Conéctate con nosotros

Entrevistas

Sara Bonfante: “El autor, en forma generosa, siempre está regalando alguna impresión propia al personaje”

Publicado

el

Por Walter Omar Buffarini

No tengo otra vida que no sea literaria“, así de contundente y descriptiva de sí misma es la frase de Sara Bonfante, escritora radicada en la ciudad de La Plata, lugar donde echó raíces para realizar la carrera de Comunicación Social, como complemento de su decidida elección de andar y desandar los caminos de la literatura.

Apasionada por el estudio de los estilos y los géneros literarios, se muestra generosa con colegas y alumnos a través de la Clínica de Novela que lleva adelante desde hace más de una década, espacio donde comparte sus saberes y respalda y acompaña a futuros autores.

En diálogo con ContArte Cultura, Bonfante cuenta sobre los orígenes de su pasión, brinda detalles de su actividad narrativa y docente, y asegura que el trabajo se antepone a la inspiración.

—¿Cuándo comenzaste a escribir?
—A los siete años ya sabía que iba a ser escritora. En el colegio me gustaba escribir composiciones y hasta impostaba la voz cuando me hacían leer. Yo no soy tímida, pero si introvertida, y creo que la escritura es la forma más espontánea que tengo para comunicar.

Sólido, polvo, aire

—Y así llegaron tus primeras publicaciones…
—Soy tauro, y si bien no creo mucho en los signos, necesito tener todo organizado, un cierto orden entre el afuera y el adentro, pero a pesar de ello me di cuenta de que si uno está siempre buscando el momento ideal para realizar las cosas nunca haría nada. Así, mi primer libro editado, que se llama Sólido, polvo, aire, llegó cuando tenía que ser. Después vino una novela llamada Pintar el tiempo, luego Arroyo de cenizas, que es un libro de cuentos, y por último La casa del silencio. Pero debo aclarar que no necesariamente han sido escritos en ese orden.

—¿Respetás una rutina para la creación?
—Tengo mis horas de estudio en mi casa por la mañana. El tiempo para la escritura es el que me dan las clases que dicto en la Clínica de Novela. Asimismo, soy muy disciplinada y creo que eso es algo que el escritor no puede no tener. Esa disciplina la tengo tanto para leer o escribir como para el análisis. Me gusta el análisis de la obra porque me permite descubrir estructuras narrativas, lo que me posibilita analizar mi propio proceso de escritura y revisarlo. Por otra parte, no creo que la escritura sea una inspiración, sino un oficio en el que uno trabaja para comunicar las impresiones que tiene de la vida, del mundo, de las cosas. Y con esa idea de la escritura, entendiéndola como un trabajo, es que generalmente cuando llevo adelante una obra, por más que no esté situada en la computadora, siempre hay un resabio que está en mi mente dando vueltas con la historia que quiero contar. Eso me permite que, pasado un tiempo, cuando me siento puedo resolver varios capítulos. Pero lo ideal sería sentarse todos los días y escribir un rato.

—Ya que mencionaste la Clínica de Novela, contanos de qué se trata.
—En la Clínica de Novela trabajo todos los días. No enseño escritura creativa ni hago edición, sino que trabajo con proyectos. Vienen a mí personas que mayormente ya tienen formación en escritura, me plantean su idea y desde allí trabajamos. Por ejemplo, viene una persona y dice que quiere escribir una novela con la idea del suicidio, entonces en base a eso, las charlas que tenemos, los estudios de género que hacemos, y de acuerdo a la disposición que tenga el escritor yo veo de qué género puede ser ese trabajo. Así vamos buscando distintos focos y puntos de vista desde donde escribir, y luego elegimos lo que entendemos más interesante y se decide contar la historia desde un determinado lugar.

—¿La satisfacción más grande la tenés por el lado de la escritura o por el de la docencia?
—Se complementan ambas cosas. Una función está absolutamente ligada a la otra. Yo siento entre ambas un gran complemento y me siento muy bien.

—¿Económicamente también dependés de la literatura?
—No tengo otra vida que no sea literaria y no sé hacer otra cosa tampoco. La Clínica de Novela es mi ocupación desde hace 10 años, y si bien es parte de mi sustento, surgió por una necesidad de comunicar fundamentalmente lo que había aprendido en Italia, donde viajé tras recibirme de Licenciada en Comunicación Social y realicé estudios de postgrado sobre literatura italiana. Respecto de la escritura, en 2017 firme un contrato por diez años con Randon House Mondadori, cediendo los derechos de dos novelas, aunque siempre me gustó la autoedición.

Un día las sombras hablarán

—¿No creés que la autoedición, con lo que implica todo su proceso, pueda ponerte límites?
—La verdad, no siento que sea una limitación. Al contrario, me da libertad, y cuando uno aprendió a ser libre es muy difícil cambiarlo. Particularmente, me gusta todo el proceso, no sólo escribir un libro, sino también encargarme de la promoción y la venta. Soy de Santa Fe y tengo gente amiga que me convoca y así realizo giras por pueblos de esa provincia, por ciudades de Entre Ríos y también de Buenos Aires, y son contactos que no quiero perder y que una editorial grande no me lo permitiría. Me gusta llevar mis libros, porque la gente también me quiere ver y no solamente ir a comprar a la librería, sobre todo en sociedades muy chicas.

—¿Te imponés escribir todos los años un libro?
—No, la verdad que no, pero quizás ahora, como una decisión o un desafío, le ponga más intensidad a la escritura.

—Tu obra “La casa del silencio” ahora lleva otro nombre ¿por qué el cambio?
—Es justamente una de las novelas que vendí sus derechos a Randon House Monditori y que ahora se llama Un día las sombras hablarán, es un puzzle que tiene tres tramas, una principal y dos subtramas que el propio lector debe ir entrelazando para completar la historia principal. El cambio de título lo pidió la editorial para diferenciarla claramente de la autopublicación. También debí corregir ciertos modismos del lenguaje utilizado, por ser demasiado español-rioplatense, más teniendo en cuenta que la novela fue subida a una plataforma desde donde lee gente de todo el mundo.

Arroyo de cenizas

—Tenés un libro de cuentos llamado “Arroyo de cenizas” ¿cómo surgió ese nombre?
—Leí La muerte en Venecia, una novela de la década del 50 de Thomas Mann, y me quedé impactada por la historia y por la sencillez como está narrada, y analizando el personaje, que se llama Aschenbach, y haciendo unos comentarios en un programa de radio en el que participaba, descubrí que en español quiere decir Arroyo de cenizas y me impactó esa imagen, porque el arroyo de cenizas es cuando ya no queda nada, y así surgió que el título del libro de cuentos fuera ese.

—¿Podés contarnos cómo creas tus personajes?
—Aquí debo volver al tema de la inspiración y por qué no creo en ella. Si yo confiara en la inspiración, ¿qué valor tendría mi trabajo? Sería como que alguien me dicta. Y ¿cuál es mi aporte a la literatura si alguien me está dictando? Yo creo en el trabajo y así, primero defino el tema. En La casa del silencio quería contar cómo el advenimiento de la democracia implosiona dentro de una casa, metáfora de la sociedad, donde no hay tiempo para acomodar los silencios de tantos años. Resuelto esto, recién pude pensar en los personajes. Entonces definí al protagonista, un comisario retirado, machista, autoritario, que necesita imponer su voluntad tanto dentro como fuera de la casa, que tiene negocios turbios. Y luego di forma a la hija y la esposa quienes, sin dudas, por las características de él, no debían hablar. Sólo haber conocido primero la historia que quería contar me permitió trazar esos perfiles. Es la confluencia de factores que van a influir en la trama, lo que termina definiendo a los personajes.

—¿Entendés que todos los personajes tienen algo del autor?
—Aunque sea mínimamente, sí. Porque si en ese personaje hubiera nada más que un recuerdo de la infancia del autor, ya tendría algo de él. Porque el autor, en forma generosa, siempre está regalando alguna impresión propia al personaje.

—¿Creés que entre el cuento y la novela hay uno más fácil de escribir que el otro?
—Son dos géneros enormemente diferentes. En el cuento es necesario el efecto. En tres páginas se debe resolver y para ello se necesita el efecto inmediato para que el lector se quede pensando y así tocar alguna de sus fibras. La novela da más tiempo. Particularmente no tengo problemas con los géneros discursivos. Me gusta la ficción en general, me siento muy cómoda. Es un lugar que siento muy propio.

—¿Cualquiera puede escribir?
—Sí, pero creo que para escribir hay que ser valiente desde dos puntos de vista. Primero hay que tener valentía porque no sabe qué resultado va a tener la obra, si va a gustar, si la van a leer, si va a tener la posibilidad de editarla, si después la va a vender. Y también hay que ser valiente en el sentido de aceptar que uno está exponiendo algo suyo siempre, ya sea una forma de ver el mundo propia, o tal vez una manera de verlo que tiene que ver con la propia observación, aunque uno no la comparta, pero siempre el escritor exhibe algo propio.

—¿Escribís para vos o para los demás?
—Escribo para mí. Cuando era chica y quería ser escritora, yo necesitaba expresarme. No pensaba que tenía que haber otro. De hecho, hay géneros en la Argentina y el mundo que no me atraen y no los escribiría sólo porque venden. Fundamentalmente escribo para comunicar. Antes de ponerme a escribir una novela me hago esa pregunta: “¿Qué hay para comunicar?”.

Sigue leyendo
Haga clic para comentar

Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso

Deja una respuesta

Entrevistas

Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

Sigue leyendo

Entrevistas

Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

Sigue leyendo

Entrevistas

Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

Sigue leyendo


Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
Edición Nº