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Mario Vaena: “Las circunstancias no siempre nos pertenecen, la responsabilidad de cambio sí”

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Por Andrea Viveca Sanz

Buceando en la realidad que lo rodea, Mario Vaena investiga y captura historias que luego se convierten en libros testimoniales. En ellos podemos encontrar las herramientas necesarias para mejorar nuestra forma de vivir y así reinventar la vida. para salir fortalecidos.

En diálogo con ContArte Cultura, el escritor nos da una oportunidad para transformarnos y nos invita a cambiar la mirada para que nuestros sueños puedan realizarse.

—Contales a nuestros lectores cuál es el gran objetivo de tus libros.

—Mi trabajo se basa en una investigación periodística de historias de vida reales realizada durante 10 años, indagando el modo en que las personas comunes enfrentan y superan sus obstáculos en la vida. Esto, a mi modo de ver, nos aporta una mirada práctica, sencilla, realista acerca del modo en que habitualmente nos comportamos y reaccionamos las personas frente a hechos y circunstancias por los que casi todos tenemos que atravesar.
El objetivo de mis libros es que mi lector pueda sentirse identificado y encontrar herramientas que le ayuden a transformar en su vida lo que esté necesitando transformar. Luego, siempre todo depende de cada uno, existen personas con mayor o menor capacidad de cambio pero, por sobre todas las cosas, existen quienes están dispuestos a responsabilizarse de su vida y modificar lo necesario, frente a otros que eligen no hacerse cargo y terminan eligiendo repetir esquemas mentales y comportamientos que no les brindan resultados satisfactorios en sus vidas.
La experiencia de mi programa de televisión “Sobre la vida y los sueños” que se emite hace seis temporadas en Canal 26, los cientos de mensajes semanales que recibo, me enseñan permanentemente y me muestran que podemos cambiar, mejorar, crecer y madurar.

—”Sueños realizados” es un trabajo en el que ponés especial énfasis en la posibilidad de cada uno de alcanzar sus sueños. ¿Qué elementos fueron claves en la realización de tus propios proyectos?

—Son varios los elementos claves en la realización de nuestros proyectos y mi caso no es la excepción.
Tenemos que ser capaces de soñar con algo que nos motive lo suficiente como para que nos apasione o al menos nos entusiasme. Al mismo tiempo debo manejar un mínimo sentido de la realidad, ser ubicado. Por ejemplo, si peso 100 kilos y tengo 50 años, no puedo soñar con ser bailarín del Teatro Colón. Lo pongo en términos extremos, casi ridículos, a propósito. Esta ubicación es difícil ya que existen personas que se desubican con facilidad, pero también muchas otras se tiran a menos. Ni hablar de aquellas que, por miedo al fracaso, se dicen a si mismas que no estaremos nunca a la altura de algo que en realidad podría estarlo si entendemos que todo se trata de procesos en los cuales dedicamos años a nuestro propio crecimiento. Siempre es más fácil justificarnos al ver las limitaciones y los obstáculos, que trabajar seriamente durante años para pulirnos, aprender, crecer y mejorar. Solemos querer todo ya. Y en la vida real las metas se construyen durante años.
Lo usual es vivir de lo que podemos, interpretar que lo que nos permite vivir es un “proyecto balsa”, algo que nos mantiene a flote por un tiempo hasta que podamos llegar a la siguiente orilla. Mientras tanto, no perder de vista nuestro objetivo, y todos los días sembrar en dirección a lo que queremos.
Esta es otra gran clave, nuestra tarea es sembrar todos los días, y ya no perder más tiempo en estar mirando cuál es la semilla que floreció y cuál no. Si el tiempo que dedicamos a mortificarnos por lo que salió distinto a lo que queríamos lo utilizamos en seguir sembrando una y otra vez, con el correr del tiempo difícilmente no alcancemos logros importantes.

—En “Una oportunidad para transformarte” hablás de la necesidad de ser parte de las soluciones ante la aparición de un problema. ¿Cómo se puede lograr?

—Las personas usualmente no somos conscientes, por ejemplo, del diálogo interior que mantenemos con nosotros mismos. Solemos etiquetar, prejuzgar, opinar sin investigar en profundidad, opinar sin saber, etc. Este diálogo va interviniendo de modo directo en nuestras decisiones y en nuestros actos, pero muchas veces no nos damos cuenta. Suponemos que “pensarlo” es inocuo. En realidad, pensar sin estar atento a mis propios pensamientos, va contaminando mi propia atmósfera. Se desatan emociones, muchas veces, auto paralizantes. Nos transformamos en parte del problema. Confundimos las circunstancias con nuestra identidad, es decir creemos que “lo que nos sucede” define quiénes somos. La realidad es que una cosa son las circunstancias, y otra cosa es quién eres. Vos, entre otras cosas, sos la suma de tus potencias, pero estas potencias fluyen, si no, nos paralizamos.
Ser parte de la solución significa despegarme de esas circunstancias, tomar distancia, poder auto observarme, observar la situación y establecer un listado de tareas concreto para revertir mi realidad. Alguien podrá decirme, “Mario, si emocionalmente estoy paralizado, no veo como podré lograr lo que indicas”. Te doy entonces la clave para trabajarlo: Los seres humanos podemos tener una vida completamente reactiva (actúo según lo que me sucede), o podemos tener una vida reflexiva (actúo creando mejores condiciones para las situaciones planteadas). ¿Cómo instrumento una vida más reflexiva? No vivas corriendo y en automático, por el contrario, crea espacios para registrar tus pensamientos y emociones. Esto se logra creando el hábito de tener al menos un encuentro semanal con uno mismo en soledad. Tomas una pila de hojas en blanco y desahogas por escrito todo lo que sentís y pensás, todo lo que te sucede. Una vez hecho este proceso de volcar por escrito todo lo que te viene a la cabeza descansas de 5 o 10 minutos. Luego tomás otro pilón de hojas en blanco y mirando todo lo que escribiste en el proceso anterior, ingresas en una etapa de “verificacion” de tus propias afirmaciones.
En este acto leés lo que escribiste antes, y lo ponés en duda. De este modo, en esta pila de hojas surgirá una parte tuya más equilibrada, más tranquila, más reflexiva. Hasta aquí tendrás por escrito dos partes internas tuyas, la reactiva y la reflexiva. Por último, leerás todo y harás un resumen y conclusiones de toda la información relevante. En este proceso, que da trabajo pero es maravilloso, podrás registrar cosas que estaban dentro tuyo y podrías quizás ni saberlo, o no haberte dado cuenta. Te tranquilizará el desahogo realizado, bajarás angustias y encontrarás caminos de acción concretos para revertir lo que te preocupa. Comenzarás entonces a ocuparte y a ser parte de la solución. Todo trabajo interior siempre debe concluir con un “plan de acción para la semana”, un listado de tareas, un listado de acciones y objetivos. Lo que antes te angustiaba, ahora tendrá vías de acción para ser modificado.
Las acciones que te propongas para la semana serán varias, algunas podrás cumplir, otras no, pero las acciones concretas que sumarás cada semana con el correr de los meses harán una gran diferencia en tu vida.

—¿Qué encontrará el lector en “Cambia tu mirada“, tu último libro?

—Las circunstancias dadas no siempre nos pertenecen. La responsabilidad de cambio si. Existen muchos factores que nos afectan y a veces tendemos a culparnos creyendo que determinadas conductas forman parte de nuestros defectos personales. En “Cambia Tu Mirada” realizo un recorrido en el cual exhibo muchas conductas en las que la mayoría de las personas naturalmente caemos y que, desde mi punto de vista, forman parte de la condición humana. La segunda parte del libro se dedica a distinguir aquello de lo que sí debemos hacernos cargo y responsabilizarnos para mejorar nuestras vidas. Comenzamos a distinguir claramente lo que no depende de mi, para luego pasar a pensar cuál si es mi radio posible de acción, y poner manos a la obra. “Cambia tu mirada” alivia angustias, esperanza, motiva y brinda claves concretas para abordar nuestros cambios necesarios.

—Cada capítulo del libro tiene un texto motivador. ¿Tan importante es esta motivación a la hora de descubrir nuestro potencial?

—El texto motivador es nada más que un pequeño complemento, al igual que las frases celebres que todos mis libros suelen incluir. Lo verdaderamente motivador es comprender nuestras conductas, evidenciar caminos de acción y responsabilizarnos de modificar lo necesario para mejorar nuestras vidas. Pienso que el desarrollo profundo de mis libros permiten comprender lo que nos sucede, y esa comprensión alivia y motiva.

—¿Cuál es el sueño que hoy mantiene motivado a Mario Vaena?

—Pienso que el sentido de la vida está dado por vivir en el afecto de nuestros seres queridos, ser útil a los demás, ayudar cada siempre a todo el que podamos, para hacerle más llevadera su carga y realizar nuestro potencial. Cuando realizamos todo lo que podríamos ser, algo maravilloso se produce en nuestra vida, nos genera una sensación de alivio, de tranquilidad y de satisfacción. No debemos renunciar nunca a crecer, a sacar afuera aquello que podemos ser. Desde el día que nacemos tenemos un potencial. No desplegarlo nos hace sentir mal. El sólo hecho de trabajar por desarrollar nuestro potencial nos hace mucho bien. Nos ocupamos de nuestros deseos más profundos. No postergamos más lo que en verdad queríamos ser y hacer. Allí está el núcleo de lo que me motiva, disfrutar del amor y el afecto de mis seres queridos y seguir desplegando mi potencial, que también me permite sentirme útil cuando escribo un libro nuevo y ayuda a una persona a enfrentar sus propios desafíos,


Mario Javier Vaena

Nació en Gualeguaychú, Entre Ríos. Es consultor en comunicación y publicista de productos líderes. Durante 15 años desarrolló la comunicación del principal evento cultural de Buenos Aires, la Feria del Libro.

Locutor y periodista, produjo y realizó el ciclo “Las Vueltas de la Vida” con emisión satelital para Latinoamérica. Este ciclo le valió los premios Fund TV 2003, Gota en el Mar y el premio de la Fundación Germán Sopeña al periodismo solidario años 2004 y 2005. Sus historias de vida fueron emitidas en el Programa ¨Desayuno¨ conducido por Víctor Hugo Morales, y en diversos programas y emisoras de radio. Autor de exitosos libros de autoayuda con gran repercusión en ventas, público y critica.

Conductor del programa de Televisión ¨Sobre la vida y los sueños¨ que ha inspirado durante años a cientos de miles de televidentes en Argentina y Latinoamérica.

Toda su obra se basa en una investigación periodística de historias de vida reales. A lo largo de diez años ha indagado de manera práctica y directa el modo en que las personas enfrentan y superan sus obstáculos en la vida.

Poseedor de una aguda mirada, un don particular para el análisis sobre el mundo, la vida y las circunstancias por las que las personas debemos atravesar, se ha convertido en un hombre de consulta de personalidades en Argentina y Latinoamérica.

(Conocé más de este escritor en https://www.mariovaena.com)

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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

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