Conéctate con nosotros

Entrevistas

Luis Carranza Torres: “Ninguna civilización ha podido prescindir de la palabra para organizar su vida cotidiana”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz

Amante de su profesión, de la historia y de las letras, Luis Carranza Torres es capaz de crear suspenso con gran maestría en novelas que atrapan a sus lectores.

Personajes muy bien logrados, que se reflejan en la realidad, se mueven por las páginas de sus libros enigmáticos, hilando intrigas que van tejiendo cada historia, en las que además el amor también es un protagonista fundamental.

Como un mago va mostrando y ocultando, elige las palabras justas que son los verdaderos ladrillos de sus narraciones y entonces llena de sensaciones y sentimientos cada una de sus creaciones.

En diálogo con ContArte Cultura, el escritor cordobés cuenta como integra todas sus pasiones y deja abierta la puerta de sus libros para invitarnos a entrar.

—¿Podés contarnos algunas cualidades que te definan?
—Es difícil hablar sobre uno mismo. No se tiene nunca la suficiente objetividad, por la falta de distancia. Dicen que soy metódico, perfeccionista, muy de investigar los trasfondos históricos, culturales de cada obra. Y yo me lo creo (risas).

—¿Cuándo nace tu pasión por la escritura?
—De muy chico, escribo desde los catorce años. Escribir fue para mí siempre una necesidad. Desde la adolescencia. No siempre ficción. He pasado por la investigación histórica, el artículo periodístico y las cuestiones técnicas del Derecho. Aún hoy las frecuento, en paralelo a las novelas y cuentos.

—¿Qué es escribir, para vos?
—Un desafío. Poder plasmar sensaciones, sentimientos, una historia, el perfil de personaje que resulte no sólo creíble, sino familiar para el lector. Se trata de construir, de un modo similar al de un edificio, pero con palabras. No cualquier cosa, sino algo que haga nacer sensaciones, sentimientos, ideas en quien lo lea. No es fácil, pero sí apasionante.

—¿Cómo combinás tu profesión de abogado y las letras?
—Supongo que es algo que viene con mi idiosincrasia. No lo sé, a ciencia cierta. Es un proceso natural, se da. Una profesión influencia a la otra. Supongo que es porque, en el fondo, ambas son formas de comunicar algo, aunque con fines totalmente distintos. Dar lo mejor de vos en un campo te ayuda a mejorar en el otro. Es algo que he advertido, aun cuando no tenga una explicación de por qué pasa.

—¿Cómo definirías a tus novelas, brevemente?
—Cada cual tiene su idiosincrasia. A ver, Secretos en Juicio cuenta la vida en los grandes estudios de abogados de Buenos Aires. Lugares que conocí bastante. Palabras Silenciadas habla de esas sociedades y familias de antes, donde lo que no se decía pero todos sabían era una norma, con una carga de tabúes, formulismos, rigideces e hipocresías que terminaban jugándoles bastante en contra. El juego de la dudas muestra, en el contexto de la guerra fría y la lucha por el predominio en la informática, un amor muy pasional que cae por ahí en lo patológico. Mujeres de Invierno cuenta, con ojos argentinos, desde la perspectiva del mundo de la familia de un diplomático, cómo el nazismo se adueña de Alemania y Europa se encamina a una guerra.

   —¿Qué personajes te gustó más escribir?
—Muchos, en general todos. Cada cual tiene lo suyo. Por el lado de los personajes femeninos, Cecilia Ozzolli de Secretos en Juicio es de las más queribles, con esa mezcla de amiga incondicional, con onda, glamour y mujer liberada. También Julia, una de las protagonistas de Palabras Silenciadas, una mujer adelantada a su tiempo que busca la igualdad en un mundo de hombres sin perder un ápice de su femineidad. La soñadora y aventurera Constanza o su enigmática amiga Fiamma en Mujeres de Invierno, también fue un gusto ponerlas en el papel. O Eloisa de El Juego de las Dudas, un ser tan bello como implacable, que finalmente debe rendirse frente a ciertas cuestiones que ha pretendido negar desde siempre.
Por el lado de los personajes masculinos, Armando Ozzolli de Secretos en Juicio se lleva las palmas, porque en él quise condensar a quienes fueron referentes míos en mi carrera como abogado. Ignacio López de Madariaga en Mujeres de Invierno, con ese carácter de quijote en un mundo de malos, me gustó también escribirlo. Y el bueno de Simón, en El Juego de las Dudas fue muy atrayente. “El hombre que toda mujer querría tener”, me dijeron sobre él y puede perfectamente ser así.

—¿Tenés un tiempo y un espacio particular para escribir tus novelas?
—No. Lo conservo como una pasión, y las pasiones se desatan en los tiempos y lugares menos previstos (risas). Aunque de ordinario, escribo temprano, en donde sea que la profesión de abogado o mi actividad académica me haya llevado. Si es en casa, mejor que mejor.

—¿Cómo describirías un proceso creativo de una historia de suspenso?
—Lograr ser el primer sorprendido por donde va la trama. Y en segundo término, que lo que se narra sea creíble aunque no esperado. Tiene mucho en común con cómo los magos hacen sus trucos: muestran algo y luego salen con otra cosa completamente distinta.

—¿Que elementos entendés fundamentales a la hora de crear un personaje?
—La profundidad psicológica. Tiene que tener una personalidad definida, no solo en rasgos generales sino también en cuestiones puntuales como qué le gusta, qué no, a qué le teme. Debe distinguirse de otros, claramente.

—¿Cómo lográs ensamblar la intriga con el romance?
—El romance, de por sí, tiene una nota de intriga propia. Y la intriga, por su lado, comparte con el romance esa cualidad movilizante, esa suerte de resultar un efecto de la pulsión vital que tenemos como seres humanos. Líbido o como le quieras llamar. La vida es principalmente intriga. Uno, el principio del día, se despierta sin ninguna seguridad. Tampoco las tiene cuando lo finaliza. Cuando uno puede reflejar ese tipo de cosas en una trama, la historia sale disparada hacia adelante.

—En un mundo dominado por las imágenes ¿cuál es el truco para imponer la palabra?
—Lograr que tenga esa conexión con los aspectos esenciales que nos conforman como seres humanos. Cuando lo dicho, lo narrado, lo escrito, llega al alma de una persona, se impone por sí sola.
Por otra parte, no estoy seguro que nuestro mundo esté “dominado” por las imágenes, en el sentido absolutizante que a veces se pretende. Ninguna civilización, en ningún tiempo, ha podido prescindir de la palabra para organizar su vida cotidiana. Desde Egipto en adelante, las imágenes han tenido relevancia. En el siglo XXI con las redes sociales, en el XX con el cine, en el XIX con la fotografía o antes con los cuadros. Pero nunca eso ha ido en detrimento de la palabra. Aun, en su versión escrita. Simplemente, la influyen, la transforman, pero no más allá de eso.

—¿Cómo invitarías a leerte a quienes aún no te conocen?
—Borges dijo alguna vez que un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre otros, hasta que da con su lector, con aquel a quien está destinado. Si alguien gusta de la novela histórica, del suspenso o de echarle una mirada a ciertas cuestiones como la identidad o el alma de las personas, puede ser que algunas de mis novelas le esté destinada.
Lo importante es que se lea, que se tenga un hábito al respecto. Con mis libros o los de otros. Leer es de las pocas cosas que nos definen como seres humanos pensantes.

—Contanos cuál es tu sueño para este 2018.
—El mismo del 2017: escribir buenas historias, disfrutar de mi familia y mis amigos, aprender, leer mucho, ser mejor persona. No necesariamente en ese orden. En cualquier orden que la vida te vaya dando la posibilidad de hacerlo.


Luis R. Carranza Torres

Nació en Córdoba (Argentina). Se recibió de abogado en la Universidad Nacional de Córdoba, y de Doctor en Ciencias Jurídicas en la Pontificia Universidad Católica Argentina de Buenos Aires. Es miembro del Instituto de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, miembro del Instituto de Historia del Derecho de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y Secretario Académico de la Sala de Bioética del Instituto de Estudios Jurídicos del Colegio de Abogados de Córdoba. Vivió y ejerció profesionalmente el derecho tanto en Córdoba como en Buenos Aires. Publicó dieciséis libros jurídicos y siete novelas: Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016) y Mujeres de Invierno (2017). Recibió en el año 2001 la mención especial del premio Joven Jurista, otorgada por la Academia de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y en 2004 el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba. En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz. En 2015 obtuvo la II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires.

Sigue leyendo
7 Comentarios

7 Comments

  1. Norys

    13/01/2018 a 15:25

    Excelente reportaje, de un excelente escritor! Sus personajes e historias quedan en la mente. Es increíble que pueda crear personajes tan atrayentes y diferentes. Un orgullo para los cordobeses.

    • Luis Carranza Torres

      28/01/2018 a 08:37

      Gracias Norys. Me alegro te hayan gustado.

  2. Sergio

    14/01/2018 a 15:47

    Excelente nota. Un lujo de las letras argentinas

  3. Mario

    15/01/2018 a 17:20

    Excelente escritor, le lei todas sus novelas

  4. Mario

    15/01/2018 a 17:26

    Excelente escritor, sus novelas son muy entretenidas

Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso

Deja una respuesta

Cancelar la respuesta

Entrevistas

Cynthia Edul repasa “El punto de costura”, una obra donde lo familiar y lo laboral disparan y sostienen la historia

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un hilo más otro hilo. Y otro. Manos urdiendo la trama, el lenguaje de los dedos, un sonido que teje. 

Es una palabra encima del hilo, las voces cosidas, el acento en la aguja, un hilván que sostiene.

Es la tela y el hilo en la tela, la tijera y el silencio, texturas superpuestas, voces asomándose entre los puntos, una costura del verbo.

Es antes y después, todos los hilos y todas las palabras, la sintaxis de la trama.

“El punto de costura” es una obra que se introduce en el universo textil, una trama tejida con hilos personales que se expande más allá del escenario.

En diálogo con ContArte Cultura, Cynthia Edul, autora de los textos, directora y responsable de la lectura en la obra, tira de un hilo y de otros, indaga, cose y corta con su voz, con los sonidos que despiertan, texturas y nombres, en el punto de sus propias costuras.

—Sin dudas a lo largo de nuestras vidas existen hilos de historias que nos cosen por dentro, palabras en las telas de los cuerpos, costuras que nos definen. Para comenzar y a modo de presentación, si pudieras elegir la imagen de una “costura” que te represente, ¿cómo sería? ¿Qué hilos formarían parte de esa trama?

—Creo que la imagen textil que me representa es el Boro. En Japón es un tipo de costura como el patchwork que se hace con retazos y esas prendas se heredan de generación en generación. Cada generación sigue usando ese traje y las memorias de toda la familia se conservan en ese texto.

—Y porque hay hilos que permanecen a lo largo del tiempo, nos gustaría llegar a los orígenes, a tu propio primer punto de costura. ¿Qué vivencias personales te acercaron al mundo textil?

—En mi caso, mi familia paterna se dedicó a lo textil. Desde que llegaron de Siria se iniciaron en ese rubro, así que la tradición del trabajo familiar era ese. Y también el mandato de ese negocio pesaba mucho en mi familia. Yo me dediqué a la literatura, pero siempre estuve involucrada en el negocio familiar y en la pandemia me tuve que hacer cargo… no tuve opción. Entonces empecé a escribir sobre qué sentidos puede tener regresar a los oficios familiares, a la historia del trabajo familiar y recuperar mis experiencia con todo ese mundo.

—¿Cuáles fueron los disparadores para empezar a poner en palabras esas vivencias hasta llegar a dar vida a tu obra “El punto de costura”?

—El primer disparador, como comentaba antes, fue el regreso a los oficios familiares textiles en primera persona. A partir de ahí comencé a construir esa primera línea, que tenía que ver directamente con el motivo del regreso. Después empecé a tirar hilos que se relacionaban con la historia familiar: la historia del algodón, las historias de las hilanderas. Y a sumar otras como las historias de opresión y de resistencia a través del textil. Recuperando eso fui reencontrando las vivencias personales, a la luz de otras vivencias, históricas y sociales.

—Toda la escenografía da cuenta de ese universo donde una trama se superpone a la otra, la palabra y la imagen, el sonido y las texturas, ¿quiénes colaboraron en el proceso creativo del mundo textil sobre el escenario?

—La escenografía fue algo que fuimos construyendo con María Venancio y Nicolás Zuñiga, en un principio, y luego con Sebastián Francia. La idea era hilar texto, imagen y sonoridad, construyendo de alguna manera las mesas de costura. En una trabaja Guillermina Etkin y en otra yo, con un espacio que es la alfombra, el espacio textil tan sagrado para muchas religiones también. Y así, simplificando pero dándole sentido específico a cada función, fuimos construyendo ese espacio, que tiene en el centro al telar y la máquina de coser. Dos elementos que se vuelven centrales en el relato.

—También hay un trabajo muy interesante con la música, un paisaje sonoro que se une a la voz y al piano para crear texturas nuevas. ¿Cómo fue el trabajo con Guillermina para lograr esa fusión de sonidos que ayudan a narrar?

—Con Guillermina leíamos el texto y a partir de eso ella empezaba a componer sonoridades, canciones, tonos, que expresaran el sentido profundo que le provocaba lo que leía. Así que fuimos buscando parte por parte, investigando la sonoridad en cada momento. Además, teníamos una premisa que era usar los textiles como elementos sonoros: de ahí el telar, la máquina de coser, las telas, el costurero y la amplificación de esos sonidos que, como decía John Cage, “actúan”.

—Para concluir, detengámonos entonces en esos sonidos. Si pudieras elegir el que represente el espíritu de la obra, ¿cuál sería y por qué?

—Difícil pregunta, pero si tengo que elegir uno: la máquina de coser. Ese sonido mecánico y al mismo tiempo familiar, ese objeto con el que trabajaron nuestras abuelas, nuestras madres, nuestras tías. Hay está el espíritu de las mujeres costureras. Creo que ese representa muy bien el espíritu de la obra.

Sigue leyendo

Entrevistas

Gabriela Margall: “Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El fuego arrasa, incendia los nombres. Es la guerra sobre el amor, que resiste y se deja abrazar por las llamas. Hay una revolución en los cuerpos, una intuición de libertad, como si adentro y afuera se encontraran en una misma batalla.

Y es que los combates se dan primero en los cuerpos, en las ideas capaces de encender otras chispas y alimentar otras llamas.

Tres mujeres, tres historias atravesadas por el fuego y por la guerra. Tres deseos de libertad encerrados en aquello que no puede nombrarse, pero igual crece.

La trilogía de Gabriela Margall, que incluye sus novelas “Si encuentro tu nombre en el fuego”, “Con solo nombrarte” y “La viajera del sur” y fue publicada por Del Fondo Editorial, recorre los tiempos de las invasiones inglesas y de las guerras napoleónicas para sumergir a los lectores en tres historias de amor capaces de resistir cualquier batalla.

ContArte Cultura charló con la autora e historiadora para acercarnos al proceso de escritura de esta saga, cuyas protagonistas seguramente serán capaces de trascender las páginas que las contienen a través de cada lectura.

—La guerra y la libertad son dos temas que atraviesan tu trilogía. Entre las páginas se desatan revoluciones históricas pero también las personales. Vamos a detenernos ahí. Para comenzar esta charla y a modo de presentación, hagamos foco en esos movimientos personales que te llevaron a escribir a las protagonistas femeninas de estas novelas. Si pudieras elegir dos cosas de esas mujeres en las que te veas reflejada, ¿cuáles serían?

—No siempre construyo personajes porque me reflejo en ellos. Si hago una historia de las protagonistas, probablemente no haya muchas características similares. De hecho, me gusta trabajar con personajes y elementos que no tienen que ver conmigo, porque lo que me interesa es la reconstrucción de un período histórico y qué ocurría con los seres humanos dentro de ese tiempo. 

—Como todo tiene un comienzo y un final que suelen tocarse, nos gustaría llegar a ese punto de contacto: ¿Qué fue lo que te movilizó para escribir aquella primera novela “Si encuentro tu nombre en el fuego” y luego de tantos años llegar a la escritura de “La viajera del sur” para cerrar la historia de la familia Torres?

—Como decía antes, lo que me gusta es la reconstrucción de un período histórico. El fin del Virreinato del Río de la Plato, las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia de España, son períodos que están muy estudiados en la historia argentina. Tenemos mucha información, incluso sobre la actuación de las mujeres y otros sectores subalternos. Escribir esa historia, incluso desde la ficción, es una de mis cosas favoritas.

—En ese lapso de tiempo entre una y otra obra escribiste “Con solo nombrarte”, una novela ambientada en los escenarios de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires. ¿Cómo fue el proceso de reconstruir aquellos días y de darle continuidad a tu primera historia?

Si encuentro tu nombre en el fuego y Con solo nombrarte fueron concebidas juntas. Las dos salieron para los bicentenarios de la primera y segunda invasión inglesa y por eso nunca existió la urgencia de continuar la historia. Y tampoco hubo urgencia después, sino que fue un proceso de cambio y continuidad que se dio con los años. Necesitaba una vuelta a mis raíces y ahí estaban los libros esperando.

—Si hay un punto en común en esta trilogía es la presencia de mujeres fuertes, que se atreven a todo, algo que no era común en esos tiempos, ¿de qué manera trabajaste para darle vida a cada una de tus protagonistas?

—En las tres protagonistas lo que busqué fue “ir un poco más allá”. Las tres, Paula, Jimena, Julieta, tienen una base histórica, podemos establecer que sí, que algunas mujeres hicieron lo que hacen ellas (con algunos límites). Lo que busqué en las novelas fue que eso que hacían (el acceso a libros y organización de reuniones, la participación en batallas y el comercio y actuación como espías) quedase bien definido y con algunas licencias. Pero todo tiene un anclaje en la realidad.

—Más allá de los vínculos de sangre que las unen, qué  te parece que podría representar a tus tres protagonistas: Paula, Jimena y Julieta.

—Están en el mismo punto de vista político, las tres son parte de ese grupo que va a liderar el proceso de revolución e independencia de España. A veces se considera que solo son hombres los que tenían ideas políticas, pero basta leer las cartas de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno para saber que ella tenía un conocimiento claro de la realidad política del momento.

—Y hablando de Julieta, ella es la que va a cruzar el océano para hacerse parte de otra guerra, ¿qué fue lo que más disfrutaste o padeciste al momento de “viajar” con ella hacia los tiempos napoleónicos.

—Mucho antes de que supiera qué historia iba a contar con Julieta, sabía que iba a ser una novela de viajes. Así que fue un proceso tranquilo.

—¿Cuál fue la batalla que más te costó escribir y por qué?

—La batalla por la Reconquista de Buenos Aires en Con solo nombrarte. Conocía bien la ciudad y las calles, pero las tropas de ambos bandos avanzaban y retrocedían, entraban en casas, había túneles, arroyos en la ciudad, no fue sencillo tener todo eso en la cabeza y traducirlo en una novela.

—Más allá de las guerras, cerca de ellas siempre late el amor, ¿de qué manera surgieron en vos las historias de amor de tus protagonistas?

—Siempre pienso en los protagonistas como una pareja, nacen así, y considero con atención qué es lo que los separa, porque es el centro de la novela, y cómo se va a resolver, si es que se resuelve.

—Con la trilogía completa, ¿qué sigue ahora en el universo Margall?

—Veremos. Hay varias cosas que tengo en mente y no me alcanza el tiempo para todas. La historia siempre está presente, aunque me gustaría probar con la épica fantástica.

—Para terminar, te invitamos a elegir tres telas o vestimentas que representen respectivamente a cada una de tus novelas.

Si encuentro tu nombre en el fuego: una mantilla de encaje.
Con solo nombrarte: un abanico.
La viajera del sur: un vestido verde oscuro.

Sigue leyendo

Entrevistas

Verónica Sordelli: “Escribir fue la manera de leer mi vida”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las huellas de sus pies desaparecen, se hunden en la arena como si nada hubiera existido, después de los deseos. Son partículas de tiempo disolviéndose, nada. Cada paso los acerca y los aleja. Son un espejismo de sus propias palabras. No basta con pronunciar sus nombres, el viento se los lleva, los arrastra al vacío, donde alguna vez existieron castillos de arena.

“Castillos de arena”, la última novela de Verónica Sordelli, cuenta una historia que se pierde en las arenas del desierto, en un escenario que muta para dejar en los lectores un viento de preguntas que, poco a poco, van revelando los otros desiertos, los que habitan en el interior de sus protagonistas.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora cuenta acerca de su propia ruta en el camino de la escritura, especialmente de su última obra, donde invita al lector a viajar a través de sus palabras.

—La arena, su liviandad, esa convergencia de partículas en movimiento y la textura al pisarla suelen llevarnos a distintos escenarios donde nuestros pies han dejado sus marcas. En tu novela el desierto es un gran protagonista, es por eso que para comenzar nos gustaría detenernos en las sensaciones que la arena haya despertado en vos, en sus huellas, que de alguna manera puedan ayudar a presentarte.

—Soy de Necochea, la arena me acompaña desde mi infancia. Siempre fue la misma, soy yo la que con el paso de los años la fui viendo distinta, porque en cada etapa de mi vida despertó sensaciones diversas: una infancia construida de la misma manera que con la pala y los rastrillos se construyen los pozos esperando que desde su interior surja el mar. El asombro de no entender por qué sucedía y la alegría de que así fuera. Una adolescencia donde la arena representó los fogones con amigos, el primer beso de amor y tal vez la primera lágrima de desamor. Una adultez donde comencé a caminarla, y se la presenté a mis hijos y los ayudé a construir sus castillos y los escuché gritar de alegría y tuve que consolarlos cuando el mar, en cuestión de segundos, los desmoronaba. Miré muchas veces para atrás, no estaban solamente mis huellas, y lloré mucho despidiendo algunas que se fueron y agradecí recibiendo a aquellas que se sumaron. ¡Y si! ¡Así es la vida! Y como aquella niña siento el asombro de no saber porque sucede y la alegría de que así sea.

—Y en ese desplazamiento que significa viajar, vayamos a tus comienzos como escritora. ¿Recordás en qué momento de tu vida se despertó tu deseo de contar historias?

—Mi primera novela surgió de la necesidad de contar la historia de las playas de Quequén, una historia llena de naufragios, con uno de los hoteles más imponentes de Sudamérica. El momento exacto fue cuando una de las tantas mañanas que salí a trotar por la costa, sentí el privilegio de vivir en este maravilloso lugar. 

—Mirando hacia atrás, ¿qué hilos temáticos atraviesan todas tus obras?

—Escribir fue la manera de leer mi vida. En mis libros estoy. Entonces diría que el hilo rojo que une a mis novelas es la mujer. En algunos momentos de la historia, o de la cultura en la que vivió, no tuvo demasiado o ningún poder de decisión, en otros pudo hacerlo. Pero siempre luchó para ser fiel a sus pensamientos.

—Tu novela “Castillos de arena”, publicada por Del Fondo Editorial, es una historia de amor y de fusión de culturas, ¿cuál fue el disparador para su escritura?

—La importancia que tiene la religión en la cultura árabe y la maravillosa diferencia con el occidente me llevó a preguntarme: ¿Qué tenemos en común? Por encima de toda diferencia tenemos en común el amor. A partir de ahí comenzó la historia.

—¿Cómo viviste el proceso de cruzar el desierto para acercarte a una cultura tan diferente de la nuestra?

—Agradezco haber podido viajar en tres oportunidades a encontrarme con la cultura árabe. En cada una de ellas mi premisa fue no cuestionarla y respetarla. Fue lo que me ayudó a entender la importancia de los mandatos sociales y religiosos en sus vidas y como viven para cumplirlos. Fue también entender que somos distintos, ni mejores ni peores, solo distintos. Toda cultura se merece ser respetada, pero creo que para lograrlo hay que estudiarla, no desde los extremismos porque gente mala y buena hay en todas, sino desde la esencia del ser humano.

—¿Qué o quiénes te ayudaron a darle vida a Jayif, el protagonista de “Castillos de arena”?

—Jayif fue creado a partir del lugar que ocupaba en su cultura y con los mandatos que ella le imponía.

—Y si tuvieras que definir a Elena, tu otra protagonista, en una sola palabra, ¿cuál sería?

—Superación

—Al avanzar en la historia aparecen situaciones límite donde el dolor y la muerte envuelven a tus personajes, ¿qué fue lo que más te costó al momento de escribir esas escenas?

—Investigué y leí muchísimos testimonios. Lo más difícil fue aceptar que se trataba de situaciones reales.

—Un deseo sin spoilear… ¿hay vida después de la muerte?

—No lo sé, sólo puedo afirmar que la muerte es la no presencia física, pero siempre estaremos vivos en el recuerdo de aquellos que nos aman. Dicen que la vida es corta, pero también dicen que las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan.

—Para terminar, ¿qué aroma creés que representaría a tus “Castillos de arena” y por qué?

—Mi preferido: el perfume que siento cuando abrazo a una persona que amo. Porque el amor sana y salva.

Sigue leyendo


Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
Edición Nº