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Literatura

Estos fueron los libros más leídos de Argentina en 2025

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Por Franco Della Vecchia (*)

El ranking de los 10 libros más leídos en Argentina durante 2025, elaborado por Buscalibre, el ecommerce de libros físicos, reveló cuáles fueron las preferencias del público lector a lo largo del año. La lista incluye novelas juveniles, títulos de autoayuda y ediciones especiales, en un contexto atravesado por el aumento de las importaciones y la digitalización del consumo cultural.

Según explicó Tomás Meabe, country manager de Buscalibre Argentina, el mercado editorial atraviesa una transformación que se refleja en la diversidad de títulos seleccionados. “La apertura de importaciones y la digitalización del comercio editorial permiten que los usuarios accedan a títulos internacionales, ediciones especiales y colecciones completas, transformando la manera en que se consumen los libros y fomentando hábitos de lectura más diversos y sostenidos”, señaló.

Entre los más vendidos se destacó “Pensar diferente”, de Patricia Jebsen, una mirada al mundo corporativo a partir de su experiencia en empresas como Mercado LibreFalabella y Rappi. Otro de los títulos con fuerte presencia fue “BIOPAUSIA”, de Gisela Gilges, que narra una historia familiar basada en hechos reales. El libro propone una reflexión sobre la importancia de frenar a tiempo, antes de que el cuerpo y la mente pasen factura.

La saga de Harry Potter volvió a ganar espacio con una edición renovada en estuche, mientras que los universos de Holly Black y Sarah J. Maas atrajeron a miles de lectores con tramas de fantasía cargadas de acción, política y poder. Obras como “Los Habitantes del Aire”“Reino de Cenizas”“Torre del Alba” y “Una corte de hielo y estrellas” marcaron la agenda juvenil del año.

Los más leídos

Pensar diferente: Cómo convertir los retos en la mayor fortaleza – Patricia Jebsen

En este libro, Jebsen, quien ejerció cargos claves en compañías como Mercado Libre, Falabella, Cencosud, Beat y Rappi, comparte el recorrido de una trayectoria profesional extraordinaria, con sus logros, desafíos, decisiones difíciles y momentos de reinvención. Una historia de vida marcada por la pasión, la resiliencia y el aprendizaje constante. Es también un viaje al corazón del mundo corporativo: sus códigos, sus luces y sus sombras. Con una mirada directa y honesta, revela los secretos del liderazgo auténtico, el trabajo en equipo y la construcción de una carrera con propósito. Además, ofrece herramientas prácticas para quienes están empezando, para quienes buscan reinventarse o simplemente para quienes quieren volver a creer en el mundo del trabajo.

BIOPAUSIA – Gisela Gilges

Gisela Gilges, life coach y conferencista, narra en este libro una historia familiar (basada en hechos reales) desde los puntos de vista de sus distintos integrantes, para mostrarnos qué puede pasar cuando la vida nos grita y no la escuchamos. ¿Cómo prevenirlo? Con biopausia: el arte de frenar a tiempo.

Estuche Harry Potter Pack 7 Libros – J. K. Rowling

Salamandra presentó la saga de “Harry Potter” en una edición renovada y única en un estuche con las siete novelas de Harry Potter. Con el rediseño de cubierta a cargo del galardonado ilustrador Jonny Duddle, estos libros son una nueva propuesta, muy atractiva, para acercar Harry Potter a todos los públicos: desde coleccionistas hasta los lectores más jóvenes.

Los Habitantes del Aire – Holly Black

Jude tenía siete años cuando sus padres fueron asesinados y la secuestraron junto a sus hermanas para vivir en la traicionera Faerie. Diez años más tarde, lo que más desea Jude es encajar allí, a pesar de ser una mortal. Pero la mayoría de los feéricos desprecian a los humanos. Especialmente el príncipe Cardan, el más joven y malvado hijo del rey supremo. Para ganarse su lugar en la corte, Jude deberá desafiarlo y enfrentarse a las consecuencias. Al hacerlo, se verá envuelta en engaños e intrigas de palacio, y descubrirá su propia capacidad para el derramamiento de sangre. Pero a medida que la amenaza de una guerra civil inunde las cortes feéricas de violencia, Jude tendrá que arriesgar su vida y forjar una peligrosa alianza para salvar a sus hermanas, e incluso para salvar Faerie.

Una corte de hielo y estrellas (Edición especial) – Sarah J. Maas

Este relato puente dentro de la saga Una corte de rosas y espinas continúa después de la guerra. Feyre, Rhysand y su círculo íntimo trabajan en la reconstrucción de Velaris mientras lidian con secuelas emocionales profundas. En vísperas del Solsticio de Invierno, cada personaje enfrenta su propio camino hacia la sanación: la culpa, la esperanza, el amor y los silencios aún no resueltos. Es una historia íntima, cálida y centrada en los vínculos.

Cuento de Amor Propio (2da edición) – Gisela Gilges

Un libro ilustrado y poético que funciona como un viaje hacia la autoestima. A través de textos breves, reflexiones y metáforas, invita a reconocer el propio valor, sanar heridas emocionales y cultivar una mirada más compasiva hacia uno mismo. La segunda edición suele incluir contenido ampliado y un diseño más cuidado, ideal como obra de acompañamiento emocional.

Reino de Cenizas (Edición Especial Limitada) – Sarah J. Maas

En la conclusión épica de la saga, Aelin Galathynius se encuentra cautiva y brutalmente quebrada, mientras el mundo está al borde del colapso. Las fuerzas de Terrasen, aliados y viejos enemigos convergen en una última batalla contra Erawan y Maeve. Con sacrificios, revelaciones y la tensión constante de una guerra total, la historia explora el coraje, la identidad y el precio de la libertad. Un cierre monumental y cargado de emoción.

Torre del Alba (Edición Limitada) – Sarah J. Maas

La historia sigue a Chaol Westfall y Nesryn Faliq mientras viajan a la Torre de los Sanadores, en Antica, en busca de una cura. Allí se entrelazan intrigas políticas, misterios antiguos y un imperio cuyas decisiones podrían influir en el destino de Erilea. Es una novela centrada en la sanación física y emocional, la diplomacia y el descubrimiento de nuevos aliados esenciales para la guerra que se avecina.

Harry Potter y el cáliz de fuego (Edición ilustrada interactiva #4) – J. K. Rowling

En el cuarto año de Harry en Hogwarts, el castillo alberga el Torneo de los Tres Magos, una competencia peligrosa para la que Harry no debería haber sido elegido. Entre pruebas mortales, tensiones entre escuelas y el regreso cada vez más palpable de Lord Voldemort, la historia marca un cambio hacia tonos más oscuros dentro de la saga. La edición ilustrada interactiva añade arte, animaciones y elementos visuales que enriquecen la lectura.

Quicksilver – Vol. 1 (Edición especial, tapa dura con cantos pintados)

Un volumen centrado en el velocísimo mutante de Marvel, Pietro Maximoff (Quicksilver). Según la edición, suele compilar historias en las que Quicksilver enfrenta las consecuencias de sus decisiones impulsivas, su compleja relación con los Maximoff y los desafíos que ponen a prueba tanto su velocidad como su humanidad. Este primer tomo suele explorar su identidad, su lucha interna y su papel en el universo de Marvel. La edición especial destaca por su presentación de lujo.

(*) Forbes Argentina

Textos para escuchar

Deuda pendiente – Andrea María Vázquez

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Andrea María Vázquez lee su cuento Deuda pendiente.


Quedaba la espera. Sólo eso. Escuchaba en Spotify una canción de su juventud. La música aflojaba las emociones acumuladas en la garganta.

Recordaba al mensajero que acudió presuroso y eficiente. El chico le pareció un poco despistado, demasiado joven, pero escuchaba atentamente sus órdenes y recomendaciones. Se sorprendió cuando le pagó en efectivo y de manera generosa por el trabajo.

Cerró los ojos pensando en la carta. Palabras, hilvanadas en un papel que transportaba sus sentimientos.

***
Elvira:

Le confieso que no sé escribir cartas, no soy un hombre dado a la comunicación.
Soy de los que prefieren el silencio, las palabras justas y la acción. Pero a usted nunca le demostré nada de esto. Conoce como nadie mis omisiones.
La amé antes, cuando éramos jóvenes, cuando podíamos confiar en que el futuro era nuestro. Hicimos mal en dar por sentado que las cosas se ganan porque sí, sin el sabor de la lucha. Usted era una batalla digna del mejor soldado.
Ese no fui yo.
Esta carta podría estar llena de muchos “quizás…” “si hubiéramos…”. Colmada de excusas para justificar cómo dejé que su esposo la arrebatara de mi lado.
Usted era mía, no lo niegue, no sirve de nada. ¿Recuerda cuando bailábamos boleros? La música siempre me trasportó a sentir su piel.
Siempre estuve al tanto de su vida, de alguna manera el destino me recordaba mi deuda pendiente.
Nunca imaginé que nuestros chicos estudiarían en el mismo colegio. La primera vez que advertí su presencia, fue un soplo de aire fresco para una vida asfixiante. Sentí que recuperaba algo que me pertenecía.
Su sonrisa fue de asombro al principio. La calidez de su afectuoso y educado saludo, se convirtió en una tentación poderosa. Coincidir era un premio a mi cobardía. Su distancia y excesiva educación en nuestras charlas eran el castigo que acepté.
Enterarme que nuestros hijos estaban enamorados, era otro pagaré del destino. Verlos con el mismo brillo en los ojos que tuvimos a esa edad, me emocionó. No sé, ¿serán los años? Mi propósito fue que ellos no supieran a qué sabe la distancia.
Por supuesto que a muchos no les agradó que la joya de la familia se casara con un músico que no tenía ni un peso. ¡Pavada! El hippie que habita en mí, se encargó de organizar una revolución.
Atesoro el recuerdo de sus labios en mi mejilla y el rastro de sus lágrimas, cuando murmuró en la boda de los chicos: “Gracias”.
En Instagram ya subieron fotos de la última presentación en París. ¡No me diga que no hice algo bueno!
La amo.
Lo dije en una carta. Espero poder decirlo en persona.
En esta vida las segundas oportunidades son escasas. Ahora podemos estar juntos, ya no quiero ser un mendigo, ni estar en deuda con el amor.
Usted es la poseedora de mi secreto, estoy en sus manos, es la dueña del tiempo presente y futuro.

Adalberto
PD: Las gardenias que transportan esta carta tienen el perfume de su piel, descubrí el significado hace poco y desde ese día esbozo esta misiva, ya no quiero que este amor sea un secreto.

***
Escuchaba el interno de su asistente llamándolo, lo ignoró. Prosiguió en su mundo, en sus recuerdo de un amor perdido y anhelado.

Al fin pudo cantar, acompañar a Juan Eduardo en el viejo hit, renacido en una publicidad de celulares.

La puerta se abrió interrumpiéndolo. Sus ojos cerrados se negaban a regresar a la realidad. ¿Qué podía decir su fiel asistente Mabel? ¿Que su jefe tendría un día de locura?

Alguien lo acompañó en la melodía.

—La próxima vez me envías un mail o un WhatsApp —lo reprendió cariñosa. —Tu mensajero le llevó la carta a la vecina, que se quedó con las flores.

Caminó desplegando esa elegancia que la caracterizaba. Dejó la cartera en una esquina del escritorio y se situó frente a él. Escuchó cómo Mabel cerraba la puerta, protegiéndolo de intrusos.

—Vos te castigas con música del recuerdo, Adalberto.
—A mí me gusta la letra —se defendió.

La tenía frente a frente, con el olor de las gardenias besando su piel. A sus sesenta y ocho años tartamudeaba.

—La letra es linda —dijo quitándole sus lentes y dejándolos sobre el escritorio.
—La letra ha-habla de no-nosotros —proseguía terco y tartamudo.
—¿Me amás? —lo enfrentó seria.

Él afirmó con la cabeza. Las palabras, habían abandonado su boca. Atinó a perderse en esos ojos que fueron testigos de sus cobardías y de sus grandezas.

Esa mirada lo condujo a salir de su parálisis y reclamar sus labios.

Adalberto regresaba después de décadas, al país que habitan dos y se aman.

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Historias Reflejadas

“Los secretos del viento”

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Los secretos del viento

Las palabras del viento eran livianas, apenas pesaban sobre sus manos invisibles. Sin embargo, había días en los que el viento se quedaba sin palabras. Mudo de respuestas. Justo cuando dejaba de soplar secretos.

En sus brazos de aire se escondían silencios. Arriba y abajo flotaban como espacios vacíos, huecos.

A veces, el viento se volvía blando, las palabras flexibles, dóciles. Tanto que sus letras podían remontar barriletes. Y alas. Y deseos llegados de otros planetas.

Sin embargo, existían vientos duros, de palabras ásperas, que desparramaban los silencios. Y cambiaban la dirección de las cosas. Eran vientos que no dejaban ver. O sí. Porque al evitarlos no se llegaban a escuchar las voces escondidas. Ni sus palabras.

Existían secretos hechos de aire en movimiento, breves, como pedazos de tiempo guardados en la memoria del viento.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Por su culpa”, de Luciana Schwarman con imágenes de Leni; “La travesura del viento”, de Liliana Cinetto; “Mi hermano llegó de otro planeta, un día de mucho viento”, de Liza Porcelli Piussi con ilustraciones de Virginia Piñón; “La ciudad en el viento”, de Nicolás Barrera con ilustraciones de Iñaki Echeverría; y “Amigos por el viento”, de Liliana Bodoc ilustrado por Poly Bernatene.

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Textos para escuchar

El niño de las avispas – Victoria Bayona

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Victoria Bayona lee su cuento El niño de las avispas


“¿Por qué lo seguían?”, se preguntaban los habitantes de Cuerno Callado. Por un tiempo, nada más. Después, aunque parezca difícil de creerse, se olvidaron de él. Como si se hubiera desvanecido, no recordaban si había existido o lo habían soñado.

Fermín nació una madrugada en la que las estrellas parecían querer quedarse un tiempo más para esperarlo. Alrededor de las siete, un llanto menudo resonó en la casa. Los primeros insectos atravesaron la ventana poco después. Rodearon la cesta de trigos enlazados que les había regalado el hijo de un terrateniente. La madre reposaba aun dolorida por el parto, y fue el padre quien se encargó de espantarlos. Cerró las hojas de vidrio y vio cómo se agolpaban al otro lado. Buscaban cualquier resquicio para ingresar, rodeando el hogar con zumbidos y golpeteos. Lo que en un principio pareció un capricho curioso de la naturaleza, a los padres terminó por asustarles.

Cubrieron la cuna con velos, sellaron cada hueco, se ocuparon cuidadosamente de abrir solo unos segundos las puertas al entrar y salir, y consiguieron, por escasos meses, mantener a los invasores a raya. Pero Fermín crecía y, después de gatear, caminó. Tan pronto pudo acercar los bancos a los picaportes, era él quien dejaba entrar la plaga y la casa se llenaba de nubes bulliciosas.

Fue examinado por médicos, brujos y curanderas. Nada parecía explicar la atracción que sentían las criaturas por el niño. Picaban a cuanta persona estuviera al alcance. Al niño no. A él lo perdonaban de sus aguijones. Los padres entendieron que algo estaba realmente mal cuando escucharon que la primera palabra que su hijo pronunció fue “avispa”.

—¡No podemos seguir así! —gritó la madre un día, mostrándole al marido sus brazos lacerados—. ¡No podemos!

Lloraba a los gritos, y el niño la observaba parado, aferrado a los barrotes de la cuna. Al menos diez avispas revoloteaban a su alrededor. Cada vez que alguno de sus padres quería levantarlo, lo atacaban.

—Esto tiene que parar —repetía la mujer, hecha un ovillo sobre la cama—, tiene que parar.

Un extraño resentimiento crecía en sus corazones hacia el hijo. Al principio intentaron protegerlo, pero se fueron dando cuenta que los insectos no eran una amenaza para él, al contrario, parecía disfrutar su compañía. Pasaban los años y, aunque aun no pudieran confesarlo en voz alta, comenzaban a planear cómo deshacerse de él.

Casi sin mediar palabra, fueron construyendo una casita entre Cuerno Callado y Casadelmar, rodeada de árboles frondosos, bastante alejada del pueblo. Le pusieron un camastro rústico, una mesa, alacenas repletas de comida. Su plan era ir cada mediodía y cada noche a alimentarlo, que el niño durmiera allí, rodeado de los insectos sin que los afectara a ellos.

Cuando llegó el día, la madre tenía un ojo inflamado por una picadura. El padre ponía sobre las suyas un ungüento que les había formulado una curandera de Puerto Espinos. Hartos del martirio, esperaron a que Fermín, que ya tenía seis años, estuviera dormido. Lo envolvieron en una manta y lo dejaron en la cama que habían hecho para él. Lo miraron unos segundos. Cuando las avispas comenzaron a habitar la casa, huyeron.

Al día siguiente amanecieron sintiéndose extraños. El silencio era pesado. Poderoso. No había dentro de su casa un solo insecto. Nada les picaba. El cuerpo no ostentaba nuevas picaduras. Pero su hijo les faltaba. La madre rompió en llanto. El padre lloró también.

—¿Qué hicimos? —se reprocharon.

Salieron disparados rumbo a la casilla. Se convencieron de que encontrarían otras maneras de poder criarlo, que lo que habían ideado era una locura, que habían estado bajo los influjos de la alucinación producida por las picaduras. Que quizás el niño no hubiera despertado y nunca se enterara de que había pasado la noche lejos.

Cuando llegaron, Fermín no estaba. Desde entonces lo buscaron por todas partes. Pero el niño de las avispas nunca apareció.

Abrió los ojos. El olor era nuevo. Olor a madera. A bosque. Esa no era su casa, no era su cama, sin embargo se sentía bien ese despertar. Tan pronto se incorporó, varias avispas lo rodearon. Miró a un lado, a otro, era una casa pequeña. ¿Por qué estaba ahí? ¿Cómo había llegado? No sabía las respuestas a muchas de esas preguntas, pero en su inocencia terminó de entender algo que rompió su corazón: sus padres ya no lo querían.

Una extraña libertad latió en el pecho lastimado: nada lo aferraba al mundo en el que le tocó nacer. Si no corrió antes había sido por quedarse con ellos. Pero en ese momento, confirmó que había ocurrido algún error y que al fin podía enmendarlo. Extendió la mano con la palma al cielo y varios insectos se posaron en ella. Sonrió. Se sentía conectado con esas criaturas que habían sido desde siempre su familia. Por fin estaba en casa.

Corrió a través de los árboles añosos hacia lugares donde nunca había ido antes. Las avispas lo guiaban. Formaban hordas numerosas y, al pasar, los habitantes del bosque los miraban asombrados. Después de mucho tiempo, se detuvieron. Llegaron a una pared de roca que en su base tenía una zona ahuecada. Fermín sintió muchas ganas de descansar allí. Se quitó la ropa y se acurrucó en la superficie dura y fría, pero no le incomodó. Había algo reconfortante en esa rusticidad, en ese estar desnudo sin nada que lo separara de la naturaleza. Cerró los ojos y se sumió en un sueño muy profundo. Tan profundo que no advirtió las redes que los insectos tejían a su alrededor.

Despertó después de muchos meses. No abrió los ojos porque ya no tenía párpados. Simplemente pudo ver, ver. Una película lo separaba del mundo. Extendió sus brazos y rompió la crisálida que lo albergó durante su sueño. Podía sentirlo todo. La savia fluyendo en las venas de las plantas, el andar de las hormigas, el latir acelerado en el corazón de los animales. La brisa, la tierra que palpitaba en la base de sus pies. Se llevó las manos a la cara. La sintió huesuda. Sabía que algo se había transformado y quería verlo. Caminó, el instinto le indicaba dónde encontraría agua. Un séquito de avispas lo siguió.

Finalmente, el reflejo de un lago le sirvió de espejo. Su rostro se había alargado y sus ojos eran redondos, negros y brillantes. Su nueva apariencia no le disgustaba. Estaba aún estudiando sus facciones cuando sucedió lo más maravilloso: detrás de su espalda comenzaron a desplegarse destellos transparentes, un abanico mágico, el sueño que había tenido incluso antes de existir: le habían crecido alas.

Eran miles los insectos que se habían agolpado a presenciar el gran fenómeno. De pronto sus zumbidos se aunaron en uno y parecieron entonar una curiosa melodía. Estaban dándole la bienvenida. Él zumbó también. Hablaba la lengua de los insectos. Con ellos fue que se asentó en un lugar apartado y juntos construyeron un avispero magnífico, la fortaleza de cera y barro que se convertiría en el castillo de Fermín.

Con el tiempo fue olvidando sus años con los hombres. Olvidó primero el sabor de la comida, las camas, las plantas en macetas, el idioma de Cuerno Callado. Olvidó los horarios, las rutinas. Las visitas y los cantos. Y lo último que olvidó, como si no hubiera querido olvidarlas nunca, fueron las manos de su madre y la risa de su padre. Vivía con sus amigos en su nuevo hogar, recorría los alrededores, en ocasiones auxiliaba a aquellos animales que lo necesitaban. Se había convertido en un ser generoso que trabajaba por el bienestar del bosque.

Pasó una mañana. Escuchó un sonido como ningún otro. Se acercó, sigiloso, hacia donde si oído lo guiaba. En medio de un claro entre los árboles, la vio. Una joven muy bella seleccionaba y recogía plantas para luego guardarlas en su delantal. Mientras realizaba su labor, cantaba. Su canto le devolvió todo lo que había olvidado.

—Mamá —murmuró, en aquella lengua que no había usado en años.

Los ojos se le volvieron acuosos y su corazón pareció quebrarse una vez más.

Así lo encontró la joven. Aferrando sus rodillas, con la cabeza oculta.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

Su voz era extremadamente dulce, como si no hubiera dejado de cantar.

Fermín alzó la vista. Por un segundo la muchacha se sobresaltó al enfrentarse a esos ojos negros y profundos. Solo después reparó en sus alas. Intentó que su asombro no se reflejara en sus facciones.

Fermín era un adolescente ya y había acumulado muchos años de rencores. Ver a la muchacha le abrió una herida aneja. De pronto estaba enojado. Enojado con su pasado, con sus padres, con sentirse solo en su singularidad. No lo pensó. La aferró entre sus brazos y voló hasta el castillo de cera, a encerrar a la joven que dolía en una torre de polen y de miel.

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