Historias Reflejadas
“Los enigmas de la muerte”
Los enigmas de la muerte
La muerte despliega su juego, se derrama sobre la superficie de la vida y siembra dudas.
Como una grieta en la pared de los tiempos, va separando aquello que estaba destinado a ser separado.
Centímetro a centímetro se expande cuestionando a aquellos que quedaron vivos, inmersos en una realidad sin formas, donde cada uno es tan solo lo que siente.
Las sombras silencian las palabras y cada acto trae sus consecuencias. Las cosas escondidas salen a la luz, porque en el laberinto de la vida lo oculto siempre se manifiesta en el momento oportuno. Cada uno construye sobre los escombros del pasado aquello que es su verdadera esencia.
Enigmas que se multiplican liberando preguntas que rescatan a muchos de su inmunidad al dolor.
Secretos, traiciones, mentiras y chantajes merodean a la muerte de las almas que se sostienen, débiles, en el hilo de la vida.
En el muro de las dudas, la verdad se escapa por una grieta que duele y en silencio se pierde lo que se pudo decir y se calló, lo que se pudo hacer y se evitó.
La muerte muestra sus garras y cuestiona a los vivos. Desde el otro lado de las cosas hay muchos que se convierten en puentes capaces de conectar con palabras aquello que pretende ser silenciado.
En la grandeza de quienes se convierten en puentes, las sombras se convierten en luz.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Las grietas de Jara”, de Claudia Piñeiro, “El juego de las dudas”, de Luis Carranza Torres, “Cornelia”, de Florencia Etcheves y “Esclava blanca”, de Carola Ferrari.
Historias Reflejadas
“El misterio de la noche”

El misterio de la noche
La noche descendía por una escalera invisible, los ojos balanceándose en el borde del sueño. Abajo, al otro lado del día, flotaba el mundo de adentro.
El extraño murmullo ascendía por el hueco de una grieta, como una voz conocida, como el viento de un cuento que despeinada las sábanas para soltar un secreto.
En la cama, justo detrás del sueño, unas ovejas curiosas saltaron para invitar al viaje. Tras ellas, varias hadas provistas de alas transparentes, subieron y bajaron por las páginas de la noche y acompañaron la llegada de unos hombrecitos sin nombre. Éstos, decididos, atravesaron las escaleras de un libro que no podía dormirse. El sueño llegó despacio, tanto que se pegó a la mañana, los ojos bien abiertos sobre la línea del día, un balanceo aquí y allá.
Y la noche, como si fuera parte de la misma página, volvía a vibrar sobre las pestañas. Otra vez…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Lorenzo y la escalera misteriosa”, de Irene Goldfeder con ilustraciones de Fernanda Bragone; “Recíproco”, del libro “Mentiras y moretones”, de Pablo Bernasconi; “Cuando no llega la noche”, de Poly Bernatene; y “La oveja imaginaria o viaje en poesía de la noche al día”, de Beatriz Actis con ilustraciones de Sonia Basch.
Historias Reflejadas
“Redondel”

Redondel
Transitaban un espacio circular, los pies sobre surcos antiguos, los pensamientos como una distancia entre las palabras, el hueco sin voces.
Giraban, sus bocas emitían sonidos, una repetición sobre los pasos, para no olvidar el nombre de cada cosa, como un regreso al punto de partida.
El eco de aquella música lejana sostenía las palabras; una ópera en el cielo, huellas sutiles en los surcos de un vinilo, mentiras dando vueltas en un redondel de silencios.
Algo se mostraba y algo se escondía, el círculo se abría. Y volvía a cerrarse.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “La construcción de la mentira”, de Gonzalo Heredia; “Corbett”, de Matías Esteban; “Rebelión en la ópera”, de Carlos Ríos; y “33 Rpm” de Juan Guinot.
Historias Reflejadas
“Rumor de cuentos”

Rumor de cuentos
Un rumor resbaladizo se alargó sobre las hojas, como un secreto sin forma, deseoso de multiplicarse.
El viento desparramó las palabras, sus letras flotando en el aire, enredándose, livianas, viajeras, inquietas.
Fue entonces, cuando las historias rodaron de boca en boca, de pelo a pluma, de pata en pata, cubiertas de escamas, libres en los ríos de la memoria.
Fue entonces cuando a las palabras les nacieron alas que se elevaron como un canto antiguo, como una ronda alrededor del fuego, como un deseo nacido de las llamas, en el vientre del monte, en el sitio exacto donde el autor las recolectaba y las convertía en cuentos.
Pura sabiduría escondida en las voces de la tierra, tan sólo un puñado de silencios.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Gustavo Roldán, sus siguientes cuentos: “El monte era una fiesta” (Ilustraciones de Manuel Purdía), “Cada cual se divierte como puede” (Ilustraciones de Claudia Deglioumini), ” Cuentos que cuentan los indios” y “El camino de la hormiga” (Ilustraciones de Juan Lima).

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