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Se celebra el Día Mundial del Folklore

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Como cada 22 de agosto, este martes se conmemora en todo el planeta el Día Mundial del Folklore. Esta fecha fue instituida por la UNESCO en el año 1960, eligiendo el día que en 1846 la palabra folklore o folclore fue utilizada por primera vez por el arqueólogo inglés William Thoms en la revista londinense “Athenaeum”. En la Argentina, la fecha también coincide con el natalicio de Juan Bautista Ambrosetti, reconocido paleontólogo y folklorista nacido en Gualeguay en 1865. Ambrosetti dio comienzo a los estudios folklóricos de la Argentina y se lo llegó a considerar el padre de la ciencia folklórica.

El término folklore proviene de las voces “folk” (pueblo) “lore” (ciencia o saber). Así, el vocablo hace referencia a los conocimientos, costumbres, mitos, leyendas y todas las manifestaciones artísticas y culturales de un pueblo. En resumen, sus tradiciones.

En 1887, otro inglés, Houme, define al folklore como “la ciencia que se ocupa de la supervivencia de las creencias y costumbres arcaicas en tiempos modernos”.

De esta manera, todo aquello que se va transmitiendo de generación en generación, como las coplas, canciones, dichos, refranes, danzas y bailes populares que se van arraigando en los distintos pueblos, constituyen su folklore o tradición. En nuestro país el mate, el asado, el chamamé, o el locro, entre otros, forman parte de nuestro folklore.

 

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Neil Young cumple 80 años: una vida sin concesiones en constante evolución

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Por Martín Sassone (*)

Iconoclasta por naturaleza, Neil Young cumple este miércoles 80 años convertido en una figura única del rock mundial. En más de medio siglo de carrera, el canadiense recorrió una amplitud de estilos que pocos artistas exploraron con igual profundidad: del folk acústico a la electricidad abrasiva, del country melancólico al rock experimental, del blues y el rockabilly a la denuncia social y ambiental. Siempre distinto, siempre él mismo.

Nacido en Toronto en 1945 y criado en Winnipeg, Young empezó a tocar la guitarra en la adolescencia, alternando entre bandas de garaje y clubes de folk donde conoció a Joni Mitchell y Stephen Stills. En 1966 cruzó la frontera rumbo a Los Ángeles en su Pontiac fúnebre, acompañado por el bajista Bruce Palmer. Junto a Stills formaron Buffalo Springfield, una de las bandas pioneras del folk-rock californiano. Tras su disolución, Young comenzó una carrera solista que, desde el principio, mostró una voz inconfundible: aguda, quebrada, cargada de una franqueza que desarma.

En paralelo a su flamante carrera en solitario, a fines de los sesenta, se unió a Stills, David Crosby y Graham Nash para formar Crosby, Stills, Nash & Young, un supergrupo que encarnó el espíritu idealista y turbulento de su tiempo. Con ellos grabó “Déjà Vu” (1970), una de las cumbres del folk-rock estadounidense, y participó en el emblemático festival de Woodstock. Pero las tensiones internas, amplificadas por el ego y las drogas, provocaron rupturas recurrentes. Aun así, cada reunión posterior —como la gira de 1974 o el álbum “American Dream” (1988)— reavivó el magnetismo de esas cuatro voces que, juntas o enfrentadas, definieron una era.

En 1969 publicó “Everybody Knows This Is Nowhere”, su primer álbum con Crazy Horse, y al año siguiente “After the Gold Rush”, un clásico de la introspección folk. En 1971 alcanzó el número uno con “Heart of Gold”, incluido en “Harvest”, y reconoció luego que ese éxito lo puso “en el medio del camino”. Aburrido de esa comodidad, decidió desviarse y en los años siguientes produjo discos oscuros, dolidos y fundamentales como “Tonight’s the Night” (1975) y “On the Beach” (1974), impulsados por la muerte de su guitarrista Danny Whitten y su roadie Bruce Berry.

La década del setenta definió el molde de su obra: un vaivén entre la furia eléctrica y la ternura acústica, entre la denuncia política y la confesión personal. En los ochenta, ya en el sello Geffen, se permitió experimentos que confundieron a la crítica —el electrónico “Trans” (1982), el rockabilly de “Everybody’s Rockin’”(1983), el country de “Old Ways” (1985)— pero que con el tiempo serían vistos como gestos de libertad artística.

Young fue capaz de reinventarse sin perder identidad. Con “Freedom” (1989) y “Ragged Glory” (1990), se convirtió en padrino del grunge y referente para bandas como Sonic Youth y Pearl Jam, con quienes colaboró en “Mirror Ball” (1995). En los 90 y los 2000 alternó introspección y militancia: “Harvest Moon” (1992) retomó su costado más luminoso, mientras “Living with War” (2006) denunció la invasión a Irak con una fuerte crítica al por entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush.

El nuevo milenio lo encontró más prolífico que nunca. Publicó álbumes conceptuales como “Greendale” (2003), se volcó a la experimentación sónica con “Le Noise” (2010) y lanzó su propio sistema de audio de alta fidelidad, Pono. A la vez, reabrió sus archivos con la monumental serie “Archives”, rescatando grabaciones inéditas y conciertos de distintas épocas.

En los últimos años, Young mantuvo su ritmo incansable: con Crazy Horse editó “Barn” (2021) y “World Record” (2022), y en 2025 volvió a las raíces con “Talkin to the Trees”, junto a una nueva formación, The Chrome Hearts. Paralelamente, su esposa y colaboradora Daryl Hannah filmó “Coastal”, un documental sobre su última gira solista, que se estrenó en abril de este año junto con un álbum homónimo.

Su discografía —más de 45 discos de estudio y una veintena en vivo— es un territorio en permanente movimiento, tan contradictorio como coherente. Young puede pasar de un susurro a un rugido en una misma canción, pero siempre con una honestidad que desarma y una energía que desmiente el paso del tiempo.

Fiel a sí mismo, Neil Young frustró a sellos discográficos, se le plantó a Spotify, desafió modas y decepcionó ocasionalmente a sus seguidores más ortodoxos, pero también supo mantener su música viva y su discurso relevante. “Viajar por el medio del camino se volvió aburrido”, escribió alguna vez. Ochenta años después, sigue transitando la cuneta: incómodo, libre, indómito.

(*) Agencia Noticias Argentinas

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Rescatan canciones de la década del 30 que narran el origen musical de Estados Unidos

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Miles de canciones que representan lo más raro y auténtico de la música estadounidense de la era del jazz y la Gran Depresión podrían haberse perdido para siempre. Sin embargo, un acuerdo entre la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) y la fundación sin fines de lucro Dust-to-Digital permitirá que ese patrimonio sonoro esté disponible en forma gratuita y abierta al público.

El proyecto, impulsado por la biblioteca de UCSB, consiste en incorporar unas 50.000 grabaciones provenientes del archivo de Dust-to-Digital al Discography of American Historical Recordings (DAHR), la base de datos que reúne más de 440.000 registros de la era de los discos de 78 rpm. Hasta ahora, ya se subieron más de 5.000 canciones. “Miles más están en camino”, señaló David Seubert, curador de la colección de artes escénicas de la universidad.

“La fundación Dust-to-Digital ha digitalizado algunas de las colecciones privadas más importantes del país”, agregó Seubert. “Estamos muy satisfechos de asociarnos con ellos para ofrecer este material al público”.

Fundada en 1999 por Lance Ledbetter, Dust-to-Digital nació como un sello dedicado a rescatar grabaciones difíciles de hallar y a editar cajas, vinilos y libros con valor histórico. En 2010, Ledbetter y su esposa, April, crearon la fundación homónima para ampliar esa tarea con fines educativos. “Compartimos con los coleccionistas la pasión por evitar que nuestro patrimonio musical caiga en el olvido”, señaló April Ledbetter.

El proceso de rescate es minucioso: técnicos especializados instalan equipos en los hogares de los coleccionistas y digitalizan los discos uno por uno, tarea que puede extenderse durante meses o años. El esfuerzo ha sido reconocido con varios premios Grammy, entre ellos el de Mejor Álbum Histórico por Art of Field Recording (2007) y Voices of Mississippi (2019).

La alianza con UCSB, destacó Seubert, es “una unión simbiótica entre un archivo musical extraordinario y una plataforma universitaria de acceso público”. El DAHR, lanzado en 2008 con apoyo de la National Endowment for the Humanities, ofrece streaming gratuito y descargas de grabaciones en dominio público, digitalizadas con estándares de alta fidelidad en el Laboratorio de Preservación de Audio Henri Temianka.

Entre las joyas ya disponibles figuran dos canciones del guitarrista y cantante Lane Hardin —”Hard Time Blues” y “California Desert Blues”— registradas en 1936, de las que se conservan apenas unas copias. También aparecen nombres legendarios como Memphis Minnie, Eva Taylor, el reverendo J.M. Gates y Fiddlin’ John Carson junto a su hija, la pionera Moonshine Kate.

Una porción sustancial del nuevo material proviene de la colección de Joe Bussard, considerado el “santo de los 78 rpm”. Nacido en Frederick, Maryland, Bussard dedicó más de siete décadas a rastrear discos en tiendas rurales y casas del sur de Estados Unidos, reuniendo unas 15.000 piezas que abarcan blues, country, jazz, bluegrass y góspel. Falleció en 2022, dejando una de las colecciones más valiosas del país.

Joe tenía un acervo excepcional, imposible de reproducir hoy”, señaló Seubert. “Quería que la gente disfrutara esta música, pero no se puede crear una cultura de disfrute si los discos quedan encerrados. Esta colaboración logra ese equilibrio: preservar y compartir”.

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Bob Dylan lanza un box set de ocho CD‘s con sus primeras grabaciones

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La icónica discografía del cantautor norteamericano Bob Dylan experimenta ahora un nuevo hito: el lanzamiento del voluminoso archivo titulado “The Bootleg Series Vol. 18: Through the Open Window, 1956-1963”, mediante las discográficas Columbia Records y Legacy Recordings

Este enorme conjunto ofrece un fresco sonoro de los primeros años del artista, desde sus grabaciones caseras en Minnesota hasta su irrupción en el circuito folk del Greenwich Village neoyorquino. 

El formato más completo es la edición de 8 CD que reúne 139 temas, entre ellos 48 nunca antes publicados y otras 38 “súper-raras”, acompañadas de un libro de tapa dura con un extenso ensayo del historiador Sean Wilentz y más de 100 fotografías poco vistas. 

Desde la primera toma registrada —un acetato de 78 rpm del 24 de diciembre de 1956 en St. Paul (Minnesota) cuando Dylan tenía apenas quince años— hasta la actuación íntegra en el Carnegie Hall de Nueva York el 26 de octubre de 1963, el volumen cubre la transformación de un joven músico en un referente de la canción de protesta. 

El documento, además, recoge grabaciones informales en cafeterías, conciertos club, sesiones de estudio y demos que muestran cómo Dylan pasó de interpretar composiciones tradicionales a moldear su propia voz lírica y musical. 

La presentación de este archivo responde no solo al interés por coleccionistas sino también al valor histórico: es una “conexión viva entre pasado y presente”, según Wilentz, y permite escuchar “al artista convirtiéndose en sí mismo —o, en el caso de Dylan, en uno de sus primeros muchos yos”. 

Además de la edición deluxe de 8 CD, la obra estará disponible en versiones más accesibles: una versión de 2 CD y otra en 4 LP que condensan 42 temas seleccionados. 

Con este lanzamiento, Dylan consolida otro capítulo de su saga sonora, permitiendo que tanto los seguidores de siempre como quienes desean adentrarse en su obra temprana tengan acceso a un archivo profundo, curado y lleno de descubrimientos.

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