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Alejandro Palomas presenta “Un Hijo”, su novela editada este año en la Argentina

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Existen voces que se filtran entre los poros del silencio, palabras calladas que crecen y se transforman, como si fueran la punta de una flecha imposible de detener, capaces de quebrar las sutiles capas de la memoria para abrir las ventanas que conducen a la libertad, puro cielo donde la magia es posible y se revela.

“Un hijo”, la novela del escritor Alejandro Palomas que acaba de publicarse en Argentina, está atravesada por la magia de las palabras y también por la de los silencios, de aquello que no se cuenta pero que emerge entre las imágenes narradas, de lo misterioso que habita en el alma humana, en el corazón de un niño que logra conquistar a todo aquel que se acerque a conocerlo.

En diálogo con ContArte Cultura, el autor español abre las páginas de su libro y nos invita a vivenciar el mundo de Guille, su protagonista.

—Dejemos que los hilos de la magia que habitan en tu libro den comienzo a esta entrevista. Abramos una ventana imaginaria, quizás podría estar ubicada en la misma portada, ¿cuál es la música, la melodía que escuchás surgir desde las letras y que sintetiza las emociones o sensaciones que habitan entre sus páginas?
—Cada una de mis novelas tiene una música propia y es una melodía que no distingo y que realmente no ubico hasta que la novela está terminada y publicada, cuando la leo, ya con su cubierta, con su dedicatoria, con su todo, armada por completo. En el caso de Un Hijo me costó más encontrar esa música, porque es una novela con una voz muy potente, que es la de un niño de nueve años y que en muchos momentos parece comérselo todo. Es una música muy potente y muy pura, y las melodías tan puras tardan más en ubicarse. En este caso es una música muy minimal a la vez que muy potente. Son como las notas de un piano de Erik Satie. Normalmente yo escucho mucho Satie cuando escribo y cuando no, y en este caso creo que es la novela más Satie de todas las que tengo. Y no solamente por la música que escucho, sino que es una reinterpretación de muchas de sus obras para piano.

—¿Hay alguna imagen que recuerdes particularmente como el germen de esta novela?
—Hay una imagen y es la de un niño de nueve años con los ojos de Guille, mirando hacia el cielo. Porque la mirada de un niño mirando hacia el cielo es lo que en mi imaginario personal es básicamente la imagen de la libertad. Cuando un niño mira al cielo se imagina volando, y yo siempre que miro al cielo me imagino volando. Sigo siendo el mismo niño, y esa es la imagen que me mantiene vivo. Todavía sigo siendo un niño y por eso sigo vivo.

—¿De qué manera trabajaste para construir las distintas voces que forman parte de la trama?
—Fue un proceso natural, no las trabajé. Siempre escribo igual, siempre escribo con voces distintas excepto en la trilogía de Una Madre, Un Perro y Un Amor. Escribo con voces directas, esa es mi forma, es como más cómodo me siento. Se trata de ser los personajes, para que así dejen de serlo y se transformen en personas. Y creo que la única forma de lograr eso, o yo lo sé hacer solamente así, es siendo ellos con su propia voz, una real. Me gusta que las personas y los personajes tengan siempre su propia voz e intento que nadie calle, que todo el mundo tenga su oportunidad. Entiendo que todos los personajes tienen que tenerla.

—¿Cómo lograste dar vida a los escenarios sobre los que se desplazan tus personajes? ¿Recordás cuáles fueron tus propios escenarios de escritura mientras hilabas esta obra?
—Es importante la palabra escenario. Mi escritura es muy dramática, muy teatral y realmente está en un escenario. Para mí es fundamental ese concepto en la narrativa. Normalmente utilizo escenarios o escenas muy acotadas e interiores, en este caso un colegio, un departamento, una clase, el consultorio de una terapeuta. Hay desplazamientos, pero los personajes van y vienen desde el exterior hacia un interior donde siempre terminan pasando las cosas. Soy más de interior que de exterior. Me gusta contemplar desde adentro, desde el refugio, y ver lo que está ocurriendo afuera, por eso mi literatura es así, por eso mi escritura es la contemplación del movimiento cuando está afuera y la contemplación de la emoción cuando está adentro. Para escribir Un Hijo, lo hice en la casa donde vivo, en el campo, y fui a una escuela y pedí que me cedieran un pupitre de la clase de los niños de nueve años y durante tres meses y medio escribí sentado a esa mesa. Mido un metro noventa y no me cabían las piernas por lo que tuve que poner unos suplementos a la mesa, pero siempre mi gran preocupación era poder escribir esa novela con mi mirada a la altura de la de un niño de nueve años, porque así era la única forma de ser Guille. La única forma de escribir Un Hijo era siendo un hijo otra vez, con esa edad. Fue una experiencia única, muy difícil y maravillosa. Hubo mucho dolor físico, de espalda, de extremidades, de manos, hubo músculos que ya tenía abandonados y que se reactivaron porque volví a ser un niño de nueve años y fue sinceramente un viaje mágico.

—¿En qué momento descubriste que había un Guille dentro tuyo que necesitaba expresarse?
—Desde siempre. Yo siempre he sido Guille y esta era la novela que siempre había querido escribir. Lo intenté a los veinte años y lo desestimé. Lo intenté a los treinta y lo volví a desestimar. Finalmente, a los cuarenta y… encontré la voz, la fórmula y la estructura coral con la cual escribir. Pero ese Guille siempre ha querido salir y contar. Siempre quiso volver, estar, moverse y ser libre. Yo tenía un Guille dentro que no era libre y gracias a esto he conseguido tener a un Guille en libertad.

—¿Qué rasgos de ese niño protagonista te gustaría destacar?
—La bondad, sobre todo. También la generosidad, la capacidad de perdonar, la de confiar, la autenticidad, la valentía, la inocencia…

—¿Creés que es posible romper el silencio a través de la imaginación?
—A través de la imaginación es posible hacer cualquier cosa. En la imaginación cabe todo, absolutamente, desde lo más terrible a lo más maravilloso. Eso es lo bueno que tiene la imaginación, que es sinónimo de libertad. Es el único lugar donde podemos ser libres, después llega el momento donde nos encontramos con la realidad y ahí estamos acotados, pero lo bueno que tiene la imaginación es que con ella se pueden romper todos los silencios, todos los tabúes, todos los miedos, puedes expresar todos tus odios, todo. La imaginación es el paraíso.

—Si pudieras elegir una palabra que represente la totalidad de la novela, ¿cuál sería y por qué?
—La palabra sería “milagro”, porque es una novela en la que yo confiaba muy poco, porque empezó con muchos rechazos por parte de las editoriales y se ha convertido en la que más alegrías me ha dado, que más premios ha recibido, con mayor feedback, la que más se ha traducido, la que se va a llevar al teatro, al cine, es mi novela talismán.

—¿Cómo fue el proceso de diseño de la portada y de las imágenes que forman parte del libro? ¿Hubo un trabajo conjunto con los ilustradores?
—No, no hubo ningún trabajo con ilustradores, este libro tenía otra tapa totalmente distinta. Era blanca con el sello que aparece en la tapa española, y cuando estábamos a punto de entrar en imprenta descubrí Pinterest y, por pura curiosidad, me pasé todo un día mirando imágenes de ilustradores y de diseñadores y, de repente, di con una imagen que me hizo pensar: “Esta es la novela, alguien ha hecho la novela en imagen”. Entonces me comuniqué con la editora y le dije “tenemos que cambiarlo todo porque he encontrado la tapa de Un Hijo”. Ella no me creyó, pero cuando vio la imagen me dijo “tienes toda la razón, tenemos que cambiar el diseño del libro por completo”. No hubo un diseño para la novela, sino que yo encontré esta ilustración y la compramos. Las ilustraciones del interior fueron hechas por mí, se las entregué a la editorial y ellos encontraron a un niño de nueve años que las repitió. Eso fue básicamente lo que ocurrió.

—¿Qué dejó la escritura de “Un Hijo” en Alejandro Palomas y en los lectores que ya han llegado al mundo de Guille?
—Lo que ha dejado la escritura en mí han sido muchas cosas. Ha sido un proceso muy largo, porque Guille salió en 2015 y todavía estamos trabajando mucho con los diferentes formatos que genera la novela, con lo cual yo sigo conviviendo con Guille y con Un Secreto, que es su secuela. Y, como se trata de una trilogía, también estoy preparando la última novela. Es un proceso que, si bien es muy largo, también es muy bonito. Me ha dejado un contacto muy distinto conmigo mismo, un Alejandro más en paz, mucho más en paz con su emotividad. En los lectores ha dejado mucha emoción. Es una novela que te reconcilia con la vida, con la infancia, te abre muchas ventanas internas y te pone en contacto contigo mismo. Eso es lo bueno que tiene Guille, que te habla directo al plexo.

—“Un Hijo” acaba de publicarse en la Argentina, contanos cuáles son las expectativas que eso te despierta.
—Cuando la escribí tenía muy claro que uno de los públicos para los que era esta novela era el argentino y el uruguayo. Esa capacidad que tienen las lectoras y lectores argentinos de analizar las cosas y de preguntarse el porqué, y de buscar la inteligencia emocional en todo lo que se hace y se dice…  y la víscera. Soy muy visceral, soy muy emotivo y emocional y creo que el público argentino es así. Ya me pasó con Una Madre, que quien la ha leída en la Argentina quedó enamorado de Amalia y yo sabía que iba a pasar esto con Guille, que el recibimiento iba a ser como está siendo en Argentina. Porque no podía ser de otra manera. En España salió como una novela juvenil y yo nunca la escribí así. En el resto de los países del mundo se publica como una obra de adulto, excepto en Holanda y Turquía, pero yo insistí en que en Argentina tenía que publicarse en un sello adulto, porque es una novela para el adulto argentino y que seguramente la compartirá con el adolescente, con el niño. Es una novela para un público de 10 a 110 años, con lo cual creo que en un país como Argentina va a quedarse por mucho tiempo.  


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1 comentario

1 comentario

  1. Graciela Rabuñal

    24/06/2020 a 10:31

    Alejandro intentaré leer esta novela. Quería pregubtarre si se puede comprar por Amazon Kindle? Un abrazo enirme y te felicito por tu éxito en Sudamérica yo soy uruguaya y vivo en Galicia donde nació mi padre. Arteixo – Coruña. 🦋 🦋 🦋

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Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

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Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

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Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
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