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Historias Reflejadas

“Presencias silenciosas”

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Presencias silenciosas

Las velas permanecían encendidas. Una llama débil, aunque persistente, evocaba a aquellos que ya no podían verse.

El tiempo sobraba. Ellos flotaban en la densidad de un pasado al que no podían regresar. Ellos eran el sueño de otros, enredados en sus pensamientos eternos.

Desde algún sitio lejano, una madeja de recuerdos comenzaba a rodar imágenes viejas en las que era posible descubrirse.

En el fondo de un pozo, cargado de miedos pegajosos, crecía la muerte y daba forma a los fantasmas que habitaban en sus almas errantes.

Los sentidos, paralizados por las sombras, lograban ganar la batalla para mirar más allá, en el sitio exacto en el que una luz indicaba el camino correcto para encontrar la verdad.

Del otro lado de un espejo roto, alguien buscaba los huesos que la reflejaban y se perdía en la locura de no poder encontrarse.

Las velas permanecían encendidas. La noche soltaba secretos que iluminaban las silenciosas presencias.

Ellos se atrevieron a atravesar el vacío que los separaba para reparar, por fin, lo que estaba quebrado.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Socorro Diez, libro pesadillesco”, de Elsa Bornemann; “Sexto sentido”, de Esteban Valentino; “Fantasía y terror en Cuerno Callado”, de Victoria Bayona; y “Wunderding y otros escalofríos”, de Olga Drennen.

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Historias Reflejadas

“El misterio de la noche”

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El misterio de la noche

La noche descendía por una escalera invisible, los ojos balanceándose en el borde del sueño. Abajo, al otro lado del día, flotaba el mundo de adentro.

El extraño murmullo ascendía por el hueco de una grieta, como una voz conocida, como el viento de un cuento que despeinada las sábanas para soltar un secreto.

En la cama, justo detrás del sueño, unas ovejas curiosas saltaron para invitar al viaje. Tras ellas, varias hadas provistas de alas transparentes, subieron y bajaron por las páginas de la noche y acompañaron la llegada de unos hombrecitos sin nombre. Éstos, decididos, atravesaron las escaleras de un libro que no podía dormirse. El sueño llegó despacio, tanto que se pegó a la mañana, los ojos bien abiertos sobre la línea del día, un balanceo aquí y allá.

Y la noche, como si fuera parte de la misma página, volvía a vibrar sobre las pestañas. Otra vez…

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Lorenzo y la escalera misteriosa”, de Irene Goldfeder con ilustraciones de Fernanda Bragone; “Recíproco”, del libro “Mentiras y moretones”, de Pablo Bernasconi; “Cuando no llega la noche”, de Poly Bernatene; y “La oveja imaginaria o viaje en poesía de la noche al día”, de Beatriz Actis con ilustraciones de Sonia Basch.

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Historias Reflejadas

“Redondel”

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Redondel

Transitaban un espacio circular, los pies sobre surcos antiguos, los pensamientos como una distancia entre las palabras, el hueco sin voces.

Giraban, sus bocas emitían sonidos, una repetición sobre los pasos, para no olvidar el nombre de cada cosa, como un regreso al punto de partida.

El eco de aquella música lejana sostenía las palabras; una ópera en el cielo, huellas sutiles en los surcos de un vinilo, mentiras dando vueltas en un redondel de silencios.

Algo se mostraba y algo se escondía, el círculo se abría. Y volvía a cerrarse.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “La construcción de la mentira”, de Gonzalo Heredia; “Corbett”, de Matías Esteban; “Rebelión en la ópera”, de Carlos Ríos; y “33 Rpm” de Juan Guinot.

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“Rumor de cuentos”

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Rumor de cuentos

Un rumor resbaladizo se alargó sobre las hojas, como un secreto sin forma, deseoso de multiplicarse.

El viento desparramó las palabras, sus letras flotando en el aire, enredándose, livianas, viajeras, inquietas.

Fue entonces, cuando las historias rodaron de boca en boca, de pelo a pluma, de pata en pata, cubiertas de escamas, libres en los ríos de la memoria.

Fue entonces cuando a las palabras les nacieron alas que se elevaron como un canto antiguo, como una ronda alrededor del fuego, como un deseo nacido de las llamas, en el vientre del monte, en el sitio exacto donde el autor las recolectaba y las convertía en cuentos.

Pura sabiduría escondida en las voces de la tierra, tan sólo un puñado de silencios.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia homenaje a Gustavo Roldán, sus siguientes cuentos: “El monte era una fiesta” (Ilustraciones de Manuel Purdía), “Cada cual se divierte como puede” (Ilustraciones de Claudia Deglioumini), ” Cuentos que cuentan los indios” y “El camino de la hormiga” (Ilustraciones de Juan Lima).

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