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Literatura

1960 – Diego A. Maradona – 2020

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Un homenaje. Una ficción con un Diego Armando Maradona que no fue, en un cuento protagonizado por quien podría haber sido. Una forma de decir gracias y hasta siempre.


El ingeniero Pelusa
(otro cuento sobre D10s)

Por Walter Omar Buffarini

—Ahí llegó el ingeniero—, gritó entre risas el Gringo, mientras el Renault 12 estacionaba detrás de uno de los arcos. Cuando Diego bajó, sus amigos lo aplaudieron afectivamente, y no pararon de abrazarlo y felicitarlo por el título logrado unos pocos días atrás.

A las cargadas se sumaba también la admiración que venía de toda una vida, desde aquellos tiempos en que no se cansaban de verlo hacer jueguito en los Cebollitas.

El día era especial, pero el desafío lo era aún mucho más.

Hacía rato que Diego no se ponía los cortos en el potrero, sobre todo después de haber decidido hacer caso a las palabras de su papá, aquella vez que le sugirió no dedicarse en serio al fútbol.

—No te confundas, pensá en el futuro–, le había dicho don Diego cuando allá por el ‘75, con menos de 15 años, había comenzado a descuidar la escuela y a pasar más tiempo en el club.

Y sí, era un día especial. El equipo del barrio, el de los amigos de toda la vida, el que lo había tenido como integrante infaltable durante tantos años, hoy era el adversario.

Es que cansado de las cargadas por su ausencia, un día Diego aceptó el desafío. El equipo del barrio contra el de la facultad. Con todo lo que eso significaba.

La fecha había sido puesta al azar, y si no se cambió fue porque las ganas de unos y otros por enfrentarse habían hecho posible que aceptaran jugarlo de mañana, a pesar de que muchos habían pasado la noche del sábado de largo temiendo no poder levantarse.

Es que a la tarde jugaba la selección, allá en México, y nada menos que contra los ingleses.

Unos días atrás había quedado en el camino Uruguay. Pasculli había sabido aprovechar la magia de Bochini para poner el 1 a 0 que llevaba a la Argentina de Bilardo a enfrentarse a los piratas.

Diego venía viviendo el Mundial de una forma muy particular. En el partido contra los uruguayos había sido un manojo de nervios. No sólo por lo que significaba el encuentro, sino porque al día siguiente rendía su última materia. El diploma estaba ahí nomás, como estaría ahí nomás el Mundial para los argentinos si superaban a Inglaterra esa tarde del domingo 22 de junio.

Y Diego ya tenía el título y sólo esperaba que la Selección, de la mano del Bocha, su ídolo de siempre, pudiera dar la vuelta en el estadio Azteca.

Pero a esta altura del día, el equipo nacional estaba en segundo plano y la atención de gran parte de Fiorito estaba puesta en el potrero, ése que está atrás de la escuela industrial, de la que había egresado como técnico electromecánico y en donde Diego había tomado la decisión de ser ingeniero.

Los mejores recuerdos venían de aquella época, la de la secundaria, y de aquel lugar, en donde los pibes del barrio, con el ahora ingeniero como manija, habían deslumbrado con su juego que les permitía fanfarronear con que jamás habían sido derrotados.

—Es una lástima Pelusa, vas a ser el único del barrio que perdió en esta cancha—, le dijo, sobrador, el Gringo, que tras la eufórica bienvenida se mostraba orgulloso ocupando el lugar de capitán del equipo ante la ausencia entre los once del hoy adversario.

Diego sonrió, pero fue sólo por no mandarlo a la mierda.

Con todo listo, cerca de las 10 arrancó el partido. Peleadísimo primer tiempo en donde se vio bien marcadas las diferencias de estilo entre ambos equipos. Por un lado, el de Fiorito, con remeras blancas, durísimo en la marca y sintiendo la ausencia de su conductor. Por el otro el de los compañeros de Diego, con las camisetas azules que habían usado en el último torneo interno de la facultad, aguantando las patadas de sus adversarios e intentando imponer su juego en conjunto.

Pero el primer tiempo no fue suficiente para que alguno de los bandos pudiera imponer alguna supremacía en el marcador, aunque los muchachos de Fiorito habían dejado casi sin chances de juego a la visita.

Claro, los pibes del barrio tenían la ventaja de conocer muy bien al conductor visitante.

Después de un largo entretiempo, la segunda parte comenzó casi como un calco de la primera, pero a los seis minutos algo cambiaría la historia no sólo del partido, sino de la relación de Diego con quienes pasarían a ser sus casi enemigos.

Pelusa agarró una pelota afuera del área contraria, se la pasó a Jorge, el santafesino, éste se la quiso devolver, pero el balón se levantó en el aire y caía en las manos del Gringo, arquero de Fiorito, que salía casi al inexistente punto penal con la mirada fija en el cielo. Pero de repente, de la nada, escondido en la misma nada, apareció el puño de Diego desconcertando al capitán y mandando la pelota dentro del arco.

Desesperado, el Gringo miró al Turco Alí, que hacía de referí, pero éste no había visto nada, y después lo miró a Diego y le gritó: –¡Decile que lo hiciste con la mano!

Pero Diego sólo levantaba su puño en un alocado festejo.

Lo que vino fue casi una cacería. Indignados por el gol en su contra, y encima hecho por Pelusa, los muchachos de Fiorito se olvidaron de tantos años de compinches y se prometieron, sin necesidad de decirlo, poner las cosas en su lugar: el marcador a su favor y a Diego, de ser posible, en el hospital.

Pero la venganza barrial se truncó sólo tres minutos más tarde.

Diego la agarró un poquito antes del medio de la cancha y encaró como para llevarse a todo Fiorito por delante, y así pasó a uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis amigos de la infancia, que lo veían sin nada poder hacer y observaban casi sin entender cómo había hecho semejante jugada. Semejante gol. El mejor gol de todos los tiempos, si es que alguien hubiera podido captar esa imagen en el potrero de Fiorito y después repetirla infinidad de veces para fundamentar la aseveración.

Y luego de dejar desparramado al Gringo, Diego, Pelusa, el ingeniero Pelusa, siguió corriendo hacia un costado buscando el abrazo de sus compañeros de facultad, y cuando llegó casi al corner se dio cuenta que no sólo lo seguían los estudiantes, sino que detrás venían, desaforados y con los ojos inyectados en sangre, quienes tantos momentos y festejos habían compartido con él. Y siguió corriendo hasta llegar al Renault 12, atrás del arco. Y mientras escapaba, sólo alcanzó a escuchar entre tantos insultos que alguien, como en un relato, le gritaba agresivo y maldiciente: “¡Barrilete! ¡Cómico! ¡¿A quién te comistes?!”.

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1 comentario

1 comentario

  1. Ileana

    28/11/2020 a 15:41

    Hermosa historia! Que diferente vida hubiera tenido Diego, que diferente vida hubiésemos tenido los argentinos!

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Literatura

48º Feria del Libro: presentaron el programa de Lisboa Ciudad Invitada de Honor

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La Fundación El Libro y el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en el marco del Día Mundial de la Poesía, realizaron en conjunto la presentación del programa de Lisboa Ciudad Invitada de Honor de la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (ver aquí), evento cultural que se llevará a cabo del 25 de abril al 13 de mayo en el predio de La Rural, en el barrio de Palermo.

En primer lugar, se proyectó un video de presentación de los autores de la comitiva
lisboeta.

Alejandro Vaccaro, presidente de la Fundación El Libro, agradeció “el compromiso de Carlos Moedas, presidente de la Cámara Municipal de Lisboa, y de todo el excelente equipo profesional que hace posible el gran despliegue que tendrá Lisboa como Ciudad Invitada”, y destacó especialmente “la importancia de la enorme comitiva de escritores que formará parte de la programación cultural de nuestra Feria”.

José Frederico Ludovice, embajador de Portugal en Argentina, sostuvo: “Esta invitación que mucho nos honra constituye una oportunidad única para promover un baño de cultura entre las ciudades de Lisboa y Buenos Aires, y quizá entre Portugal y Argentina, durante las semanas de duración de la Feria del Libro para mostrar la esencia de lo que somos a través del libro”.

“Los vínculos literarios entre Buenos Aires y Lisboa son enormes. Creo que es maravilloso que en esta edición 48 de la Feria del Libro se ponga en relieve que son dos ciudades hermanadas por sus librerías. A Buenos Aires y Lisboa las identifica esta calidad de acercamiento que tienen con respecto a sus lectores, a sus escritores y librerías, al acceso a su red de bibliotecas, a la posibilidad que dan ambas ciudades, llenas de puertas de entrada para que la gente se acerque a los libros”, expresó Gabriela Ricardes, ministra de Cultura de la Ciudad.

El acto, además, contó con la presencia de los equipos de trabajo de la Fundación El Libro
y del Ministerio de Cultura de la Ciudad.

(Fuente: Prensa Fundación El Libro)

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Literatura

La argentina Magalí Etchebarne ganó el Premio Ribera del Duero

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La escritora argentina Magalí Etchebarne fue galardonada con el Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve, dotado con 25.000 euros, por su libro “La vida por delante”, un conjunto de cuatro extensos relatos.

La obra de Etchebarne se impuso entre más de mil manuscritos de autores de 38 países, el récord de participación del certamen. La editorial Páginas de Espuma, referente del cuento en lengua española, se encargará de la publicación del libro, que llegará a las librerías a partir del 8 de mayo.

“Su estilo es pura frescura e inteligencia. Encuentra humor en la tragedia y sabe de la tristeza con rabia y ternura. No hay postura ni solemnidad en su escritura”, reza el acta de un jurado presidido por Mariana Enriquez y compuesto por Brenda Navarro y Carlos Castán, también cuentistas.

Como es habitual, el Círculo de Bellas Artes de Madrid albergó la ceremonia de entrega del premio, en presencia de la autora.

Etchebarne, de 40 años y graduada en Letras en la Universidad de Buenos Aires, actualmente trabaja como editora. Publicó en 2017 el libro de cuentos “Los mejores días”, que en la Argentina fue una revelación para el género, y en 2023 el poemario “Cómo cocinar un lobo”, cuyas composiciones abundan en la idea de la pérdida y al duelo.

Estas coordenadas temáticas también ocupan un papel relevante en “La vida por delante”, aunque resulta aún más significativa la impronta humorística que propone la autora.

En declaraciones con El Cultural, Etchebarne confesó que incluso a ella le sorprende que este atributo haya seducido al jurado porque “cuando uno intenta ser gracioso, normalmente no lo consigue”. Su objetivo, asegura, es que “la mirada ridícula sobre ciertos momentos fuera una forma de bajar el volumen” a la solemnidad.

La autora reconoció también que su proceso de escritura resulta un tanto “desorganizado”, aunque prácticamente desde el inicio tenía decidido que fueran cuatro cuentos extensos, “que se pudieran leer con independencia” y, al mismo tiempo, “tuvieran una familiaridad”. Incluso algunos personajes comparecen en más de un relato. La muerte, el trabajo, el amor y la figura esencial de la madre sobrevuela cada uno de ellos.

De acuerdo con un artículo de El Español, la madurez, las relaciones sentimentales abocadas al fracaso, la enfermedad y la pérdida puntean las tramas de “La vida por delante”, protagonizadas por un grupo de mujeres que se enfrentan a la enfermedad y a la huida de sus maridos, dos creadoras y amigas que se marchan de vacaciones junto a un grupo y descubren que está integrado por suicidas, dos hermanas que se disponen a arrojar al mar las cenizas de su madre y una pareja que se pasa la vida batallando.

También hay en este libro una resistencia a los discursos de superación personal, aunque afirma que no está en contra de los libros de autoayuda. De hecho, los ha editado muchas veces. Frases como la de “hay que salir adelante”, en todo caso, le rechinan. Y es que “no es tan fácil”, dice. “El dolor puede convertirse en una constante en la vida” y “hay poca tolerancia hacia eso”, resuelve.

En cuanto a los escenarios, se advierte un desplazamiento desde los núcleos urbanos hacia las periferias y los entornos naturales. La Costa Atlántica o las Cataratas del Iguazú son algunos de esos espacios, según revela Etchebarne a El Cultural. En general, Argentina está muy presente también a través del lenguaje -en algún momento, relata cómo se traducen los textos desde Argentina a España-, aunque quizás lo original de la propuesta es la “mirada extranjera” que vierte sobre el país.

Milei, un personaje aterrador

En declaraciones a la prensa española, la autora se refirió a la situación política en la Argentina. Consideró que hay una sensación general de “incertidumbre” y apuntó que sigue “desconcertada” con la “propaganda de la destrucción” de un gobierno liderado por “un tipo que ganó con una sierra eléctrica en la mano”. “Incluso en un relato sería bastante aterrador que apareciera un personaje así”, concluyó.

(Fuente: Agencia Noticias Argentinas)

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Literatura

“El agua”, de Enrique Wernicke – Editorial Mil Botellas

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Salió la primera novedad del año de Editorial Mil Botellas. Se trata de la novela “El agua”, de Enrique Wernicke.

La obra fue publicada por primera vez en 1968, año de la muerte de su autor y se trata de uno de los puntos altos de la literatura argentina.

Escrita con oraciones cortas, diálogos escuetos, con la apariencia de lo trivial pero en donde asoma la profundidad del silencio.

Sinopsis

El agua invade el interior de las casas, el agua cubre la ribera del norte del Gran Buenos Aires, el agua interpela a la solidaridad en el vecindario. ‘El agua estaba entrando en su cuarto. Una lenga de vaca, otra serpiente, avanzaba explorando el piso’, describe la novela. Julio Blake, un ferroviario jubilado, en medio de la resaca de la inundación y en su soledad, aprovecha ese momento para revolver viejas fotos, abordar recuerdos algo dañinos“.

Respecto del autor, expresaron los editores: “Wernicke es una suerte de eslabón entre Benito Lynch y Miguel Briante.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
Edición Nº