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Literatura

Malba Literatura suma libros de Diamela Eltit y Mario Montalbetti

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La colección “Ensayos y conferencias” de Malba Literatura incorpora dos nuevos títulos escritos por referentes de la literatura y el pensamiento latinoamericano: “Orden y desorden”, de la escritora chilena Diamela Eltit, y “¿Por qué es tan difícil leer un poema?”, del poeta y lingüista peruano Mario Montalbetti.

Ambos libros estarán disponibles desde el jueves 7 de agosto en la Feria de Editores (FED), donde Malba Literatura participará por primera vez con un stand propio (sector J7), y también podrán conseguirse en la Tienda Malba.

En “Orden y desorden” (52 págs.), Eltit despliega una serie de ensayos breves e inéditos en los que reflexiona sobre el poder, la culpa, la violencia cultural y la memoria, desde episodios religiosos hasta las marcas del neoliberalismo en la vida cotidiana. La autora, ganadora del Premio Nacional de Literatura de Chile, integra así su primer título a esta colección.

Por su parte, “¿Por qué es tan difícil leer un poema?” (72 págs.) recopila dos clases dictadas por Montalbetti en el museo. El autor propone una lectura del poema más allá de lo semántico, abordando su pensamiento específico y la relación activa que exige del lector. La publicación representa una síntesis accesible de su mirada crítica y poética, desarrollada en paralelo a su obra como ensayista y poeta.

Durante la FED también se podrá adquirir “Decir el mundo”, de Mariana Dimópulos, novedad de la colección “Cuadernos”, que introduce a los lectores en los conceptos fundamentales de la filosofía del lenguaje.

Con estos lanzamientos, Malba Literatura continúa consolidando un catálogo que articula pensamiento contemporáneo, literatura y experimentación con autores clave del panorama iberoamericano.

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Literatura

Presentan “Fangio, el hombre detrás del volante”, nuevo libro de Pablo Morosi

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El próximo miércoles 20 de agosto, en las instalaciones del Planetario de la Universidad Nacional de La Plata, se realizará la presentación del libro “Fangio, el hombre detrás del volante”, obra del periodista y escritor platense Pablo Morosi.

La cita está prevista para las 20 en el edificio de Avenida Iraola y calle 118, en el bosque platense.

En la ocasión, el autor estará acompañado por el periodista Hugo Alconada Mon, con quien conversará sobre la obra biográfica, como así también acerca de la figura y trayectoria del Juan Manuel Fangio, el quíntuple campeón de Fórmula 1 y uno de los ídolos del deporte argentino más importantes de la historia, de cuyo fallecimiento se cumplieron 30 años el pasado 17 de julio.

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Literatura

Una mujer admirable, una patriota ejemplar

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Por Luis Carranza Torres (*)

Un 3 de agosto de 1823, fallecía en Buenos Aires a los 25 años de edad, víctima de una implacable tuberculosis, María de los Remedios de Escalada.

Eclipsada por la figura de su esposo, José de San Martín, la vida de María de los Remedios Carmen Rafaela Feliciano Escalada de la Quintana no ha tenido el reconocimiento que sobradamente se merece.

Como dijo en el pie de su retrato al subirlo a la cuenta de Instragram el artista Ramiro Ghigliazza:

Cuando pienso en Remedios de Escalada, no veo solo a la esposa de San Martín, sino a una mujer luminosa, sensible, valiente. La imagino joven, de mirada dulce y gesto decidido, dispuesta a acompañar al Gran Capitán en una de las gestas más grandes de la historia. Fue su amiga, su confidente, su sostén emocional.

Remedios fue mucho más que la “señora de San Martín”: fue protagonista silenciosa de una epopeya. Desde Mendoza —donde la adoraban por su simpatía y bondad— impulsó donaciones, organizó campañas y hasta participó en la confección de la bandera del Ejército de los Andes. Amó y comprendió a José como pocos. Compartió su causa, pero también sus ausencias. Sufrió la distancia, la enfermedad, la soledad. Fue madre de Merceditas, su joya más querida. Y aun así, la historia oficial la silenció.

Pero también fue testigo del José íntimo, el de los silencios, las dudas, las rabias. Fue su amiga y su mujer, como ella misma quiso que se la recordara.

Poca duda cabe que se trató de una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Mostró asimismo un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, con la misma firmeza de carácter que podemos advertir tuvo en el manejo de sus cuestiones personales. 

En la conferencia virtual “Remedios de Escalada, una dama desconocida”, dada por Florencia Grosso el 4 de agosto de 2022 en el marco del ciclo “Mujeres en la Historia de la Emancipación Americana”, de la Coordinación de Asociaciones Culturales Sanmartinianas del Instituto Nacional Sanmartiniano, se expresó de ella: “Nacida en una burguesía opulenta, ilustrada y liberal, fue dueña de una personalidad más fuerte de lo que habitualmente se le atribuye”.

Remedios de Escalada nació el 20 de noviembre de 1797 y falleció el 3 de agosto de 1823, a causa de la tuberculosis que la aquejó desde niña. Solo veinticinco años de vida, en los que sin embargo pasaron muchas cosas, desde muy temprana edad, dignas de mención. 

Fue Remedios precoz en casi todo, empezando por su rebeldía. En abril de 1812, la hija mayor de Juan José CastelliÁngela, de 17 años, pretende casarse con el capitán Francisco Xavier de Igarzábal, amigo y antiguo edecán de su archienemigo Cornelio  Saavedra. Un enemigo político del padre, que niega su venia. 

Reconstrucción a partir de retratos de Remedios de Escalada por Ramiro Ghigliazza

El novio lo enfrenta sin sutilezas. Le promueve un “juicio de disenso”, para lograr que el gobierno autorice el casamiento por sobre la negativa paterna. Pero aun con todo a favor, los tiempos procesales no conforman la inquietud de los novios, que se casan en secreto con ayuda de amigos cercanos. Es algo contra la ley, un enlace clandestino, en lo cual Remedios no ha dudado en participar como testigo. Cuando el tema se hace público, estalla el escándalo y los intervinientes en el acto son procesados. Por influencias de su padre, suponemos, es que la detención fue domiciliaria, junto a la novia, “depositada” en una casa neutral, la de la familia Escalada

La muerte de Castelli determinará la clausura del proceso sin mayores consecuencias para ambas. Y en el caso de Ángela, poder contraer enlace con quien quería. 

Remedios pasa, por ese tiempo, por una manifestación de autonomía personal semejante. Claro está, mucho menos traumática. 

Comprometida y con esponsales celebrados con Gervasio Dorna, uno de los solteros más codiciados de la época, conoce a un militar recién llegado, José de San Martín, y la atracción desde la primera mirada es tal que conseguirá la venia de su padre para romper con lo pactado y casarse con el recién llegado. “Ella me ha mirado para toda la vida”, le dijo San Martín a Necochea tras conocerla. 

A diferencia de Dorna, no tiene fortuna ni abolengo. Algo que nunca disculpó su madre, quien se refería a su yerno como “ese soldadote”. 

El Libertador va a tener un alto concepto en su capacidad y carácter, demostrando en actos cuanto confiaba en ella. Y los sentimientos que le profesaba. 

Su adhesión a la causa emancipadora fue por propio convencimiento, más allá de también secundar con éxito desde la sociabilidad, los planes de su esposo en el futuro. 

Prueba de esto es que se contó entre las damas patricias que suscribieron la nota que el 26 de junio de 1812, apareció en la Gaceta Ministerial, presentada al Triunvirato,  ofreciéndose para ayudar de su peculio a la erogación del armamento que acaba de adquirir el gobierno para los ejércitos de la libertad: cada una de ellas ofrecía costear un fusil del cargamento abordo del buque estadounidense Liberty que el gobierno no terminaba de juntar los fondos para abonar.

Encabezaba las firmas de la nota Remedios de Escalada, junto a su hermana Nieves y sus primas de la Quintana.

“Damas Patricias constituidas en sociedad patriótica en casa de Escalada, para iniciar una subscripción entre ellas destinada a la compra de fusiles, 1812”, óleo sobre tela de José Gerompini. Museo Histórico Nacional. Argentina.

 Al hacerse cargo de la gobernación de Cuyo, fue notoria la impaciencia de San Martín porque su esposa se reuniera con él. Le escribe a Remedios, a sus padres, y hasta el Director Supremo Posadas, para apurar dicha venida. 

La sociedad patriótica de damas que formó Remedios en Mendoza, a usanza de la ya integrada en Buenos Aires, se reveló una eficaz ayuda para proporcionar los medios siempre necesarios para el Ejército de los Andes, al punto de desprenderse de sus propias joyas y alentar a otras mujeres a obrar en igual forma. 

Allí también, en dicha sociedad, se compró y confeccionó la bandera para dicha fuerzas militar.  

El 23 de octubre de 1818 por testamento en Mendoza, le confiere a Remedios “un poder tan amplio y tan bastante como el que requiera y sea necesario para que perciba y se haga cargo de todos los bienes que posee su excelencia, disponiéndolos y administrándolos como lo parezca, libre y francamente, sin intervención ni pedir permiso de autoridad alguna”.

Para más detalle sobre el tema, pueden leer en este mismo blog el artículo El testamento mendocino de José de San Martín.

Con tales poderes es que Remedios pudo tomar posesión de la casa que le regalaron por los triunfos de Chacabuco y Maipú, frente a la plaza de mayo donde hoy se levanta el edificio del gobierno de la ciudad. Y administró los bienes del matrimonio durante las campañas de Chile y Perú de su esposo.

Su vuelta a Buenos Aires, arreciando su enfermedad, muestra también aun en tales momentos críticos, la pátina de su carácter: llevó consigo un cajón por si moría en el viaje para que pudieran enterrarla con propiedad.

Tras su llegada a Buenos Aires, enferma de gravedad, Remedios fue llevada a una quinta de la calle Caseros y Monasterio, donde falleció el 3 de agosto de 1823, con solo 25 años, lejos de San Martín, cuya presencia solicitó hasta su último instante.  Deseo que, por las cuestiones políticas del momento, no pudo cumplirse. 

Al llegar finalmente San Martín a Buenos Aires, seis meses más tarde, mandó a realizar una lápida en su memoria, en la que quiso que se grabara: “Aquí descansa Remedios Escalada, esposa y amiga del general San Martín”.

Tumba de Remedios de Escalada en el Cementerio de La Recoleta.

No es menor la referencia a la amistad, que José entendía como uno de los bienes más preciados que podía tenerse, particularmente de una mujer, incluso por sobre la calidad de esposa, pues los matrimonios podían arreglarse, según él, pero la amistad era una verdadera bendición. 

Como puede verse, se trata de cuestiones que analizadas objetivamente, hablan de una confianza, cercanía, profundo afecto al menos y comunidad de vida, más allá de la presencia física. 

El encanto que enamoró al mas brillante guerrero de la independencia; el halo de opulencia, ilustración y prestigio de su familia, su declarado patriotismo; y la acechanza de la tisis, enfermedad del siglo XIX, que le impide acompañar a su esposo y cuidar de su niña, conforma una trilogía de guerra, amor y muerte que selló su destino”, al decir de Grosso

Tal cual. Una vida corta, pero intensa. “Recordarla es recordar que San Martín también fue humano. Y que a su lado hubo una mujer fuerte, sensible y valiente… que pagó el precio de amar a un héroe”, como dijera el retratista y reconstructor histórico Ramiro Ghiliazza, pero también tener siempre presente que: “Remedios fue más que la esposa de un prócer: fue símbolo de una generación de mujeres que, en silencio y con coraje, acompañaron los cimientos de una patria nueva”.

Tal cual. 

(*) Abogado y escritor cordobés – Especial para Contarte Cultura

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Textos para escuchar

El armario – Márgara Averbach

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Márgara Averbach lee su cuento El armario, del libro La luna en el armario


Un día, hace ya mucho tiempo –en los días en que yo creía en las varitas mágicas y quería encontrarme una, moverla cuatro veces en el aire y fabricarme un caballo–, abrí el armario de mi pieza y descubrí algo.

Era de tarde y yo estaba sola. Abajo, mi papá atendía su consultorio médico y mamá le hacía de secretaria. Yo estaba leyendo. En esos tiempos, leía mucho. Tal vez fue el libro el que me advirtió, no estoy segura, pero, de pronto, oí algo en el armario.

Yo era miedosa, bueno, soy miedosa (en eso, no cambié mucho). Todavía no sé por qué me animé a abrir la puerta pintada de verde claro y mirar adentro.

Una mariposa nocturna.

Era oscura, de gusano grande, de esas que siempre me dieron asco. Sé que retrocedí dos pasos, que estuve a punto de cerrar el armario de nuevo. Sé que grité el nombre de mi hermano. Él no vino: seguramente escuchaba música a todo lo que daba, encerrado en su pieza.

La mariposa voló un instante hacia mí, cambió de idea, giró en redondo como un gran barrilete negro y se posó en la mesita de luz. Abrió las alas.

¿Por qué me acerqué?, me pregunto. No era lógico: yo le tenía terror a ese animal sin palabras. No sé por qué di ese paso adelante pero sé que me alegro mucho de haberlo hecho. De cerca, la mariposa era un mundo y yo lo vi porque me animé a acercarme. Por eso y porque ella se quedó quieta.

En realidad, fue una conversación.

Un campo de espigas ondeaba en la noche tibia de esas alas: un campo de espigas, iluminado por la luz de la luna y sembrado de rumores y canciones.

No sé cuánto tiempo me quedé ahí, los ojos fijos en las alas oscuras. La mariposa no se movió hasta mucho más tarde. Para cuando salió navegando hacia la noche por la ventana abierta, yo ya sabía que hay historias en todos los rincones, que hasta en mi viejo armario, atiborrado de frío y suéteres de lana, había lunas y veranos.

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