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Literatura

“Con más cultura que nunca”, regresa la Feria Internacional del Libro

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“El desafío del evento más convocante en el universo del libro de habla hispana en su 48ª edición es claro: devolverle el latido a la cultura. Esta es, pues, una feria con corazón, que propone impulsar la vida de las palabras, el encuentro artístico y la reflexión en torno a nuevas realidades”, así se presenta la Feria Internacional del Libro a menos de una semana de su inauguración 2024.

Se trata de una edición especial, que contará con Lisboa como Ciudad Invitada de Honor y destacadas personalidades internacionales que llegan de todos los países de Hispanoamérica, pero también de Estados Unidos, Irlanda, Israel, Alemania, Francia, Italia, China y Canadá, entre otros. Y este año la feria incorpora a su programación multicultural un nuevo espacio de diálogo para escritores y escritoras de pueblos originarios.

“Además, diferentes voces y miradas se cruzarán en una nueva propuesta, ‘Los Debates de la Feria’, con el fin de estimular el intercambio de ideas, necesario para estos tiempos turbulentos”, detalla el comunicado oficial de la Fundación El Libro.

El discurso inaugural estará a cargo de la ensayista, cuentista, novelista y maestra de escritores Liliana Heker. Con una gran trayectoria, se espera que la autora que a sus 81 años acaba de lanzar una nueva novela, “Noticias sobre el iceberg”, estimule con un contenido potente.

La programación cuenta con casi 1500 actividades en salas y stands para lectores, editores,
bibliotecarios, libreros, ilustradores, docentes, estudiantes y toda la comunidad que comprende la cadena de valor del libro.

La Feria estará abierta al público del jueves 25 de abril al lunes 13 de mayo y se realizará en La Rural, Predio Ferial de Buenos Aires.

Para tener en cuenta

Jornadas Profesionales – Del martes 23 al jueves 25 de abril.
Editores, libreros, distribuidores, agentes literarios, ilustradores, bibliotecarios, diseñadores
y traductores, tanto argentinos como del exterior, participan en nuestras Jornadas
Profesionales con el objetivo de fortalecer las redes de contactos profesionales y estimular
la vinculación y el networking de todos los actores que integran el ecosistema del libro.
Se destacan este año las capacitaciones sobre Inteligencia Artificial y Derecho de Autor,
estrategias de marketing, acuerdos con plataformas de streaming, podcasts, audiolibros, y
bibliotecas del futuro.

Inauguración oficial – Jueves 25 de abril, 18h
El acto de apertura de la Feria contará con la presencia de autoridades gubernamentales y personalidades de la cultura. El discurso inaugural estará a cargo de la escritora argentina Liliana Heker. “Mi designación para pronunciar el discurso de apertura lo siento como un reconocimiento. Me dio mucha alegría saber que fue muy unánime. Varios me han dicho ‘qué suerte que seas vos’. Y debo responder a esas expectativas. Alejandro Vaccaro (presidente de la Fundación El Libro) me dijo cuando me propusieron: ‘Podés decir lo que quieras, nunca ponemos límites’”, expresó.

El acto de inauguración -que se transmitirá en directo por streaming a través del canal de YouTube de la Feria del Libro-, contará con interpretación simultánea a LSA (lengua de señas).

Actividades Educativas – Del viernes 26 de abril al sábado 11 de mayo.
La Feria ofrece nuevamente programas de excelencia para los educadores: las Jornadas Internacionales de Educación; el Encuentro Internacional de Narración Oral; el Congreso de Promoción de la Lectura y el Libro; y el Foro Internacional de Enseñanza de Ciencias y Tecnologías. Como cada año, la Fundación El Libro también promueve el Premio Isay
Klasse al Libro de Educación.

Además, durante todos los días hábiles se realizan actividades para educadores en la Zona
Docente.

Programa Libro % de la Conabip – Viernes 3 y sábado 4 de mayo
Por décimo novena vez se lleva a cabo este encuentro con casi mil bibliotecarios populares de todo el país, quienes vienen a comprar material con el 50% de descuento y así actualizar su fondo bibliográfico. Un clásico de la Feria del Libro de Buenos Aires.

Homenajes y recorrido fantástico
Se cumplen dos aniversarios en torno al escritor Julio Cortázar y, para honrarlo, la Feria le dedica su Maratón de Lectura.
Durante dos horas, el martes 30 de abril, a partir de las 19h y por primera vez en Zona Futuro, escritoras y escritores, actores y actrices recorrerán la literatura de Julio Cortázar, autor de inolvidables cuentos fantásticos de la literatura argentina y de “Rayuela”, la novela que enamoró y desafió a los lectores en los años 60: “Julio Cortázar es nuestro escritor lúdico y experimental, entusiasta y comprometido, exquisito y popular. Este año lo recordamos en un doble aniversario: el de su nacimiento, hace 110 años, el 26 de agosto de 1914, y el de su muerte en París, el 12 de febrero de 1984, hace 40 años”, aclaró Alejandra Rodríguez Ballester, coordinadora de la actividad.
Entre los participantes, estarán Claudia Piñeiro, Liliana Heker, Mauricio Kartún, Cristina
Banegas
, Paula y María Marull, Rubén Szchumacher, Sylvia Iparraguirre, Jorge Consiglio, Gabriel Goity, Ingrid Pelicori, Federico Jeanmaire, Josefina Delgado, Mónica Sporra y Miguel Gaya, Patricio Zunini y la participación especial de Michi Strausfeld. Pero, además, habrá música compuesta especialmente por Marcelo Katz, que la interpretará al piano, una evocación de la pasión cortazariana por el jazz y de su juvenil espíritu de cronopio siempre dispuesto a la alegre transgresión.
Este año, la Maratón se realizará en la Zona Futuro de la Feria, con un espíritu más experimental, en sintonía con las búsquedas literarias del mismo Cortázar.
Zona Futuro también propone, en esta edición, experiencias de realidad virtual a partir de fragmentos del cuento “Casa tomada”, de Cortázar y de la novela “La invención de Morel”, de Adolfo Bioy Casares.
Sobre este último escritor, galardonado con el Premio Cervantes en 1990, al cumplirse también 10 años de su nacimiento, el 15 de septiembre de 1914, y conmemorarse 25 de su fallecimiento, el 8 de marzo de 1999, se exhibirá en el Pabellón Ocre la muestra “El lado de la luz: Bioy fotógrafo”, curada por Daniel Martino.
Por otra parte, para celebrar el 60 aniversario de Mafalda, el ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha preparado un homenaje al inolvidable Quino con la participación de Rep, Max Aguirre y Verónica Ramírez, coordinados por Ronnie Arias.
Además, habrá trivias para el público sobre este emblemático personaje de la historieta argentina y una Mafalda gigante para sacarse fotos.

Otras voces, otros ámbitos
A los imprescindibles Diálogos de Escritoras y Escritores de Argentina y de Latinoamérica que forman parte central de la programación, este año se inaugura un nuevo espacio de intercambio y reflexión llamado, precisamente, La Palabra Indígena. Diálogos de Escritoras y Escritores Originarios.
Por primera vez en su historia, la Feria del Libro de Buenos Aires, en su edición 2024, abre un espacio especialmente destinado a escuchar, entrevistar, conocer y leer a estas escritoras y escritores indígenas. A ellos se les suman escritores indígenas de otras geografías (Chile, Perú, Paraguay y Canadá) para una mirada amplia de la literatura y la realidad indígena del continente.
Coordinan: Fabián Martínez Siccardi, Diego Antico y Fiona Martínez.

Cierre con debate
El domingo 12 de mayo a las 17 h se realiza por primera vez un debate de cierre de la Feria.
Bajo el lema “La cultura en el centro de la escena”, esta propuesta “dará lugar al tema que tanto nos preocupa: el financiamiento de la cultura; un debate con pluralidad de voces y disciplinas que busca relanzar los efectos de la Feria más allá de ella y ser una invitación al pensamiento crítico”. Así lo expresan Gabriela Saidón y Natalia Zito, coordinadoras de esta iniciativa. Participan: Beatriz Sarlo, Martín Kohan, Hernán Lombardi y Lucas Llach.
Modera: María O’Donnell.

Invitados internacionales
Buenos Aires es el epicentro cultural de América Latina, una ciudad cosmopolita que se caracteriza por una nutrida actividad intelectual. Durante la Feria este movimiento se agudiza y se enriquece con la participación de muchísimos autores locales e invitados del exterior. Entre los invitados internacionales que participarán de esta edición se destacan David Foenkinos (Francia), Luigi Zoja (Italia), Lídia Jorge (Portugal), Zhao Xi (China), Michael O’Loughlin (Irlanda), Rosa Oliveira (Portugal), Michi Strausfeld (Alemania), Mario Montalbetti (Perú), Pedro Vicuña (Chile), Mónica Ojeda (Ecuador), Joan Garriga Bacardi (España), Diamela Eltit (Chile), Elvira Sastre (España), Daniela Catrileo (Chile), Alina Gadea (Perú), Sergio Rodrigues (Brasil), Virginia Mórtola (Uruguay), Gemma Ruiz Palá (España), entre muchos más.

Ciudad invitada: Lisboa, pura inspiración
Una gran comitiva de escritores, ilustradores y músicos hará brillar a Lisboa como Ciudad Invitada de Honor. La programación incluye voces poéticas como la de Rosa Oliveira y Frederico Pedreira, visitas imaginarias (y reales) al mundo de Fernando Pessoa y José Saramago, y encuentros con historietistas e ilustradores que se lanzan a crear una red neuronal entre Lisboa y Buenos Aires.
De hecho, en el túnel de ingreso a la Feria, se podrá ver la muestra “Alameda” que propone un pasaje a la riqueza y diversidad de la ilustración portuguesa. Y hasta una réplica del mítico tranvía 28 (que recorre los centros turísticos más importantes de Lisboa) se estacionará en un espacio abierto cerca del túnel, para hacer un recorrido virtual.
Con una programación exquisita, las actividades no sólo se concentran en el stand ubicado en el Pabellón Amarillo sino que se podrá apreciar un ciclo de cine portugués en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (entre el 30 de abril y el 5 de mayo) y una serie de actividades en la Biblioteca Nacional, la Biblioteca del Congreso y el Teatro Colón.
En la Noche de la Feria, el sábado 27 de abril, Lisboa realizará un espectáculo especial en la sala José Hernández con la participación de la Lisbon Poetry Orchestra (LPO), el colectivo multidisciplinario que viaja a la Feria del Libro de Buenos Aires con la idea de reunir a diferentes artistas para la celebración sonora de la literatura.

Los imperdibles de la Feria
Festival Internacional de Poesía – Del viernes 26 al domingo 28 de abril
En su 17ª. edición, el Festival que honra la palabra poética, coordinado por Jorge Fondebrider, conmemora el centenario del nacimiento del poeta y editor de poesía José Luis Mangieri y del poeta Joaquín Giannuzzi.
A lo largo de sus tres días, este encuentro de poetas abarcará ocho mesas de autores de América, Europa y Asia, conjuntamente con un gran número de poetas de Argentina, tanto consagrados como emergentes.

Diálogo de Escritoras y Escritores de Argentina – Del miércoles 1 al viernes 3 de
mayo.
Este espacio se hace eco de nuevas preguntas acerca de nuestro lugar en el mundo y nuestra vida en común: esta novena edición del Diálogo de Escritoras y Escritores de Argentina busca reflejar esas tendencias y tensiones del presente.
“Celebraremos la literatura de ficción y no ficción como esa fuerza capaz de permitirnos asomar a infinitas vidas en una. Imaginarnos en el lugar de otro y convertir esa distancia en una vivencia íntima y emocional es lo que nos permite comprender cabalmente una experiencia y salir transformados. La lectura nos propone este fabuloso ejercicio de empatía”, expresa su coordinadora Verónica Abdala.

Diálogo de Escritoras y Escritores de Latinoamérica – Del sábado 4 al martes 7 de
mayo.
En su décima edición, el Diálogo de Escritoras y Escritores de Latinoamérica se hace eco de las inquietudes y problemáticas que sacuden al mundo para debatirlas desde su perspectiva regional.
“Un hilo invisible de problemas y preguntas zurce los debates de este diálogo latinoamericano. El territorio y las realidades que en él se configuran – marcadas por violencias políticas y sociales – buscan vislumbrar una salida. Quedarse en la propia tierra o irse es la primera cuestión que afrontan sus habitantes. A veces solo es posible huir mediante la imaginación, y esta puede ser aterradora. En cualquier caso, cada historia, por pequeña que sea, forja el eslabón de una identidad inestable, siempre en construcción”, dice la coordinadora Jorgelina Núñez.

Jóvenes Lectores
Como se ha comprobado en esta Feria: los jóvenes sí leen. Es más, cada año crece la concurrencia a los eventos que los convocan. Por eso la Feria expande sus propuestas culturales enfocadas a lectores jóvenes mediante charlas, mesas redondas, lecturas, recitales poéticos y, por supuesto, el 8° Encuentro Internacional de Bookfluencers. Bajo ese concepto, se incorporan nuevas tendencias en redes para la difusión de la literatura surgidas en estos tres últimos años.
También habrá mesas y charlas para celebrar los 10 años de la Movida Juvenil.

Los stands de la Feria
Nuevo Barrio – Séptima Edición
Por séptimo año consecutivo se abre este espacio innovador, donde doce editoriales seleccionadas por un jurado pueden exponer su catálogo con beneficios dentro de la Feria. Los seleccionados de Nuevo Barrio de la 48ª Feria: Colectivo Hallcofra, El hacedor, Indómita luz, La gráfica que habla, Patronus, Carpe Literario, Ediciones del Sur, 188 ruta editorial, Buena Vista, Alastor (Perú), Pez en el hielo (Uruguay) y abducción (Chile).

Orgullo & Prejuicio. Espacio de Diversidad Sexual y Cultura – Pabellón Ocre
Este espacio recupera este año el doble filo de su esencia. Se alza no solo como refugio de la imaginación LGBT+, sino también como trinchera y pista de baile. A 40 años de la publicación de “El sexo de las locas”, el deslumbrante ensayo de Néstor Perlongher, nuestro espacio materializa el homenaje a “la sexualidad loca, la sexualidad que es una fuga de la normalidad, que la desafía y la subvierte”.

Stand Federal
Este espacio, en el ingreso del Pabellón Ocre, congrega a escritores independientes, Zona de Poesía, Academias Nacionales y material especial sobre Diversidad Funcional y Discapacidad.
Como cada año, la Feria contará con más de 400 expositores de Argentina y del
exterior.

(Fuente: Prensa Fundación El Libro)

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Textos para escuchar

Borges y yo – Jorge Luis Borges

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Jorge Luis Borges recita “Borges y yo“, su minicuento.

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, las etimologías, la tipografía del siglo XVIII, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar.

Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

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Historias Reflejadas

“Tiempo de cosecha”

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Tiempo de cosecha

El tiempo se había detenido en una de sus innumerables vueltas. En aquella selva de pasiones y olvidos, la naturaleza contaba en ciclos las historias de cada especie. Unos a otros se acompañaban en una melodía perfecta en la que las noches se adherían a los días y las estaciones se hermanaban armoniosas una y otra vez, anunciando la vida y convocando a la muerte.

La niña sabía que tan solo una cortina apenas visible los separaba del mundo de los que habían partido. Es que en realidad para ella nunca lo habían hecho, porque sus ojos sabios aún los reconocían a través de la densa niebla que se empeñaba en separar lo evidente. El armonioso decir de cada uno de los seres que habitaban aquel espacio sin horas, resguardado de malicias, le llegaba justo para comunicar lo importante y para advertir acerca de los peligros. Y era la misma muerte la que ahora hablaba a través de ese árbol de ramas retorcidas y raíces firmes la que enredaba a todos con sus palabras vivas.

La niña pudo verla y escucharla. La mujer que habitaba más allá de las ramas, y que por momentos se desvanecía entre las raíces, tenía un claro mensaje para darles. Les tocaba a ellos resguardar cada uno de los tesoros que los rodeaban. Hubo un tiempo en el que la imprudencia y la codicia de los hombres devastaron esas tierras. También existió otro en el que las semillas volvieron a germinar y se abrieron paso atravesando la tristeza de cada partícula de tierra intentando un futuro. Hoy eran árboles capaces de recrear la vida y esos seres, recortados en un tiempo nuevo, estaban allí para protegerlos. La mujer que habitaba detrás de la vida se sumó al destino, alargó sus manos nudosas, afirmó sus pies enraizados con su árbol y dispersó sobre ellos nuevos brotes que multiplicarían la esencia de aquel pueblo detenido en alguna de las vueltas del tiempo, en la eternidad.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejaron en este cuento “La mujer habitada” de Gioconda Belli, “Donde el corazón te lleve” de Susanna Tamaro, “Los días de la sombra” de Liliana Bodoc, “La ciudad de las Bestias” de Isabel Allende.

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Textos para escuchar

Casa tomada – Julio Cortazar

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Julio Cartazar lee su cuento Casa tomada

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.

Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.

Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.

Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.

Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.

Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:

-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.

Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.

-¿Estás seguro?

Asentí.

-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.

Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.

Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.

-No está aquí.

Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.

Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.

Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:

-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?

Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.

(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)

Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.

No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.

-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.

-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.

-No, nada.

Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.

Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

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Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
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