Historias Reflejadas
“Lazos”
Lazos
Retornar, volver de la oscuridad, atreverse a cruzar las aguas del miedo y del dolor donde se mecen los recuerdos, para llegar a la esencia del alma.
En las esquinas del tiempo, duermen todavía algunos amores silenciados. Ellas no pudieron elegir, debieron caminar despacio cada tramo de un destino elegido por otros.
Todo lo deseado quedaba lejos, ubicado en la otra orilla de la vida, y había que guardar en los ojos aquello que jamás se volvería a ver.
Fue necesario conocer el ardor de aquella cachetada que las obligó a levantarse. Sus pies, descalzos de alegrías, adquirieron una firmeza desconocida. Transitaron el lodo y pudieron trascender el hueco de la existencia en el que estaban escondidas las dudas.
Por fin, desde el agujero negro en el que estaban atrapadas pudieron vislumbrar la libertad.
Cada uno de los eslabones que formaban parte de la gran cadena familiar, comenzaron a soltarse y las angustias de otros tiempos se convirtieron en verdades sanadoras.
Saltaron por encima de los prejuicios, arriesgaron y asumieron las consecuencias. Sus lágrimas solitarias las ayudaron a volver.
Retornaron del laberinto del dolor y, por fin, encontraron en el amor un lazo eterno, imposible de romper.
Todas ellas, después del abismo, cruzaron las aguas del miedo, llegaron a la otra orilla y conocieron la felicidad.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia “Volver del abismo” de Laura Miranda, “Y ellos se fueron” de Viviana Rivero, “Ese ancho río entre nosotros” de Gabriela Margall, y “Encaje de dos orillas” de Mirta Pérez Rey.
Historias Reflejadas
“El misterio de la noche”

El misterio de la noche
La noche descendía por una escalera invisible, los ojos balanceándose en el borde del sueño. Abajo, al otro lado del día, flotaba el mundo de adentro.
El extraño murmullo ascendía por el hueco de una grieta, como una voz conocida, como el viento de un cuento que despeinada las sábanas para soltar un secreto.
En la cama, justo detrás del sueño, unas ovejas curiosas saltaron para invitar al viaje. Tras ellas, varias hadas provistas de alas transparentes, subieron y bajaron por las páginas de la noche y acompañaron la llegada de unos hombrecitos sin nombre. Éstos, decididos, atravesaron las escaleras de un libro que no podía dormirse. El sueño llegó despacio, tanto que se pegó a la mañana, los ojos bien abiertos sobre la línea del día, un balanceo aquí y allá.
Y la noche, como si fuera parte de la misma página, volvía a vibrar sobre las pestañas. Otra vez…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Lorenzo y la escalera misteriosa”, de Irene Goldfeder con ilustraciones de Fernanda Bragone; “Recíproco”, del libro “Mentiras y moretones”, de Pablo Bernasconi; “Cuando no llega la noche”, de Poly Bernatene; y “La oveja imaginaria o viaje en poesía de la noche al día”, de Beatriz Actis con ilustraciones de Sonia Basch.
Historias Reflejadas
“Redondel”

Redondel
Transitaban un espacio circular, los pies sobre surcos antiguos, los pensamientos como una distancia entre las palabras, el hueco sin voces.
Giraban, sus bocas emitían sonidos, una repetición sobre los pasos, para no olvidar el nombre de cada cosa, como un regreso al punto de partida.
El eco de aquella música lejana sostenía las palabras; una ópera en el cielo, huellas sutiles en los surcos de un vinilo, mentiras dando vueltas en un redondel de silencios.
Algo se mostraba y algo se escondía, el círculo se abría. Y volvía a cerrarse.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “La construcción de la mentira”, de Gonzalo Heredia; “Corbett”, de Matías Esteban; “Rebelión en la ópera”, de Carlos Ríos; y “33 Rpm” de Juan Guinot.
Historias Reflejadas
“Rumor de cuentos”

Rumor de cuentos
Un rumor resbaladizo se alargó sobre las hojas, como un secreto sin forma, deseoso de multiplicarse.
El viento desparramó las palabras, sus letras flotando en el aire, enredándose, livianas, viajeras, inquietas.
Fue entonces, cuando las historias rodaron de boca en boca, de pelo a pluma, de pata en pata, cubiertas de escamas, libres en los ríos de la memoria.
Fue entonces cuando a las palabras les nacieron alas que se elevaron como un canto antiguo, como una ronda alrededor del fuego, como un deseo nacido de las llamas, en el vientre del monte, en el sitio exacto donde el autor las recolectaba y las convertía en cuentos.
Pura sabiduría escondida en las voces de la tierra, tan sólo un puñado de silencios.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Gustavo Roldán, sus siguientes cuentos: “El monte era una fiesta” (Ilustraciones de Manuel Purdía), “Cada cual se divierte como puede” (Ilustraciones de Claudia Deglioumini), ” Cuentos que cuentan los indios” y “El camino de la hormiga” (Ilustraciones de Juan Lima).
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