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Historias Reflejadas

“Red de sueños”

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Red de sueños

En la extensa red que entrelaza a los vivientes, se enreda, quieto, nuestro sueño.

En el borde de la noche, donde las figuras se disipan en la niebla del tiempo, todos nos encontramos y nos convertimos en el sueño de otros.

Las sombras se desvanecen a los costados del camino, el aire pinta susurros que se esconden en un universo ciego, capaz de atrapar los mensajes cifrados.

Cuadros y libros nos conducen a espacios infinitos, múltiples realidades que nos muestran el lado invisible de las cosas.

Testigos silenciosos reflejan desde un lugar sin formas, palabras proféticas, encriptadas en aquello que hemos soñado, recuerdos de otras vidas guardados en la memoria del tiempo.

Alguien nos busca desde siempre, alguien que es espejo y reflejo nos llama para completar el destino, que nos ata con las cadenas de la culpa y del miedo.

Rostros desdibujados en fotos viejas marcan nuestros pasos hacia un encuentro inevitable.

Más allá de lo posible, las voces calladas toman vida y descongelan las imágenes que la muerte ha detenido, para abrir los canales que dan vida y nos comunican.

La vida es tan solo el recuerdo de lo que hemos sido, un soplo de aquello que alguien alguna vez soñó.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Aquí estoy, mi querida E”, de Gabriela Romero; “Testigos invisibles”, de Agustina Caride; “La prisión”, de Federico Keenan; el cuento “Desde otra vida”, del libro “Alma de abril” de Vanesa Spinelli; el cuento “Retrato de dama sin nombre”, del libro “Tú que te escondes” de Cristina Bajo; y el cuento “Alguien sueña”, de Jorge Luis Borges.

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Historias Reflejadas

“Sin nombre”

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Sin nombre

Una gran boca deglutía su nombre, sus letras eran arrastradas por aquella corriente de silencios que se llevaba los fragmentos. A lo lejos, los espacios conocidos conservaban la forma y las líneas que los contenían delimitaban el estrecho espacio de aquello que les pertenecía. Era en esa fragilidad de su lenguaje, en ese deslizarse sobre el barro de la incertidumbre, donde las palabras adquirían sentido, como si en ese revés de las circunstancias encontrara las respuestas.

Una boca masticaba los pedazos de una historia conocida y los aglutinaba en el centro, como una bola inconsistente, blanda, capaz de rodar por encima de las huellas para liberar el silencio que dejaban las muertes, el vacío de los cuerpos, que aún flotaban en la superficie y se paseaban como fantasmas delante de sus ojos ciegos.

Los sueños estaban allí, encerrados en los múltiples estratos de la memoria, fosilizados por el tiempo, vivos en el subsuelo de la existencia.

El agua arrastraba las partes de su nombre, las mecía en su boca líquida y las depositaba en un remanso del camino, en un hueco en el que confluían los verbos que le daban volumen y lo volvían nuevo, como si allí, entre sus letras inventadas, se deslizara la conjugación de otra vida posible.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Volver para mí”, de Julieta Novelli; “Hiper”, de Alejandro De Angelis; “La máquina de los sueños vs la máquina global”, de José Luis Cavalieri; y “Confluencia”, de Inés Kreplak.

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“Viaje de letras”

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Viaje de letras

Cierta tarde, cansadas de tanto silencio, las letras que habitaban en un viejo libro comenzaron a deslizarse por los bordes de las páginas. Nadie había percibido la sutileza de sus pasos; se trataba de un rumor que bajaba lentamente, como un susurro de hojas inquietas, desde el estante más alto de la biblioteca.

Como si fueran una larga fila de hormigas, atravesaron los contornos de otros libros, caminaron por encima de sus historias y abrieron los ojos de una puerta invisible. Detrás, un viento fuerte desparramaba los capítulos de la realidad y los trituraba. En ese laberinto de papel picado, las palabras avanzaron, la historia se perdió en el movimiento y levantó polvo sobre las olas de la imaginación. Un remolino desordenó las páginas y todo se volvió confuso.

Sobre el suelo rodaron personajes sin nombre y las baldosas se llenaron de voces. Adentro era igual que afuera, los puntos se mezclaron con las comas y las letras tomaron tantas formas que fue imposible encontrar el final.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “El secreto de Suburbia”, de Emilia Casiva y Matías Lapezzata, con ilustraciones de Mariana Robles; “Achimpa”, de Catarina Sobral; “El cuento fantasma”, de Jaime Gamboa, con ilustraciones de Wen Hsu Chen; y “El placer de leer”, de Alicia Salvi, con ilustraciones de Matías Acosta.

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“Derrumbe”

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Derrumbe

La vida se derrumbaba. Las olas del pasado arrastraban los recuerdos. Sin embargo, entre los escombros, sus miradas lograron encontrarse.

Sus ojos se buscaron por encima de las cenizas, más allá de las fronteras de la muerte. Los límites se desdibujaron, las voces, una distinta de la otra, múltiples, diversas, se fundieron sobre el suelo que las unía.

El agua arrojó las palabras, como el viento del monte, como la tierra que temblaba y se abría en una boca sin nombres; como la fiebre y la guerra, que eran voces invisibles dispuestas a manifestarse.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “Renacer de los escombros”, de Gabriela Exilart; “La canción del mar”, de Gloria Casañas; “La princesa de las pampas”, de Gabriela Margall; y “Los amantes de San Telmo”, de Graciela Ramos.

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