Entrevistas
Lucía Moccia: “Prefiero que la música logre expresar todo lo que una situación me esté generando”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Algo se suelta, las letras desprenden el sonido, crece la música sobre las palabras, precipitan, riegan la tierra reseca, son notas transmutadas, vientos sonoros, en el aire, en las manos que se abren, siembran, cosechan, se mimetizan con el paisaje.
Lucía Moccia es música, clown y actriz, su voz y la guitarra criolla son hilos que se proyectan en el paisaje, tejen otras realidades, más allá de las palabras.
En diálogo con ContArte Cultura la artista cordobesa radicada en la ciudad de La Plata cuenta sus vivencias en el camino del arte y nos habla sobre su obra.
—Para comenzar esta charla vamos a poner en tus manos una caja imaginaria donde permanece escondida la estrofa de una canción. Te pedimos que la abras, que te detengas en los detalles que percibís y que nos digas qué tienen que ver con vos esas palabras que ascienden y se sueltan.
“Desaprender lo que creo haber aprendido, confiar en las ideas, cuestionar el nido. Que tu arte se empobrece al compararse lo se…” Adrián Berra
—Esta estrofa, y particularmente la última frase, estuvo resonando en mi durante mucho tiempo. Me hizo un click porque muchas veces me encontré comparándome con otres artistas y así coartando mi creatividad. Desde que la escuché, la tarareo cada vez que me descubro de nuevo en esta situación, para recordar la importancia de algunas cosas. Creo que no somos ajenas a los mecanismos de comparación y competencia que genera el sistema capitalista. Estamos bombardeades de falsos exitismos, que buscan empobrecernos para hacernos llegar a un estereotipo de artista que, además de ser individual, se torna inalcanzable para las grandes mayorías. Cuando logré dejar de compararme con otres y encontrar en mí un camino único, como el que cada ser tiene para sí, entendí que la real satisfacción está en comprometerse con el propio camino artístico, indagar y trabajar mucho en ello. Tenemos que luchar diariamente contra estos fantasmas, externos e internos, pero creo que cuando nos volvemos genuines en nuestra expresión empezamos a estar mucho más segures de nosotres mismes y logramos compartirnos con mayor generosidad. Desde esta perspectiva encaro todas mis composiciones y así disfruto de sus procesos, aunque a veces puedan tener momentos frustrantes o no tan lindos. Si bien obviamente busco un criterio estético en las canciones, no es en lo que más me interesa indagar. Prefiero que la música logre expresar todo lo que una situación, vínculo, sentimiento, etc., me esté generando, hasta incluso que me divierta y que rompa mis propias estructuras; que logre expresar algo que también a otres les pueda hacer bien escuchar; que genere cosas, que nos mueva adentro.
—Si pudieras volver el tiempo atrás y detenerte en el instante o en los días en que sentiste que el arte sería parte de tu vida, ¿qué objetos simbólicos veríamos en la foto de ese momento?
—Disfraces, CD’s y casetes de María Elena Walsh, Joaquín Sabina, Estopa, Manu Chao e Ismael Serrano. Una escenografía armada de papel crepe, plantas y muñecos en la habitación de una niña, y algún grabadorcito de casete encendido por ahí.
—Distintas ramas del arte son parte de vos ya que transitás el camino de la música, pero también del teatro y la expresión corporal, ¿cuál es el punto de contacto de estas disciplinas que te permiten explorar las emociones desde el cuerpo y desde la voz?
—Encontré que el punto de contacto entre estas disciplinas se llama “Cuerpo escénico”, a partir de ahí se desprenden muchísimas cosas en relación a la percepción de las emociones en las que sigo investigando. Pero creo que las que hoy pueden sintetizar un poco de todo esto son: la mirada, la presencia y la proyección. La mirada de le artista hacia el público y hacia sus compañeres de escena, pero también la mirada del público hacia le artista, la percepción de esta es fundamental; la presencia es una de las mejores herramientas que creo que brindan el teatro y la expresión corporal para quienes venimos más del palo de la música, poder “estar” presentes en escena y habitar allí todo lo que sucede, ya sea emociones, estados corporales, sonidos, miradas… es verdaderamente un regalo porque nos permite conectarnos con el disfrute; la proyección es una herramienta del teatro, y también del canto, que se vincula mucho con la presencia, tiene que ver con “crecer” en escena, con ocupar todo el espacio y actuar en relación a él. Se nota mucho cuando une intérprete musical tiene en cuenta estas cuestiones, ayuda a que el público pueda entrar en su viaje y ahí es cuando la escena se completa.
—¿De qué manera vivís el proceso de componer tus canciones? ¿Qué cosas cotidianas se convierten en disparadores de un tema?
—Últimamente mis disparadores fueron la naturaleza, el silencio y el vacío. Creo que tiene que ver con estos años de pandemia, hay algo de la contemplación que se modificó. La eliminación de estímulos externos aportó mucho a eso. Las emociones fueron y siguen siendo otra gran fuente de inspiración. La acción catártica y la canalización de las mismas a través del arte es un proceso terapéutico que recomiendo enormemente transitar. Los vínculos son otra fuente, poder verlos con conciencia y desde la convicción de que todo lo que es afuera es adentro y viceversa. Por último, el trabajo diario, el regar cada día un poquito las obras como si fueran plantas, las que si no las regamos se mueren. “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando” es una sabia frase de Pablo Picasso que me gusta compartir siempre que se habla acerca de la inspiración y los procesos creativos.
—¿Cómo viviste la experiencia de revivir un repertorio de tango hecho por mujeres de los años ‘30 y ‘40?
—Fue bellísimo, primero porque el motor fue un viaje a Europa con mi familia. Antes de partir ya tenía organizadas varias fechas en las que decidí trabajar específicamente un repertorio de tango. Entonces, gracias a la ayuda de un familiar, comencé a tomar clases con Edgardo González, un gran guitarrista y docente. Al momento de elegir el repertorio, no me sentía identificada con ninguna letra por su impronta machista. Fue por esto que me puse a indagar en mujeres tangueras y encontré que muchas de ellas firmaban con seudónimos masculinos para poder presentar sus canciones, así que de algunas se perdieron los registros. Pero conocí a las grandes referentas de los años ‘30 y ‘40 que me influenciaron e inspiraron mucho: Rosita Quiroga, Azucena Maizani, Tita Merello, Ada Falcón, entre otras. No sólo por sus brillosas voces y talento sino también por sus historias de vida. Además, ese año descubrí una banda de tango hecho por mujeres, contemporánea a mí, llamada China Cruel (de la cual recomiendo escuchar todo su material porque no tiene desperdicio alguno). Las letras y músicas, escritas y compuestas por su directora Verónica Bellini, tocan temáticas actuales y desde una perspectiva netamente feminista. Con todo este combo fue que armé este espectáculo tanguero para viajar.
—¿Qué otros géneros musicales vivenciaste a lo largo de tu carrera?
—Vivencié varios géneros. De atrás para adelante les cuento que comencé tocando la flauta traversa en una banda de folklore tradicional. Luego llegó a mí el flamenco fusión y más tarde el flamenco más puro, que fueron mis grandes escuelas. Creo que el flamenco es uno de los géneros que más me ha influenciado por su pasión e interpretación y su función social. Pasé también por una banda de funk tocando la traversa que me influenció mucho. Además, candombe y murga uruguaya, sin contar el tango antes mencionado. En los últimos años me dediqué a conformar dúos y tríos del género canción, perfilando la búsqueda hacia la canción de autora que es a lo que me estoy dedicando ahora.
—¿Cuál creés que es el instrumento musical con el que te sentís identificada?
—La voz.
—¿Cómo llevaste adelante la producción de tu primer vídeo clip “Amiga mía” y quiénes colaboraron en ese proceso?
—“Amiga mía” fue un canto a la amistad literalmente. En plena pandemia, dónde decidí comenzar a “profesionalizar” mi arte, le escribí a una vieja amiga de la secundaria llamada Sol Janik, quien después de la escuela se había dedicado al cine. Gracias al primer confinamiento obligatorio pude apreciar los excelentes trabajos que Sol había realizado a lo largo de su carrera y recién estaba subiendo a YouTube. Fue entonces que ella aceptó con alegría mi propuesta de trabajar juntas. Sol vive en la Ciudad de Buenos Aires y mantuvimos largas charlas por medio de WhatsApp creando muy de a poco esta producción. Estábamos en pleno 2020 con todas las incertidumbres y angustias sociales y personales, nos fuimos acompañando en todas esas, con nuestros altibajos. Paralelamente, en la Acustisala (un estudio de grabación autogestiva) con Matías Fagés fuimos grabando la canción en la que participaron Josefina Merlino en guitarra y voces y Nataly Ayala en percusión y voces. Luego Pablo Formica fue quien hizo la mezcla y masterización. Finalmente, a finales de noviembre, ampliamos el grupo de amigas y las reunimos a todas en la casa de dos de ellas. Por un lado, las platenses en la puesta en escena y por otro las porteñas, Sol junto a dos amigas más de la secundaria se encargaron de la producción y el detrás de escena. En medio del rodaje se nos cortó la luz, ¡nos pasó de todo! Pero fue alta jornada y resultó maravillosa, llena de encuentro, frescura y amistad. Eso creo que es lo que más se ve reflejado en el video.
—Estás presentando tu primer EP “Abrir más”, que atraviesa géneros bien distintos, ¿qué líneas conectan musicalmente a los seis temas que lo constituyen?
—Las líneas que conectan los seis temas son la sonoridad de la (guitarra) electro criolla y mi voz. Por otro lado, que todas hablan de procesos profundos, de trasmutación vincular e interna. Por eso se llama “Abrir más”: abrir más el corazón a todo esto que es y que fue, por mucho más que vendrá.
—¿Cuáles son los proyectos de Lucía Moccia para el 2022?
—Quiero generar una obra que fusione el clown y la música. También durante este año estuve trabajando en la composición de algunas “micro-canciones” que me gustaría grabar en un tercer material discográfico en 2022. Y por último estoy realizando una investigación sobre el cuerpo escénico en intérpretes musicales que desprenderá para el año que viene varios talleres y experiencias de producción colectiva bien interesantes.
—¿Dónde pueden encontrarte aquellos que deseen conocer tu música? —Mi Instagram es @luciamocciamerchan, ahí hay algunos videítos que no están en otros lados y además pueden enterarse de las próximas fechas. También pueden escuchar mi música en Bandcamp, YouTube y Spotify, aunque el disco de “Tangos” está solamente en la primera.
Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.
—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.
—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.
—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.
—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.
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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.
Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.
“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.
ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.
—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.
- Frustración, sabor a cebolla
- Ansiedad, aroma a menta
- Alegría, aroma a vainilla
—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?
—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.
—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?
—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.
—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?
- Despierta: Integridad
- Diamantes: Osadía
- Rotas: Coraje
- El juego de las emociones de Uma: Autenticidad
—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?
—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.
—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.
—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.
—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?
—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.
—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.
—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.
—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.
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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.
En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.
En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.
—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?
—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.
—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?
—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.
—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?
—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir. Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.
—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?
—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.
—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?
—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.
—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?
—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.
—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?
—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.
—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?
—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.
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