

Historias Reflejadas
“Mundos de letras”

Mundos de letras
Me colgué de una letra. Mientras hacía equilibrio en la barra de la H, mis piernas buscaron el suelo. Fue entonces cuando las escuché. Venían en fila, una detrás de la otra, arrastrando hojas y palabras. Sí. Las hormigas arrastraban palabras.
Como si tiraran de un hilo, llevaban en sus cuerpos los nombres de los bichos que habitaban en la tierra y debajo de ella. Tanto tiraron del hilo, que del suelo brotó agua. Primero una gota, después otra. Y otra más. Una laguna.
Me sumergí en esas aguas, de cuento. Nadé entre letras líquidas, fui rana. Y sapo. Y flamenco en el borde de una F. Fui pato y fui pez, patas y aletas. Alas en la barra de la A, alas que vuelan y me llevan lejos.
Respiro el olor de las alturas, me vuelvo ave, mariposa, luz en la L de una luciérnaga. Me dejo llevar por el viento. Sigo el aleteo de un cóndor, me aferro a la C, cuelgo, pataleo en el aire, me balanceo en la barra de la H, que, como siempre, hace silencio y me obliga a regresar de las rutas del abecedario que descansa sobre mi escritorio.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Más bichos que no sé qué”, de Silvia Schujer y Liza Porcelli Piussi; las series “Aguamundos” y “Airemundos”, de María Cristina Ramos con ilustraciones de Virginia Piñón y Ana Josefina Mansilla; “Hormigas a montones, ¿en todas las estaciones?”, de Teresa Prost y Myriam Bahntje; y “Bichos de cuento”, de María Inés Falconi con ilustraciones de Mirian Luchetto.

Historias Reflejadas
“Regreso”


Regreso
Una voz lejana se hace escuchar. Sobre los límites de una vida callada, sus latidos pulsan el eco de un recuerdo. Es tiempo de regresar al punto de partida, sumergido en el centro, en un hueco de silencio.
Un sonido sutil, apenas una certeza enraizada, arrastra hacia el horizonte y rompe las líneas que dan forma a la geometría de lo conocido.
El viaje se inicia pesado, adormeciendo los hombros, que cargan con las piedras del pasado y aquietan el presente.
El cuerpo levanta vuelo, despega del suelo de la existencia y se eleva por encima de lo cotidiano para buscar un mapa nuevo, en el que es posible encontrarse, más allá de las innumerables rutas del miedo.
Es tiempo de avanzar, de recorrer la geografía de lo desconocido, de rodar sobre las circunstancias para caer sobre las certezas de la vida, a pesar de las sombras de la muerte.
Una voz lejana se hace escuchar, es tiempo de regresar.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “Sombras en la luna”, de Gloria Casañas; “Las fiebres de la memoria”, de Gioconda Belli; “Volver a mí”, de Laura G. Miranda; y “La intensidad del monzón”, de Carolina Macedo.
Historias Reflejadas
“El viaje”


El viaje
Los recuerdos rodaban sobre el contorno de su cuerpo y hacían equilibrio en la cornisa de su memoria. Desde allí, se habían arrojado al vacío para emerger desde el suelo como fantasmas que aseguraban la libertad.
El viaje había comenzado, justo en el punto donde su existencia se había estrellado contra el piso. Entre los escombros, flotaban preguntas. Sus partes fragmentadas buscaban las respuestas, querían olvidar para empezar a recordar.
Tenía que huir, escaparse por ese agujero del tiempo. Necesitaba expandirse, arribar al otro lado de las cosas, donde no había horas ni formas, porque lo importante era disfrutar el recorrido.
En ese espacio infinito, en el que la eternidad reunía cada trozo de su vida, pudo, por fin, encontrar las palabras. Desde algún repliegue de su memoria asomaron temerosas para arrastrar el pasado, exactamente desde el sitio en el que ellas permanecían olvidadas.
Se había escapado en un largo sueño, donde todavía podía permanecer escondido, y sin embargo había regresado más liviano, como si los fantasmas hubieran desaparecido. Como si él mismo se hubiera convertido en un fantasma que había recuperado sus sueños.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “La pregunta de mi madre”, de Luis Mey; “El suplente”, de Marcelo Birmajer; “La casa y el viento”, de Héctor Tizón; y “Los fantasmas”, de César Aira.
Historias Reflejadas
“Palabras de libertad”


Palabras de libertad
Sobre los bordes del silencio existe una línea discontinua, de puntos suspendidos en el aire entrelazados con hebras de miedo, nacidos en el lugar donde mueren las palabras.
La pena crece como una mancha oscura, sin formas, y avanza abarcándolo todo para instalarse en el fondo, sólida. Desde allí, intenta emerger pero no puede. Lo intenta, una y otra vez, pero no puede. Entonces calla y se reacomoda en ese espacio vacío en el que se vuelve roca. Inmóvil.
El recuerdo, atrapado entre rejas de angustia y violencia, se expande en un mutismo sonoro, en el sitio exacto en el que se esconde una historia. Son esas historias, perdidas en los márgenes de una realidad que intenta callarlas, las que toman forma a través de las palabras.
Desde las profundidades del abismo, las letras encadenadas por el miedo se mueven, tímidas, y comienzan a soltarse. Una junto a otra, se hermanan en un relato fresco, recién nacido, y se mimetizan con la voz que las libera.
La historia se revela y se convierte en un espejo en el que muchos se atreverán a mirarse para desandar el camino marcado.
En la frontera de los puntos suspensivos, el silencio se desdibuja sobre los bordes de una palabra para revelar lo callado…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Enero”, de Sara Gallardo; “La Confesión”, de César Aira; “Ladrilleros”, de Selva Almada; y “El infierno de los vivos”, de Alicia Barberis.
Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso