Literatura
Qué podemos esperar en la literatura de no ficción para 2018
Un calendario de publicaciones que se lanza con todo para seguir pensando el campo feminista, que tiene a la crónica como gran productora, que apuesta por la contracultura y que trae novedades de Mario Vargas Llosa, Tulio Halperin Donghi y Beatriz Sarlo, componen el mapa de novedades de este 2018, en el que tampoco faltarán piezas raras e inéditos en castellano.
El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, deja a un costado la ficción para meterse en el ensayo con “La llamada de la tribu” (Alfaguara), donde analiza las historia de las ideas liberales; también sobre esa corriente la editorial Siglo XXI reúne conferencias inéditas y artículos del historiador argentino Tulio Halperín Donghi, en un nuevo libro póstumo.

Beatriz Sarlo
Después de su libro sobre Saer, Beatriz Sarlo sigue en el campo de la literatura con un ensayo que públicará también Siglo XXI; Eterna Cadencia lanza “Paisajes en movimiento. Literatura y cambio cultural entre dos siglos”, un mapa de Gustavo Guerrero de escritores y poetas latinoamericanos construido sobre un conjunto de ejes, y Godot publica a Damián Tabarovsky, con la reedición, a más de diez años de su publicación original, de “Literatura de izquierda”.
Otros títulos relacionados con el campo literario son “Maestros de la escritura”, un abordaje de Liliana Villanueva sobre los talleres más influyentes del Río de la Plata; “Bibliografía completa de César Aira” (Mansalva) de Ricardo Strafacce; y Luis Chitarroni entregará su relectura de “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, titulada “50 veces cien” (Sudamericana).
En el territorio de la investigación académica la Universidad de Quilmes publicará “Como un león. Escenas de infancia en la literatura argentina”, una compilación de Javier Geraldi que recorre las representaciones literarias de la infancia y la escuela.
Algunas rarezas vendrán de la mano de Caja Negra, con un libro de María Negroni sobre el extravagante pianista francés Érik Satie; también la colección Lector&s del sello Ampersand con textos de Sylvia Iparraguirre y Alan Pauls; y la compilación “Los oficios” de Sara Gallardo, que editará Excursiones y que reúne la prosa periodística de la escritora argentina.
En el bicentenario del nacimiento de Emily Bronte, saldrá por Taurus una biografía de Laura Ramos sobre la familia literaria inglesa del siglo XX; Edhasa lanzará una biografía de San Francisco de Asís, el hombre que inspiró el nombre del Papa argentino; y Sudamericana, con la autoría de Germán Ferrari, se mete con la vida y obra del escritor y periodista Osvaldo Bayer.
En relación a la música, se edita “Lou Reed, A Life” de Anthony DeCurtis (Planeta); “Más brillante que el sol” (Caja Negra), un libro sobre música negra y afrofuturismo de Kodwo Eshun; “Manual de canciones” (Mansalva) de Tomi Lebrero; y “Un viaje en círculos” (Mardulce) de Federico Monjeau, que reúne ensayos sobre destacados intelectuales y artistas vinculados a este arte, como Schoenberg y Adorno.

Renata Schussheim
La artista plástica Renata Schussheim saca “Tratado estético” por Paidós, y María Paula Zacharías -también por el mismo sello- publicará “Cada minuto vale una enormidad. Guillermo Roux en sus propias palabras”; mientras que Caja Negra lanzará un libro de la artista y ensayista alemana Hito Steyerl, y otro del británico Mark Fisher que entrecruza la crítica cultural de música y cine con lo autobiográfico y la reflexión política.
En una lectura tal vez más teórica, de autores reconocidos, Mardulce publica un texto de Antonin Artaud inédito en castellano: una conferencia que pronunció en 1947 en París justo a la salida de su internación en el psiquiátrico. Y Godot lanza el último libro en vida de Raymond Williams, “La políticas del modernismo”, en el que recorre el modernismo en torno al teatro, la sociedad y la literatura.
También Eterna Cadencia publica clásicos: “Roland Barthes por Roland Barthes” traducido por Alan Pauls, y “Sobre la enseñanza de la historia y la libertad”, un texto de Adorno centrado en las lecciones sobe Hegel.
En filosofía, el boom Éric Sadin se expande con un libro que presenta Caja Negra; además habrá otras novedades como “Conversación sobre filosofía alemana” (Mardulce) de Alain Badiou y Jean Luc Nancy, y el primero de cinco tomos de papeles recolectados de Herbert Marcuse por Godot bajo el título “Tecnología, guerra y fascismo. Papeles recolectados. Tomo 1”.
Adriana Hidalgo publica una curiosidad: “Autorretrato en el estudio, autobiografía” de Giorgio Agamben, en la que el filósofo italiano recorre su formación y los movimientos de cada generación filosófica a través de las épocas y los lugares.

Renata Schussheim
En un cruce multidisciplinar, se publican el ensayo “Castigar, una pasión contemporánea” (Adriana Hidalgo) de Didier Fassin, y “Summa tecnologiae” (Godot), el primer libro de ensayos de Stanislaw Lem, inédito al castellano.
La perspectiva de género, los feminismos y las sexualidades se imponen en el calendario de publicaciones de este año que se viene con producciones locales y de afuera: sale “Mujeres y faenas” de Dora Barrancos; “Yo soy mi cuerpo, mi deseo” (Paidós), de Larralde Gabriela, y “Soy Sabrina, soy Santiago” de Testa SaSa, por Paidós.
Para el segundo semestre Caja Negra publica “Xenofeminismo”, sobre una tendencia nueva en el campo de los estudios de género y de feminismo escrito por una autora en la tradición de Donna Haraway y Paul B. Preciado; además se publica “The social sex” (Paidós) de Marilyn Yalom, Marilyn y “Féminin, révolution sans fin” de Gérard Pommier.
En su colección Cuadernos de Cátedra, la Universidad de San Martín publica “*Textos que (nos) importan. Apuntes sobre los estudios de mujeres, feministas y queer” en el que Vanesa Vázquez Laba y Cecilia Rugna recorren el pensamiento y la praxis de las autoras más destacadas de la historia de las mujeres desde el siglo XVIII hasta la actualidad.
También la crónica sigue abriendo un territorio fértil: Tusquets en su colección Mirada Crónica que dirige Leila Guerriero publica títulos de Fernando Krapp, Miguel Prenz, Javier Sinay, Bibiana Ricardi y Laurena Barrera, mientras que Marea compila una antología “Los atrevidos. Crónicas íntimas de la Argentina” con textos de Mariana Enríquez, Cristian Alarcón, Josefina Licitra y Gabriela Cabezón Cámara.

Leopoldo Brizuela
Leopoldo Brizuela registra la memoria emocional de la amenaza de bombardeo sobre la zona industrial de Ensenada cuando triunfa el golpe Estado que expulsa a Perón en “Ensenada, una memoria”(Random House); la mexicana Cecilia González narra sus más de diez años como corresponsal en el país; y Matias Cambiaggi compone un relato de los distintos grupos que resistieron la militancia en los 90, ambos bajo la edición de Marea.
En clave internacional, Alfaguara publica “El puente” del gran cronista Gay Talese; Entropía presenta “Pondlife”, el registro del poeta inglés Al Alvarez a lo largo de su experiencia tardía como nadador de aguas abiertas; y Blatt y Ríos trae un libro de Edmund White, el biógrafo de Proust, de sus crónicas de viaje por los Estados Unidos en la década del setenta.
En su colección Campo Real Mansalva publicará “Nicanor Aráoz”, de varios autores, “El Affair Skeffington”, de María Moreno, y “Caprichos de lectura” de Jorge Di Paola; mientras que Fiordo disribuirá un ensayo de Al Álvarez sobre el universo nocturno y todas sus facetas, bajo la traducción de Marcelo Cohen.
En el rubro gastronomía Planeta publicará la edición definitiva, con la revisión de sus nietos, del tomo de la cocinera más famosa de la Argentina, “El libro de Doña Petrona”.
Y en materia de política local habrá novedades de Jorge Asís (Sudamericana), Jaime Durán Barba (Debate), Felipe Solá (Paidós); y siglo XXI publicará a José Natanson, Mario Wainfeld y Horacio Verbitsky en conversación con Diego Sztulwark.
En un año protagonizado por el Mundial, salen dos títulos de investigación. Por un lado “Pelota de guerra” de Gustavo Grabia (Sudamericana), sobre la corrupción en el fútbol y la historia de los barrabravas; y por el otro “Clubes de fútbol en tiempos de dictadura” (Unsam), compilado por Raanan Rein, Rodrigo Daskal y Mariano Gruschetsky, que aborda la vida de los clubes durante la dictadura cívico militar.
Textos para escuchar
El niño de las avispas – Victoria Bayona
Victoria Bayona lee su cuento El niño de las avispas
“¿Por qué lo seguían?”, se preguntaban los habitantes de Cuerno Callado. Por un tiempo, nada más. Después, aunque parezca difícil de creerse, se olvidaron de él. Como si se hubiera desvanecido, no recordaban si había existido o lo habían soñado.
Fermín nació una madrugada en la que las estrellas parecían querer quedarse un tiempo más para esperarlo. Alrededor de las siete, un llanto menudo resonó en la casa. Los primeros insectos atravesaron la ventana poco después. Rodearon la cesta de trigos enlazados que les había regalado el hijo de un terrateniente. La madre reposaba aun dolorida por el parto, y fue el padre quien se encargó de espantarlos. Cerró las hojas de vidrio y vio cómo se agolpaban al otro lado. Buscaban cualquier resquicio para ingresar, rodeando el hogar con zumbidos y golpeteos. Lo que en un principio pareció un capricho curioso de la naturaleza, a los padres terminó por asustarles.
Cubrieron la cuna con velos, sellaron cada hueco, se ocuparon cuidadosamente de abrir solo unos segundos las puertas al entrar y salir, y consiguieron, por escasos meses, mantener a los invasores a raya. Pero Fermín crecía y, después de gatear, caminó. Tan pronto pudo acercar los bancos a los picaportes, era él quien dejaba entrar la plaga y la casa se llenaba de nubes bulliciosas.
Fue examinado por médicos, brujos y curanderas. Nada parecía explicar la atracción que sentían las criaturas por el niño. Picaban a cuanta persona estuviera al alcance. Al niño no. A él lo perdonaban de sus aguijones. Los padres entendieron que algo estaba realmente mal cuando escucharon que la primera palabra que su hijo pronunció fue “avispa”.
—¡No podemos seguir así! —gritó la madre un día, mostrándole al marido sus brazos lacerados—. ¡No podemos!
Lloraba a los gritos, y el niño la observaba parado, aferrado a los barrotes de la cuna. Al menos diez avispas revoloteaban a su alrededor. Cada vez que alguno de sus padres quería levantarlo, lo atacaban.
—Esto tiene que parar —repetía la mujer, hecha un ovillo sobre la cama—, tiene que parar.
Un extraño resentimiento crecía en sus corazones hacia el hijo. Al principio intentaron protegerlo, pero se fueron dando cuenta que los insectos no eran una amenaza para él, al contrario, parecía disfrutar su compañía. Pasaban los años y, aunque aun no pudieran confesarlo en voz alta, comenzaban a planear cómo deshacerse de él.
Casi sin mediar palabra, fueron construyendo una casita entre Cuerno Callado y Casadelmar, rodeada de árboles frondosos, bastante alejada del pueblo. Le pusieron un camastro rústico, una mesa, alacenas repletas de comida. Su plan era ir cada mediodía y cada noche a alimentarlo, que el niño durmiera allí, rodeado de los insectos sin que los afectara a ellos.
Cuando llegó el día, la madre tenía un ojo inflamado por una picadura. El padre ponía sobre las suyas un ungüento que les había formulado una curandera de Puerto Espinos. Hartos del martirio, esperaron a que Fermín, que ya tenía seis años, estuviera dormido. Lo envolvieron en una manta y lo dejaron en la cama que habían hecho para él. Lo miraron unos segundos. Cuando las avispas comenzaron a habitar la casa, huyeron.
Al día siguiente amanecieron sintiéndose extraños. El silencio era pesado. Poderoso. No había dentro de su casa un solo insecto. Nada les picaba. El cuerpo no ostentaba nuevas picaduras. Pero su hijo les faltaba. La madre rompió en llanto. El padre lloró también.
—¿Qué hicimos? —se reprocharon.
Salieron disparados rumbo a la casilla. Se convencieron de que encontrarían otras maneras de poder criarlo, que lo que habían ideado era una locura, que habían estado bajo los influjos de la alucinación producida por las picaduras. Que quizás el niño no hubiera despertado y nunca se enterara de que había pasado la noche lejos.
Cuando llegaron, Fermín no estaba. Desde entonces lo buscaron por todas partes. Pero el niño de las avispas nunca apareció.
Abrió los ojos. El olor era nuevo. Olor a madera. A bosque. Esa no era su casa, no era su cama, sin embargo se sentía bien ese despertar. Tan pronto se incorporó, varias avispas lo rodearon. Miró a un lado, a otro, era una casa pequeña. ¿Por qué estaba ahí? ¿Cómo había llegado? No sabía las respuestas a muchas de esas preguntas, pero en su inocencia terminó de entender algo que rompió su corazón: sus padres ya no lo querían.
Una extraña libertad latió en el pecho lastimado: nada lo aferraba al mundo en el que le tocó nacer. Si no corrió antes había sido por quedarse con ellos. Pero en ese momento, confirmó que había ocurrido algún error y que al fin podía enmendarlo. Extendió la mano con la palma al cielo y varios insectos se posaron en ella. Sonrió. Se sentía conectado con esas criaturas que habían sido desde siempre su familia. Por fin estaba en casa.
Corrió a través de los árboles añosos hacia lugares donde nunca había ido antes. Las avispas lo guiaban. Formaban hordas numerosas y, al pasar, los habitantes del bosque los miraban asombrados. Después de mucho tiempo, se detuvieron. Llegaron a una pared de roca que en su base tenía una zona ahuecada. Fermín sintió muchas ganas de descansar allí. Se quitó la ropa y se acurrucó en la superficie dura y fría, pero no le incomodó. Había algo reconfortante en esa rusticidad, en ese estar desnudo sin nada que lo separara de la naturaleza. Cerró los ojos y se sumió en un sueño muy profundo. Tan profundo que no advirtió las redes que los insectos tejían a su alrededor.
Despertó después de muchos meses. No abrió los ojos porque ya no tenía párpados. Simplemente pudo ver, ver. Una película lo separaba del mundo. Extendió sus brazos y rompió la crisálida que lo albergó durante su sueño. Podía sentirlo todo. La savia fluyendo en las venas de las plantas, el andar de las hormigas, el latir acelerado en el corazón de los animales. La brisa, la tierra que palpitaba en la base de sus pies. Se llevó las manos a la cara. La sintió huesuda. Sabía que algo se había transformado y quería verlo. Caminó, el instinto le indicaba dónde encontraría agua. Un séquito de avispas lo siguió.
Finalmente, el reflejo de un lago le sirvió de espejo. Su rostro se había alargado y sus ojos eran redondos, negros y brillantes. Su nueva apariencia no le disgustaba. Estaba aún estudiando sus facciones cuando sucedió lo más maravilloso: detrás de su espalda comenzaron a desplegarse destellos transparentes, un abanico mágico, el sueño que había tenido incluso antes de existir: le habían crecido alas.
Eran miles los insectos que se habían agolpado a presenciar el gran fenómeno. De pronto sus zumbidos se aunaron en uno y parecieron entonar una curiosa melodía. Estaban dándole la bienvenida. Él zumbó también. Hablaba la lengua de los insectos. Con ellos fue que se asentó en un lugar apartado y juntos construyeron un avispero magnífico, la fortaleza de cera y barro que se convertiría en el castillo de Fermín.
Con el tiempo fue olvidando sus años con los hombres. Olvidó primero el sabor de la comida, las camas, las plantas en macetas, el idioma de Cuerno Callado. Olvidó los horarios, las rutinas. Las visitas y los cantos. Y lo último que olvidó, como si no hubiera querido olvidarlas nunca, fueron las manos de su madre y la risa de su padre. Vivía con sus amigos en su nuevo hogar, recorría los alrededores, en ocasiones auxiliaba a aquellos animales que lo necesitaban. Se había convertido en un ser generoso que trabajaba por el bienestar del bosque.
Pasó una mañana. Escuchó un sonido como ningún otro. Se acercó, sigiloso, hacia donde si oído lo guiaba. En medio de un claro entre los árboles, la vio. Una joven muy bella seleccionaba y recogía plantas para luego guardarlas en su delantal. Mientras realizaba su labor, cantaba. Su canto le devolvió todo lo que había olvidado.
—Mamá —murmuró, en aquella lengua que no había usado en años.
Los ojos se le volvieron acuosos y su corazón pareció quebrarse una vez más.
Así lo encontró la joven. Aferrando sus rodillas, con la cabeza oculta.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
Su voz era extremadamente dulce, como si no hubiera dejado de cantar.
Fermín alzó la vista. Por un segundo la muchacha se sobresaltó al enfrentarse a esos ojos negros y profundos. Solo después reparó en sus alas. Intentó que su asombro no se reflejara en sus facciones.
Fermín era un adolescente ya y había acumulado muchos años de rencores. Ver a la muchacha le abrió una herida aneja. De pronto estaba enojado. Enojado con su pasado, con sus padres, con sentirse solo en su singularidad. No lo pensó. La aferró entre sus brazos y voló hasta el castillo de cera, a encerrar a la joven que dolía en una torre de polen y de miel.
Historias Reflejadas
“Carrera”

Carrera
Corrían. Los pasos se alargaban más allá de sus cuerpos en busca de respuestas.
Avanzaban sobre un tiempo muerto, sin formas, las horas quietas en puntos suspensivos. El pasado se hacía presente, como una sombra, como un vidrio sucio donde se escondían las preguntas.
Corrían y en sus pies se enredaban las mentiras, una detrás de la otra; el cuerpo en movimiento, fijo en el instante, dejándose reposar en ese balanceo de la vida, para no caer en la opresiva sensación de las circunstancias.
Corrían, viajaban sobre sus pensamientos, cada pisada un encuentro con la inevitable memoria de sus cuerpos; la búsqueda y el vacío.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Asco”, de Carolina Perrot; “Una mujer corre”, de Bibiana Ricciardi; “Vidrio”, de Gabriela Borrelli; y “Cada despedida”, de Mariana Dimópulos.
Literatura
Tres jóvenes fundaron una editorial que apuesta por la literatura de riesgo
Por Gastón Marote
Tres jóvenes emprendedores fundaron la editorial independiente La Tarea de Escribir, que ya publicó siete libros y apuesta por escrituras radicales y autores emergentes, con una propuesta estética que prioriza “lo raro antes que lo bueno”.
La editorial fue creada en 2025 por Juan Rey (27), Vinicius Fonseca (28) y María Josefina Pesado (29), y surge como continuidad del taller homónimo activo desde 2021.

Según explicaron sus fundadores, el proyecto busca acompañar obras que “se atrevan a pensar desde el borde” y no temen al error o a la incomodidad.
“Creemos que una editorial no es una vidriera sino un dispositivo de pensamiento”, sostienen los creadores, que acompañan cada libro con materiales complementarios como prólogos, notas, entrevistas o piezas visuales disponibles en un soporte digital propio.
En un comunicado, destacaron que trabajan con autores “nuevos, invisibles o directamente ilegibles para la mirada estándar del presente editorial”, y que la curaduría está guiada por una apuesta estilística abierta y desafiante.
Entre sus influencias mencionan tanto editoriales independientes como N Direcciones o la mítica 18 Whiskys, como también autores consagrados y contemporáneos como César Aira, María Negroni, Gabriela Cabezón Cámara o Pablo Katchadjian.
Los objetivos de La Tarea de Escribir están divididos en tres escalas: a corto plazo, construir un catálogo pequeño e incisivo y obtener visibilidad en eventos como la Feria del Libro o la FED; a mediano plazo, formar una comunidad interesada en la experimentación; y a largo plazo, producir un archivo vivo que integre edición, taller e investigación.
Definen a su público como lectores curiosos, móviles, interesados en lo anómalo y en obras que “se presenten como objetos capaces de abrir preguntas, no de clausurarlas”.
La circulación de sus libros se enfoca en librerías independientes, ferias, universidades y espacios culturales, aunque no descartan expandirse comercialmente para sostener el proyecto.
(*) Agencia Noticias Argentinas
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