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Entrevistas

Eloísa Tarruella: “La escritura son esos zapatos color rojo rubí que puedan hacerme volar”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

La poesía se mueve con ella. Sus pies recorren un camino de palabras, como huellas de un lenguaje familiar que crece y se multiplica.

Eloísa Tarruella es licenciada en Artes Visuales, directora de cine, dramaturga y actriz. El arte atraviesa su vida y es metáfora en cada una de sus creaciones.

Sus personajes invitan al espectador a ser parte de la trama, como si lograra borrar con su voz la invisible línea que separa la ficción de la realidad.

En diálogo con ContArte Cultura, la artista abre las puertas de su mundo creativo y comparte sus vivencias.

—Te invitamos a comenzar esta charla a la distancia con un juego de presentación. Para eso vamos a entregarte un par de zapatos, se trata de un objeto imaginario, un símbolo del camino recorrido y de las huellas dejadas. ¿Cuál es la primera imagen que se te aparece? ¿Cómo son esos zapatos? ¿Qué dicen de vos?
—La primera imagen que se me aparece son los zapatos de color rojo rubí del personaje de Dorotea en el libro El mago de Oz, con una textura de lentejuelas. Pienso en esta imagen y en la metáfora que la implica. Dorotea tiene puestos estos zapatos mágicos, pero ella desconoce ese poder y piensa que necesita ayuda para poder volver a su hogar. Por eso emprende la travesía por el reino de Oz. Hasta que la percatan que ese poder está en ella misma. En sus pies que pueden volar y llevarla hacia donde desee. Estoy en un momento especial, de mucha reflexión interna, encontrando mi poder. Muchas veces nos extraviamos y perdemos el eje. Y pienso que ese eje, en mi caso, está en la escritura. La escritura son esos zapatos color rojo rubí que puedan hacerme volar.

(PH: Trigo-Gerardi)

—¿Recordás en qué rincones de tu infancia fuiste dando los primeros pasos en el camino del arte?
—Esos primeros pasos los di en la casa de mi infancia, en el barrio de Barracas, donde vivía junto a mis padres (ambos escritores) y mi hermano. Transité esos primeros años de vida rodeada de música y libros. El primer poema que escribí fue a mis cuatro años: “El color del corazón es del color que uno sueña”. Desde ese momento, siempre tuve la necesidad de expresarme a través de la escritura, tenía varios diarios íntimos y anotadores donde escribía mis sensaciones cotidianas. También a mis 7 años, entré en el grupo de teatro “Catalinas Sur” donde descubrí el universo teatral que marcó una huella fundamental. Otra imagen que me viene es el recuerdo de las tardes con mi familia en el cine viendo películas. Amaba esa adrenalina de los segundos de oscuridad previa a la imagen en la pantalla y después zambullirme en las historias. Estas tres huellas que menciono, la escritura, el teatro y el cine, hoy son mi profesión. Hay una frase de Louis Gluck que dice “observamos la vida una sola vez en la infancia, el resto es memoria”, y en mi caso, así fue. Las distintas pisadas de la niñez se fueron dirigiendo hacia un mismo camino.

—¿De qué manera percibís el punto de partida de una historia que merece ser contada?
—En cada proceso creativo que emprendí me sucedieron distintas cosas con respecto al punto de partida. En el caso de Anais, obra que escribí y dirigí inspirada en la vida de Anais Nin, tenía muy clara la potencia del personaje y lo que quería transmitir. El punto de partida era Anais y sus pasiones. Pero en Amorar, que fue mi primera obra teatral, la idea vino de una imagen: una mujer haciendo las valijas para irse de la casa de su novio en plena separación. Él la observa, pero en otro tiempo; un tiempo futuro, donde revive los recuerdos. En esa imagen vi la semilla de lo que sería una historia de amor trazada a través de dos puntos de vista. Hay una frase que dice Octavio Paz: “Arrastrados por el río de las imágenes, rozamos las orillas del puro existir y adivinamos un estado de unidad, de final de reunión con nuestro ser y con el ser del mundo”.Con El mundo en mis zapatos, obra que coescribimos junto a Brenda Fabregat, quien también es la intérprete del unipersonal, la idea partió de la vida real de la actriz. Lo biográfico como forma de narración. Introducir al espectador en el universo íntimo. Me interesa dejarme llevar por la intuición. Ese palpitar que tengo cuando siento que será un buen camino para recorrer en esa imagen, personaje o conflicto que me interesa abordar. El buen camino es el deseo de investigar. Lo comparo con el trabajo de los buzos cuando se introducen en el océano. Nadan a través de las distintas capas acuáticas hasta llegar a lo profundo. Así siento al punto de partida: animarse a bucear.

—¿Creés que la palabra poética que caracteriza tu obra es el hilo conductor de los diversos lenguajes que experimentás, ya sea la imagen en el cine o el cuerpo en movimiento en el teatro?
—Pienso que la palabra poética traza un puente en toda mi obra. Como un telar de sensaciones que se va hilvanando con sus diferentes texturas, componiendo un todo singular. La poesía aparece no solo en la palabra de algunos personajes sino también en la mirada poética de la puesta en escena. Contar desde la metáfora, las grietas, las sombras que rodean las historias. Ese es el desafío que me propongo. Hay un pensamiento que me identifica. “El reino de la poesía es el: ojalá. La poesía es deseo. El deseo aspira siempre a suprimir las distancias”, dice Octavio Paz. El arte busca suprimir las distancias, por eso pienso que los distintos lenguajes que abordo están hilvanados. Además de la poesía, en mis obras el tiempo es otro elemento presente. El tiempo como concepto subjetivo. Esto me permite romper con la linealidad y adentrarme en el sendero de las emociones, que al igual que los recuerdos no tienen tiempo, aparecen de repente y nos modifican. “Nada de lo que recordamos es verdad, nada de lo que imaginamos es mentira”, dice la autora Clara Obligado. En mi Anais jugaba con dos instancias que se iban alternando: Anais niña y Anais mujer. La escritura presente en esas dos instancias. Anais es ambas. En El mundo en mis zapatos, la ruptura del espacio-tiempo es constante. Brenda salta por sus recuerdos como por un trampolín, revive su infancia, la adolescencia, y su decadencia emocional. Leo tus labios lo construí como un rompecabezas a nivel estructura dramática. Cada escena sucede en distintos momentos de la vida de los personajes. El espectador debe ir reconstruyendo el armado de la historia a través de cada pieza/escena. En las películas que dirigí también aparece la palabra poética. Gené, en escena, film que hice en homenaje a mi maestro Juan Carlos Gené, transcurre en sus clases de teatro y tiene ese sello. La mirada de alumnos y alumnas, el recorrido por su obra… En el objeto de mi amor y Bailar la sangre, ambas películas codirigidas junto a Gato Martínez Cantó, lo poético ya estaba presente en los guiones. En el caso de la primera, cada objeto en las historias de amor son una entidad poética. En Bailar la sangre, film inspirado en Bodas de sangre de Federico García Lorca, todo estaba teñido de ese espíritu.

Gene en clase (PH: Trigo-Gerardi)

—A la hora de escribir, ¿cuáles son los renglones en los que el teatro y el cine se funden y en qué cosas se diferencian?
—Hay una diferencia fundamental entre el cine y el teatro a la hora de escribir. En el cine la imagen tiene un lugar primordial donde puede o no haber diálogos. En cambio, en el teatro la base de la dramaturgia es la palabra, los demás elementos giran en torno a eso. Otra diferencia es la variedad de espacios que puede abarcar el cine, que es más complejo trasladar al teatro a nivel escenográfico. Las cosas en común que visualizo en ambos lenguajes son, en primer lugar, los personajes como hilo conductor. Tanto en los textos teatrales como en los guiones audiovisuales, los personajes conducen las historias. Entonces se le dedica un espacio fundamental a la profundización de los arcos de transformación, la ruta de los personajes. Lo mismo sucede con el conflicto. Definirlo, trabajarlo para que los personajes puedan accionar en función de su deseo y vencer los obstáculos, es otro aspecto similar.

—¿Cómo construís los escenarios de tus obras, tanto en la imagen cinematográfica como sobre las tablas?
—En el caso de mis obras teatrales, me suelen decir que tiene mucho de cinematográfico el universo que construyo. Creo que me animo a coquetear con ciertos elementos propios del lenguaje audiovisual en el espacio teatral: elipsis (saltos temporales), conjugación de dos tiempos en un mismo instante (como si fuera una pantalla divida, pero sin pantalla). En Leo tus labios, precisamente en la primera escena mientras los personajes realizan un baile de re-encuentro, sucede el sonido de la voz en off (sus propias voces superpuestas) de una escena que vendrá a continuación, como un adelanto de diálogo. Este recurso se utiliza en el cine propiamente. Me gusta que el espacio pueda tener distintas capas o niveles. En Anais está dividido en tres: La casa de Anais Nin, en el centro un espacio comodín donde sucedían distintos sucesos y había una pantalla que proyectaba imágenes, y la casa de Henry Miller. Los tres lugares se comunicaban y alternaban. En Como el clavel del aire hay división en dos: 2019 y 1976. Una interacción constante de estos dos espacios unidos por la trama. Creo, definitivamente, que me interesa abordar lo poético y lo subjetivo, el universo de los personajes, rompiendo lo literal.

—En tus obras también le das un papel de relevancia a la iluminación… —Es fundamental. La luz conforma también lo espacial, puede recortar un espacio, modificarlo completamente de acuerdo a lo que intento transmitir. La obra Almost a Widow que dirigí (escrita e interpretada por Susana Hornos), fue un desafío muy interesante a nivel espacial porque había muy pocos elementos escenográficos: una mesa pequeña, dos sillas y una valija. Y mi propuesta fue trabajar los climas a través de la luz. En un momento de la obra Susana, contaba un momento dramático en su vida donde la lluvia estaba presente y se me ocurrió que ella tomara dos paraguas, los abra para invertirlos, y que el interior tenga una iluminación fría que la envuelva. Fue hermoso ese proceso de poder contar la luz como elemento primordial y constructor del espacio escénico. El diseño de iluminación de esa obra la hizo Leandro Crocco.

¿En las películas te manejas con los mismos patrones?
—En mis películas los escenarios están relacionados directamente con la propuesta del guión. Por eso no puedo definir un patrón tan preciso, pero sí contar que El objeto de mi amor fue filmada en Argentina, Francia e Italia. Los espacios elegidos para grabar en Europa eran los lugares históricos-simbólicos de las historias de amor: El balcón de Romeo y Julieta en Verona, el cementerio Peré-Lachaise en París donde yace la tumba de Heloise y Abelardo. Estos espacios adquieren una resignificación a través de los objetos que representan las historias de amor. En Bailar la sangre el espacio donde transcurre mayormente la película es en el IMPA, que actualmente es una fábrica recuperada y a la vez Centro Cultural. Allí los personajes bailan con músicos en vivo. La idea fue darle una reinterpretación a esta pieza, jugar con la universalidad que tiene Lorca. Pienso que los espacios deben ser narrativos, deben contar algo, revelar lo que no se dice en palabras.

—¿Cuál fue la primera puerta que se abrió para que pudieras ingresar al mundo del cine?
—Cuando cumplí los quince años recuerdo que le dije a mi padre (Alejandro Tarruella): “quiero ser directora de cine”. Tuve esa certeza. Cuando terminé el secundario, hice el ingreso a la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica – INCAA) para la Carrera de Dirección y ahí quedé entre las diez personas que entran, ya que hay un cupo muy limitado de ingresantes. Creo que ese momento fue un antes y un después. También, a mis 25 años gané el “Premio Talento” por mi cortometraje Otoño en el Festival UNIFEST de Madrid. Fue un momento significativo, sobre todo en cuanto a mi propia confianza.

—¿Y al universo del teatro?
—En teatro, sin duda fueron mis maestros Juan Carlos Gené y Verónica Oddó (CELCIT) los que me mostraron lo esencial sobre ese universo. Cuando empecé a estudiar con ellos ya había finalizado mis estudios en cine y me dio deseos de dirigir teatro, escribir. A partir de ese momento, nunca dejé de hacer ambas cosas.

Como el clavel del aire (PH: Trigo-Gerardi)

—Contanos qué hilos tejen la historia de tu obra “Como clavel del aire”.
—La concebí en dos tiempos: 2019 y 1976 (última dictadura cívico-militar Argentina). El personaje de Olivia (Julia Azar), de más de 70 años, vive en una casa de toda la vida. Una empresa constructora, aliada a la Municipalidad, quiere obligarla a desprenderse de su hogar para realizar un emprendimiento de construcciones de torres modernas. Ella se niega. Comienza a cobrar importancia su vínculo con Paula (Brenda Bianchimano), abogada que viene a presionarla para que venda. Olivia es escritora y está dedicando su tiempo a una novela que transcurre en 1976, acerca de la historia de dos hermanas: Sara y Chavela (Julieta Puleo y Brenda Fabregat). Con esta premisa se inicia un diálogo entre ese pasado y ese presente. En esta obra vuelvo a jugar con el tiempo como elemento central. También hablo de la vejez, a través del personaje de Olivia, mostrando otra cara de la que se suele abordar. Olivia es una mujer deseante y activa. Una luchadora. En la historia también está la presencia de la poesía (a través de la pluma de Olivia) y también lo epistolar: las cartas que Chavela le enviaba a su amante en 1976 y las cartas del exilio. Hay algo en el idioma epistolar que me parece atractivo y también indago. Las cartas están dichas en simultáneo en los dos tiempos, como un diálogo que cruza el umbral de lo posible. Hay un fragmento especial en una carta que quedó como una especie de leitmotiv y define el espíritu de la obra: “Siempre crece una flor en el medio del desierto, en las grietas del asfalto, en los muros, en los océanos, en las selvas. Siempre habrá una flor. Como el clavel del aire que se abre a la vida buscando el sol, a pesar de todo, a pesar de todos”.

—”Bailar la sangre” es un film donde se fusionan la ficción con lo documental, ¿cómo llevaron adelante el proceso creativo para adaptar y dar vida, junto a Gato Martínez Cantó, a esta película basada en “Bodas de sangre” de García Lorca?
—La idea de abordar Bodas de sangre, fusionando la ficción y el documental, estuvo desde el inicio. Influenciados por el film de Saura y por la adaptación teatral de Juan Carlos Gené, donde se jugaba con varias capas -lo real y la ficción– para dar vida a estos personajes tan universales. En nuestra película nació esta pregunta: ¿Por qué amamos tanto a Lorca? Y desde esa premisa se investigó, abordando como eje la reconstrucción de cuatro cuadros de baile flamenco que representarán la esencia de Bodas de sangre con elementos mínimos. Con coreografía de Eva Iglesias y la música original de Flor Albarracín y Juan Matías Tarruella. La escenografía es el IMPA, el vestuario, diseñado por Soledad Gaspari, la música en vivo y por supuesto los actores/bailaores que dan vida a La Novia (Brenda Bianchimano), El Novio (Jonathan Acosta), Leonardo (Gastón Stazzone) y La Madre (Mimí Ardú). El backstage y la película misma son parte de lo que está sucediendo en el proceso creativo, habla de cómo ir redescubriendo a Lorca, y así interpela al espectador. También la mirada de Cristina Banegas y Jorge Dubatti, entrevistados en el film, otorgan un aporte fundamental, donde lo histórico y la influencia lorquiana se hacen presentes. Es un collage de miradas, pero con el acento puesto en que la historia de Bodas de sangre vuelva a atravesar la sensibilidad del espectador.

—Debido a la situación de pandemia que estamos viviendo, en mayo de este año vieron frustrado el estreno de la obra “Ribetes en tu piel rojos quedaron”, ¿de qué trata esa pieza?
—La obra está escrita por Darío Bonheur, será interpretada por María Nydia Ursi Ducó, la producción de Ale García y la asistencia de dirección de Lucía Castro. Aquí haré la dirección. Esperamos poder estrenarla en 2021 en el Teatro Hasta Trilce. Es una pieza que me entusiasma mucho hacer. Un unipersonal con dos monólogos de dos personajes distintos: Teresita (el primero) y Hombrecito (el segundo), ambos personajes actuados por María Nydia, una actriz impresionante, donde fluye la creatividad en conjunto. Los monólogos están hilvanados por la música. Habrá una pianista en vivo que será Florencia Caruso. El piano no sólo intervendrá desde lo musical, sino que tendrá una composición del sonido y será vital en los climas que se irán generando. Espero ansiosa el momento del estreno.

—Volviendo a nuestros zapatos del comienzo, si pudieras dejar la huella de un deseo, el primer paso del próximo sueño, ¿cuál sería?
—Poder seguir descubriendo nuevos universos dentro de mi universo.


Los próximos trabajos de Eloísa Tarruella


PROYECTO TELARES TITULADO “MUJER PÁJARO”
(Capítulo 4)

  • Actuación y coreografía de Eva Iglesias.
  • Texto y dirección de Eloísa Tarruella.
  • En octubre gratis por @telaresproyecto (Instagram)

EL MUNDO EN MIS ZAPATOS

  • Actuación de Brenda Fabregat.
  • Textos de Brenda Fabregat y Eloísa Tarruella.
  • Dirección de Eloísa Tarruella.
  • En octubre, online, por el sitio de Alternativa Teatral.
  • Entradas a la gorra.

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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