Historias Reflejadas
“Una respuesta entre letras”
Una respuesta entre letras
Todo estaba hilado con palabras, sostenido por las letras que, inquietas, saltaban a uno y otro lado de la vida.
Algunas eran muy antiguas y sobre ellas podía escucharse el latido del tiempo, pero pocos podían oírlo.
Otras, recién nacidas, estaban provistas de alas y eran capaces de transportar los sueños más allá de lo visible, en oscuras cuevas donde lo imposible se hacía realidad.
Entre puntos y comas, muchas letras habían perdido el rumbo y andaban buscando el lugar que les pertenecía. Sin embargo, atraídas por la curiosidad, prefirieron adherirse a la rugosa textura de una pregunta.
Los muros de las certezas cayeron abatidos ante la impertinencia de las preguntas que dieron lugar a las dudas, enredadas en otras letras capaces de tejer nuevas palabras.
Entre las páginas de un libro las letras hacían un largo viaje para sostener una historia encerrada. Afuera, otras letras daban forma a lo cotidiano y se mezclaban dentro de otras palabras que abrían las puertas a un mundo de respuestas, en el que todavía faltaban muchas preguntas.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Son muchas preguntas y todas juntas”, de Adela Basch; “Hechizos y descubrimientos”, de Márgara Averbach; “Cuentos y Chinventos”, de Silvia Schujer; y “El viaje más largo del mundo”, de Gustavo Roldán.
Historias Reflejadas
“Redondel”

Redondel
Transitaban un espacio circular, los pies sobre surcos antiguos, los pensamientos como una distancia entre las palabras, el hueco sin voces.
Giraban, sus bocas emitían sonidos, una repetición sobre los pasos, para no olvidar el nombre de cada cosa, como un regreso al punto de partida.
El eco de aquella música lejana sostenía las palabras; una ópera en el cielo, huellas sutiles en los surcos de un vinilo, mentiras dando vueltas en un redondel de silencios.
Algo se mostraba y algo se escondía, el círculo se abría. Y volvía a cerrarse.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “La construcción de la mentira”, de Gonzalo Heredia; “Corbett”, de Matías Esteban; “Rebelión en la ópera”, de Carlos Ríos; y “33 Rpm” de Juan Guinot.
Historias Reflejadas
“Rumor de cuentos”

Rumor de cuentos
Un rumor resbaladizo se alargó sobre las hojas, como un secreto sin forma, deseoso de multiplicarse.
El viento desparramó las palabras, sus letras flotando en el aire, enredándose, livianas, viajeras, inquietas.
Fue entonces, cuando las historias rodaron de boca en boca, de pelo a pluma, de pata en pata, cubiertas de escamas, libres en los ríos de la memoria.
Fue entonces cuando a las palabras les nacieron alas que se elevaron como un canto antiguo, como una ronda alrededor del fuego, como un deseo nacido de las llamas, en el vientre del monte, en el sitio exacto donde el autor las recolectaba y las convertía en cuentos.
Pura sabiduría escondida en las voces de la tierra, tan sólo un puñado de silencios.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Gustavo Roldán, sus siguientes cuentos: “El monte era una fiesta” (Ilustraciones de Manuel Purdía), “Cada cual se divierte como puede” (Ilustraciones de Claudia Deglioumini), ” Cuentos que cuentan los indios” y “El camino de la hormiga” (Ilustraciones de Juan Lima).
Historias Reflejadas
“Cruzar las páginas”

Cruzar las páginas
Había que animarse a cruzar el umbral, atravesar el silencio de las sombras; escucharlas.
Desde los costados, las siluetas fantasmales soltaban las palabras enterradas y repetían una historia sin nombres, como un deseo enterrado que anhelaba manifestarse.
Una abuela recorría los restos de las palabras, buceaba entre las páginas arrancadas de una historia viva para volverlas cuento, un cuento de abrazos inventados, retazos de tiempo sembrados bajo un árbol, al otro lado del umbral, donde se cruzaban las voces que se volvían memoria sobre las raíces.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Ema bajo el árbol”, de Fabián Sevilla; “Los que volvieron”, de Márgara Averbach; “Manuela en el umbral”, de Mercedes Pérez Sabbi; y “Mi abuela”, de Mauricio Micheloud (El esperpento)
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