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Historias Reflejadas

“Libres pinceladas”

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Libres pinceladas

Más allá de las olas, donde lo evidente se desvanece en palabras pintadas sobre los recuerdos, se asoma la imagen que sostiene cada una de las cosas.

El universo, reflejado en manchas vacías a los ojos de aquellos que no pueden descubrirlo, atrapado en una simple pincelada, despojada de todo.

El alma, recortada de su cuerpo, tan solo una sombra que se escapa para aventurarse en una vida que no logra reflejarla.

Hay que atreverse a nadar en los instantes felices, carentes de necesidades, adentrarse en el bosque de la existencia para saborear los segundos, para absorber los colores, para esparcir sobre el lienzo de los días las gotas de un amor sereno.

Es posible detenerse en las rugosidades del tiempo, caminar la aspereza de los senderos, hacerse parte del arroyo donde habitan nuestros miedos, enredados en las piedras, con las que tropezamos para salvarnos de las seguridades que nos limitan.

Más allá de las aguas, por encima de los sueños, la felicidad habita los segundos que se han quedado quietos en la incansable memoria de las horas y libera su imagen para eternizarla.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “El hacedor”, de Jorge Luis Borges, libro Antología personal; “La felicidad”, de María Teresa Andruetto, libro Cacería; “El pescador y su alma”, de Oscar Wilde, libro Cuentos Completos; y “Cómo se salvó Wang-Fô”, de Marguerite Yourcenar, libro Cuentos orientales.

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Historias Reflejadas

“Círculo de voces”

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Círculo de voces

Voces superpuestas atrapan un mandato y lo multiplican, más allá de sí mismas, en otras voces, que se pierden en el eco de los sueños para manifestarse.

La bestia acecha en el bosque de la existencia, asoma pretenciosa detrás de los árboles y cuestiona en el silencio.

Más allá, nuestra imagen se refleja en un espejo invisible, mimetizada con las garras de aquella de la cual escapamos. Todos somos parte del monstruo, nos aquietamos, rígidos en su memoria, y caemos en el abismo en un instante débil.

El hilo se tensa, las palabras se enredan en la duda y la alegría se desdibuja en un tren sin rumbo, cuya marcha se detiene en busca de la felicidad.

Los caminos se cruzan, se entrelazan en un laberinto de colores que llaman. El rojo tiñe las letras que delimitan el tiempo. Un amarillo intenso llama detrás de los árboles, en el murmullo de la bestia.

De esa manera la cadena se rompe y cada eslabón se funde en una libertad verde, para terminar con el círculo de mandatos atrapados en las voces.

Pero un grito ahoga los susurros del viento. Todo es efímero. La alegría y la desgracia se encadenan y todo vuelve a comenzar.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “Un gran esfuerzo”, de Samanta Schweblin, del libro “Pájaros en la boca y otros cuentos”; “Si esto es la vida, yo soy caperucita”, de Luisa Valenzuela, del libro “Historias de guardarropa”; “Una racha de buena suerte” y “Un día volveré”, de Perla Suez, del libro “Cuentos de Babel”; y “La larga busca” y “El hilo de la fábula”, de Jorge Luis Borges, del libro “Los conjurados”.

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“Mil vidas”

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Mil vidas

Entre las pestañas, la eternidad se expande en imágenes guardadas en el mutismo de unos ojos cerrados.

En ese espacio infinito convergen la fascinación y el asombro, el descontento y la duda, todo en su justa medida.

Detrás de las pupilas, adherido al silencio, se desenrolla un instante quieto, deseoso de retornar para convocar al pasado que todavía sigue allí, delimitado por sombras que mutan.

Las historias que alguien contó alguna vez, ruedan verdades a medias para abarcar las capas de la memoria atravesadas por el olvido.

Así, la inmortalidad despliega sus brazos en los que la vida se multiplica en mil vidas y da lugar a lo eterno, encerrado entre los ojos, donde es posible descubrir lo que falta para avanzar sobre las garras de la muerte y refugiarnos en la claridad de los sueños.


Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “Con un esqueleto bajo el brazo”, del libro “La lenta velocidad del coraje” de Andrés Rivera; “Ser otro”, del libro “Mármara” de Inés Fernández Moreno; “A ojos cerrados”, del libro “El mundo iluminado” de Ángeles Mastretta; y “Vidas”, del libro “Del cielo a casa” de Hebe Uhart.

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“Eterna poesía” – Homenaje a Liliana Bodoc –

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Eterna poesía

Con los pies descalzos atraviesa el muro del tiempo para regresar, una y otra vez, al sitio al que pertenece.

La traen las palabras, que se aquietan en los rincones para caer en el momento oportuno.

Diminutos fragmentos de su ser brillan entre las letras que permanecen para sostener el recuerdo.

Desde un rincón de los Confines, Liliana Bodoc se enreda en la brisa y esparce el perfume de las cosas perennes.

Entre las manos, los tesoros que su magia hace posible se vuelven visibles y son las curvas y las rectas que dibujan las letras en las que ella se refleja.

Cada uno de sus personajes se convierte en espejo y entonces la vemos en el laberinto de imágenes que delimitan sus mundos fantásticos, donde es necesario perderse para encontrar su mensaje.

La madre de Los Confines sigue viva, tan solo se pasea a uno y otro lado del tiempo y desde allí nos convoca para derrotar a las sombras del odio, para construir con poesía el amor de los pueblos.

Andrea Viveca Sanz

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