

Historias Reflejadas
“Rompecabezas del destino”
Rompecabezas del destino
Somos ciudadanos de un universo sin fronteras, en el que las delgadas líneas que nos separan se desdibujan para hacernos parte de un engranaje perfecto.
Transitamos cada día historias inconclusas que se ramifican en los túneles del alma y se aquietan, esperando el momento justo para completarse.
La vida abre su juego y se divierte entrelazando el destino de aquellos que quedan atrapados entre las agujas del tiempo. Ese tiempo que se expande o se detiene, enredando a quienes pendientes de él se arrojan al vacío. El pasado se hace presente y nos cuestiona, lo que fue ya no tiene lugar porque el compás de la existencia obliga a caminar hacia el futuro, desprovisto de todo, página en blanco en la que escribiremos nuestras elecciones.
Nada nos pertenece, cada cosa es un préstamo sutil, un suspiro robado a la vida que puede esfumarse en un instante.
Nos perdemos en ambiciones vanas. Muros de papel se desmoronan derribando nuestros sueños, disipando nuestras metas dibujadas y la felicidad se estrella en un espejo que es capaz de reflejar aquello que no queremos ver.
En los laberínticos senderos que se abren frente a nosotros, siempre podemos elegir.
No hay grilletes para la mente ni para el alma, podemos atravesar los espacios más oscuros, ser cautivos de las vivencias más extremas y sin embargo elevarnos para sentir la verdadera libertad.
El destino dispone las piezas del enorme rompecabezas del que formamos parte y nos invita a jugar.
En el gran entramado de la vida, cada minúscula pieza ocupa el lugar exacto en el momento preciso.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “La ruta de los sueños”, de Ana Emilia Moglia; “El ciudadano”, de Florencia Ghio; “Cinco mil”, de Marcelo López; y “Laberinto del alma”, de Laura Miranda.

Historias Reflejadas
“Regreso”


Regreso
Una voz lejana se hace escuchar. Sobre los límites de una vida callada, sus latidos pulsan el eco de un recuerdo. Es tiempo de regresar al punto de partida, sumergido en el centro, en un hueco de silencio.
Un sonido sutil, apenas una certeza enraizada, arrastra hacia el horizonte y rompe las líneas que dan forma a la geometría de lo conocido.
El viaje se inicia pesado, adormeciendo los hombros, que cargan con las piedras del pasado y aquietan el presente.
El cuerpo levanta vuelo, despega del suelo de la existencia y se eleva por encima de lo cotidiano para buscar un mapa nuevo, en el que es posible encontrarse, más allá de las innumerables rutas del miedo.
Es tiempo de avanzar, de recorrer la geografía de lo desconocido, de rodar sobre las circunstancias para caer sobre las certezas de la vida, a pesar de las sombras de la muerte.
Una voz lejana se hace escuchar, es tiempo de regresar.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “Sombras en la luna”, de Gloria Casañas; “Las fiebres de la memoria”, de Gioconda Belli; “Volver a mí”, de Laura G. Miranda; y “La intensidad del monzón”, de Carolina Macedo.
Historias Reflejadas
“El viaje”


El viaje
Los recuerdos rodaban sobre el contorno de su cuerpo y hacían equilibrio en la cornisa de su memoria. Desde allí, se habían arrojado al vacío para emerger desde el suelo como fantasmas que aseguraban la libertad.
El viaje había comenzado, justo en el punto donde su existencia se había estrellado contra el piso. Entre los escombros, flotaban preguntas. Sus partes fragmentadas buscaban las respuestas, querían olvidar para empezar a recordar.
Tenía que huir, escaparse por ese agujero del tiempo. Necesitaba expandirse, arribar al otro lado de las cosas, donde no había horas ni formas, porque lo importante era disfrutar el recorrido.
En ese espacio infinito, en el que la eternidad reunía cada trozo de su vida, pudo, por fin, encontrar las palabras. Desde algún repliegue de su memoria asomaron temerosas para arrastrar el pasado, exactamente desde el sitio en el que ellas permanecían olvidadas.
Se había escapado en un largo sueño, donde todavía podía permanecer escondido, y sin embargo había regresado más liviano, como si los fantasmas hubieran desaparecido. Como si él mismo se hubiera convertido en un fantasma que había recuperado sus sueños.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “La pregunta de mi madre”, de Luis Mey; “El suplente”, de Marcelo Birmajer; “La casa y el viento”, de Héctor Tizón; y “Los fantasmas”, de César Aira.
Historias Reflejadas
“Palabras de libertad”


Palabras de libertad
Sobre los bordes del silencio existe una línea discontinua, de puntos suspendidos en el aire entrelazados con hebras de miedo, nacidos en el lugar donde mueren las palabras.
La pena crece como una mancha oscura, sin formas, y avanza abarcándolo todo para instalarse en el fondo, sólida. Desde allí, intenta emerger pero no puede. Lo intenta, una y otra vez, pero no puede. Entonces calla y se reacomoda en ese espacio vacío en el que se vuelve roca. Inmóvil.
El recuerdo, atrapado entre rejas de angustia y violencia, se expande en un mutismo sonoro, en el sitio exacto en el que se esconde una historia. Son esas historias, perdidas en los márgenes de una realidad que intenta callarlas, las que toman forma a través de las palabras.
Desde las profundidades del abismo, las letras encadenadas por el miedo se mueven, tímidas, y comienzan a soltarse. Una junto a otra, se hermanan en un relato fresco, recién nacido, y se mimetizan con la voz que las libera.
La historia se revela y se convierte en un espejo en el que muchos se atreverán a mirarse para desandar el camino marcado.
En la frontera de los puntos suspensivos, el silencio se desdibuja sobre los bordes de una palabra para revelar lo callado…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Enero”, de Sara Gallardo; “La Confesión”, de César Aira; “Ladrilleros”, de Selva Almada; y “El infierno de los vivos”, de Alicia Barberis.
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