Historias Reflejadas
“Alas de cuento”
Alas de cuento
Había decidido volar. Sus alas invisibles, desplegadas en el aire de un cuento, se movían apresuradas por encima y por debajo de las palabras. Posaba sus ojos en ese paisaje inventado y recorría la inmensidad del espacio, atendiendo a los detalles que agigantaban los pasos de la historia.
Había llegado a tocar el sol, las manos posadas en el punto exacto de su nacimiento, y lo había acompañado a morir, en el mismo sitio donde morían las palabras.
Había escondido a la noche en un cofre misterioso. La luna retenida en ese manto oscuro y pegajoso estiraba sus cráteres para regresar y una sombra se derramaba sobre esa página extraña.
Había guardado las mil caras del fuego, chispa sobre chispa, para encender los deseos de quienes lo acompañaran en el vuelo.
Había notado que sus dedos se alargaban, sin quererlo, y viajaban sobre teclas de un viejo piano para alcanzar a las notas de una canción olvidada. Alas desplegadas en el viento.
Había decidido volar por encima y por debajo, cerca, lejos, con los ojos bien abiertos, para perderse en el aire, liviano, como si el cuento lo elevara para atraparlo entre sus páginas.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “El vuelo del sapo”, de Gustavo Roldán con ilustraciones de Luis Scafati; “El origen del fuego”, de Margarita Mainé y Héctor Barreiro con ilustraciones de Chachi Verona; “El misterio de la caja de coco”, de Beatriz Ferro con dibujos de Elena Torres; y “La concertista sonámbula”, de Ángeles Durini con ilustraciones de Paula Adamo.
Historias Reflejadas
“El misterio de la noche”

El misterio de la noche
La noche descendía por una escalera invisible, los ojos balanceándose en el borde del sueño. Abajo, al otro lado del día, flotaba el mundo de adentro.
El extraño murmullo ascendía por el hueco de una grieta, como una voz conocida, como el viento de un cuento que despeinada las sábanas para soltar un secreto.
En la cama, justo detrás del sueño, unas ovejas curiosas saltaron para invitar al viaje. Tras ellas, varias hadas provistas de alas transparentes, subieron y bajaron por las páginas de la noche y acompañaron la llegada de unos hombrecitos sin nombre. Éstos, decididos, atravesaron las escaleras de un libro que no podía dormirse. El sueño llegó despacio, tanto que se pegó a la mañana, los ojos bien abiertos sobre la línea del día, un balanceo aquí y allá.
Y la noche, como si fuera parte de la misma página, volvía a vibrar sobre las pestañas. Otra vez…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Lorenzo y la escalera misteriosa”, de Irene Goldfeder con ilustraciones de Fernanda Bragone; “Recíproco”, del libro “Mentiras y moretones”, de Pablo Bernasconi; “Cuando no llega la noche”, de Poly Bernatene; y “La oveja imaginaria o viaje en poesía de la noche al día”, de Beatriz Actis con ilustraciones de Sonia Basch.
Historias Reflejadas
“Redondel”

Redondel
Transitaban un espacio circular, los pies sobre surcos antiguos, los pensamientos como una distancia entre las palabras, el hueco sin voces.
Giraban, sus bocas emitían sonidos, una repetición sobre los pasos, para no olvidar el nombre de cada cosa, como un regreso al punto de partida.
El eco de aquella música lejana sostenía las palabras; una ópera en el cielo, huellas sutiles en los surcos de un vinilo, mentiras dando vueltas en un redondel de silencios.
Algo se mostraba y algo se escondía, el círculo se abría. Y volvía a cerrarse.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “La construcción de la mentira”, de Gonzalo Heredia; “Corbett”, de Matías Esteban; “Rebelión en la ópera”, de Carlos Ríos; y “33 Rpm” de Juan Guinot.
Historias Reflejadas
“Rumor de cuentos”

Rumor de cuentos
Un rumor resbaladizo se alargó sobre las hojas, como un secreto sin forma, deseoso de multiplicarse.
El viento desparramó las palabras, sus letras flotando en el aire, enredándose, livianas, viajeras, inquietas.
Fue entonces, cuando las historias rodaron de boca en boca, de pelo a pluma, de pata en pata, cubiertas de escamas, libres en los ríos de la memoria.
Fue entonces cuando a las palabras les nacieron alas que se elevaron como un canto antiguo, como una ronda alrededor del fuego, como un deseo nacido de las llamas, en el vientre del monte, en el sitio exacto donde el autor las recolectaba y las convertía en cuentos.
Pura sabiduría escondida en las voces de la tierra, tan sólo un puñado de silencios.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Gustavo Roldán, sus siguientes cuentos: “El monte era una fiesta” (Ilustraciones de Manuel Purdía), “Cada cual se divierte como puede” (Ilustraciones de Claudia Deglioumini), ” Cuentos que cuentan los indios” y “El camino de la hormiga” (Ilustraciones de Juan Lima).
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