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Coti Estevan: “Kaani expresa mi forma de ver el mundo, la forma en que nos vinculamos con cada ser”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es la semilla, el latido de la vida, la percusión de la tierra. Es el movimiento hacia arriba y hacia abajo, música y danza, el lenguaje ramificándose en las hojas, las voces en el aire, un mensaje de las raíces, viento y flores. Los pétalos entregados a la canción, caen. Es el fruto, que se abre y dispersa. Muerte y vida en los márgenes de la palabra.

La cantautora, bailarina y artista interdisciplinaria Coti Estevan presenta por estos días su nuevo disco, “Kaani”, una obra nacida desde el centro de la tierra, en las sombras del suelo, en el punto donde la música crece y se perpetúa.

ContArte Cultura charló con ella para conocer acerca de su recorrido artístico y especialmente sobre el proceso creativo de su obra.

—Hay una imagen, la de las raíces entrelazándose por debajo de la tierra, sosteniendo en las profundidades aquello que crece por encima, que representa la esencia de tu obra. Para comenzar esta charla nos gustaría sumergirnos en la tierra y pedirte que nos cuentes cuáles fueron las semillas que dieron vida a “Kaani”, tu último disco.

—Este disco nace del deseo de poder integrar mis distintas facetas creativas. Hacía tiempo que venía deseando hacer una presentación donde estuviesen entremezcladas la música, la danza y la poesía. A principios de 2022 me convocaron desde el Museo Nacional Estancia de Jesús María, a través de Cultura de la Nación, para hacer una presentación en conmemoración al Día de la Tierra y del Aborigen. Justo había ganado la convocatoria Argentina Florece del INAMU y se conjugaron las dos cosas, dándome impulso para realizar la puesta escénica interdisciplinaria Kaani, Entramando Raíces. En ella participaron 15 artistas de distintas disciplinas. La obra de música, danza, artes visuales y poesía, buscaba reflexionar sobre el vínculo de la humanidad con la naturaleza, tomando como inspiración las cosmovisiones de los pueblos originarios. La realizamos por distintos lugares de Córdoba capital y el interior. Fue una experiencia maravillosa de creación colectiva, donde cada artista pudo aportar su creatividad y su forma esencial de expresarse, dando lugar a un espectáculo muy sentido y profundo. Por un lado me interesaba reivindicar y poner en valor los saberes de las culturas originarias, sus cosmovisiones. Tomo principalmente de ellos su sentido de conexión con el mundo, el hecho de saberse seres naturales que han de vivir en armonía con la naturaleza, aquella que les brinda hogar y alimento, y no seres separados de ella sobre la cual hay que tomar posesión y controlar. Por otro lado, reflejar el hecho de que nuestra cultura actual es el resultado de una mixtura de corrientes culturales que se han ido entremezclando: la afrodescendiente, la europea y la de los pueblos originarios. Traer a la luz y en valor que somos ese crisol de culturas, que los pueblos originarios son parte esencial nuestra. Revalorizar su voz por tanto tiempo acallada, como un valioso armónico que hace a nuestra esencia latinoamericana, y brindarles el lugar que merecen en la historia y en el presente.

—Y dentro de cada semilla se cuenta una historia. ¿Qué recorridos atravesó el germen del arte en vos?

—Yo nací en una familia de músicos. Mi papá, mi mamá, mis tíos y tías, hermanos, hemanas, primos y primas, casi todos son músicos o artistas en otras ramas. Crecí en una casa donde todo el día se cantaba y había música. Crecí jugando en medio de ensayos de distintos grupos o coros. Para mí la música es esencial, principalmente el canto. Cantar me ha salvado siempre de cada momento oscuro o de crisis en el que muchas veces entramos como parte de nuestro crecimiento. Mi papá se dedica a la música andina. Desde muy chicos estuvimos conectados con esa cultura, sus saberes y cosmovisiones. En mi familia se reflexiona mucho sobre estos saberes. Yo pasé por el canto lírico, por la música académica, la música experimental, distintos formatos de grupos de música latinoamericana, folklore argentino, hasta me dediqué un tiempo a las canciones tradicionales españolas. Creo que todo eso se refleja en mi forma de componer y armar arreglos, esa mixtura de recorridos que hacen lo que soy. Mi formación principal es la del Teatro de la Voz de Roy Hart, que en Córdoba se llama Cuerpo Sonoro. Lo herede de mi abuela Delia y mi maestra es Clelia Romanutti. Gracias a ella me conecté con la danza y fue un sin parar de querer aprender más sobre la danza, el movimiento y la voz asociada al cuerpo.

—Sin dudas, cada tema es también parte de ese recorrido, el fruto que se abre para dejar caer su música sobre el paisaje, ¿de qué manera percibís el nacimiento de una canción?

—Cada canción ha sido diferente. Las primeras nacieron en un momento de improvisación con la voz y la danza. Mientras bailaba me bajaban melodías y palabras que grabé con el celular. Luego les di forma de canción. Al tema Río lo soñé, literalmente casi completo: a mitad de la noche me desperté, busqué el celular y lo grabé así como lo había soñado, porque sabía que si no, al otro día, no me lo iba a acordar. Otras veces escribí la letra sobre algo que me inspiraba y luego le puse la melodía, o jugaba con una base armónica y sobre eso inventaba la melodía. Me gusta que las canciones vengan de formas diferentes, sin un método específico. Lo más lindo es sentir que ellas ya estaban desde antes, como si siempre hubiesen estado ahí esperando. Es una sensación raramente hermosa la que me sucede. Siento que yo simplemente soy un canal por el que ellas bajan. 

—¿Qué instrumentos forman parte del paisaje sonoro de “Kaani”?

—El paisaje sonoro de Kaani está representado por una combinación de algunos instrumentos tradicionales de nuestro folklore como la guitarra y el violín, por el bajo y un set de percusión mixto compuesto por bombo legüero, platos, redoblante, tons y djembe, que brindan una fusión interesante, entre moderna y tradicional. Al mismo tiempo, el bajo eléctrico ocupa un lugar sobresaliente en muchos de los arreglos, para mí su sonido simboliza las raíces que se conectan y se comunican bajo tierra. La profundidad de su sonido me remite al corazón, a todo aquello que está presente pero de un modo inasible e impalpable, lo espiritual de la energía vital.

—¿Quiénes colaboraron en la producción y realización de este proyecto?

—En la producción del disco colaboraron muchas personas, muy queridas y talentosas. Los protagonistas principales fueron los músicos de Entrama, quienes pusieron en juego su talento, creatividad y profesionalismo para dar a luz este hermoso proyecto musical. Ellos son Ámbar Boursiac (guitarra criolla), Jazmín El Hay (coros), Ximena Estevan (violín), Pablo Estevan (bajo eléctrico) y Rubén Mansilla (Percusión). Yo quería capturar la esencia de la obra, la sinergia de la energía de lo grupal, de lo que sucede en momento presente. Es por eso que busqué una sala de estudio donde pudiésemos grabar todos juntos al mismo tiempo. Y encontré la mejor de Córdoba, no sólo profesionalmente, sino por la buena onda y el cariño con la que fuimos recibidos y tratados. Fue grabado, editado y masterizado por Sebastián y Martín Bergallo en Desdémona Estudios, en Córdoba capital. Por otro lado, en la creación del arte de tapa estuvo la artista visual Julieta Díaz Mezzacapo, quien también participó en la puesta escénica. Ivana Estevan realizó el diseño de la contratapa y el desplegado para la impresión del disco en físico. Yanina Luponio Sáenz, gran artista, participó con su voz y sus poesías escritas exclusivamente para la obra, en la publicación del álbum completo que está disponible en YouTube. En la edición y masterización de los textos estuvo el arte de Matías Romero Acuña en su Estudio Aural Sounds. Por último, no quiero dejar de nombrar a Yannick Constantin, quien no sólo sacó las hermosas fotos que están circulando para la promoción del disco, sino que también hizo la realización audiovisual del videoclip de Cantomadre que estará disponible en YouTube a partir del sábado 22 de julio. Una hermosa obra de arte en la que participaron muchísimas personas queridas, principalmente Noelia Vázquez de Novoa y Eva Romero Tulian como actrices principales.

—El arte de tapa sintetiza el espíritu del disco. ¿Cómo fue el proceso creativo que llevaron adelante para que la imagen y la música se fundieran?

—Se lo debo principalmente a Julieta Díaz Mezzacapo. Ella fue parte del colectivo artístico con el que realizamos la puesta escénica. Vio y fue parte de la obra muchas veces, creo que eso simplificó el tema de poder llevar a una imagen la esencia de la obra. Pero sobre todo su increíble talento y capacidad de síntesis para resumir en lo visual semejante cantidad de experiencias y sensaciones. El dibujo es una semilla que se abre a la vida, es tan grande la extensión de sus raíces como el desarrollo de sus ramas, hojas y frutos. Me gustaba la idea de que se viera tanto el abajo, lo profundo, lo que permanece en las sombras, como el arriba y lo luminoso. Todo lo que manifestamos en nuestras vidas es fruto de aquello que guardamos en las profundidades de nuestro ser. Lo que creemos, creamos. Es una semilla cuya danza es el movimiento vital de crecer, de ser y desarrollarse en esa simplicidad de lo que “vino a ser”, sin más que esa sencillez austera y bella de fluir con la danza de la vida.

—¿Qué nos podés contar de Entrama y de La Fragua- Nuestro Folklore, las dos agrupaciones de las que formas parte.

—Son dos proyectos muy hermosos y diversos. En ambos hacemos temas de composición propia. En La Fragua todos componemos y en algunas canciones lo hacemos en conjunto. Es un grupo de estilo estrictamente folklórico argentino. La diversidad de temáticas que tocamos tiene que ver con la diversidad de cosas que nos inspiran. Siempre cuento en broma que Mauricio es el romántico, Pablo nos cuenta sobre vivencias o lugares y yo soy más mística y casi siempre hablo sobre la naturaleza. Gabi aporta con melodías hermosas y arreglos. Es un grupo humano muy hermoso, somos por sobre todo muy amigos y amamos juntarnos a compartir la música, comer algo rico y divertirnos. En Entrama hacemos temas míos, los arreglos los vamos construyendo desde el aporte de cada uno. El estilo es bien mixturado, principalmente de raíz folklórica argentina y latinoamericana. Pasó por varias formaciones diferentes, pero el que sigue firme como un pilar muy importante para mí es mi hermano Pablo. No sólo por su aporte musical excepcional, sino también humano, con su presencia que me sostiene y me banca en todas las locuras. Mi prima Ximena aporta talento y orden, es una grosa en todo lo que se propone hacer y también un fuerte pilar del grupo. Rulo (Rubén Mansilla) es un hermoso ser, callado y súper comprometido, que aporta un montón al grupo. Y finalmente Facundo Olivera, quien se sumó hace poquito, es un gran amigo con quien fuimos compañeros de escuela y que la vida nos vuelve a cruzar. Está sumando un montón al grupo desde su experiencia y gran talento. Fue un gran hallazgo.

—¿Dónde y cuándo se realizará la presentación del disco?

—La fecha de presentación del disco en la Ciudad de Buenos Aires será el sábado 19 de agosto a las 21, en Espacio Tucumán, de calle Suipacha al 140. Las entradas anticipadas las pueden conseguir por Alpogo.com. Será un espectáculo integral de música, poesía y danza. Las canciones se irán entrelazando con la poesía y la voz en movimiento. El domingo 20 de agosto a las 12 estaremos presentándolo en Junín, provincia de Buenos Aires, en La Negrada – Patio de Retumbos, en calle Garibaldi 209. En Córdoba estaremos presentando el viernes 4 de agosto a las 22, en un hermoso centro cultural de Alta Gracia llamado Villa Roma.

—¿En qué otros proyectos estás trabajando actualmente?

—Estoy en un nuevo proyecto de armonización sonora y meditación con la voz en movimiento, junto a Matías Romero Acuña, y participando en unas colaboraciones con el artista Luis Luchetti, multi performance de música experimental en música electrónica. Incursionando en nuevas facetas.

—Para terminar, si pudieras elegir una palabra que simbolice lo que significa “Kaani” para vos, ¿cuál sería y por qué?

Kaani simboliza para mí Entramar. Es mi forma de expresar de qué manera sutil se hilan las hebras que forman parte de este gran tejido invisible que es la vida. Representa el hermanamiento de saberes ancestrales con los actuales, la fusión y el sincretismo de diferentes raíces culturales y musicales, y la mixtura de diferentes disciplinas artísticas. Kaani expresa mi forma de ver el mundo, la forma en que nos vinculamos con cada ser: Somos el otro, somos el mundo.

(Fotos: Ivana Estevan, María Teresa Ruiz, Yannic Constantin, Yanina Lupanio, Luciano Ferrabone)

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“Vientos de libertad”, la gesta sanmartiniana en la nueva obra de Luis Carranza Torres

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Por Andrea Viveca Sanz /
Edición: Walter Omar Buffarini

Cruzar las fronteras del tiempo y del espacio, animarse, como si existiera una continuidad, un rumor de páginas que necesitaran volver a leerse.

Con una trama que pone la mirada en los detalles, en los paisajes interiores de los protagonistas, en el pasado, pero también en el presente y en el futuro, Luis Carranza Torres avanza, cruza sus propias montañas y da vida a una historia que se ramifica, un entramado donde las pasiones y el amor son protagonistas.

“Vientos de libertad” es la nueva novela del escritor cordobés, quien con sus letras lleva al lector a épocas de la gesta sanmartiniana, para adentrarse en algo más de lo que cuenta la historia.

— ¿Qué te llevó a elegir este renglón de la historia para invitar a tus personajes de ficción a vivir los hechos reales?

— Me gustan los momentos bisagra de la historia, y este período en que transcurre la novela lo fue para nosotros. Nunca es en vano recordar que la Independencia argentina se sancionó, a diferencia de muchas otras, en el peor momento posible. Sin recursos, derrotados nuestros ejércitos en el Alto Perú, amenazados por los cuatro costados por los españoles, los portugueses y los indios.  Nacimos, por tanto, en la esperanza, pero también por el coraje de no rendirse ante la adversidad. Eso es lo que busqué reflejar en la novela. Y es algo que sirve más allá del orgullo por nuestro pasado, en la vida diaria de cualquier persona. Se trata de la prehistoria, por así decirlo, de la Argentina que hoy conocemos. Cuando todavía ni nos llamábamos de esa forma.  A la par de la evolución de los personajes, existe también la de una sociedad que busca ser de otra forma, liberándose de muchas cosas. A partir de esa declaración de independencia, se produce un gran sinceramiento colectivo de lo que queríamos ser, y de lo que podíamos lograr solo con dos cosas: un liderazgo apropiado y la capacidad de esfuerzo que nos caracteriza individualmente, pero articulada en conjunto. La gesta del cruce de los Andes muestra a lo que podemos llegar cuando hacemos bien las cosas. 

— ¿De qué manera trabajaste para poner en palabras los escenarios naturales que recreás en los distintos capítulos?

— Me esfuerzo por poner atención a los detalles, esos que le confieren autenticidad a la trama. Cuando se estructura la trama, uno también va buscando el escenario para plantear determinada escena. Aquí, en “Vientos de Libertad”, no las determinan tanto los actos exteriores sino la interioridad de los personajes, que el paisaje esté a tono con lo que le pasa por dentro a quién protagoniza la escena. Fue eso lo que busqué plasmar. Te diría que aun con la presencia de una referencia geográfica de tanto peso como los Andes, la cuestión pasa más por los lugares culturales o sociológicos de ese tiempo: los espacios de sociabilización como la Alameda o la Plaza Mayor, las conversaciones en el río de las lavanderas, las sala de recibir de las casas, el cuartel militar como preparación para el cruce. Es algo que no busqué, se dio naturalmente. La cordillera está, pero a la vez no está y hay otras todavía más inmensas que sortear. A veces los libros te llevan a eso. A pesar de que he estado en los Andes de norte a sur, desde la puna al estrecho y hecho andinismo en la zona del Tupungato cuando era jóven. O quizás por eso, la presencia no es tanto física como simbólica. Los lectores decidirán (risas).

— Además hay otros escenarios que muestran la vida doméstica de José de San Martín junto a Remedios de Escalada. ¿Por qué te interesó hacer foco en esas vivencias cotidianas?

— La relación entre José de San Martín y Remedios de Escalada ha sido muy bastardeada, por usar una palabra de la época. Con ella, sobre todo, siempre invisibilizada y desmerecida injustamente. Fue Remedios una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Asimismo, mostró un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, aun desde antes de conocer al Libertador, con la misma firmeza de carácter que luego tuvo en el manejo de los asuntos patrimoniales de la pareja, ya que fue ella quien administró todo mientras San Martín hacía sus campañas, teniendo incluso la plena patria potestad de la hija de ambos. Por extraño y hasta paradójico que parezca, bien podemos decir que la Remedios histórica es muy diferente de aquella que la historiografía nos ha pintado. Por su parte, José de San Martín es bastante más de lo que usualmente tenemos en consideración. Era un hombre ilustrado, curioso de casi todo lo que se movía a su alrededor, que leía mucho, en inglés y francés además del castellano. Tocaba la guitarra, cantaba bastante bien, pintaba cuadros de paisajes, sobre todo de la cordillera, era un apasionado del ajedrez y gustaba de las nieves de limón -antecedente de nuestro actual helado de ese gusto-. Creo que la frase que el Libertador pone en la tumba de Remedios ilustra bastante respecto de la relación que tuvieron: “Esposa y amiga del general San Martín”. Recordemos que él valoraba la amistad en un grado superlativo dentro de su escala de valores. Tanto uno como otro fueron personas adelantadas a su tiempo. Y que se atraían por compartir esos valores, sintiendo admiración mutua. Es lo que quise reflejar en la historia en cuanto a ellos. La relación de igual a igual que, a juzgar por toda la documentación fidedigna, tuvieron en un gesto inaudito para la época. Parecen más un matrimonio de nuestros días que de aquellos de 1816. 

— ¿Cómo se manifestaron en vos Sebastiana y Justo, los protagonistas de “Vientos de libertad”?

— Ambos son seres literarios por demás interesantes. Complejos, intrincados por dentro y por fuera, y hasta queribles aun en sus defectos. Él ya no puede ser en lo físico lo que sigue siendo en mente y alma: un soldado. Ella, un ser tan castigado por la vida, que termina por volverse una resentida con casi todos. Y el amor como prenda de unión, que da segundas oportunidades para ser feliz, pero también implica renuncias costosas. Si Justo tiene un brazo inútil, Nazarena lleva esas mutilaciones por dentro. Cada cual lidia con ellas como mejor puede, en tanto no deja de advertir que al otro le pasa igual. Para peor, ambos son terriblemente pasionales. En lo bueno y en lo malo. Particularmente, en el orgullo propio. Ninguno cede nada, a pesar de la atracción, del deseo o los fuertes sentimientos que se prodigan.  Cada cual quiere lo mejor para el otro, pero a su modo. Y cuando se desilusionan, es en grande. Con todos estos ingredientes, creo que la historia de Nazarena y Justo termina siendo una de las más pasionales que he escrito. Pero también, de las más sufridas e implacables. 

— ¿Hay algún personaje secundario que te gustaría destacar?

— La familia Buteler. La historia es verídica en sus líneas generales. Un irlandés que viene con el ejército inglés y se aquerencia al punto de no querer volver a su tierra y plantar raíces aquí. Algunos de los descendientes del Buteler histórico eran vecinos de mi familia en el campo, y de chico escuché alguna de las cosas que aparecen en la novela y me sirvió para darle forma a esa peculiar familia literaria. En cierto modo, es un homenaje a aquellas historias y a las personas que me las contaron. Así como a unos vecinos muy cercanos que tengo como parte de mi historia personal y considero, incluso hoy, como parte de mi familia ampliada. Además, “Vientos de Libertad” se trata de una de las novelas con más personajes secundarios que he escrito. Por lo mismo, se puede leer en varias líneas narrativas. Todas cruzadas por distintos tipos de amor: el de Goya y Tadeo, los esclavos de Nazarena, el apegado a las normas de Isabel y Eulogio, el pasional de Nazarena con Justo, el amor a la distancia entre Mariana y Tulio o el cómplice entre Remedios y José. A la par de eso, hay historias personales muy ricas en matices, como la de Goya, el mismo Tadeo, Mariana en Santiago de Chile o Isabel en Mendoza. Cada una por sus propias y muy particulares razones. 

— Vemos que uno de los personajes, Eulogio, lleva un apellido conocido de otras obras tuyas: López de Madariaga. Y que Isabel es una devota lectora de Jane Austen, sin mencionar a la autora. ¿Qué podés contarnos sobre eso? ¿Hay otro texto, quizás implícito, detrás del texto impreso de la novela?

— Son guiños de complicidad para los lectores que me siguen desde siempre. Eulogio es mencionado, ya anciano, en “Palabras Silenciadas”. Es, en sus años mozos como se diría en la época de la novela, el antepasado de la familia que desarrollé en la saga de la Segunda Guerra Mundial que inició con “Mujeres de Invierno”. Antes de llevar a cabo todo por lo que su familia lo recuerda. En el caso de Isabel, sus lecturas son una suerte de homenaje a lo que he visto o me han contado que leen muchas de mis lectoras. Y para recordar que clásicos de Jane como “Orgullo y Prejuicio”, por los tabúes de la época en la sociedad inglesa, se publicaron de forma anónima, sin más datos que su escritora era una mujer. Cosas como estas encajan de maravilla para pintar con un detalle a la sociedad de entonces. 

— Mientras todos ellos se preparaban para cruzar una frontera geográfica, vos ibas cruzando las barreras del tiempo para revivir aquellas escenas. ¿Qué fue lo que más te impactó de ese cruce temporal?

— La magnitud de lo que se hizo con muy pocos medios, pero usados muy inteligentemente. La libertad siempre tiene un precio e impone sacrificios. Ellos no dudaron en pagarlo, y por eso es que somos argentinos hoy en día. Tenemos una deuda con esos compatriotas que ya no están, es lo que quise reflejar en la trama de la historia. Otra de las cuestiones que me llamó la atención, y quise rescatar para dar cuerpo a la historia de la novela, es la tremenda preparación logística que implicó. No solo fue un cruce. Debieron llevar consigo todo lo que necesitaban para sobrevivir, desde la leña hasta el agua. Y combatir para apoderarse de las fortificaciones realistas que guardaban los pasos. Pero el éxito de todo dependía de mantener al adversario sin saber por dónde cruzarían. Que se revelara ese detalle hubiera ocasionado el desastre de toda la expedición, y esa es la idea movilizadora que estructura la historia.

— Has dedicado esta novela “a ese soldado argentino, sólo conocido por Dios” ¿Qué razones te movieron a poner esas palabras?

— Es una frase conocida en el mundo castrense. Refiere a aquellos que han caído en combate y no han podido ser identificados sus restos. Solo Dios sabe quién es y cómo sacrificó su vida. A veces ni tumba tienen. Hubo muchos en las guerras de la independencia, por no decir que fueron la mayoría de los caídos en esa época. Son los seres más anónimos de las batallas y guerras. Desde chico, cuando veía la llama votiva por el soldado desconocido de la Independencia a la entrada de la catedral de Buenos Aires, era algo, y lo sigue siendo hoy, que me sobrecoge. Cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.

— El viento siempre mueve cosas, ¿qué movilizaron en Luis Carranza Torres los vientos de la escritura de esta novela?

— La gratitud a aquellos que se sacrificaron para tener la libertad que, muchas veces hoy, usamos mal o, peor aún, nos resulta indiferente. Poder decidir nuestro destino es una gran cosa. No solo en lo individual, sino también como sociedad. Quise rescatar eso, pero también lo que entiendo como una paradoja curiosa y hasta cruel respecto del deber: hacer lo que entendemos correcto, implica muchas veces sacrificios muy personales. Y en el caso de los personajes de la novela, como el mismo José de San Martín lo habla con Eulogio, cumplir con el deber es alejarse de los que uno quiere y poner en riesgo de mil formas la propia existencia. Somos lo que somos colectivamente, entre otras cosas, por esos esfuerzos que se cuentan en la novela. No debemos nunca olvidarlo. Eso busqué transmitir, más allá de contar una historia vibrante en lo épico e intrincada y de suspenso también en cuanto a lo amoroso. 

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En primera persona: Nair Libonatti, escritora

La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra

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Sobre sí misma y su arte

Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.

En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.

Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.

Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.

Sobre su obra

He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.

Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias.El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.

Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.

Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.


Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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