Especiales
El río y sus brazos: conexiones en el arte
Por Andrea Viveca Sanz
El Cruce
Se desplazaba entre las piedras mientras buscaba su rumbo. Avanzaba con la calma justa para no ser arrastrado por la corriente de la vida, para no perderse entre los saltos, sofocados en las rocas de un destino que ya no podía evitar.
A lo lejos, la otra orilla delimitaba la escasez de lo que vendría. Un ovillo de enojos flotaba a su lado, eran como plantas acuáticas que peleaban por ocupar un lugar en las aguas de su mente. Con sus manos trataba de sumergir los recuerdos que, una y otra vez, intentaban resurgir desde el fondo para convertirse en burbujas zigzagueantes, capaces de atraparlo en un nudo que lo ataba al sitio del que había partido.
Su cuerpo cansado nadaba entre los márgenes del río de la existencia y sus brazadas no alcanzaban para llegar a un remanso que lo contuviera.
Piernas y brazos se enredaban en la líquida oscuridad de sus pensamientos y entonces ya no podía avanzar.
A lo lejos, sobre la superficie del espejo que reflejaba su rostro herido, brilló la esperanza.
Alguien lo llamaba, emergía de las profundidades de aquel lecho turbulento en el que luchaba por subsistir.
Entonces, impulsado por una emoción desconocida, se atrevió a cruzar la barrera del miedo, braceó por encima de su angustia y logró llegar a la otra orilla para encontrarse con esa parte de sí mismo que ella se había llevado al partir.
Simbología del río
Los ríos han sido utilizados desde siempre como símbolos en las diversas disciplinas artísticas. Tanto en la historia como en la mitología han ayudado a representar el hilo de la vida, con sus corrientes, la fluidez de sus aguas, sus idas y vueltas, sus saltos, sus remansos, que son en sí mismos metáforas de la existencia. En ellos podemos encontrar nuestro reflejo, sumergirnos en esa línea líquida que, como el tiempo, arrastra nuestras horas y nos conduce sin rumbo.
Debajo de la superficie, los secretos permanecen ocultos por las aguas que los protegen. Hay ríos que simbolizan la muerte, ríos que dividen y otros que unen.
Existen ríos que recuerdan el murmullo de las palabras que no deben escucharse y muchos que gritan para movilizar lo que está quieto. Sus aguas simbolizan el cambio, la caducidad de los momentos, el flujo constante de la vida.
En un río congelado el tiempo se detiene, parecería que esa imagen se asocia a lo permanente, lo eterno e inmortal. Sin embargo, no hay que olvidar que debajo del hielo el agua corre y crea las fisuras necesarias para romper el hielo y reiniciar el ciclo de la vida.
Ríos literarios
Mucho se ha escrito acerca de la figura del río, su imagen ha servido para dar vida a innumerable cantidad de poemas y novelas.
Tal es el caso del poema Son los ríos, de Jorge Luis Borges, en el que los asocia directamente con el tiempo:
Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de Heráclito el Oscuro.
Somos el agua, no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.La memoria no acuña su moneda.
Y, sin embargo, hay algo que se queda
Y, sin embargo, hay algo que se queja.
La escritora argentina Fedra Spinelli, en su libro Delta, toma la imagen del río y sus brazos en el Delta del Paraná y logra superponer su recorrido con otro, el de su propia vida, para sumergirse en las metáforas que fusionan ambos viajes:
“…La segunda vez que fue a la isla llegó más tarde. Era casi de noche. Ya muy entrada la hora crepuscular. Esta vez tuvo que remar, el río estaba inquieto, había viento. Cada intento de remo era fallido. El bote siempre estaba en el mismo lugar. Desplegó toda la fuerza de la que disponía, se ubicó en posición recta, en el extremo, tal como la técnica decía. Agregó su espíritu de aventura, su adrenalina y algo de confianza. Pero el río le cerraba el paso, la dejaba inmóvil, el viento la burlaba. Se frenaba y dejaba de remar, la fuerza la arrastraba hacia otra dirección contraria a la casa. Ahora todo era noche, noche arriba y noche abajo, una masa que golpeaba el bote y sacudía. Estaba sola en medio de eso, fuerza contra fuerza…”
Julio Cortázar también eligió al río como símbolo. Y es precisamente en su cuento El río, donde el Sena es protagonista de una historia para pensar:
“Y sí, parece que es así, que te has ido diciendo no sé qué cosa, que te ibas a tirar al Sena, algo por el estilo, una de esas frases de plena noche, mezcladas de sábana y boca pastosa, casi siempre en la oscuridad o con algo de mano o de pie rozando el cuerpo del que apenas escucha, porque hace tanto que apenas te escucho cuando dices cosas así, eso viene del otro lado de mis ojos cerrados, del sueño que otra vez me tira hacia abajo.
Entonces está bien, qué me importa si te has ido, si te has ahogado o todavía andas por los muelles mirando el agua, y además no es cierto porque estás aquí dormida y respirando entrecortadamente, pero entonces no te has ido cuando te fuiste en algún momento de la noche antes de que yo me perdiera en el sueño, porque te habías ido diciendo alguna cosa, que te ibas a ahogar en el Sena, o sea que has tenido miedo, has renunciado y de golpe estás ahí casi tocándome, y te mueves ondulando como si algo trabajara suavemente en tu sueño, como si de verdad soñaras que has salido y que después de todo llegaste a los muelles y te tiraste al agua. Así una vez más, para dormir después con la cara empapada de un llanto estúpido, hasta las once de la mañana, la hora en que traen el diario con las noticias de los que se han ahogado de veras…”
El cuento completo aquí.
La literatura infantil se sumerge en muchas ocasiones en las aguas de un río para regresar con historias que atrapan a grandes y chicos.
La escritora Elsa Bornemann es autora del poema Romance de la canoa y el río en el que pinta esa relación:
Cuentan que era blanca
y que amaba al río
y que él la esperaba
de tarde, a las cinco.
Ella, una canoa,
él, un verde río…
Ella, de madera,
él, de junco y brillo…
Cuentan que se amaban
tal como dos niños
y que en cada cita
espiaba un grillo.
Ella, con sus brazos
de remos antiguos
-dulce- acariciaba
su cara de vidrio.
Y él, con sus labios
de agua -muy tibios-
toda la canoa
besaba a las cinco.
Romance de la canoa y el río
Cuentan que una tarde
de color ladrillo
la canoa blanca
no vino… no vino…
Loco de tristeza
la llamaba el río:
a toda la costa
salpicó su grito…
¡Ay!, que sin oírlo
un pescadorcito
la canoa blanca
llevó hacia otro río.
Cuentan que a las tardes,
cuando dan las cinco,
los labios del agua
se ponen muy fríos:
buscan la canoa…
sus remos antiguos…
La lloran los sauces
y la extraña el grillo.
Diversas novelas necesitaron del río como escenario para dar vida a la historia. Así, la escritora Gabriela Margall en su novela Ese ancho río entre nosotros utilizó al Río de la Plata para unir dos vidas que esas aguas no lograron separar:
Andrés ha dejado atrás Sevilla para llegarse hasta el fin del mundo, Buenos Aires, la tierra que lo vio nacer. Está dispuesto a hacer lo que haga falta para conquistar a la pacata y selecta sociedad porteña y hacerse rico. Incluso casarse con una niña mujer, Martina Álvarez; incluso querer enamorarla y enamorarse. Pero nadie le ha dicho que eso a veces puede resultar tan difícil como acortar las distancias entre las dos orillas del Río de la Plata. Ese Río ancho y marrón que su pequeña Martina tanto ama, ese Río que sabe qué razones la vuelven oscura e inalcanzable.
La escritora Elizabeth Haram, que sitúa sus novelas en Australia, eligió un cauce de ese país como escenario para su novela El río de la fortuna, en la cual Francesca, la protagonista, se ve forzada a hacerse cargo del negocio de su padre, que recorre ese río australiano transportando mercancías en su barco de vapor. Aunque está dispuesta a todo con tal de ayudar a su envejecido progenitor, la joven pronto deberá lidiar con los prejuicios de un oficio pensado para hombres, mientras a su paso despierta pasiones, envidias, venganzas y destapa un gran secreto que cambiará su vida para siempre. El continente rojo amenaza con quebrantar la unión de una familia…
El escritor Gustavo Roldán, en Cuando el río suena, conecta las voces de los animales que forman parte del paisaje ribereño y juega con la figura de ese río que puede crecer:
“Cuando el río suena los animales del monte conversan y, a cada rato, el yacaré cambia el tema de la conversación.
Irritada, la pulga lo reta. Pero el yacaré insiste y será mejor que la pulga, el bicho colorado y el ñandú presten atención a sus interrupciones, porque cuando el río crece más vale dejar de hablar y correr ligero”
En El río sin orillas, de Juan José Saer, el Río de la Plata vuelve a ser protagonista y a través de su voz el autor delimita los escenarios del litoral e interroga acerca de la historia, la cultura y la memoria.
En las artes plásticas
Numerosos artistas se han inspirado en las zonas ribereñas para dejar plasmadas sus emociones sobre las telas. De esta manera el puerto de Buenos Aires y el Río de la Plata forman parte de gran cantidad de pinturas
Pintores como Quinquela Martín, Fortunato Lacámera, Roberto Capurro o José Rosso son algunos de los referentes en las obras que se reflejan sobre las aguas de la ribera:
Riachuelo – Roberto Capurro Bañistas – Jose Desiderio Rosso Atardecer – Benito Quinquela Martín Puerto – Fortunato Lacamera
Muestra artística Conjuro de ríos / Selva cosmopolítica
“Las
aguas y los ríos son seres poderosos con una gran influencia en la formación y
organización de la vida. Las culturas más antiguas han logrado perseverar en
mirarlos en varias dimensiones de la existencia: como entidad sagrada el río
piensa, se expresa y conjura a través de su materialidad que es el sustento de
nuestra cultura humana y la de muchos otros seres y entidades. Reconectarnos en
la conciencia con esta visión del agua es el objetivo primordial de esta
exposición”.
María Belén Sáez de Ibarra, curadora.
En la música
Río de las penas – Gustavo Santaolalla
Del otro lado del río – Jorge Drexler y Gaby Moreno
El río – Joan Manuel Serrat
El Paraná en una zamba – Zamba Quipildor
Murmullo de un río – Turucuto
Canto al río Uruguay – Vanina Rivarola grupo
Especiales
Radio Provincia cumple 85 años y lo celebra con su estudio en la calle y música en vivo
Radio Provincia de Buenos Aires, la radio pública de los bonaerenses, cumplirá mañana 85 años y para festejarlos dispuso una transmisión especial en la vía pública, por lo que los estudios se montarán en la esquina de avenida 53 y calle 11 de La Plata.
Desde las 9, se transmitirá en dúplex por AM 1270 y FM 97.1.
La programación contará con entrevistas especiales, invitados y la presentación de bandas en vivo como Tangorra Orquesta, Martes de agua, El batacazo, Diego Martínez, Inés Mauri, Silvina Moreno y un gran cierre a cargo de Árbol.
La radio inició sus transmisiones en La Plata el 18 de febrero de 1937, unos meses antes que Radio Nacional. Sus primeros estudios funcionaron en el Pasaje Dardo Rocha, y desde 1972 la radio se instaló en el Palacio Achinelly, un emblemático edificio ubicado frente a la Municipalidad platense.
Durante años, con auditorios llenos, Radio Provincia produjo conciertos de destacados artistas populares como Atahualpa Yupanqui, Edmundo Rivero, Aníbal Troilo y el Chango Nieto.
También el gobernador Antonio Cafiero marcó un hito al realizar, durante los cuatro años de su mandato, el programa “La hora del Gobernador”, constituyendo un puente directo entre el Estado y el pueblo bonaerense.
Bajo la gestión del gobernador Axel Kicillof y con la dirección de Marcelo Figueras, Radio Provincia renovó su programación, mejoró sus instalaciones y actualizó su estructura organizacional, para potenciar su vigencia acorde a los nuevos tiempos.
Desde los distintos programa se invita a los oyentes y amigos de la radio a sumarse a los festejos.
Especiales
Historias de confinamiento para épocas de coronavirus: la leyenda del castillo de Drácula
Por Carlos Sala (*)
En la noche oscura, nada hay salvo el propio corazón. Los monstruos que vendrán a atacarte serán aquellos que tú mismo hayas creado. Bajo esta leyenda se esconde el nombre de Vlad III, el Empalador o Vlad, Drácula, príncipe de Valaquia, el personaje histórico que inspiró a Bram Stoker. Si algo fascinó a la sociedad victoriana de finales del XIX de esta leyenda fue el célebre castillo de Drácula, levantado en las montañas de Transilvania. Lo curioso del caso es que el castillo nunca fue suyo, sino del líder militar húngaro Juan Hunyadi, uno de los mayores estrategas de la historia militar europea, responsable de la muerte del padre de Vlad el Empalador, el rey Vald II, y fue el castillo donde el mítico Drácula estuvo encerrado durante trece años, de 1462 a 1475.
Durante estos largos años, los relatos de la crueldad de Vlad III empezaron a circular por toda Europa y los libros que recogían sus batallas, leyendas y torturas se convirtieron en auténticos “best seller” de la época, sobre todo en los reinos alemanes e italianos. En Rumanía era un héroe popular. Todos querían saber qué crueldades había cometido contra los otomanos, enemigo de todos los pueblos europeos, por un lado temiendo su rabia y violencia y por otro celebrándola al cargarla contra un enemigo común.
Sus estratagemas para vencer a un ejército que les superaba en más de 4 a 1 fueron múltiples, de mandar al campo de batalla a niños y mujeres para tener más cuerpos con los que detener el avance enemigo hasta envenenar pozos que pudieran usar los otomanos, pasando por desplegar enfermos de peste a las líneas enemigas. Aunque si por algún motivo se convirtió en leyenda fue por matar a más de 20.000 otomanos en avanzadilla y recibir al ejército del sultán con un bosque de cadáveres impalados que aterrorizó a los turcos. ¿Quién podía ser capaz de algo así?
La victoria fue celebrada y Vlad convertido un héroe de la región rumana, pero justo después de su gran victoria fue capturado por las tropas húngaras y hecho prisionero en el Castillo de Hunyard, también conocido como el castillo Corvino, nombre del hijo de Juan Hunyard. ¿Qué pasó durante esos trece años que vivió encerrado en el castillo? Poco se sabe, pero a día de hoy todavía se oyen voces de ultratumba entre sus paredes. Algunos dicen que es el propio Vlad, que ansía escapar de su encierro. Otros, que son los grito de horror y sufrimiento de sus víctimas.
El caso es que Vlad fue liberado sólo para morir meses después a manos de los otomanos. Sus enemigos le capturaron y la leyenda dice que lo descuartizaron en 43 pedazos, repartiéndolos por diferentes lugares para que nunca pudiese volver a la vida. La ironía es que con los años se convertiría en epítome de no muerto y figura de cuerpo eterno. Vlad volvía a derrotar a los otomanos después de muerto.
Situado en las montañas Calimani, en Transilvania, en lo que es la actual frontera con Moldavia, hoy es una gran atracción turística, y lo más cerca que existe a una “casa de Drácula”. Entre los fantasmas que dicen que asolan el castillo están los de tres prisioneros turcos a los que se les prometió la libertad si cavaban un pozo y encontraban agua. Después de quince años de fatigoso trabajo, los tres prisioneros encontraron agua, pero cuando reclamaron su libertad lo único que consiguieron fue una cruel burla. Se dice que Hasan, uno de los torturados soldados otomanos, escribió bajo la piedra, “ahora tenéis agua, pero no tenéis alma”. Una nueva demostración que toda casa encantada comienza con un cruel confinamiento.
De estilo gótico renacentista, lo cierto es que este inusual castillo despierta todos los anhelos de lo paranormal. Quizá la figura del vampiro sólo es la del fantasma que ansía un cuerpo con el que volver a conquistar el mundo. Junto a la Winchester Mistery House, es, desde luego, de las edificaciones más espeluznantes que se hayan construido nunca. El mito de Drácula sediento de sangre es en realidad el del fantasma sediento de cuerpo para seguir su vida de venganza, muerte y conquista, el triángulo del mal.
(*) Diario La Razón de España
Especiales
Preocupaciones, experiencias y sueños de los libreros, en tiempos de aislamiento social
Por Walter Omar Buffarini /
Entrevistas: Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca)//
A casi cincuenta días de decretado el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio para hacer frente a la pandemia de coronavirus en la Argentina, muchos son los efectos colaterales de una medida que apuntó fundamentalmente, y hasta el momento con buenos resultados, a cuidar la salud de cada uno de los habitantes.
Entre esas consecuencias no deseadas se cuentan los daños en prácticamente la totalidad de la actividad productiva, realidad a la que la industria del libro tampoco ha podido escapar.
Para entender un poco más acerca de este inesperado momento y cómo pararse frente a él, ContArte Cultura consultó a representantes de algunas de las más importantes librerías de la ciudad de La Plata, quienes contaron sus experiencias y se animaron a delinear el futuro inmediato.
Respecto de las consecuencias inmediatas tras decretado el aislamiento, los libreros coincidieron en que la caída de las ventas fue total, habiendo podido mitigarlo mínimamente con la autorización de la venta online.
En ese sentido, Ana Borean, de City Bell Libros, manifestó que “las ventas han caído abruptamente y el método online con envío incrementó costos y dificultó la comercialización”.
Por su parte, desde Rayuela Libros Guadalupe explicó: “La primera consecuencia fue la librería cerrada”. Asimismo, detalló que ante esto sus primeras actividades fueron “arreglar las bases de datos desde casa y generar contenido para las redes sociales”.
Un tanto más preocupado Eduardo, desde la librería Atenea, aseguró estar “sin posibilidad de ninguna venta durante 30 días, con facturación cero”.
Jorge García, uno de los propietarios de La Normal Libros, explicó que “inicialmente se rompió la cadena de pagos, lo que nos produce un retraso importante con nuestros proveedores, servicios y demás. Un perjuicio muy grande a largo plazo, ya que lo que no se vendió en su tiempo no se recupera”.
Ampliando en ese aspecto, García afirmó necesitar de “un lapso de trabajo de un año para volver a estar al día. Si antes veníamos con carga impositiva muy alta más los gastos que prácticamente no nos dejaba margen, esto nos hace muy difícil afrontar deudas y más a futuro”.
Nuevas estrategias
Ante este panorama, los libreros pusieron en marcha diversas y variadas medidas para sostener su comercio, entre las que se destacan los descuentos y las entregas a domicilio, como así también las ventas a futuro.
“En Rayuela hicimos tarjetas de regalo para pasada la cuarentena y algunas ventas telefónicas con descuentos especiales y a través de nuestra página web”, afirmó Guadalupe, quien aseguró que “no es una tarea sencilla”.
En City Bell Libros la modalidad optada fue “tomar pedidos por Whatsapp (221 5897352), responder así consultas de todo tipo y coordinar entregas en La Plata y toda las Zona Norte que abarca, City Bell, Gonnet, Villa Elisa, Arturo Segui, Los Porteños, Ringuelet y Gorina, entre otras zonas”.
“Nosotros tuvimos la suerte de que teníamos ya preparado todo nuestro sistema a través de la web para ventas electrónicas con entregas y solo tuvimos que hacer un par de ajustes”, sintetizó García, ampliando que “en La Normal entregábamos por Glovo, pero esa modalidad ya no fue aceptada por la Municipalidad y debimos cambiar el método de envío, que implica un costo extra tanto para el cliente como para nosotros”.
Agradecidos a los lectores
Si bien todos destacan que no pueden compararse las ventas en librería con aquellas que se hacen por envío, los resultados no han sido tan malos.
“Gracias a nuestros fieles clientes, nos encontramos con una gran demanda de pedidos, la que tratamos de responder en tiempo y forma. La gente está urgida de leer o necesitan los libros escolares para hacer las tareas. Tratamos de adaptarnos a esta situación lo más rápido posible y de la mejor manera” afirmó Borean.
Jorge García remarcó que en La Normal tuvieron “muy buena aceptación de los clientes al delivery”, y que “mucha gente nos agradece por hacerles más amena la cuarentena. Un libro es algo fundamental para estos momentos.
En Atenea contaron su experiencia destacando que “la venta electrónica, sea como fuera, es fácil para vender Sacheri, Allende o cualquier otro bestseller, pero es muy difícil para una librería especializada como la nuestra”. De igual modo explicaron que “al no tener página web hacemos las ventas por Facebook, Instagram o correo electrónico, lo que es un poco complicado o engorroso, pero que poco a poco vamos mejorando”.
Desde Rayuela explicaron que la nueva experiencia que les toca vivir es “caótica”, pero a la vez “cargada de emoción y ansiedad”. Del mismo modo se saben “unos privilegiados”, ya que “poder estar trabajando es una suerte”.
Aunque también reconocen inconvenientes: “Como toda forma nueva de trabajo, recién ahora nos vamos organizando. Siempre tenemos activas nuestras redes sociales y a principio de año lanzamos nuestra página web, así que podríamos decir que estábamos preparados”.
Por la vuelta a la normalidad
Finalmente, en relación a lo que los libreros creen necesario para contener su actividad, principalmente figura la necesidad de poder volver a tener gente en sus locales.
“Somos una librería de público presencial en el local”, insiste Eduardo de Atenea, entendiendo que “las opciones para nosotros como para otros comercios similares son implementar horario reducido o, como está sucediendo en otros lugares, salidas reducidas del público según la terminación del documento”.
En el mismo sentido opinó Jorge García: “Lamentablemente vemos un panorama sombrío. Nuestra librería en particular es más un paseo para nuestros clientes. Aquí pueden mirar, hojear, elegir, es una experiencia que ninguna web puede dar. Tener que decirle a un cliente que quiere venir a buscar un libro que no puede, que no podemos atenderlo en la librería, es un puñal para nosotros”.
“Agradecemos que nos hayan tenido en cuenta dentro de las medidas que nos permiten poder vender algo, pero lamentablemente de esta manera sólo podemos cubrir los costos y no mucho más. Entendemos la situación de la pandemia y estamos alineados con la cuarentena, pero sin clientes dentro del local, viendo los libros, asistiendo a las presentaciones de los autores, intercambiando opiniones con el librero, no veo que se pueda mejorar”, aseguraron desde City Bell Libros.
Y en esa mirada hacia adelante, desde Rayuela afirman: “¡Vemos más gente leyendo!” y se atreven a asegurar que “las condiciones cambiarán”.
“Pensábamos transcurrir todo el 2020 cumpliendo nuestros 29 años y festejando los 30 por llegar, pero si bien no vamos a poder llenar la librería de niñas y niños, autores y lectores, ya veremos que vuelta le encontramos. La cosas van a estar difíciles para todos, pero la lectura siempre es un buen refugio”.
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