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Literatura

La Biblioteca Nacional, el edificio que soñó Borges y que llegó para unir a los argentinos

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Por Eva Marabotto (*)

Nació el 13 de septiembre de 1810, creada por la Primera Junta como biblioteca pública en el Cabildo de Buenos Aires. Transitó un tiempo en la Manzana de las Luces y luego en un edificio de la calle México al 500, diseñado para la Lotería Nacional. Sin embargo, la Biblioteca Nacional concretó el sueño de una sede a la medida de su descomunal colección de libros el 10 de abril de 1992, hace 30 años.

Ese día el presidente de entonces, Carlos Saúl Menem, convirtió en una fiesta de la cultura la inauguración del nuevo edificio que había empezado a gestarse más de tres décadas antes, en 1958, cuando un tal Jorge Luis Borges, por entonces su director, elevó un pedido de ampliación ya que el espacio de México 564 le quedaba chico a la colección de libros.

Fue entonces cuando se puso en marcha la búsqueda de un terreno donde construir una sede nueva y surgió una propuesta de algunas manzanas en la Ciudad Universitaria, que se iba a erigir entre el actual predio de la Televisión Pública y la Facultad de Derecho (donde hoy está la Floralis Genérica, la flor de metal del arquitecto Eduardo Catalano inaugurada en el 2002).

Pero la iniciativa no prosperó y le cupo al presidente Arturo Frondizi el mérito de aceptar la sugerencia de un terreno por demás emblemático: el espacio donde había estado emplazado el palacio Álzaga Unzué, elegido por Juan Domingo Perón como residencia presidencial, lugar donde falleciera Eva en 1951 y que había sido demolido en 1955 por la Revolución Libertadora. Frondizi pensó el espacio como un símbolo de la unión de los argentinos.

“Él pensó en juntar las alpargatas y los libros”, sintetiza la arquitecta Ana María Miyno, coordinadora del Archivo del Patrimonio Histórico Constructivo, quien trabaja en la Biblioteca y presenció la construcción del nuevo edificio.

Según relata la especialista, para poner en marcha el proyecto se realizó un concurso del que participaron estudios internacionales pero resultó ganadora la propuesta de los arquitectos Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga, quienes obtuvieron el primer premio en junio de 1961. Para armar el pliego se consultó a especialistas, entre ellos el mismo Borges, quien reseñó las condiciones ideales que debía tener un edificio para guardar libros.

El diseño pergeñado por el equipo comandado por Testa, uno de los arquitectos más reconocidos del país, tiene seis plantas, es de hormigón armado, con estilo brutalista, muy de moda en la década del ’50, y busca conservar el atractivo de la barranca hacia avenida Del Libertador y permitir el crecimiento del edificio para albergar nuevos libros. “Eran condiciones que estaban en el pliego- aclara Miyno– pero también estaba el pedido de que fuese algo monumentalista. Querían que cualquier extranjero que pasase por la avenida tuviese que detenerse para preguntarse qué sucedía en ese edificio”.

Esa espectacularidad que buscaba el proyecto llegó con la elección del “brutalismo” como estilo arquitectónico, una tendencia que surgió del Movimiento Moderno y tuvo su auge entre las décadas de 1950 y 1970. Estuvo inspirado en el trabajo del arquitecto suizo Le Corbusier. Su nombre deriva de la expresión francesa “betón brut” que quiere decir hormigón crudo, por el uso preponderante de ese material.

Sin embargo, la construcción se demoró tres décadas por la muerte de la arquitecta Cazzaniga, el desinterés de los gobiernos militares y la hiperinflación de la época alfonsinista que generaba la multiplicación de los costos y la obsolescencia de cualquier presupuesto. El 13 de septiembre de 1971 se colocó la piedra fundamental y durante las excavaciones de los cimientos se encontraron restos de un gliptodonte, que hoy están en el Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario. Desde entonces, Testa comenzó a asimilar el edificio con el animal prehistórico y a hablar de las vigas o las columnas de la “panza” o la “rodilla”.

Salas de lectura

El nuevo edificio se inauguró el 10 de abril de 1992 pero después de esa fecha se fueron habilitando las plantas superiores y en 1996 algunos de ellos fueron sede de las reuniones de la Convención constituyente presidida por Graciela Fernández Meijide, que elaboró la Constitución para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “A la fiesta de inauguración vino muchísima gente que llenaba la explanada hasta la avenida Del Libertador. Escritores, actores y gente de la cultura”, recuerda Miyno, quien trabajaba en la Dirección de Infraestructura Escolar y tuvo la responsabilidad de seguir cada paso de la construcción del edificio.

Según describen los planos y las maquetas actualizadas de la Biblioteca, cuenta con tres subsuelos, en la planta baja se encuentra la hemeroteca y la sala de publicaciones antiguas, y en su cubierta está la plaza pública que se conecta con las áreas verdes a su alrededor. En el primer piso hay una sala de exposiciones, un auditorio, la oficina de dirección y una cafetería. En el segundo, hay áreas administrativas, mientras que en el tercer piso se encuentra la audioteca, la fototeca y la mediateca y lo más valioso: la Sala del Tesoro con los incunables y una sala de exposición de cuadros. El cuarto alberga manuscritos históricos y materiales inéditos y los depósitos de las salas del tercero, a los que los materiales llegan a través de montacargas. La sala principal de lectura está en el quinto, mientras que en el sexto hay una sala de lectura libre para quienes llegan con sus propios libros y ahí se encuentran los materiales de referencia. A lo largo del año, la biblioteca organiza muestras y espectáculos culturales, además de ofrecer recorridos guiados.

Sala del Tesoro

En algunas de las plantas de la sede de la institución que dirige el escritor Juan Sasturain se encuentran el material que no está compuesto solo por volúmenes en papel: unos 900.000 libros, 55.000 revistas y diarios, 30.000 fotografías y 1.500 negativos, 12.000 mapas, 300.000 partituras, 70.000 grabaciones de audio y 5.000 registros audiovisuales.

En la sala del Tesoro, a la que solo acceden investigadores autorizados con guantes para no dañar ninguna de las piezas, están los incunables, es decir, previos al siglo XVI: “La ciudad de Dios” y “Los sermones” de San Agustín, dos versiones de “La Divina Comedia” de fines del 1400, una página de la Biblia que imprimió Gutenberg y un libro de menor valor histórico pero más valor sentimental: el cuaderno manuscrito en el que Julio Cortázar escribió “Rayuela”.

Además de la aparición de los restos prehistóricos, la arquitecta que atesora en cajas archivos en su oficina del nivel H del edificio todos los documentos relacionados con la construcción, incluso el proyecto y una maqueta de obra, recuerda los métodos de construcción con armazones de madera que eran rellenados con hormigón o incluso construidos sobre soportes del mismo material que luego fueron demolidos para que algunas de las alas quedasen “colgando” sostenidas por cables de acero revestidos en columnas de aluminio.

“Incluso algunos materiales e insumos para conformar la torre de enfriamiento del edificio se trajeron por aire, en helicóptero desde los terrenos del actual Canal 7, porque era más cómodo que conseguir una grúa e instalarla en esta zona”, recuerda la especialista, quien suele liderar algunas de las visitas guiadas que se organizan para los que están interesados en conocer a fondo el edificio, y recibe estudiantes y tesistas de todo el mundo que convierten al edificio con figura de cuadrúpedo en su tema de estudio.

El que cuenta la actualidad del edificio es el arquitecto Matías Insaurralde, a cargo del área de Infraestructura: “Por ahora, la biblioteca tiene espacio para seguir creciendo con depósitos ubicados en el subsuelo. Próximamente sumará la colección de libros que pertenecieron al arquitecto César Pelli donada por sus herederos. El proyecto más importante que nos gustaría concretar es la colocación de los parasoles que permitirán que no llegue la luz directa y mejorarán el aislamiento térmico en las plantas superiores”.

Hemeroteca

Sin embargo, ni los archivos del pasado ni los planes del presente registran los rumores que recorren algunas de las plantas: empleados y visitantes juran que han visto caminar por los pasillos a una mujer rubia con rodete y traje sastre. Todos le encuentran un parecido increíble con la imagen más icónica de Eva Perón.

(*) Agencia de noticias Telam

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Textos para escuchar

En el fin, al fin – Mireya Guzmán Burgos

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La escritora española Mireya Guzmán Burgos lee su poema En el fin, al fin.


En el fin, al fin

Por haber evitado el latir en el pecho,
habitó congelado el anhelo.
Cabalgaron los años al trote, torpes…
y vaciaron los jugos de la vida, apagándose.

Ya sus ojos cansados y viejos,
consumieron el brillo guardado hasta entonces.

Se secaron los labios de besos,
por no darse en las mieles, excelsos.

Por haberse evitado.
Por no haberse dado.

Fracturada en pedazos la frágil tinaja,
que guardaba presas las caricias del alma.
Desbordó sangrante el corazón aplastado
y brotó el amor.

Despertando en la muerte… a la vida.

Desgajando el alma,
hasta entonces vacía.


Mireya Guzmán Burgos

Es una escritora española conocida en el mundo de la poesía con su seudónimo Mirelha.
Nacida en Pamplona, Navarra, el 7 de abril de 1973, desde muy temprana edad mostró su gusto por lo artístico en general, en especial la escritura, la interpretación y el canto.
Además, es actriz de teatro, cine y doblaje, y modelo de fotografía.
La propia autora destaca: “Escribo desde los 14 años, poesía y relatos. Me aparté de la escritura hace unos años, por circunstancias y volví a retomar con fuerza en enero del 2021. Realicé el Taller de Escritura de Novela Creativa en 2021 en la escuela Española de escritores de Carmen Posadas. La poesía siempre me ha brotado, escribo todos los días y recito mis poemas. A veces recito poemas de otros poetas”.
Mirelha perteneciente al colectivo Amazionante, es imagen del medio de comunicación salvadoreño El Norteño News (ennewssv.com), en su sección dominical de cultura, Huella poética, para “fomentar e incentivar a la lectura y el amor por la poesía y las artes”.
Guzmán Bugos ha sido una de las cuatro ganadoras del II Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil 2021, en homenaje a la escritora Pilar Paz Pasamar y a la poesía andaluza.
El poema galardonado, “En el fin, al fin” aparecerá en su antología poética, junto con los otros 5 ganadores y 34 menciones honoríficas.
Asimismo, la escritora presentará en el corto plazo su primer poemario titulado “En el aire suspendido”.

Instagram: @mireyaguzmanburgos

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Literatura

“La universidad es un derecho” – Ediciones Bonaerenses

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Ediciones Bonaerenses, sello oficial de la provincia de Buenos Aires, presenta un título muy especial: “La universidad es un derecho”, un volumen que reúne textos de autores de diferentes disciplinas (la educación, la historia, la filosofía, la política) que argumentan, cada quien desde su perspectiva, en favor de la educación superior.

En la primera parte, dos trabajos analizan algunos antecedentes históricos en relación a la gratuidad de la enseñanza universitaria y la creación de una universidad destinada a la clase trabajadora.

En la segunda, se analizan los debates contemporáneos en torno al derecho a la educación superior y su necesidad para el desarrollo nacional. Un tercer capítulo aborda los cruces entre la universidad y los nuevos saberes para cerrar, finalmente, con un valioso anexo documental.

Esta publicación pertenece a la colección “Donde hay una necesidad”, que aloja escritos acerca de los derechos, ese conjunto de posibilidades que nos damos como sociedad y que, aunque parezcan eternos, se encuentran siempre en disputa.

Los títulos de Ediciones Bonaerenses se encuentran disponibles en formato papel en bibliotecas públicas y populares de toda la Provincia y pueden descargarse gratuitamente en formato digital en la web del sello oficial bonaerense. También pueden adquirirse ejemplares en papel a través de la tienda de la editorial.

(Fuete Prensa Ediciones Bonaerenses)

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Historias Reflejadas

“Mirar más allá”

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Mirar más allá

Los fragmentos de una historia colgaban de las estrellas. Era en aquellos puntos perdidos en el espacio, en aquellas partículas lejanas, donde se escondía el origen de todas las cosas.

Mucho más allá, donde los ojos curiosos no llegaban a ver, existían otros mundos, tan lejanos que era imposible adivinar sus formas, tan cercanos que había que ponerse anteojos para descubrir la magia que los abarcaba.

Arriba, un cielo extenso guardaba los sueños de aquellos que se atrevían a viajar por las calles de la imaginación, sin equipaje.

Había historias que circulaban en el tiempo, rodaban por encima de los objetos, con los objetos, como si fueran eternas.

Después volvían a aquietarse en la punta de una estrella o en un cráter lunar, justo allí donde los sueños se hacían realidad.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Imposible”, de Catarina Sobral; “¿Por qué las suricatas miran el cielo”, de Carolina Luzón; “El hombre que viajó a la luna”, de Patricia Suárez con ilustraciones de Nadia Romero Marchesini; y “Simi Tití mira el mundo”, de Liliana Bodoc con ilustraciones de Viviana Garófoli.

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