Historias Reflejadas
“Los muros del silencio”
Los muros del silencio
Detrás de los muros la vida busca expandirse, pero no lo logra. Espirales de miedo conducen, una y otra vez, al mismo sitio en el que las palabras se han quedado quietas.
Entre los rincones se instala un silencio denso y frío que abraza lo callado y lo esconde para que no se vea.
Una danza continua, envuelve recuerdos sin forma y los atrapa en una repetición monótona y gris.
El viaje, más allá del viaje, duerme en un laberinto de mapas que no conducen a ninguna parte.
Las horas huecas se han quedado inmóviles y la muerte abre su boca para engullir otras muertes, las que la han antecedido, en las sutilezas de lo cotidiano.
La vida se sumerge en un foso profundo donde nada germina, una oscuridad sonora multiplica el silencio que muta y se transforma en túneles imposibles de atravesar.
La verdad se revela y resucita en pesadillas que, como arañas, tejen una tela que atrapa los pensamientos congelados.
Detrás de los muros, un largo silencio apaga la vida…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “El extranjero”, de Sergio Chejfec (libro “Los viajes”); “La tercera resignación”, de Gabriel García Márquez (libro “Ojos de perro azul”); “El último tren”, de Silvia Iparraguirre (libro “Narrativa breve”); y “Ahora”, de Liliana Heker (libro “Cuentos”).
Historias Reflejadas
“El país de los sueños”

El país de los sueños
Adentro de un bostezo viajaba un sueño largo, muy largo. Tan largo que llegaba al otro lado del mundo. Y más allá, a un lugar donde todo era posible.
Un paisaje de colores cayó entre las pestañas, como un viento cargado de novedades. A un costado, justo a los pies de la cama, o tal vez un poco más acá, había un árbol de páginas abiertas, como si de pronto le hubieran crecido cuadernos. Y a los cuadernos, renglones. Y a los renglones, palabras que colgaban de las ramas y contaban una historia.
De pronto, la historia se precipitó sobre el suelo y fue semilla. A la semilla le nacieron brazos, como hojas. ¡Y raíces!
Fue entre esas raíces donde apareció una lombriz. Iba y venía la lombriz, y enredaba la historia. Y entonces se volvió un ovillo de sueños.
Cuando el barquero despertó pudo ver en su almohada un hombrecito de colores. En sus manos, un pájaro verde llevaba en el pico a una extraña hormiga cantora.
Minutos después, cruzaron a través de la ventana y nadaron por el río de la mañana hacia el país de los sueños.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Laura Devetach, los siguientes libros de la escritora: “El enigma del barquero”, “La hormiga que canta”, “La planta de Bartolo”, “Del otro lado del mundo” y “Lombriz que va, lombriz que viene”
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“Diversidad”

Diversidad
Buscaban encontrarse. Los unía un lenguaje invisible, de palabras blandas, que atravesaban los límites para abrir un camino.
Sus voces vibraron desde el silencio. Se miraron más allá de los ojos, del otro lado de los ojos, en esos lugares donde pocos llegaban a ver.
Fue en ese lugar donde se reconocieron, la soledad en un rincón, alargándose para atravesar la mirada. Un viento de colores recorrió sus cuerpos, como si lo que estaba lejos se hubiera vuelto cercano y formara parte de la misma lengua.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “El señor no tan”, de Javiera Gutiérrez ilustrado por Petra Steinmeyer; “Jirafa azul, rinoceronte verde”, de Márgara Averbach ilustrado por Roma; “El niño que no quería ser azul y la niña que no quería ser rosa”, de Patricia Fitti; y “Una jirafa verde”, de Lorena Méndez.
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“Identidad”

Identidad
Sus siluetas colgaban sobre los ladrillos y eran sombras. Los ojos escrutando el espacio conocido, restos de cal y de barro en los que ellos lograban encontrarse.
El pasado se infiltraba por los huecos del presente, una mancha oscura expandía la historia, las moscas aleteaban sobre las capas de vida y removían olores viejos, de sangre, donde se escondían las lágrimas.
Un río hablaba, como una exhalación de verdades guardadas, como el tiempo que fluía y era música sobre sus cuerpos cansados, tan sólo un retorno en el agua de la memoria.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos literarios: “Monoblock”, de Karina Sacerdote; “Paraguay”, de Martín Di Lisio; “El puente de las brujas”, de Juan Fernández Marauda; y “Era tan oscuro el monte”, de Natalia Rodríguez Simón.
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