Entrevistas
Patricia Fitti: “Cuando se me ocurre una idea que podría llegar a ser una buena historia, la pienso en imágenes”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Un universo de palabras, enredadas en líneas de grafito, rueda sobre las páginas; el viento desparrama las formas y los colores, todo toma una dimensión nueva, como si cada parte adquiriera volumen y levantara vuelo, como si las palabras estuvieran vivas y comenzaran a crecer, pura textura sobre los silencios.
Son esos silencios los que la escritora e ilustradora Patricia Fitti ha logrado capturar con sus manos y con su voz; es en esos espacios mudos en los que sus obras toman vida y se expanden hacia las manos de sus lectores.
En un diálogo virtual con ContArte Cultura la autora cuenta de qué manera vive el proceso creativo de sus obras y adelanta algunos de sus proyectos.
—Sobre este primer renglón que nos conecta vamos a dejarte un puñado de hojas secas y un lápiz, ¿cuál es la primera imagen que viene a tu cabeza para crear algo que te sirva para presentarte con esos elementos?
—Estoy en mi mesa de trabajo, justamente con esos elementos que ofrecés imaginariamente para presentarme: hojas secas y un lápiz. Pero esta vez prescindo del lápiz. Y es porque, desde que me mudé al campo, entre las sierras, hace solo unos meses, estoy tan fusionada con la naturaleza que las imágenes se me vienen en forma de hojas. O de semillas, de ramitas, de piedras… Así que lo que hago es mirar esas hojas para ver qué me sugieren sus formas. Y lo primero que viene a mi mente es la imagen de un pez. Tal vez me surge esto porque como un pez, cuando estoy creando, me sumerjo en las profundidades tanto, que a veces me olvido de que existe un mundo en la superficie. Buceo, me hundo, observo y vivo un mundo submarino donde otros sólo ven mar y olas. En la profundidad de esas aguas también me conecto con mi mundo infantil, ese que en realidad está siempre latente en mi vida, creo que soy una eterna niña encerrada en un cuerpo adulto; tal vez por eso siempre fui docente de los más pequeños, tal vez también por eso me dedico a la literatura y a la ilustración infantil.

“Soy docente de alma, aunque ya no ejerzo, pero tenía otra vocación postergada: desde chica quería dibujar y pintar como mi papá lo hacía.”
¿En qué rincones de tu infancia se gestó tu gusto por la ilustración y las palabras?
—Mi papá era un artista. Vivió en La Boca e incluso conoció a Quinquela Martín y contaba que en una oportunidad expuso junto a él. Vino de Italia después de pelear en la Segunda Guerra Mundial, y aunque era mecánico aeronáutico, le apasionaba el arte. Lo hacía como hobby, claro, ya que tenía que mantener a su familia -esposa y tres hijas-, y “del arte no se puede vivir”, decía. De chiquita lo imitaba: iba a su taller, buscaba sus cinceles e intentaba repujar algún trozo de metal. Imaginate que, entonces, yo me crié sumergida, como el pez, en el mundo del arte. Con respecto a la literatura, mi amor por las palabras y la lectura se desarrolló en la escuela. Aunque mis padres no eran lectores ni había en mi casa una biblioteca, mi mamá me estimulaba a escribir, leer o dibujar. Siempre me decía “tenés que escribir un libro”, creo que para ella era el escalón más alto a donde podía llegar. Recuerdo que, apenas supe escribir, me compraba cuadernos de hojas lisas y los cortaba a la mitad horizontalmente para que quedaran rectangulares como una revista de historietas. Y precisamente fue lo primero que hice: historietas. Más tarde, como a los 8 años, escribía a máquina mis cuentos y los ilustraba, les hacía la tapa con cartón e incluso le había inventado un nombre a la editorial y a la colección de cuentos. Pero, curiosamente, no supe de esta profesión hasta después de los treinta años. Siendo docente de nivel primario me acerqué mucho más a la literatura y comencé a investigar lugares donde poder aprender ilustración, así como también a talleres literarios. Cursé en diferentes escuelas, con varios reconocidos ilustradores de variados estilos y corrientes, y también me formé estudiando Artes Visuales.
“Mi padre era una persona increíble, no había nada que no supiera hacer. En la casa donde vivíamos no había rincón que él no hubiese embellecido. Yo lo admiré siempre.”
—¿Qué no puede faltar en tu espacio creativo?
—Tengo un taller lleno de cosas. Cajas con telas, papeles pintados, revistas, recortes, cositas para collage, frascos con semillas, piedritas y cientos de elementos naturales, otras cajas con perlas, cintas, hilos, botones… Y por supuesto estantes con tintas, acuarelas, acrílicos, óleos, pasteles, lápices, tizas, gesso, témperas, gouache… podría decirse que tengo una librería personal. Es difícil que pueda faltarme algo, y si eso sucede, alguna otra cosa puede reemplazarlo. Pero lo que sí no puede faltar y considero fundamental, es un espacio amplio ya que suelo esparcirme, luz, música o completo silencio, mate o café. Antes de comenzar un trabajo necesito sentir paz en el ambiente y ordenar el lugar. Un espacio ordenado da un efecto visual agradable y me inspiro mucho mejor. Eso sí, el orden dura muy poco…
—Contanos de qué manera lográs que tus textos se fundan o completen las ilustraciones que realizás.
—Cuando se me ocurre una idea que considero que podría llegar a ser una buena historia, la pienso en imágenes. Pero nunca parto de las ilustraciones sin antes escribir, aunque más no sea, un boceto de la historia. Necesito mínimamente tener la trama definida y resumida en algunas palabras, luego procedo a ilustrarla. Por eso invertiría la pregunta: yo no fundo o completo el texto de acuerdo a la imagen, sino que pienso la imagen y la completo de acuerdo al texto. Una vez que ambas cosas están encaminadas, sí, trabajo con el texto y la imagen simultáneamente, modificando, adecuando, completando o ajustando una cosa con respecto a la otra.

—¿Y cuando el texto es de otro autor?
—Cuando es así, lo primero que hago es darle una leída rápida, pero más por ansiedad que por otra cosa. Luego profundizo en la historia y la releo varias veces. Me documento si es necesario, y comienzo con un “casting” de personajes. Intento darle un enfoque personal, una mirada original a lo que quiero graficar, pero siempre pensando en qué querría mostrar con imágenes el escritor. En lo posible trato de contactarme con el autor para trabajar en forma conjunta. A pesar de que hay editoriales que no acostumbran o no facilitan la conexión y el intercambio entre ilustrador y escritor, yo creo que es fundamental, que el resultado es mucho más consistente, rico, acabado. El texto y la ilustración deben dialogar, complementarse para que el libro sea una obra armónica. Lo mismo sucede con la tipografía y el diseño. Creo firmemente que para hacer un buen libro, el escritor, el ilustrador, el diseñador y el editor deben trabajar en equipo.
—¿Qué técnicas y materiales son las que utilizás para dar vida a tus obras?
—Me encanta experimentar técnicas nuevas. Pero las que más utilizo son acrílico sobre papel blanco, en los casos en que quiero trabajar con mucho detalle y con un acabado prolijo, o acrílico sobre papel misionero, con acrílico puro y pinceles más duros para darle un toque más pictórico. También utilizo tinta y nogalina, las que trabajo como si fueran acuarelas, sobre papel de alto gramaje, y por último collage con elementos naturales, aunque a veces incorporo papel. Prefiero trabajar de forma analógica; disfruto mucho ensuciarme las manos, estar en contacto con el material, dejar mi impronta y mi huella imperfecta sobre el papel. A veces termino alguna ilustración digitalmente, pero nunca trabajo plenamente con la computadora. Generalmente me piden una técnica determinada o yo pregunto cuál prefieren, aunque suelo sugerir cuál es la adecuada para esa historia en particular, porque las técnicas, los materiales y los colores que utilizamos también nos cuentan cosas. No transmiten la misma sensación una línea gruesa y pesada que se traza con presión sobre el papel, los colores oscuros de la acuarela liviana que fluye o los colores pasteles. El collage, por ejemplo, es ideal para escenas más sencillas o infantiles; las imágenes son frescas, fáciles de interpretar y visualmente llamativas. Por otro lado, la tinta y la nogalina sugieren delicadeza, calidez. Y el acrílico, según como se lo manipule, puede adaptarse a cualquier situación.


—Contanos el proceso que llevás adelante para convertir esos materiales en personajes o escenarios de tus libros.
—En primer lugar, como ya mencioné antes, hago un “casting” de personajes. Comienzo a probar, hago pruebas de colores y técnicas para ver cuál cuadra mejor con lo que pide la historia. Después realizo, a grandes rasgos, un primer storyboard para ubicar las escenas en cada viñeta, ver cuántas páginas tendrá el libro, cuántas de ellas serán simples o dobles… en fin, toda la estructura que es necesario armar para ordenar lo que en definitiva será el libro. Más tarde, diseño un story más detallado, en un tamaño de hoja más grande, y ubico el texto. A partir de allí comienzo a construir simultáneamente la escritura y la imagen. Es un arduo trabajo de pulido, porque en el armado de esa sociedad, en la que conviven el lenguaje escrito con el gráfico, es donde surgen las dudas, los problemas, donde se ve la necesidad de hacer ajustes, inserciones, cambios. Siempre hay que estar dispuestos a la posibilidad de una transformación absoluta del proyecto. A veces sucede que uno termina eliminando algo que le gustaba mucho, incorporando elementos que no estaban en la idea original o incluso cambiando el final que teníamos pensado desde un comienzo. Cuando todo esto está finalmente resuelto, planteo todo digitalmente, corrigiendo tamaños, eligiendo cuidadosamente la tipografía, la paleta de color y todo el trabajo que realizaría un diseñador gráfico. Luego de imprimir todo, realizo una maqueta con las ilustraciones en blanco y negro y por último, si todo se aprueba, paso a darles color.
“Me defino como autora, aunque la palabra que más se acerca a lo que hago es ‘creadora’. Prácticamente todo el tiempo estoy pensando, creando, imaginando algo, y esto no se limita a la literatura o el arte, sino a lo cotidiano.”
—Fuiste galardonada con el premio Destino Infantil Apel-Les-Metres, de editorial Planeta en España, por tu libro “El niño que no quería ser azul, la niña que no quería ser rosa”, ¿qué nos podés contar de esa obra y ese reconocimiento?
—El niño que no quería ser azul, la niña que no quería ser rosa nació originalmente como un cuento, no como un libro álbum. La idea era contar la historia de la Cenicienta desde el punto de vista del príncipe; lo que yo quería era mostrar la presión que sienten los varones partiendo de una realidad que está aún vigente en la sociedad: una educación segmentada y desigual con respecto a las mujeres. La mayoría de las historias que se proponen hoy en día están contadas y pensadas desde lo femenino, y no desde lo masculino, y yo creo que, para romper con estos estereotipos, hay que repensar la educación que le damos a los varones, sobre todo. Después de escribir el cuento de Celestino, ya que así se llamaba originalmente el libro que presenté en la convocatoria, me di cuenta de que podía ser un libro álbum y que no necesariamente debía hablar del príncipe de Cenicienta. Entonces transformé toda la historia, respetando el objetivo que me había planteado desde un comienzo. A medida que iba armando mi proyecto, como sucede la mayoría de las veces, fui modificando ideas. Por ejemplo, en cuanto al color, decidí que desde la introducción hasta el conflicto el libro solo tuviera dos colores: celeste y rosa. Estos colores enfatizaban más esa idea de estereotipo y de división; todos los personajes femeninos, incluyendo la tipografía, serían de color rosa, y todos los masculinos, celeste. A medida que el libro llega al final, van apareciendo otros colores. Hay muchos prejuicios todavía sobre este tema, muchos padres y docentes consideran que es algo delicado y difícil de abordar; por eso recurrí a la metáfora de los colores, es una forma sutil que deja el camino abierto a varias interpretaciones. Me sentí muy honrada de recibir ese premio, fue una sorpresa muy grata. El jurado destacó “el importante mensaje que esconden sus páginas y la originalidad en la ejecución”. Afortunadamente, el libro ya va por su tercera edición en año y medio y se publicó no solo en España sino también en Turquía y Corea.


—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?
—Actualmente estoy trabajando en varios proyectos. Tengo tres libros terminados como para presentar en editoriales o concursos; dos de ellos troquelados, para niños de 2 a 7 años aproximadamente. Son libros que trabajan contenidos como “los opuestos”, pero de una manera muy original y sorpresiva. Los otros dos proyectos están orientados a un público más adulto. Uno es un libro álbum en el que el relato es una poesía y las ilustraciones están realizadas con la técnica de collage solo utilizando materiales naturales que encuentro en la tierra. Es un libro que considero muy expresivo y profundo, también fuera de lo común, teniendo en cuenta la técnica. La historia habla sobre una hoja de otoño que se enamora del viento e intenta gustarle tomando otras formas. En la historia se puede entrever el tema del maltrato y la falta de autoestima. El segundo, es un libro álbum que salió finalista en el Concurso Biblioteca Gran Insular Islas Canarias a fines del año pasado y que próximamente será publicado en Colombia. Y, por último, estoy por ilustrar, me lo acaban de confirmar, un libro para una nueva colección de AZ.
—Si pudieras dejar un sueño escondido entre las páginas de un libro, ¿cuál sería?
—Un sueño… qué complicado. Tengo sueños utópicos en los que la humanidad entera saldría beneficiada, pero no sería la única en tener esos ideales y seguramente muchos nunca se van a cumplir. Por eso, voy a hablar de mis sueños personales: tengo la suerte de haber cumplido la mayoría de los sueños que tenía cuando era chica; quería ser “dibujanta y cuentista”, y después de mucho tiempo de espera, hace solo nueve años, se hizo realidad. Viajé y conocí lugares con los que también soñaba; tengo dos hijas maravillosas; una familia lindísima, amigos, vivo en el campo, entre las sierras, con un compañero ideal, como también soñé de adolescente, ¿qué más puedo pedir? Pero hay un sueño que no pudo ser: me hubiera gustado mucho que mi papá viviera unos años más; sé que lo habría hecho muy feliz ver a dónde me llevó ese camino que él trazó para mí, sin saberlo.
Conocé más sobre Patricia Fitti en www.patriciafitti.com.ar
Entrevistas
“Vientos de libertad”, la gesta sanmartiniana en la nueva obra de Luis Carranza Torres
Por Andrea Viveca Sanz /
Edición: Walter Omar Buffarini
Cruzar las fronteras del tiempo y del espacio, animarse, como si existiera una continuidad, un rumor de páginas que necesitaran volver a leerse.
Con una trama que pone la mirada en los detalles, en los paisajes interiores de los protagonistas, en el pasado, pero también en el presente y en el futuro, Luis Carranza Torres avanza, cruza sus propias montañas y da vida a una historia que se ramifica, un entramado donde las pasiones y el amor son protagonistas.
“Vientos de libertad” es la nueva novela del escritor cordobés, quien con sus letras lleva al lector a épocas de la gesta sanmartiniana, para adentrarse en algo más de lo que cuenta la historia.
— ¿Qué te llevó a elegir este renglón de la historia para invitar a tus personajes de ficción a vivir los hechos reales?
— Me gustan los momentos bisagra de la historia, y este período en que transcurre la novela lo fue para nosotros. Nunca es en vano recordar que la Independencia argentina se sancionó, a diferencia de muchas otras, en el peor momento posible. Sin recursos, derrotados nuestros ejércitos en el Alto Perú, amenazados por los cuatro costados por los españoles, los portugueses y los indios. Nacimos, por tanto, en la esperanza, pero también por el coraje de no rendirse ante la adversidad. Eso es lo que busqué reflejar en la novela. Y es algo que sirve más allá del orgullo por nuestro pasado, en la vida diaria de cualquier persona. Se trata de la prehistoria, por así decirlo, de la Argentina que hoy conocemos. Cuando todavía ni nos llamábamos de esa forma. A la par de la evolución de los personajes, existe también la de una sociedad que busca ser de otra forma, liberándose de muchas cosas. A partir de esa declaración de independencia, se produce un gran sinceramiento colectivo de lo que queríamos ser, y de lo que podíamos lograr solo con dos cosas: un liderazgo apropiado y la capacidad de esfuerzo que nos caracteriza individualmente, pero articulada en conjunto. La gesta del cruce de los Andes muestra a lo que podemos llegar cuando hacemos bien las cosas.
— ¿De qué manera trabajaste para poner en palabras los escenarios naturales que recreás en los distintos capítulos?
— Me esfuerzo por poner atención a los detalles, esos que le confieren autenticidad a la trama. Cuando se estructura la trama, uno también va buscando el escenario para plantear determinada escena. Aquí, en “Vientos de Libertad”, no las determinan tanto los actos exteriores sino la interioridad de los personajes, que el paisaje esté a tono con lo que le pasa por dentro a quién protagoniza la escena. Fue eso lo que busqué plasmar. Te diría que aun con la presencia de una referencia geográfica de tanto peso como los Andes, la cuestión pasa más por los lugares culturales o sociológicos de ese tiempo: los espacios de sociabilización como la Alameda o la Plaza Mayor, las conversaciones en el río de las lavanderas, las sala de recibir de las casas, el cuartel militar como preparación para el cruce. Es algo que no busqué, se dio naturalmente. La cordillera está, pero a la vez no está y hay otras todavía más inmensas que sortear. A veces los libros te llevan a eso. A pesar de que he estado en los Andes de norte a sur, desde la puna al estrecho y hecho andinismo en la zona del Tupungato cuando era jóven. O quizás por eso, la presencia no es tanto física como simbólica. Los lectores decidirán (risas).

— Además hay otros escenarios que muestran la vida doméstica de José de San Martín junto a Remedios de Escalada. ¿Por qué te interesó hacer foco en esas vivencias cotidianas?
— La relación entre José de San Martín y Remedios de Escalada ha sido muy bastardeada, por usar una palabra de la época. Con ella, sobre todo, siempre invisibilizada y desmerecida injustamente. Fue Remedios una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Asimismo, mostró un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, aun desde antes de conocer al Libertador, con la misma firmeza de carácter que luego tuvo en el manejo de los asuntos patrimoniales de la pareja, ya que fue ella quien administró todo mientras San Martín hacía sus campañas, teniendo incluso la plena patria potestad de la hija de ambos. Por extraño y hasta paradójico que parezca, bien podemos decir que la Remedios histórica es muy diferente de aquella que la historiografía nos ha pintado. Por su parte, José de San Martín es bastante más de lo que usualmente tenemos en consideración. Era un hombre ilustrado, curioso de casi todo lo que se movía a su alrededor, que leía mucho, en inglés y francés además del castellano. Tocaba la guitarra, cantaba bastante bien, pintaba cuadros de paisajes, sobre todo de la cordillera, era un apasionado del ajedrez y gustaba de las nieves de limón -antecedente de nuestro actual helado de ese gusto-. Creo que la frase que el Libertador pone en la tumba de Remedios ilustra bastante respecto de la relación que tuvieron: “Esposa y amiga del general San Martín”. Recordemos que él valoraba la amistad en un grado superlativo dentro de su escala de valores. Tanto uno como otro fueron personas adelantadas a su tiempo. Y que se atraían por compartir esos valores, sintiendo admiración mutua. Es lo que quise reflejar en la historia en cuanto a ellos. La relación de igual a igual que, a juzgar por toda la documentación fidedigna, tuvieron en un gesto inaudito para la época. Parecen más un matrimonio de nuestros días que de aquellos de 1816.
— ¿Cómo se manifestaron en vos Sebastiana y Justo, los protagonistas de “Vientos de libertad”?
— Ambos son seres literarios por demás interesantes. Complejos, intrincados por dentro y por fuera, y hasta queribles aun en sus defectos. Él ya no puede ser en lo físico lo que sigue siendo en mente y alma: un soldado. Ella, un ser tan castigado por la vida, que termina por volverse una resentida con casi todos. Y el amor como prenda de unión, que da segundas oportunidades para ser feliz, pero también implica renuncias costosas. Si Justo tiene un brazo inútil, Nazarena lleva esas mutilaciones por dentro. Cada cual lidia con ellas como mejor puede, en tanto no deja de advertir que al otro le pasa igual. Para peor, ambos son terriblemente pasionales. En lo bueno y en lo malo. Particularmente, en el orgullo propio. Ninguno cede nada, a pesar de la atracción, del deseo o los fuertes sentimientos que se prodigan. Cada cual quiere lo mejor para el otro, pero a su modo. Y cuando se desilusionan, es en grande. Con todos estos ingredientes, creo que la historia de Nazarena y Justo termina siendo una de las más pasionales que he escrito. Pero también, de las más sufridas e implacables.
— ¿Hay algún personaje secundario que te gustaría destacar?
— La familia Buteler. La historia es verídica en sus líneas generales. Un irlandés que viene con el ejército inglés y se aquerencia al punto de no querer volver a su tierra y plantar raíces aquí. Algunos de los descendientes del Buteler histórico eran vecinos de mi familia en el campo, y de chico escuché alguna de las cosas que aparecen en la novela y me sirvió para darle forma a esa peculiar familia literaria. En cierto modo, es un homenaje a aquellas historias y a las personas que me las contaron. Así como a unos vecinos muy cercanos que tengo como parte de mi historia personal y considero, incluso hoy, como parte de mi familia ampliada. Además, “Vientos de Libertad” se trata de una de las novelas con más personajes secundarios que he escrito. Por lo mismo, se puede leer en varias líneas narrativas. Todas cruzadas por distintos tipos de amor: el de Goya y Tadeo, los esclavos de Nazarena, el apegado a las normas de Isabel y Eulogio, el pasional de Nazarena con Justo, el amor a la distancia entre Mariana y Tulio o el cómplice entre Remedios y José. A la par de eso, hay historias personales muy ricas en matices, como la de Goya, el mismo Tadeo, Mariana en Santiago de Chile o Isabel en Mendoza. Cada una por sus propias y muy particulares razones.

— Vemos que uno de los personajes, Eulogio, lleva un apellido conocido de otras obras tuyas: López de Madariaga. Y que Isabel es una devota lectora de Jane Austen, sin mencionar a la autora. ¿Qué podés contarnos sobre eso? ¿Hay otro texto, quizás implícito, detrás del texto impreso de la novela?
— Son guiños de complicidad para los lectores que me siguen desde siempre. Eulogio es mencionado, ya anciano, en “Palabras Silenciadas”. Es, en sus años mozos como se diría en la época de la novela, el antepasado de la familia que desarrollé en la saga de la Segunda Guerra Mundial que inició con “Mujeres de Invierno”. Antes de llevar a cabo todo por lo que su familia lo recuerda. En el caso de Isabel, sus lecturas son una suerte de homenaje a lo que he visto o me han contado que leen muchas de mis lectoras. Y para recordar que clásicos de Jane como “Orgullo y Prejuicio”, por los tabúes de la época en la sociedad inglesa, se publicaron de forma anónima, sin más datos que su escritora era una mujer. Cosas como estas encajan de maravilla para pintar con un detalle a la sociedad de entonces.
— Mientras todos ellos se preparaban para cruzar una frontera geográfica, vos ibas cruzando las barreras del tiempo para revivir aquellas escenas. ¿Qué fue lo que más te impactó de ese cruce temporal?
— La magnitud de lo que se hizo con muy pocos medios, pero usados muy inteligentemente. La libertad siempre tiene un precio e impone sacrificios. Ellos no dudaron en pagarlo, y por eso es que somos argentinos hoy en día. Tenemos una deuda con esos compatriotas que ya no están, es lo que quise reflejar en la trama de la historia. Otra de las cuestiones que me llamó la atención, y quise rescatar para dar cuerpo a la historia de la novela, es la tremenda preparación logística que implicó. No solo fue un cruce. Debieron llevar consigo todo lo que necesitaban para sobrevivir, desde la leña hasta el agua. Y combatir para apoderarse de las fortificaciones realistas que guardaban los pasos. Pero el éxito de todo dependía de mantener al adversario sin saber por dónde cruzarían. Que se revelara ese detalle hubiera ocasionado el desastre de toda la expedición, y esa es la idea movilizadora que estructura la historia.
— Has dedicado esta novela “a ese soldado argentino, sólo conocido por Dios” ¿Qué razones te movieron a poner esas palabras?
— Es una frase conocida en el mundo castrense. Refiere a aquellos que han caído en combate y no han podido ser identificados sus restos. Solo Dios sabe quién es y cómo sacrificó su vida. A veces ni tumba tienen. Hubo muchos en las guerras de la independencia, por no decir que fueron la mayoría de los caídos en esa época. Son los seres más anónimos de las batallas y guerras. Desde chico, cuando veía la llama votiva por el soldado desconocido de la Independencia a la entrada de la catedral de Buenos Aires, era algo, y lo sigue siendo hoy, que me sobrecoge. Cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.
— El viento siempre mueve cosas, ¿qué movilizaron en Luis Carranza Torres los vientos de la escritura de esta novela?
— La gratitud a aquellos que se sacrificaron para tener la libertad que, muchas veces hoy, usamos mal o, peor aún, nos resulta indiferente. Poder decidir nuestro destino es una gran cosa. No solo en lo individual, sino también como sociedad. Quise rescatar eso, pero también lo que entiendo como una paradoja curiosa y hasta cruel respecto del deber: hacer lo que entendemos correcto, implica muchas veces sacrificios muy personales. Y en el caso de los personajes de la novela, como el mismo José de San Martín lo habla con Eulogio, cumplir con el deber es alejarse de los que uno quiere y poner en riesgo de mil formas la propia existencia. Somos lo que somos colectivamente, entre otras cosas, por esos esfuerzos que se cuentan en la novela. No debemos nunca olvidarlo. Eso busqué transmitir, más allá de contar una historia vibrante en lo épico e intrincada y de suspenso también en cuanto a lo amoroso.
Entrevistas
En primera persona: Nair Libonatti, escritora
La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra
Sobre sí misma y su arte
Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.
En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.
Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.
Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.
Sobre su obra
He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.



Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias. “El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.
Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.
Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.


—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.
Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso