Literatura
“El lector sabe que está condenado a la soledad”
El escritor y periodista español Arturo Pérez-Reverte habló sobre la importancia del libro en su vida, sus comienzos como lector y advirtió a los jóvenes que lo escuchaban con atención que “el lector sabe que está condenado a la soledad y que siempre va a ser el bicho raro”, en la primera jornada del Festival Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil, que comenzó este lunes en el Centro Cultural Kirchner.
El encuentro organizado por la Fundación Santillana y La Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes eligió a Buenos Aires como sede del tercer festival que tiene como idea celebrar la lectura con los chicos y que ya se realizó en Colombia y España en ediciones anteriores.
El también columnista y ex corresponsal de guerra, autor de decenas de libros, entre ellos de la saga del Capitán Alatriste, fue el invitado de honor y el responsable de contarle a los chicos, jóvenes y profesionales sus anécdotas como lector: “Para esta presentación recurrí a las preguntas que me hacen en las redes muchos lectores jóvenes, y hoy voy a darles respuesta”.
“No soy un especialista, solo soy novelista y un tipo que se la pasó leyendo y mirando. Desde los 7 u 8 años los libros marcaron mi vida de manera definitiva. En mi juventud el formato del libro era el mismo para todas las edades. Nací en el 51 y para cuando comencé a leer, se leía texto porque era lo que había. Eso asusta a los lectores de hoy. La actual sobreestimulación, el escaso tiempo de lectura, la baja calidad de algunos libros, hacen que la paciencia que se le exige al buen lector se haya terminado”, declaró Pérez-Reverte.
“Los chicos quieren, y los editores hacen malabares para conseguirlo, un libro atractivo, de colores brillantes, que enganche desde el principio, con muchas ilustraciones, juegos y menos palabras. Eso es casi imposible. A esta realidad se enfrentan hoy editores, maestros y padres”, aseguró.
“Por suerte el cómic es un buen acceso al mundo de la lectura”, sostuvo el autor de “Falcó”, a la vez que enumeró una serie de títulos con los que conformó una “pequeña lista de bestsellers”: “Jerónimo Stilton”, “El club de las zapatillas rojas”, “Blue Jeans”, “Harry Potter” y “Los juegos del hambre”.
Distendido y acomodado en un sillón dispuesto sobre el escenario y agitando suavemente su vaso con agua como si fuese de whisky, Pérez-Reverte habló de una parte poco conocida de su vida. “Tuve la suerte de crecer rodeado de una biblioteca grande. Mis abuelos y padres la tenían. Mi primer contacto con ellos fue jugando, haciendo barricadas para mis soldaditos. Mis padres nunca me obligaron a leer, solo me facilitaron el acceso, me orientaron a acercarme”.
“¿Que te dio la lectura?, suelen preguntarme. Bueno, capacidad de interpretar el mundo. Comencé a leer porque en la primera comunión mi madre le pidió a todos que me regalaran libros. Ese día me encontré con 30 o 40 libros y así comencé mi propia biblioteca. Ya de grande, cuando comencé a moverme por el mundo, cuando jugaba con amigos o me peleaba con ellos, o cuando me enamoré, ya tenía cientos de historias en mi cabezas y podía interpretar el mundo. Y si me enamoraba… lo hacía como Romeo y Julieta”.
“Todos los libros del mundo hablaban de mí siempre. Lo que contaban en sus páginas era mi vida, veía en sus páginas mi futuro o la explicación del mismo”, recordó el español con admiración.
Según Pérez-Reverte una biblioteca para chicos debería contar con títulos como “Mafalda”, “Gaturro”, “Mortadelo y Filemón”, “Pinocho”, “El señor de las moscas”, “Momo”, “La historia interminable”, “La isla del tesoro” y “Harry Potter”.
Otra de las consultas fue acerca de cuál consideraba que era su libro favorito. “Es difícil de responder, porque cada lector es un mundo”, adelantó, pero arriesgó: “‘El conde de Montecristo’. Es una historia larga pero habla de venganza, amor, injusticia, crueldad, compasión. Dumas tuvo el tino de colocar todos los sentimientos del ser humano en una sola obra”.
Por otra parte, el también director del sitio literario web Zenda aseguró que “vamos hacia un mundo diferente. Creo, y ojalá me equivoque, que esto se convertirá en una masonería y le gente se reconocerá por la lectura de los libros. El mundo actual no va hacia los libros, pese al trabajo de los editores”.
Y agregó: “Creo que el libro va a desaparecer, no sé en cuánto tiempo pero todo terminará en una masonería de lectores que irán a librerías, anticuarios y el libro de culto será valioso”.
“¿Cómo ayudan los libros a interpretar el mundo? Ellos hicieron que un día llenara mi mochila de libros y me convirtiera en periodista de guerra. Cuando veía arder Beirut o Sarajevo, o presenciaba matanzas y violaciones, los libros me ayudaron a digerir esa realidad”.
Finalmente Pérez-Reverte, ganador del Premio Asturias de Periodismo (1993) sostuvo: “Quiero decirles a todos los lectores que serán marginados y marginarán. El libro es como un analgésico, pero lamento comunicar que que no te hace feliz. Te hace vivir la vida con más intensidad, te produce lucidez, pero es lo peor porque raramente es compatible con la felicidad”.

El ministro de Cultura Pablo Avelluto participó junto a Mariano Jabonero, representante de la Fundación Santillana, y Maximiliano Gulmanelli, secretario de Gestión Educativa del ministerio de Educación.
Con la presencia del ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, el director de Educación de la Fundación Santillana y el secretario de Gestión Educativa del Ministerio de Educación nacional, este lunes quedó inaugurado el Festival Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil, que contará con la presencia de autores como Pablo de Santis, Luis Pescetti, Fernando Salem, Jordi Sierra i Fabra y Antonio Orlando Rodríguez, entre otros.
La programación del festival, que cierra mañana a las 12 en el CCK (Sarmiento 151, CABA), se puede encontrar en www.fundacionsantillana.com
Literatura
Entregan a Pablo Maurette el Premio Herralde de Novela por “El contrabando ejemplar”
El escritor argentino Pablo Maurette fue galardonado con el Premio Herralde de Novela por “El contrabando ejemplar”, seleccionada entre 892 manuscritos. La obra, que llegará a las librerías argentinas en diciembre, narra la historia de Pablo, un aspirante a escritor que viaja a Madrid para recuperar el manuscrito inacabado de Eduardo, su amigo y mentor.
Ese texto inconcluso intentaba desentrañar el enigma del destino argentino a partir del “contrabando ejemplar”, un sistema de comercio clandestino del siglo XVII. La apropiación del manuscrito se convierte en un ejercicio de reconstrucción personal y literaria: un viaje entre la biografía del narrador y la de su maestro, un personaje peronista, melancólico y excesivo.
En el relato aparecen figuras como la tía Chiquita, Teruca, Pietro Malaspina —primer italiano en pisar el Río de la Plata—, Zebulão Mendes, médico judío converso, y el monstruo querandí, criatura mítica que sobrevuela la historia nacional. Con humor, ternura y violencia, los personajes componen un mosaico donde se confunden historia, imaginación y memoria afectiva.
El jurado —integrado por Cecilia Fanti, Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y la editora Silvia Sesé— distinguió la obra presentada bajo el seudónimo Carlos Bernárdez. En la fase final, compitió con “¡Adelante, Cronófobos!” de Diego Garrido, “El profesor de piano” de Emilia Lenz, “Gringo joven” de Yobaín VB y “Animal fiero” de Juan José Ferro Hoyos.
Marta Sanz definió la novela como “un viaje amenísimo por nuestras ficciones históricas y personales”, mientras que Villalobos destacó su “exégesis delirante y provocadora de la historia argentina”. Para Fanti, la obra responde desde la literatura a la pregunta “¿en qué momento se jodió la Argentina?”.
Nacido en Buenos Aires en 1979, Maurette es autor de las novelas “La migración” y “La niña de oro”, y de ensayos como “La carne viva” y “Por qué nos creemos los cuentos”. Reside en Florencia, colabora con La Repubblica y enseña literatura comparada en la Florida State University.
Literatura
Morir por la Patria
por Luis Carranza Torres (*)
La fecha del 2 de noviembre proviene de la tradición católica del Día de los Fieles Difuntos, instituido en el siglo XI por el monje Odilón de Cluny y difundido por toda la cristiandad occidental. En el calendario litúrgico, este día sigue al Día de Todos los Santos (1 de noviembre), y se dedica a recordar y orar por las almas de los difuntos.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, con la consolidación del Estado nacional, a partir de dicha raíz cristiana y religiosa, el Estado argentino estableció su proyección cívica, disponiendo en idéntica fecha el “Día de los Muertos por la Patria” para honrar a los caídos en las guerras de independencia y en las campañas militares, como la de la Independencia, las guerras civiles, la Guerra del Paraguay o la Campaña del Desierto. O los conflictos que los siguieran en el futuro.
Se trataba de una mirada institucional, que buscaba realzar el sacrificio por la Nación dentro de un marco simbólico de profundo respeto.
En 1903, durante un acto en el Cementerio de la Recoleta, el ministro de Guerra general Pablo Riccheri expresó en su discurso que “la patria debe su existencia a quienes supieron morir por ella”. Se trata de una frase que sintetiza una verdad tan clara como dolorosa. Aspectos no menores de nuestra vida se deben a quienes ya no están.
Desde 1983, el 2 de noviembre comenzó a incluir homenajes a los caídos en el conflicto de Malvinas e Islas del Atlántico Sur, en actos oficiales, escolares y parroquiales.
Y en su vertiente castrense, en 1990, el Ejército emitió una orden interna que establecía la “ceremonia del Día de los Muertos por la Patria” como acto de carácter obligatorio, con ofrenda floral, toque de silencio y lectura de nombres. Desde el año 2000 y por disposición del Ministerio de Defensa se amplió el homenaje a caídos en misiones de paz, como en la Ex-Yugoeslavia, Haití o Chipre.
Generalmente se cae en el error de asociar tales muertes a las bajas militares en tiempos bélicos. Pero el sentido del recordatorio es mucho más extensivo. Día a día, hay innumerables servidores públicos que entregan su vida por la vida colectiva de los argentinos: desde policías y bomberos, a cualquier otra área de riesgo del Estado, muchas veces alejada de los denominados cuerpos armados del Estado: tal es el caso de quienes realizan investigaciones riesgo para nuevas medicinas en laboratorios, mantienen la seguridad de los procesos en centrales nucleares, se exponen a ambientes insalubres para la salud del prójimo. Arriesgan y pierden la vida para salvar la de otros.
Se trata de una entrega que alcanza no sólo al cumplimiento de un deber público en sí, sino a todos los peligros que se sortean a tales efectos: no pocos servidores públicos han muerto en accidentes yendo o viniendo de sus labores.
Tampoco debe olvidarse que, sin entregar la propia existencia, hay sacrificios que tienen similar consideración. Gentes que han dedicado su vida, renunciando a muchas cosas personales, en función de dedicarse a otros. Sobre todo, a aquellos compatriotas en situaciones de mayor vulnerabilidad. Estén dentro o fuera de las estructuras estatales.
No solo supone, con o sin uniforme, el sacrificio de entregar la propia existencia. Supone también, de cara a los que deben seguir, el grado más alto posible del espíritu de servicio. De una ética del compromiso en función del bien común.
No son tan recordados como se debería. Y mucho menos, se hallan presentes en la cultura colectiva, más que nos pese. Reducidos por lo general, a actos en escuelas o unidades militares.
Fue por eso que una de mis novelas, Vientos de Libertad, ambientada en el contexto del Cruce de los Andes, fue dedicada a ellos. Los seres más anónimos de los grandes acontecimientos que nos definen como conjunto, como sociedad, como Nación. Aquellos que han llevado a cabo un sacrificio que siempre me ha impactado. Por eso, cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.
Como dice la frase tan conocida. Prohibido olvidarlos. Civiles y militares, agentes estatales o no. A todos ellos.
(*) Abogado y escritor cordobés.
Literatura
Dua Lipa recomendó a Mariana Enriquez para leer en Halloween
La cantante Dua Lipa recomendó el libro “Los peligros de fumar en la cama”, de la escritora argentina Mariana Enriquez, en el especial de Halloween, que se celebró el viernes, de su club de lectura.
Desde 2022, la artista decidió embarcarse en un proyecto personal por fuera de la música: la lectura. Es por eso que lanzó Service95, una plataforma en la que mensualmente recomienda un libro, comparte una reseña del mismo y hasta suele tener conversaciones íntimas con diferentes autores.
Para la edición de octubre, especial por ser el mes de Halloween, Dua Lipa encaminó su recomendación hacia el terror y eligió a una de sus autoras favoritas, Mariana Enriquez.
“Este libro presenta 12 relatos inquietantes ambientados en Buenos Aires y sus alrededores, que a menudo se centran en mujeres y niñas que experimentan sucesos sobrenaturales entrelazados con los traumas de la historia argentina”, escribió Dua Lipa en su reseña de Los peligros de fumar en la cama.
Esta no es la primera vez que Dua Lipa recomienda autores argentinos. A comienzos de 2024, compartió un entusiasmo especial por el libro “Fortuna”, escrito por Hernán Díaz, quien ganó el premio Pulitzer en el año 2023 por esta novela. También mencionó a “No es un río”, de Selva Almada.

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