una novela que guardo con mucho cariño. Con la necesidad de mejorar, me anoté en un taller literario en Morón y comencé a dar mis primeros pasos un poquito mejor parada. Me incliné hacia los cuentos y conocí autores geniales de los que aprendí muchísimo, pero sin olvidar mi pasión por la novela romántica.

—¿Qué cosas encienden tu imaginación y qué cosas la apagan de repente?
—Creo que el silencio, el observar, el escuchar, enciende mi imaginación. Las cosas que veo y que escucho se quedan en mi y permanecen titilando sin demasiada importancia hasta que, de un momento a otro, me sirven para construir escenarios, tramas y personajes. Y salen cosas que creía haber olvidado o simplemente no las tenía presente: imágenes, frases, sonidos. El día a día y las obligaciones son “apagadores” compulsivos de la imaginación. Sin embargo, son imposibles de sortear. Hay cosas y momentos que requieren tu atención y no podés estar pensando o imaginando escenas de amor cuando un alumno se acerca a preguntarte algo o estás dando clase. (Ese es mi día a día)

—¿En qué rincón o espacio te sentís más cómoda para escribir?
—Mi habitación, en la cama, con la mesita desayunadora utilizada especialmente para apoyar la notebook y algún que otro mate dando vueltas.

—¿Cuál es el camino que sigue un personaje desde que lo creas en tu mente hasta que lo liberás en una historia?
—El pobrecito tiene que pasar por un largo camino hasta que se convierte en historia o en una parte de ella. Me tomo mi tiempo antes de sentarme a escribir. Lo pienso, lo imagino, lo busco en situaciones… hasta que ya tengo por fin diagramado qué va a hacer, por qué, cómo y cuándo. Una vez que lo definí, lo libero para que él también colabore con la historia. Muchas veces decido yo y otras lo hace él. Confieso que no me doy cuenta sino hasta el final, cuando me pongo a pensar en que eso no era lo que yo pretendía hacer. Me sorprendo del cambio y de la mutación inconsciente de los personajes a lo largo de la escritura. ¡Eso sí que es magia!

—¿Qué nos podés contar de tu libro de cuentos “Un árbol solo”?
Un árbol solo es el segundo libro de cuentos que escribí; el primero fue Historias de acá y de allá (2016). Es muy especial para mí porque con él me probé a mi misma con ciertas cuestiones. Toqué diferentes temas, me dejé seducir por el lado oscuro y conté historias que no estaba acostumbrada a escribir. Intenté contar mejor y puse en práctica herramientas con las que no contaba en el libro anterior. Fue un paso más firme, tratando de crecer un poco más. Le tengo mucho cariño.

—¿Cómo fue tu experiencia al escribir la novela “Mariposas en tu piel”?
—Como experiencia: maravillosa. Mariposas en tu piel nació hace varios años. La historia de Cecilia y Pablo estaba guardada en mi computadora con otro nombre y no fue sino hasta el año pasado que decidí publicarla. Si bien conservó su esencia durante el proceso de edición, gracias al trabajo en conjunto con el editor, tomó otro vuelo y… se convirtió en mariposa. Fue realmente enriquecedor escribir la historia de una chica del conourbano que tiene que trabajar para afrontar una carrera, que corre con el tiempo y que se enfrenta a muchos prejuicios sociales. Enamorarse del ayudante de cátedra que tiene una posición económica diferente, complicó un poquito más las cosas. Pero… me callo para no contar más.

—¿En qué consiste el ciclo literario “La Pluma” que coordinás? ¿Cuándo será el próximo encuentro?
La Pluma nació siendo La Pluma del Oeste hace dos años. La idea surgió de la necesidad de crear un espacio donde los escritores podamos darnos a conocer y a la vez conocer a otros colegas. Las primeras ediciones se hicieron en Castelar y luego se trasladaron a la Capital Federal. Tres o cuatro autores asisten como invitados y charlamos acerca de la escritura, del proceso creativo, de los autores que admiramos y demás. Comparten sus textos y al finalizar se abre el micrófono para todo aquel que quiera regalarnos un poema o un cuento. El año pasado se me ocurrió hacer una edición especial a la cual denominé La Pluma Romántica, con las mismas características, pero con autores de novela romántica. ¡Fue un éxito! Se hicieron dos en lo que fue el 2018 y en este 2019 tenemos cuatro fechas disponibles. La primera (¡Y es primicia total!) será el 13 de abril.

—¿Cuáles fueron tus vivencias al participar de la Antología “14 Corazones a través del tiempo”?
—Desde que me agregaron al grupo y me propusieron participar, las vivencias han sido maravillosas, estimulantes. La idea, el fin, y todo lo que forma parte de este proyecto es genial. Son 13 mujeres y autoras excepcionales y es realmente un honor estar entre ellas. No podría estar más agradecida de que me hayan convocado. Estoy feliz de que Estrellas en la mirada (mi cuento) sea parte de este libro precioso donde no sólo van a encontrar historias de amor y se van a enamorar de sus personajes, sino que además van a poder ayudarnos a ayudar.

¿Hay una nueva novela en gestación?
—¡Sí! En estos días me encuentro viajando por Colombia y visitando la isla de Barú de la mano de mis personajes. Estoy escribiendo una nueva novela que surgió de otra que publiqué en mi Blog el año pasado: Flores amarillas. Las lectoras se quedaron tan enganchadas con el pobre antagonista que decidí darle un final feliz a él también. Es una historia que además del amor, también tiene mucho acerca de prejuicios. En este caso, está conectada a los mandatos sociales que como mujeres muchas veces nos imponen: casarse, tener hijos, ocuparse de la casa, de nuestros “deberes” como esposas, madres e hijas. Habla de las edades en las que “se supone” deberían hacerse ciertas cosas y otras, no. En eso estoy trabajando en estos momentos. Súper enganchada y ansiosa de que pronto la lean.

—¿Cuál sería el objeto que mejor representaría a tu próximo sueño literario y por qué?
—El objeto más representativo sería un boleto de avión o de tren o de micro. Mi sueño literario para este año es poder llegar con mi novela a distintos lugares de la Argentina. Ya me reuní con lectoras de Mar del Plata y de Necochea este verano y fue una experiencia sublime. Me encantaría llegar a otras ciudades, conocer más lectoras con quienes compartimos la pasión de los libros y obvio, regalarles mis mariposas.


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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
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