Mundo
A los 88 años murió Donald Sutherland, protagonista de “Los juegos del hambre”
Donald Sutherland, uno de los actores más versátiles y talentosos de Canadá, que cautivó y cautivó al público en películas como “MAS*H”, “Klute”, “Ordinary People” y “The Hunger Games” murió a los 88 años.
El actor, cuya dilatada carrera se extendió desde la década de 1960 hasta la de 2020, murió el jueves, informó su hijo, el actor Kiefer Sutherland, en las redes sociales.
Donald Sutherland, un hombre alto con una voz profunda, penetrantes ojos azules y una sonrisa traviesa, pasó sin esfuerzo de papeles de personajes a protagonistas románticos junto a artistas como Jane Fonda y Julie Christie. También interpretó su parte de bichos raros y villanos.
Una de las estrellas más importantes de Hollywood en la década de 1970, siguió siendo solicitado para proyectos de cine y televisión hasta los 80 años. Conocido por su apariencia poco convencional y su versatilidad como actor, Sutherland interpretó una amplia gama de personajes memorables.
Entre ellos se encontraban un cirujano del ejército sinvergüenza en “MAS*H” (1970), un peculiar comandante de tanque en “Kelly’s Heroes” (1970), un detective de un pequeño pueblo en “Klute” (1971), un drogado y libidinoso profesor en “Animal House” (1978), un funcionario local que se enfrenta a una presencia extraterrestre en “La invasión de los ladrones de cuerpos” (1978) y un padre desesperado en “Ordinary People” (1980). Se ganó una nueva generación de fanáticos con su gloriosa interpretación de un presidente despótico en “Los juegos del hambre” (2012) y sus secuelas.
“Me gustaría poder agradecer a todos los personajes que he interpretado, agradecerles por usar sus vidas para informar mi vida”, dijo Sutherland en su discurso al aceptar un Premio honorífico de la Academia por su trayectoria en 2017.
Kiefer Sutherland escribió en X que su padre “nunca se dejó intimidar por un papel, bueno, malo o feo. Amaba lo que hacía e hizo lo que amaba, y nunca se puede pedir más que eso. Una vida bien vivida”.
Donald Sutherland nació el 17 de julio de 1935 en la provincia canadiense de New Brunswick y se crió en Nueva Escocia. Actuó en producciones escolares en la universidad, se mudó a Gran Bretaña para perfeccionar su arte y luego se mudó a los Estados Unidos, donde su primera gran oportunidad llegó como miembro de un elenco de primer nivel en la película de guerra “The Dirty Dozen” (1967).
Saltó a la fama tres años después interpretando al cirujano inconformista Hawkeye Pierce en la sátira sobre la Guerra de Corea del director Robert Altman “MAS*H” (1970). La película, que luego se convirtió en una serie de televisión, mostraba travesuras en un hospital quirúrgico móvil del ejército, aprovechando el sentimiento pacifista entre muchos estadounidenses durante la era de la guerra de Vietnam.
También en 1970, Sutherland protagonizó junto a Telly Savalas y Clint Eastwood “Kelly’s Heroes”, como el sargento Oddball en una misión para robar oro a los nazis.
Al año siguiente, lo emparejaron con Fonda, una de las luminarias de Hollywood, en “Klute”, y luego, en 1973, interpretó a un padre afligido en “Don’t Look Now”, que incluía una candente escena de sexo con Christie. “Klute” desató un romance con Fonda, con quien participó activamente en el movimiento contra la guerra de Vietnam.
Sus películas de 1978 no podrían haber sido más diferentes. En la escandalosa comedia “Animal House”, Sutherland interpretó a un profesor que se acuesta con la novia de un miembro de una fraternidad. “Invasion of the Body Snatchers” fue una exitosa nueva versión de ciencia ficción de un clásico original de 1956, que cuenta la historia de cápsulas alienígenas que se apoderan de los seres humanos.
La actuación de Sutherland en “Ordinary People”, el debut como director de la superestrella de Hollywood Robert Redford, ayudó a que la película de 1980 ganara cuatro premios de la Academia, incluido el de mejor película. Sutherland protagonizó junto a Mary Tyler Moore y Timothy Hutton esta exploración de la fragmentación de una familia del Medio Oeste.
En la década de 1990 apareció en películas como “JFK” (1991), “Backdraft” (1991), “Buffy, la cazavampiros” (1992), “Outbreak” (1995), “A Time To Kill” (1996) y ” Instinct” (1999) y ganó un premio Emmy por su actuación en la película para televisión de HBO de 1995 “Citizen X”. En la década de 2000, apareció en las aclamadas “Cold Mountain” (2003) y “Pride & Prejudice” (2005).
En las películas de “Los juegos del hambre” de la década de 2010 sobre un futuro distópico en el que los adolescentes son enviados a una competencia mortal como entretenimiento de masas, se deleitaba interpretando al villano presidente Coriolanus Snow.
“La realidad era que tenía un país que gobernar. Al menos lo estaba gobernando, que es más de lo que se puede decir de algunas personas”, dijo Sutherland a Los Angeles Times en 2017.
“Al principio de ‘Los juegos del hambre’ era divertido caminar por un aeropuerto y de repente sientes un tirón y miras hacia abajo y es una persona joven, siempre una niña, nunca un niño”, dijo Sutherland. “Y su madre estaba parada allí y le dijeron: ‘¿Podrías tomar una fotografía con mi hija?’ Y estábamos uno al lado del otro y yo miraba a la cámara y la chica decía: ‘¿Podrías parecer mala?’”.
Los homenajes a Sutherland llegaron a Hollywood y Canadá este jueves.
Ron Howard, quien dirigió a Sutherland en “Backdraft”, lo llamó “uno de los actores de cine más inteligentes, interesantes y fascinantes de todos los tiempos”.
Sutherland tenía “un alcance increíble, coraje creativo y dedicación para servir a la historia y a la audiencia con excelencia suprema”, escribió Howard en X.
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, hablando con periodistas en Nueva Escocia, dijo que Sutherland “era un hombre con una fuerte presencia, una brillantez en su oficio y verdaderamente, verdaderamente un gran artista canadiense”.
Sutherland fue considerado uno de los mejores actores que nunca recibió una nominación al Premio de la Academia por ninguno de sus papeles. Estuvo casado tres veces y tuvo cinco hijos, incluido Kiefer.
(Fuente: Agencia Reuters)
Literatura
László Krasznahorkai apuntó a Elon Musk en su discurso Nobel
El discurso de aceptación del Nobel de Literatura de László Krasznahorkai se convirtió en una severa advertencia sobre el rumbo de la humanidad. El autor de “Tango satánico” y “Melancolía de la resistencia” habló de “nuevos ángeles sin alas” que “se están apoderando del espacio y el tiempo” de las personas, y entre ellos citó al multimillonario Elon Musk. Según explicó, su intención inicial era dedicar el texto a la esperanza, pero decidió modificarlo al percibir que “las reservas de esperanza se habían agotado totalmente”.
El escritor definió a esos “nuevos ángeles” como figuras que “caminan entre nosotros con ropa de calle” y que irrumpen “de forma inquietante” en distintos ámbitos de la vida cotidiana. Desde esa premisa, impulsó una defensa de quienes viven “en los márgenes”, reivindicando su dignidad e inocencia, dos temas que han atravesado su obra. Recordó que, a los 19 años, dejó la carrera de Derecho y vivió en la calle para comprender a los excluidos, una experiencia que marcó de forma decisiva su literatura.
Krasznahorkai evocó un episodio vivido en el metro de Berlín, donde vio a un hombre sin hogar intentando orinar sobre las vías antes de ser sorprendido por un policía. Esa escena lo llevó a formular la pregunta que rescata en su discurso: “Ser humano, criatura sorprendente, ¿quién eres?”. A partir de allí trazó una reflexión desesperanzada: recordó los avances de la humanidad —la rueda, el fuego, la cooperación, la empatía— y lamentó que, de repente, “empezaste a no creer en nada” y a destruirlo todo con los dispositivos que creó.
El autor también se refirió a su propio trabajo, marcado por la búsqueda permanente de precisión. Contó que años después de publicar “Tango satánico” sintió que debía mejorar su estilo y escribió otro libro, y así sucesivamente. “Mi vida es una corrección permanente”, afirmó, y confesó que Franz Kafka es su héroe literario. Añadió que nunca quiso convertirse en escritor: “Yo no quería ser nadie”.
Su presencia pública fue especialmente celebrada debido a sus problemas de salud, que limitan su agenda. En las últimas semanas, canceló su participación en el festival Kosmopolis y declinó la invitación a la Feria del Libro de Frankfurt, donde iba a pronunciar el discurso inaugural. Krasznahorkai es el segundo autor húngaro en recibir el Nobel de Literatura, después de Imre Kertész, distinguido en 2002 y a quien consideró “un gran amigo y una influencia literaria fundamental”.
Mundo
Murió Steve Cropper, pieza fundamental del soul y guitarrista de los Blues Brothers
El guitarrista y productor estadounidense Steve Cropper, uno de los nombres más influyentes en la historia del soul y pieza decisiva del sonido Stax, murió a los 84 años, según confirmó su hijo Cameron. Músico de referencia mundial, creador de riffs inmortales, miembro clave de los Blues Brothers y protagonista de más de seis décadas de grabaciones históricas, Cropper dejó una huella imborrable en la música popular del siglo XX.
Nacido en Dora, Missouri, y criado desde niño en Memphis, Cropper descubrió allí el poder del gospel y, a los 14 años, comenzó un camino autodidacta que lo llevó a convertirse en el guitarrista soul más reconocido del mundo. Tras sus primeras experiencias con los Royal Spades, formó parte de la mutación que dio origen a los Mar-Keys, cuyo éxito “Last Night” de 1961 abrió las puertas del sello Satellite, que luego se transformaría en Stax Records.
En 1962, junto a Booker T. Jones, Al Jackson Jr. y Lewis Steinberg (más tarde reemplazado por Donald “Duck” Dunn), fundó Booker T. & the MG’s, la legendaria banda estable de Stax. Allí nació “Green Onions”, uno de los instrumentales más celebrados de todos los tiempos y emblema del soul sureño. Su estilo —cálido, preciso, económico, siempre al servicio de la canción— se convirtió en marca registrada. Entre estudio y escenarios, Cropper también asumió tareas de A&R y producción en Stax, convirtiéndose en una figura clave en la definición estética del sello.
Entre 1965 y 1969 vivió su etapa más prolífica: produjo más de un centenar de singles, tocó en decenas de álbumes y coescribió clásicos absolutos como “In the Midnight Hour”, “Just One More Day”, “Comfort Me” o “See Saw”. Su sociedad creativa con Otis Redding alcanzó un punto culminante con “(Sittin’ On) The Dock of the Bay” escrita junto al cantante poco antes de su muerte y convertida luego en el primer número uno póstumo de la historia del pop estadounidense.
Tras dejar Stax en 1970, Cropper cofundó TMI Studios y amplió su radio de acción: colaboró con Ringo Starr, John Prine, Buddy Miles, Ramsey Lewis y José Feliciano, entre muchos otros. A mediados de los setenta se radicó en Los Ángeles, donde continuó produciendo y participando en sesiones de rock, soul y R&B. En ese período también tocó en el álbum “Rock ’n’ Roll ” de John Lennon y se unió a la banda de Levon Helm.
Su popularidad se multiplicó en 1978 al integrarse al proyecto de los Blues Brothers, primero en “Saturday Night Live” y luego en discos y películas que recuperaron para el gran público la sonoridad clásica de Stax. El éxito global de la banda lo convirtió en una figura reconocible también fuera del ámbito estrictamente musical.
En los ochenta y noventa alternó giras, grabaciones junto a artistas tan diversos como Dolly Parton, B.B. King, Etta James, Ringo Starr o Buddy Guy, y reuniones ocasionales con Booker T. & the MG’s. En 1992 ingresó al Salón de la Fama del Rock & Roll, reconocimiento a una trayectoria fundamental en la música afroamericana y sus derivaciones.
Lejos de retirarse, Cropper sostuvo una actividad intensa en el nuevo siglo: participó en bandas sonoras, colaboró con Shemekia Copeland, Frank Black, Paul Simon y Dr. John, y emprendió proyectos personales. Entre ellos destacan “Dedicated: A Salute to the 5 Royales” (2011), homenaje a una de sus grandes influencias, y los trabajos junto a Felix Cavaliere, con quien grabó “Nudge It Up a Notch” (2008) y “Midnight Flyer” (2010).
Aún en sus últimos años mantuvo una sorprendente vitalidad creativa. En 2021 publicó “Fire It Up”, nominado al Grammy, y en 2024 lanzó “Friendlytown”, disco que reunió a invitados como Billy Gibbons y Brian May.
Con más de 3.500 créditos como compositor, productor o arreglador, Cropper participó en más de 400 grabaciones y moldeó el sonido de artistas esenciales como Sam & Dave, Carla Thomas, Eddie Floyd, Mavis Staples, Wilson Pickett y Otis Redding. Su influencia se extiende a generaciones de guitarristas que encontraron en su estilo sobrio, rítmico y profundamente emotivo un modelo de elegancia y eficacia.
La muerte de Steve Cropper marca el final de una era. Su obra —y su inconfundible toque de guitarra— seguirán resonando como parte esencial del ADN del soul y del rock estadounidense. Su legado, vasto y luminoso, permanecerá vivo en cada compás que ayudó a crear.
Literatura
Haruki Murakami y la disciplina detrás de su creatividad
Haruki Murakami, uno de los autores más influyentes y leídos del panorama literario mundial, ha repetido en numerosas ocasiones que no cree en fórmulas mágicas ni trucos secretos para escribir. Su método, lejos de cualquier mito bohemio, se apoya en una rutina estricta que combina trabajo sostenido, ejercicio diario y horarios inflexibles. Una disciplina que, según afirma, mantiene sin excepciones desde hace más de treinta años.
En una entrevista con The Paris Review, Murakami describió con precisión la estructura de sus días cuando trabaja en una novela: se levanta a las cuatro de la mañana, escribe entre cinco y seis horas, por la tarde corre diez kilómetros o nada mil quinientos metros, y se acuesta a las nueve de la noche. Nada de desvelos inspirados, cafés interminables ni caos creativo. El secreto, asegura, es exactamente lo contrario.
Antes de dedicarse por completo a la literatura, Murakami tenía un estilo de vida opuesto al actual: regentaba un bar de jazz en Tokio, trabajaba de noche y dormía poco. Pero al decidir convertirse en escritor profesional comprendió que necesitaba un cuerpo fuerte para sostener una mente enfocada. Ese cambio fue radical y marcó el inicio de su hábito de correr casi a diario, práctica que relata en sus ensayos —entre ellos “De qué hablo cuando hablo de escribir”— como un pilar de su vida creativa. “Durante más de tres décadas, tengo por costumbre salir a correr o ir a nadar durante una hora casi a diario”, escribe en uno de sus textos.
Murakami sostiene que cuerpo y mente funcionan como un sistema inseparable. Su convicción se resume en una frase contundente: “Cuando la fuerza disminuye, con ella la capacidad de pensar”. La idea encuentra respaldo en estudios recientes que señalan que el ejercicio moderado favorece la generación de nuevas neuronas en el hipocampo, región clave para la memoria y la concentración. Sin actividad física regular, estas neuronas se pierden; con entrenamiento sostenido, se consolidan.
Para el escritor, su rutina no tiene nada de sacrificio. La concibe como un mecanismo de estabilidad que le permite mantener la concentración necesaria para sostener meses de escritura. Correr, nadar, escribir y dormir temprano conforman un engranaje que, repetido día tras día, le asegura la claridad mental que exige una novela.
La repetición, sostiene, es en sí misma una herramienta creativa. “La repetición se convierte en lo importante; es una forma de hipnosis. Me hipnotizo para alcanzar un estado mental más profundo”, explicó. Según Murakami, el talento ocupa un lugar menor frente a la constancia: escribir una novela es, en sus palabras, “un entrenamiento de supervivencia”, donde la resistencia física importa tanto como la sensibilidad artística.
Aun así, advierte que su método no debe tomarse como un modelo universal. No recomienda correr ni madrugar: simplemente relata lo que le funcionó. “Si a alguien le interesa correr grandes distancias, empezará a correr por su cuenta. Si no le interesa, no hay manera de convencerlo”, escribió en una columna para The New Yorker. Su conclusión es simple: cada persona debe construir su propio sistema. Él comenzó casi por intuición: “Decidí empezar a correr todos los días porque quería ver qué pasaba”. Lo que descubrió fue un hábito que lo hizo más fuerte, más estable y, sobre todo, más creativo.
(Fuente: Agencia Noticias Argentinas)