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Historias Reflejadas

Historias reflejadas: “Desierto de palabras”

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Desierto de palabras

En el eco del pueblo las palabras susurradas se perdían con el viento. Hacía mucho tiempo que las voces se escondían debajo de las rocas. Alguien había dicho que no faltaba mucho para que todos los sonidos se apagaran para siempre.

Sin embargo, la vida todavía seguía murmurando cosas, que el aire se encargaba de cambiar de color. Y ellos, que temían a la oscuridad, no querían encerrarse con los fantasmas. Era justamente por eso que sorbían la vida de a poco, y de este modo evitaban que lo que se había convertido en un mero depósito de la muerte, no se convirtiera tan solo en una imagen congelada, en una fotografía eterna, carente de sensaciones.

Estaban convencidos de que si lograban conservar la conciencia lograrían la inmortalidad, y eso solo es posible si no se teme a la muerte. Porque los gritos ahogados en el desierto de sus vidas se entrelazaban en un túnel oscuro y largo que los trascendía. Un túnel que recreaba cada una de las circunstancias que se perdían en el tiempo de los relojes, ajenos a toda emoción, centinelas constantes de una muerte anunciada.

Tenían que construir futuros posibles, diseñar en sus mentes senderos bifurcados que incluyeran en sus pasos las posibles creaciones del universo de arena en el que estaban atrapados. Es que la esperanza estaba alojada, con sus infinitas dimensiones, en ese lugar que los abarcaba y los contenía: un libro, el universo creado.

 Andrea Viveca Sanz

En este cuento se reflejaron las siguientes historias: Laberinto, poema de Jorge Luis Borges, La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, El Túnel, de Ernesto Sábato, y Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

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“Despedida”

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Despedida

Dialogás con la muerte. Las palabras viajan por las venas, una tras otra se disuelven en la sangre. Como si pudieran anidar en tu cuerpo y en nuestras conversaciones, se animan a instalar un silencio. El espacio se contrae. Te acomodás en ese intervalo de vida, aferrándote a las sábanas y a la historia. Ella pronuncia tu nombre y nos quiebra, es una mancha que avanza y retrocede para ramificarse en pasillos sin aire, en rincones donde los recuerdos forman colinas de sedimentos.

Te aferrás a los sedimentos apilados. Tus ojos revuelven muebles y objetos, perciben el vacío futuro, las ausencias a uno y otro lado, cuando las palabras se desintegren y caigan de tu boca como restos imposibles de juntar.

Vas y venís. Oscilamos. Nos vemos obligados a revolver los escombros que por momentos nos cubren con olores conocidos. Pero la incertidumbre es inolora.

¿A qué huele la muerte?

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “Vos”, de Natalia Zito (Emecé); “Acá todavía”, de Romina Paula (Entropía); “Papá”, de Federico Jeanmaire (Edhasa); y “Las gratitudes”, de Delphine de Vigan (Anagrama).

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“El silencio”

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El silencio

La historia colgaba de las ramas. Cada tanto, una brisa suave balanceaba las palabras. Era allí, en ese movimiento imperceptible que ocurría a pesar de los agujeros negros, donde la maravilla se manifestaba. Y aunque el agua y el fuego habían arrastrado los sonidos cotidianos, aunque el miedo y la culpa se enredaran una y otra vez, en los bordes de los cuerpos siguieron adelante. Todos sabían. El vacío de las voces tenía la textura de las cosas que no se nombran. Áspero y rugoso, lo que no se pronunciaba crecía y se desparramaba desde el fondo de las bocas cerradas.

Fue entonces, en un claro del camino, en un punto de ramificación del lenguaje, cuando descubrieron que el simple gesto de nombrar abría alas y ventanas.

Y una palabra llamó a la otra y esta otra a otra más. El murmullo creció y se multiplicó, como un rumor. Como si cada verbo fuera capaz de volar y con su vuelo pudiera mover una parte de la historia que colgaba de las ramas y del tiempo. Como si se tratara de un rugido en el centro de un silencio.

Andrea Viceca Sanz (@andreaviveca)

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Los agujeros negros”, de Yolanda Reyes con ilustraciones de Daniel Rabanal; “Lo que Teo no dice”, de Gabi Casalins con ilustraciones de Laura Aguerrebehere; “Los dinosaurios son pura historia”, de Márgara Averbach con ilustraciones de Daniela López Casenave; y “Un rugido en la selva”, de María Fernanda Karageorgiu y Alejandra Karageorgiu.

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“Círculos”

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Círculos

Deja correr las nubes. Una detrás de la otra.

¿Están escritas todas las palabras?

¿Dónde comienzan los hilos que prolongan las letras?

¿Dónde nacen las voces del árbol y del trueno?

Debajo, en las raíces, donde el silencio y el agua conjuran los nombres.

¿Cuántos hilos tejen cada vida?

Por aquí y por allá, detalles, una brisa que separa, antes.

Antes de las guerras, cuando la poesía colgaba de las ramas.

Antes de las plumas desparramadas y de los ojos en la arena, sin tiempo.

Antes de la oscuridad.

¿Quién decide la caída de las hojas, el viaje hacia el subsuelo, fugaz?

Alguien mira los detalles. Cerca.

Después del viento, los relojes mudos, la muerte y la vida anudadas, como si fueran la misma cosa. Unas y otros iguales, diferentes.

Nunca es el mismo otoño.

Ni la misma historia.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes libros que recomendamos: “Crecí hasta volver a ser pequeña”; de Adela Basch y María Delia Lozupone; “Una versión de Dios”, de Liliana Bodoc y Ana Luisa Stok; “Uno y siete”, de Gianni Rodari y Beatrice Alemagna; y “Mirar de cerca”, de Margara Averbach y Eugenia Nobati.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
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