Literatura
A 50 años de su muerte, un nuevo libro echa luz sobre la muerte del Che
A punto de cumplirse 50 años de la muerte del Che Guevara, tres periodistas bolivianos publicaron un libro de experiencias durante la etapa guerrillera del revolucionario argentino en Bolivia en 1967 que aporta nuevos datos sobre su muerte.
En “La guerrilla que contamos”, José Luis Alcázar, Juan Carlos Salazar y Humberto Vacaflor relatan hechos poco conocidos de lo que ocurrió en el sudeste boliviano y sus experiencias y anécdotas periodísticas cuando eran unos jóvenes corresponsales de guerra, el rol de agentes cubanos de la CIA y una foto al francés Regis Debray “que le salvó la vida”.
Se trata de un libro muy personal presentado en La Paz ante la cercanía del 50 aniversario de la muerte del ícono argentino-cubano, el 8 de octubre.
Debray, ex consejero del presidente francés François Mitterrand y autor de varios textos de filosofía, fue detenido el 20 de abril de 1967 en el poblado de Muyupampa, tras reunirse con el Che.
Bajo el alias de ‘Danton’, Debray fue capturado junto al argentino Ciro Bustos, quien hizo precisos dibujos de los guerrilleros y el periodista chileno-inglés George Andrew Roth.
Vacaflor, entonces periodista del diario católico Presencia, recuerda que en Muyupampa estaba su colega fotógrafo Hugo Delgadillo, quien complementaba su oficio gráfico con el de dentista ambulante. Él tomó casualmente una foto de Debray.
Delgadillo envió el rollo de fotos a La Paz. Demoró más de una semana en llegar. Durante ese tiempo, el gobierno del entonces presidente militar René Barrientos anunció la muerte de “tres extranjeros en combate”.
La foto milagrosa
Pero la posterior difusión de las fotos de Debray en el diario Presencia derrumbaron esa versión generando una gran campaña por su liberación, en la que participaron el presidente francés Charles de Gaulle, el papa Pablo VI, el filósofo Jean-Paul Sartre y el novelista André Malraux.
Salazar asegura que la foto le salvó la vida a Debray, “pero también creo que condenó a muerte al Che Guevara”, porque el gobierno, tras ese incidente, consideró que “sería una guerra sin prisioneros, de tal manera que los que caían, los ejecutaban”.
El Che fue capturado herido el 8 de octubre de 1967 y fusilado un día después en La Higuera. Sus restos, enterrados de manera secreta, fueron hallados en 1997 en Vallegrande, un poblado cercano, junto a seis de sus compañeros de lucha.
Debray fue detenido cuando tenía 26 años y condenado a 30 años de cárcel por una corte militar boliviana, aunque fue amnistiado en 1970.
La orden de fusilar
La muerte del mítico guerrillero fue anunciada por código morse, una de las pocas vías de comunicación, en lo que fue una primicia mundial, por el periodista Alcázar, otro de los autores del libro que por aquel entonces era reportero de la radio católica Fides y redactor de Presencia.
Alcázar se había trasladado al lugar del conflicto para realizar “la entrevista del siglo”, pero su plan se frustró con esa muerte.
El cuerpo del Che fue trasladado en helicóptero a Vallegrande, donde estaban Alcázar y el cubano Gustavo Villoldo, entonces agente de la CIA, bajo el nombre de ‘capitán Eduardo González’, según la obra escrita.
Alcázar relata que juntos se abalanzaron hacia el cadáver del guerrillero, cubierto en una camilla atada al costado de la nave, donde fue testigo de dos hechos curiosos.
“Mientras Villoldo/González levantaba la cobija para ver el rostro y jalarle la barba y decirle ¡por fin has caído!”, el periodista tocó la mano del Che: “Sentí un escalofrío, un estremecimiento (pues) estaba caliente”.
El mismo Alcázar agrega en el libro, que por investigaciones posteriores, se supo que la muerte del Che fue resuelta por el general Barrientos y los comandantes de las FFAA, Alfredo Ovando, y del Estado Mayor, Juan José Torres.
Esa información excluye la versión de que Estados Unidos presionó para su fusilamiento.
Literatura
Martín Caparrós, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara
El escritor y periodista argentino Martín Caparrós fue distinguido con el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara (UdeG), en una ceremonia realizada en la sede del Instituto Cultural de México en Madrid.
Se trata de la máxima distinción honorífica que otorga la institución mexicana, que reconoció en el autor su “compromiso ético e intelectual con la verdad, la memoria y la dignidad humana”, además de su “extraordinaria contribución al periodismo narrativo y a la literatura contemporánea”.
Durante el acto, la rectora del campus CUCEA de la UdeG, Mara Robles, definió a Caparrós como “un sembrador de dudas”, una cualidad que, según señaló, la universidad busca fomentar en sus estudiantes. En ese marco, leyó un fragmento de “El hambre”, uno de los libros más emblemáticos del autor, cuya reflexión inicial sobre la experiencia cotidiana y la distancia con el hambre estructural conmovió visiblemente al homenajeado.
La ceremonia reunió a unas treinta personas, entre ellas periodistas y escritores como Alex Grijelmo, Jorge Volpi y el exdirector del diario El País Javier Moreno. También participaron familiares, amigos y becarios de la Universidad de Guadalajara, quienes desde ahora quedarán simbólicamente “bajo la tutela” intelectual de Caparrós. El público cerró el acto con un prolongado aplauso en reconocimiento a su trayectoria.
Al tomar la palabra, Caparrós confesó que México fue una asignatura pendiente en su vida y que siempre deseó vivir en ese país, influido por la obra de Carlos Fuentes y por los vínculos tempranos que allí forjó hace más de cuatro décadas, cuando comenzó a adoptar su característico bigote.
La Universidad de Guadalajara concede el Doctorado Honoris Causa a personalidades eminentes, mexicanas o extranjeras, por contribuciones excepcionales en el ámbito del conocimiento, las artes o por una obra de vida vinculada a las causas más nobles de la humanidad. En los últimos años, la distinción fue otorgada, entre otros, a Joan Manuel Serrat, Sergio Ramírez, Leonardo Padura y Miguel Ángel Navarro Navarro.
En julio pasado, la Universidad de Buenos Aires también reconoció a Caparrós con un galardón honorífico similar.
Textos para escuchar
La grasita – Mercedes Pérez Sabbi
La escritora Mercedes Pérez Sabbi lee un fragmento de La grasita, su nueva novela (Editorial Comunicarte).
“Llegamos al Café Tortoni para buscar a Dora, pero no podíamos entrar por la puerta principal porque los empleados y los familiares entran por la puerta de atrás. Vi que era hermosísimo el café. Con una puerta de madera con cortinitas blancas y adornos de bronce para abrirla. Pero no, no la abrimos, porque dimos la vuelta por la calle Rivadavia, y entramos por un pasillo con cajones de botellas y bolsas con mercadería, parecido al depósito del almacén de mi papá. Ahí preguntamos por Dora Rodríguez. Un muchacho de delantal, gorrita blanca y camisa desteñida nos dijo que enseguida la llamaba. Al ratito apareció Dora, arregladita como para salir de paseo. Alta estaba, por los zapatos con plataforma.
—Las hice esperar para cambiarme. ¿Les gustaría pispear el bar?
—Sí, me gustaría —dije.
—Bueno, las hago mirar por acá, porque por el frente solo entran los clientes.Pasamos por otro pasillo y Dora nos corrió unos cortinados de terciopelo azul. Hermoso lo que vimos: las paredes de madera y papel con flores, el techo con cuadraditos de vidrios de arabescos de colores, unas columnas gigantes de mármol marrón, las sillas tapizadas de negro, las mesas redondas con señoras de sombreros elegantes y señores de trajes muy distinguidos… Parecía un palacio de película.
—¿Puedo ir al baño que me hago pis…? —le pregunté a Dora.
—Bueno, andá al baño principal porque el del personal está medio cochino —y me señaló el lugar—. Ves allá que hay una mesa grande redonda, seguís a la izquierda y ahí está el tualet de damas. Te esperamos acá.
—¿El tualet?
—Sí, es baño en francés. Acá es así.
—Dejame el tapado así vas más cómoda —me dijo mi mamá.Y me quedé con mi pollera escocesa y mi saquito azul. Bonitos.
Tualet, tualet, tualet…
Toalette, decía en la puerta, con una figurita de mujer.
Adentro había una señora de sombrero azul con su hija de bucles rubios. Saludé y me quedé mirando adónde ir, porque había varias puertas y lavatorios y espejos con lámparas como copas. La señora se dio cuenta de algo y me preguntó:
—¿De dónde sos?
—De Maizoro.
—¡Ah! ¿dónde queda eso? —me preguntó mientras se pintaba los labios y la nena me miraba.
—Lejos. Hay que tomar un tren en Constitución y después otro.
—Podés pasar ahí —me cortó señalándome uno de los baños.
—Gracias —y entré.Desde el inodoro escucho que la nena le pregunta:
—¿Quién es mami?
—Una grasita —le respondió, mientras se cerraba la puerta.
Historias Reflejadas
“Un territorio sin conquista”

Un territorio sin conquista
El agua guardaba una historia, las palabras balanceándose entre las olas y sobre la espuma, un vaivén de preguntas. Iban y venían, de una costa a la otra, como naves sin destino.
Un viento, cómplice de otros vientos, sostenía recuerdos, las voces enraizadas en el origen, un nombre que abarcaba a las palabras, al otro lado de la historia, justo en el puerto de la memoria.
Aquí y allá, un desencuentro de orillas, los conquistadores y los conquistados, un argumento sin rumbo.
Hubo sangre y hubo guerra, las voces callaron y fueron leyenda, sutiles fragmentos de un territorio que permanece sin conquista.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “En los orígenes los aborígenes”, de Adela Basch con ilustraciones de Elissambura; “DescubriMiento de América”, de Marcelo Valko con ilustraciones de Dolores Mendieta; “La conquista española de América”, de Ramón Tarruela con ilustraciones de Matías Lapegüe; y “Leyendo leyendas”, de María Inés Falconi con ilustraciones de Sandra Lavandeira.
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