

Historias Reflejadas
Historias reflejadas: “Listos para viajar”

Listos para viajar
El viaje había comenzado. Por delante la vida se desplegaba como un viento rápido que invitaba a avanzar. Un paso y después otro. Había que aprender a ponerse de pie, el sendero estaba marcado, un sendero de encuentros y desencuentros, de emociones que pincelaban aquello que no podíamos ver.
Un silencio, una sonrisa, las manos sobre las manos, los lugares a los que jamás retornaríamos, un nudo de silencios atrapados en un recreo de la infancia, las luces, perdidas en una montaña de sombras, la alegría escondida detrás de una puerta mágica, capaz de transportarnos a un mundo nuevo, invisible a los ojos de otros. El amor que supo esperar paciente mis búsquedas errantes, mis vuelos y mis lágrimas guardadas en una laguna imaginada, todo eso se dibujaba frente a mis ojos mientras la brisa enredaba mis pensamientos de niña y mis palabras de madre sobre mi piel abuela.
La velocidad y luego la nostalgia por regresar. ¿Cuándo fue que llegamos si recién habíamos empezado a partir?
La imágenes se superponían formando un collage de sonidos que abarcaban la totalidad del tiempo, único y diverso.
El viento se detuvo, un silencio tímido dio lugar a una nota nueva. Todo volvía a comenzar.
La vida se desplegaba, apenas brisa. Había que estar preparados…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “El paseo”, de Pablo Lugones y Alexandre Rampazo; “El árbol de las lilas”, de María Teresa Andruetto y Liliana Menéndez; “El viaje”, de Lorena P. Aguirre; y “Las cosas, el gato y yo”, de Márgara Averbach con ilustraciones de Leicia Gotlibowski.

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“Eterna batalla”

Eterna batalla
Enredados en alguna profecía, el bien y el mal libran una eterna batalla y sus voces toman forma para convertirse en leyendas.
De pronto son fantasmas que susurran al oído aquello que se agiganta, se extienden y envuelven con telas de miedo nuestras propias miserias. Dos líneas de vida después, la claridad obliga a seguir andando y marca sus huellas.
Sin embargo, tres pasos más adelante, allí donde una curva nos obliga a detenernos, el mal deviene en monstruosas criaturas que gritan desde adentro, cuestionando nuestra esencia.
Inevitablemente, en la exquisita trama que teje el destino, su innombrable presencia se desvanece ante la luz.
Cada día los espíritus se enfrentan y miden sus fuerzas para dar lugar al equilibrio de las cosas perfectas, donde lo importante emerge de lo distinto y las tinieblas se disipan ante la verdad.
Hay que saber callar para encontrar las palabras justas que definen nuestros contornos y nos identifican.
Es posible descubrir un mundo silencioso en el que las letras se desplazan por debajo de las formas y los encuentros son posibles más allá de lo visible.
Existe un reino en el que las criaturas más elementales se desplazan entre nosotros entregando sus dones y nos rescatan, dónde los dragones se vuelven necesarios para mostrarnos una y otra vez el misterio de una sombra que más tarde ilumina.
Existe un reino en el que la poesía se convierte en tesoro para dar lugar a la magia, que nos acuna y sostiene en la interminable lucha entre el bien y el mal.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Algo más que un tesoro”, de Franco Vaccarini; “Saga del último reino”, de Leo Batic; “Tiempo de dragones, la profecía imperfecta”, de Liliana Bodoc; y “Un mago de Terramar, historias de terramar”, de Úrsula Le Guin
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“Rompecabezas del destino”

Rompecabezas del destino
Somos ciudadanos de un universo sin fronteras, en el que las delgadas líneas que nos separan se desdibujan para hacernos parte de un engranaje perfecto.
Transitamos cada día historias inconclusas que se ramifican en los túneles del alma y se aquietan, esperando el momento justo para completarse.
La vida abre su juego y se divierte entrelazando el destino de aquellos que quedan atrapados entre las agujas del tiempo. Ese tiempo que se expande o se detiene, enredando a quienes pendientes de él se arrojan al vacío. El pasado se hace presente y nos cuestiona, lo que fue ya no tiene lugar porque el compás de la existencia obliga a caminar hacia el futuro, desprovisto de todo, página en blanco en la que escribiremos nuestras elecciones.
Nada nos pertenece, cada cosa es un préstamo sutil, un suspiro robado a la vida que puede esfumarse en un instante.
Nos perdemos en ambiciones vanas. Muros de papel se desmoronan derribando nuestros sueños, disipando nuestras metas dibujadas y la felicidad se estrella en un espejo que es capaz de reflejar aquello que no queremos ver.
En los laberínticos senderos que se abren frente a nosotros, siempre podemos elegir.
No hay grilletes para la mente ni para el alma, podemos atravesar los espacios más oscuros, ser cautivos de las vivencias más extremas y sin embargo elevarnos para sentir la verdadera libertad.
El destino dispone las piezas del enorme rompecabezas del que formamos parte y nos invita a jugar.
En el gran entramado de la vida, cada minúscula pieza ocupa el lugar exacto en el momento preciso.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “La ruta de los sueños”, de Ana Emilia Moglia; “El ciudadano”, de Florencia Ghio; “Cinco mil”, de Marcelo López; y “Laberinto del alma”, de Laura Miranda.
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“Pasos en la oscuridad”

Pasos en la oscuridad
Pasos temerosos se pierden en los senderos de un bosque, cementerio de fantasmas que abrazan y cuestionan. El miedo asoma como una gran boca en medio de la niebla y los devora.
Ellos, que van en busca de algo que complete sus vidas, que en ese caminar por la oscuridad irán desenrollando su esencia, se han animado a avanzar.
Un encuentro profundo con el silencio, desborda verdades y despierta los monstruos que nos habitan.
El terror se convierte en inmensos ojos amarillos que brillan y acechan, o muta en el siniestro murmullo de unos insectos que cuentan aquello que no queremos escuchar.
Las garras de la muerte dejan huellas y estas se expanden dejando ver lo que hay del otro lado de las personas.
Lo claro se entrelaza con lo oscuro y ambos se complementan. La duda se desparrama pegajosa y marca el ritmo de las pisadas que conducen a la magia.
El mundo se queda quieto y sus pies avanzan hacia el misterio, se desplazan rumbo a aquello que llama y atrapa.
Nada es lo que parece cuando la niebla del miedo entorpece el encuentro con la verdad.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Los ojos de la noche”, de Inés Garland; “El viaje”, de Amanda Hocking; “El misterio de Crantock”, de Sergio Aguirre; y “El príncipe de la niebla” de Carlos Ruiz Zafón.
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