Entrevistas
Agustina Caride: “Cuando uno lee, aunque lo que se lea sea fantástico, está entrando a la realidad”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Las palabras se dejan llevar por el movimiento de las letras, son hilos enredándose en caminos inventados, nudos que esperan, puntos que se desatan para abrir un hueco, pequeños orificios de preguntas sobre los que la escritora Agustina Caride teje el paisaje de sus novelas y abre las puertas de la ficción para transitar la realidad.
En diálogo con ContArte Cultura, quien recientemente fuera galardonada en el II Concurso Internacional de Narrativa Young Adults por su obra “Los sueños también flotan”, cuenta sus vivencias en el arte de tejer historias que no siempre son visibles a los ojos distraídos.
—Para dar comienzo a esta charla queremos entregarte un papel imaginario en el que flotan algunas palabras. ¿Cuál es la primera imagen que ves en ese papel, qué palabras se te aparecen y qué creés que dicen de vos?
—El papel no es blanco, tiene un tono muy sutil, casi imperceptible, que vira la pureza de un blanco a un beige. Esto es porque el papel es reciclado, de modo que la textura tampoco es precisa, si uno desliza el dedo siente cierta rugosidad. Me gusta el hecho de saber que fue reciclado, que donde yo escriba existieron otras palabras, así que la primera palabra que viene a mí es “historia”, y a esa se le encadenan otras como “herencia”, “raíces”, “pasado”. Definitivamente ahí estoy yo, no solo en las palabras sino también en el acto de escribir sobre algo reciclado, algo histórico. Mi casa está decorada con muebles del mercado de pulgas. Amo lo usado porque me gusta dar vida a lo que otro abandona. También porque creo en el poder de los objetos y porque me gustan las antigüedades. Además de Letras estudié Paisajismo, quiero y cuido y defiendo a las plantas así que ¡cómo no reciclar papel!
—¿En qué momento percibiste tu vínculo con las diversas formas que ofrecen las palabras?
—Desde muy chica. Crecí en la época en la que se escribían cartas como forma de comunicación, también como modo de expresar sentimientos. Hoy mandamos una carita feliz y la amiga entiende la emoción que te alberga. Pero cuando era chica, de pupitre a pupitre, nos escribíamos cartas y poníamos en palabras lo que necesitábamos decir. Y a mí me decían que yo lo hacía lindo. Que mi forma de decir era poética, era distinta a las otras. Después, con el tiempo, ayudó mi papá. Me daba títulos que yo tenía que desarrollar en un cuento. De esa forma pasé del género epistolar a la narrativa, casi como si fuera un juego. Ya en la secundaria, una profesora terminó por sellar el destino que me uniría a la literatura, porque hizo un análisis de Final del juego, el cuento de Julio Cortázar, que me voló la cabeza. No tanto el cuento, sino el análisis, el descubrir que atrás de cada palabra había muchos sentidos. Entonces quise estudiar Letras.
— ¿Cuáles creés que podrían ser las puertas que la ficción abre sobre las veredas de la realidad?
—La ficción es realidad disfrazada. Por eso nos gusta leerla o mirar historias en películas, por eso sentimos empatía por ciertos personajes. Porque de alguna manera nos muestran las distintas realidades. La ficción es en sí la puerta. Cuando uno lee, aunque lo que se lea sea fantástico o ciencia ficción, está entrando a la realidad. A partir de la lectura uno toma conciencia, se descubre a sí mismo o a otro, reflexiona, cuestiona y da forma al mundo a veces a través de esos otros mundos.
—¿Dónde es posible encontrar el punto de partida de una historia?
—El punto de partida está en todos lados. Yo a mis alumnos, en los talleres de escritura, les aconsejo que anden con una libretita (ahora es el celular), porque una frase escuchada en la calle, una escena de la vida cotidiana o vista en una película, una sensación provocada a partir de una música, todo es punto de partida. Creo que lo difícil no está en empezar o terminar, sino en sostener una historia. Es el medio lo complicado. Definir si eso que empezó como escena o frase o sensación tiene material para un cuento o una novela. Después hay que definir la estructura, el narrador, el fin, evaluar las formas en las que se va a contar eso que se quiere contar.
—¿Y el punto final?
—El final es lo más fácil. Se va dando solo, es la misma historia la que te lo pide. De alguna manera te dice: hasta acá llegamos.
—¿Cómo vivís el proceso creativo de tus personajes?
—Con muchísimo placer. Me hago amiga (o enemiga si no lo quiero). Son fantasmas que, con el tiempo, se corporizan. Eso se ve bien en una de mis últimas novelas, No habrá sino ausencias, porque justamente se trata de una escritora, Clara, dándole forma a un personaje, Inés. Hablo mucho con ellos, les hago preguntas, me pongo en su lugar e incluso discuto. Porque no siempre tengo el control sobre ellos. Puede y suele pasar que uno imagina algo y a mitad de la escritura descubre que el camino es otro, que el personaje jamás va a hacer eso que uno quiere que haga. Sucede al escribir una novela, con el cuento es distinto porque es otro el mecanismo, hay menos tiempo para mostrar al personaje y por lo tanto menos tiempo para soltarle la rienda.
—¿De qué manera construís los escenarios de tus novelas?
—No podría decirte que existe un único método. También depende mucho de cada novela. Sí puedo decirte que me gusta ir variando, que no todo transcurre en las mismas zonas, ni siquiera en mis zonas ni en mis tiempos. En Y sin embargo no llovió la historia transcurre entre el 45 y el 55; en No habrá sino ausencias mezclo la actualidad con la década del 70; la saga Última generación es una distopía a futuro, así que me gustan escenarios en épocas y lugares distintos. Tengo personajes en Frankfurt, en Croacia (Medjugorje), incluso en países inventados, como en la novela que acaba de ganar el concurso. Cada lugar tiene un sentido y una razón de ser, no es caprichoso. Te doy el ejemplo de Los sueños también flotan, la novela ganadora. Está inspirada en los genocidios que se llevaron a cabo a lo largo de los años, a lo ancho de todo el mundo. Los nombres propios de las ciudades y de los personajes fueron pensados para señalar a los distintos continentes o lenguas. Los nombres de las cinco protagonistas representan una vocal: la A en Talawa, la E en Eori, la I en Livi, la O en Soraya y la U en Nunda. Es un simple juego que busca abarcar con las letras a todos aquellos que fueron víctimas de la humanidad. El país que inventé se llama Ligelia y pretende ser, nada más, una metáfora de los genocidios perpetuados en el mundo. Por eso el país debía ser un país inventado. Porque quería que en una nación estuvieran todas las naciones. Hay algo del nazismo y la persecución contra los judíos, algo del Ku Klux Klan, hay algo de nuestro propio país durante el tiempo de la dictadura.
—En “No habrá sino ausencias”, tu novela publicada por Letras del Sur, se entrelazaban dos historias que confluyen en un punto: la ausencia. ¿Cómo trabajaste para que tus palabras fueran ese laberinto en el que los lectores deben perderse para arribar al final?
—En mi cabeza venía rondando una imagen, la de una mujer que recibía un sobre con una carta y al ver a quién estaba dirigida se daba cuenta de que era a ella, pero habían escrito su nombre verdadero, no el que llevaba en la actualidad. Solo eso tenía, y que se iba a llamar Inés. Hacía tiempo que quería ubicar una historia en la época de la dictadura porque me parece un tiempo crucial de nuestra historia y poco desarrollado en la ficción. Así que me imaginé que Inés se había exiliado en esos años y que el cambio de nombre estaba relacionado también con eso. La novela, según yo creí, sería un policial. Sin embargo, mientras indagaba sobre la vida de Inés, mientras leía libros sobre los 70, mi mamá se enfermó y se murió de cáncer. Ese hecho fue el decisivo y por eso surgieron las dos historias paralelas. La de Inés y la de Clara, que es casi como decir la mía. Mi duelo me obligó a abandonar a Inés, la dejé corriendo a orillas de lo que en un comienzo pensé que era lago (después llegó el río). Pero como suele pasar cuando uno ya tiene al personaje en la cabeza, Inés insistía a tal punto que fue casi una amiga a la que yo le hablaba sobre la ausencia de mamá. Ese fue el disparador. Algo casi catártico que me ayudó a responderme preguntas no solamente sobre la pérdida sino también sobre todo lo que a uno le queda de esa pérdida. Porque, paradójicamente, las pérdidas dejan algo.
—¿Qué nos podés contar de tu novela “La chica de papel”, recientemente publicada por Tinta Libre? ¿Cuál fue el disparador que dio vida a la trama?
—La chica de papel está basada en una historia real, sobre una chica que lentamente pierde la confianza en sí misma y por lo tanto va perdiendo todo en su vida. Es un testimonio que escuché en un viaje y a medida que escuchaba a la chica contarlo vi pasar la novela. Ella hablaba y yo mentalmente armaba los capítulos, la iba escribiendo. Cuando volví del viaje y estaba por la página 80, me trabé. Una amiga en común me pasó el celular de la chica, la verdadera, a la que le conté que estaba novelando su vida, y que, si no le molestaba, quería hacerle preguntas y mandarle lo que había escrito. Más allá del impacto que le generó, nos hicimos muy amigas. Pero lo que destrabó la escritura fue saber que aquellas partes de la historia que yo había inventado, ¡eran ciertas! A las dos se nos puso piel de gallina, sentimos una muy fuerte conexión y nos quedó claro que la historia tenía que ser contada.
—Como dijiste antes, el 11 de septiembre te comunicaron que habías resultado ganadora del II Concurso Internacional de Narrativa Young Adults (de Soy Autor y Quipu), con “Los sueños también flotan” ¿cómo nació esa historia y qué sensaciones te produjo saber que será publicada?
—Saber que será publicado me genera una enorme felicidad. ¡Y más sabiendo que se publica con el reconocimiento de un concurso! Trabajé mucho en ese libro, lo pensé y lo moldeé mucho. Nació de la lectura de un libro (otro testimonio): Vivir para contarlo. Allí, Inmaculée Illibagiza cuenta como, a los 27 años, sobrevivió a la matanza del genocidio en Ruanda gracias a un sacerdote que la escondió en un baño de su casa. Durante noventa días estuvo encerrada con otras siete mujeres en un cubículo donde tenían que turnarse para tomar asiento. Fue su testimonio el que me llevó a imaginar a Eori, mi personaje principal, que después de 10 años vuelve a su tierra a dar una charla en la universidad donde no pudo terminar sus estudios, porque un golpe de estado comenzó con los disturbios en el país. La historia va del presente (la charla) al pasado (sus últimos recuerdos antes de escapar con sus amigas). Es la historia de una sobreviviente, de una amistad a prueba de balas (literalmente), y de un amor.
—¿Cómo sigue este año tan productivo para Agustina Caride? ¿Hay otros proyectos en camino?
—Este fue un año extraño para todos, que cambió nuestros planes. Yo estaba escribiendo una novela que, por ahora, se titula Mal nacida (obra Young Adults). Con la cuarentena no pude seguir escribiendo, ni una palabra. Por dos razones, la primera supongo que fue falta de concentración, y los cambios en mi casa (chicos dando vueltas). La segunda, es que empecé a tener mucho más trabajo, dando talleres de lectura y de escritura. A mis dos talleres básicos, se le sumaron muchos que fui dando con mi socia en forma online; e inexplicablemente los alumnos particulares se triplicaron. Creció mucho la demanda y entonces me la pasé leyendo y corrigiendo lo ajeno. En el medio se me cruzó otra idea, esta vez para adultos, que está ganando terreno en mi mente, así que no sé a dónde me va a llevar.
—Para terminar, te invitamos a dejar un deseo en nuestro papel del comienzo.
—Que miremos hacia lo esencial. Como bien dijo Saint Exupéry, lo esencial es invisible y por lo tanto cuesta descubrirlo. Estamos en un mundo que busca lo fácil y que atesora lo que puede ver y comprar. Lo esencial está a mano, pero como no lo vemos no lo agarramos.
Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.
—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.
—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.
—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.
—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.
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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.
Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.
“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.
ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.
—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.
- Frustración, sabor a cebolla
- Ansiedad, aroma a menta
- Alegría, aroma a vainilla
—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?
—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.
—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?
—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.
—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?
- Despierta: Integridad
- Diamantes: Osadía
- Rotas: Coraje
- El juego de las emociones de Uma: Autenticidad
—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?
—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.
—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.
—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.
—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?
—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.
—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.
—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.
—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.
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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.
En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.
En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.
—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?
—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.
—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?
—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.
—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?
—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir. Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.
—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?
—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.
—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?
—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.
—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?
—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.
—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?
—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.
—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?
—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.
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