Literatura
A 90 años del nacimiento de Umberto Eco: ¿apocalípticos e integrados al mismo tiempo?
Por Julieta Grosso (*)
Aunque será siempre recordado como autor de la novela “El nombre de la rosa”, que con sus millones de ejemplares vendidos, sus adaptaciones audiovisuales y hasta su versión en videojuego supuso un recorrido inesperado que llegó a abrumarlo, el semiólogo y escritor italiano Umberto Eco -que cumpliría este 5 de enero 90 años- dejó una obra apabullante condensada en más de 60 títulos que orbitan sin tensiones entre la semiótica y la cultura popular, predictora a su vez de fenómenos como el de las tecnologías asociadas a la comunicación, allí donde hoy parece disuelta su dialéctica entre apocalípticos e integrados.
En una escena donde las redes sociales magnetizan el debate público y los intercambios quedan atrapados en una grieta furiosa que muchas veces desliza el debate hacia la descalificación o la levedad, pareciera haber poco margen para la antinomia entre apocalípticos e integrados que Umberto Eco acuñó en 1964 para anticipar de llegada de una era articulada por la tecnología y los contenidos masivos, pero sus formulaciones anticiparon la fase temprana de un proceso que hoy suma capas de complejidad con sobreoferta de contenidos, aluvión de fake news y una dictadura de las métricas que pretenden disciplinar los consumos lectores.
Esa condición de antena lúcida y mordaz fue una de las espadas del hombre que con pulso sagaz construyó una heterogénea producción ensayística y literaria que alternó entre las indagaciones académicas sobre el arte y la cultura de masas, un exitoso recorrido como novelista -que lo convirtió en best seller con “El nombre de la rosa”- y la tarea divulgadora que desplegó en los medios, a los que fascinó con sus intervenciones a veces piroténicas sobre el periodismo, la política o la corrupción.
“Tenía ganas de envenenar a un monje”. Así, con su habitual ironía, Eco contó en “Apostillas a El nombre de la rosa” la génesis de su novela más famosa, la que lo depositó en un lugar que pocos intelectuales suelen transitar: la cima de la lista de best-seller. No hubo muchas más explicaciones acerca de las razones que empujaron a la ficción, allá por los 80, a un hombre que por entonces ya tenía un recorrido consolidado en la vida académica. “Escribí una novela porque tuve ganas. Creo que es una razón suficiente para ponerse a contar”, alcanzó a justificar.
Tenía 48 años y una producción ensayística en ciernes cuando lo sorprendió el llamado del mítico editor Giulio Enaudi para ofrecerle un contrato tentador y una tirada de 30.000 ejemplares sin haber leído el libro. “Con el dinero de ese adelanto me compré una maleta de cuero, muy bonita, que todavía conservo”, recordaría el escritor después. Más tarde, “El nombre de la rosa” se volvería acaso una incomodidad, el faro involuntario al que estaba obligado a remitirse en las entrevistas, porque en algún momento la charla derivaba hacia la novela ambientada en una abadía católica del siglo XIV que lleva vendidos 50 millones de ejemplares.
“Odio ‘El nombre de la rosa’. Escribí seis novelas, ésta es la primera y, como es normal, la peor. Además, ocurre con ella algo muy molesto: cada vez que saco una nueva, suben las ventas de aquella primera”, llegó a decir en 2011 ante el sorprendido auditorio Salón del Libro de Turín.
Eco nunca logró procesar las derivaciones del éxito de su novela, que tuvo una adaptación cinematográfica en 1986 con Sean Connery y Christian Slater en los roles principales y otra posterior en formato serie con 8 episodios que volvieron a centrarse en el monje franciscano William de Baskerville (encarnado por John Turturro) y el novicio Adso von Melk. No sólo eso: la historia también se convirtió en un exitoso videojuego desarrollado en 1987 por la empresa española Opera Soft con el título de “La abadía del crimen”.
A pesar de su recelo posterior, el escritor comprendió a partir de “El nombre de la rosa” que podía capitalizar el formato novela como un recurso novedoso para transitar sus intereses centrales como investigador: la construcción de la memoria, la dinámica del tiempo, los viajes, la incertidumbre, la irracionalidad y el esoterismos, cuestiones que exploró en obras como “El péndulo de Foucault”, “La isla del día de antes”, “Baudolino”, “La misteriosa llama de la reina Loana” o “El cementerio de Praga”.
“Los libros no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación. Cuando consideramos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué significa”, sostiene precisamente en uno de los tramos de su best seller, una suerte de cartografía encubierta que revela la manera en que percibía los alcances de su oficio: escribir para lectores inquisidores que gusten de interpelarse sobre el propósito real de los discursos y las historias.
En el abanico temporal que va desde su primera obra “El problema estético en Tomás de Aquino” (1956) hasta “Número Cero” y “Cómo viajar en un salmón” -un conjunto de textos que fueron publicados de manera póstuma- Eco desplegó una trama reflexiva en la que se expidió sobre la manipulación informativa, la teología, la filosofía, la épica de los templarios, los cómics, la estética, las conspiraciones, la producción de signos en la cultura contemporánea, los efectos colaterales de la democratización de contenidos facilitada por internet y las redes sociales.
Cruciales en sus primeros años de intervención en el espacio académico resultan obras como “Arte y estética medieval” y en especial “Obra abierta”, que visibilizó como nunca antes la cuestión de la indeterminación y el rol del azar en el arte, casi como un vaticinio de los planteos actuales en torno a la ausencia de identidad de la producción contemporánea.
Su hito mayor de esos años es “Apocalípticos e integrados” (1964), una obra que a priori luce tal vez algo desactualizada: Eco capta el por entonces incipiente cambio de paradigma que se avecina con la irrupción de los medios masivos de comunicación y plantea dos posturas antagónicas como reacción a este nuevo signo de los tiempos. Con el tiempo, el semiólogo luciría más cerca del bando de los escépticos que de los amigables con los nuevos formatos de la comunicación global, aunque también podría representar una síntesis virtuosa de su dialéctica: el “apocalíptico-integrado” que abjura de las tecnologías pero se vale de ellas para propagar sus ideas.
“Internet todavía es un mundo salvaje y peligroso. Todo surge ahí sin jerarquía. La inmensa cantidad de cosas que circulan por la Red es mucho peor que la falta de información. El exceso de información provoca la amnesia. Demasiada información hace mal. Cuando no recordamos lo que aprendemos, acabamos pareciéndonos a los animales. Conocer es cortar y seleccionar”, decía Eco en una entrevista de 2011.
Su diagnóstico incluía por entonces la caracterización de un escenario que podría funcionar como una descripción certera de la lógica que define el uso de las redes: “Veremos multitudes de ignorantes usando Internet para las estupideces más diversas: juegos, conversaciones banales y búsqueda de noticias irrelevantes.(…) A largo plazo, el resultado pedagógico será dramático”, advertía el semiólogo.
La bibliografía del escritor abarca más de 60 títulos entre novela y ensayo, en una cronología donde se puede rastrear el pulso de sus obsesiones, desde su interés por analizar los alcances de conceptos como signo, código, metáfora o símbolo -que expresan sus preocupaciones en textos como “Obra abierta”, “La estructura ausente” o “Tratado de semiótica general”- hasta las críticas al periodismo contemporáneo que cristalizó en su última novela “El libro del año cero”, donde a través de la parodia sugiere que los medios funcionan como una máquina de difamación y deslegitimación con mecanismos que van desde la insinuación y la sospecha hasta la desinformación o la manipulación, lejos de la nobleza que le atribuía a los libros.
“Los libros son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera”, resumía a propósito de su fervor por la lectura.
Eco murió de cáncer de páncreas el 19 de febrero de 2016. Cinco años después llegó a las librerías su obra póstuma, “Cómo viajar con un salmón”, en la que con un formato ficticio de columna de diario se mostraba como un erudito sorprendido por un mundo tecnológico, burócrata y lleno de banalidades que parecía resultarle al mismo tiempo ajeno, incómodo y gracioso.
En los meses previos a su muerte, el escritor solía expresar ese desencanto en sus intervenciones públicas, como cuando en una conferencia de prensa en el Gran Palacio de la Real Escuela de Equitación en Turín, donde le otorgaron el diploma Honoris causa en Comunicación y Cultura de los Medios de Comunicación de la Universidad de Turín -la misma institución lo vio matricularse en filosofía en el año de 1954- expresó: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios”.
(*) Agencia de noticias Telam
Literatura
Abrió su convocatoria el Premio Lumen de novela 2025
Por tercer año consecutivo, se abrió la convocatoria para participar en el Premio Lumen de novela, destinado a reconocer las mejores obras inéditas de mujeres, escritas en español. Esta iniciativa es heredera del Premio Femenino Lumen, que funcionó entre 1994 y 1999. En 2023, la editorial española decidió retomarlo y ya está disponible el buzón donde las interesadas pueden postular su obra.
La convocatoria estará abierta hasta el 31 de marzo del 2025 y el fallo se conocerá en junio. La ganadora se llevará un premio de €30.000 euros y su obra será publicada en todo el territorio de habla hispana.
La obra postulada puede ser escrita por una mujer mayor de edad de cualquier nacionalidad, pero debe estar en español. Además, debe tratarse de una obra original, inédita y que no haya sido premiada en otro concurso ni que esté a la espera de otro fallo similar.
Para participar, las interesadas deberán cargar su manuscrito digital en formato PDF o Word en la página oficial del concurso. Allí deberán llenar sus datos personales, el nombre de la obra y el pseudónimo con el que la desean firmar. “Para garantizar el anonimato, la plataforma disociará sus datos identificativos de los del seudónimo y estos únicamente se revelarán en el caso de que la obra sea seleccionada como ganadora”, se aclara en las bases del concurso. Solo se podrá cargar un manuscrito por persona, por lo que no será posible presentar más de una novela.
Adicionalmente, las obras postuladas deberán ser enviadas en formato físico (en tamaño DIN A4, 210 x 297 mm, mecanografiadas a doble espacio en cuerpo 12 e impresas a una o dos caras indistintamente) a una de las oficinas de la editorial, que la concursante podrá especificar durante su postulación. Los países a los que podrán ser enviados los manuscritos originales son: Colombia, Argentina, Chile, Perú, Uruguay, México, España y Estados Unidos.
Una vez cerrada la convocatoria, el jurado entrará en periodo de deliberación para definir la obra ganadora. Este año, el panel estará compuesto por las escritoras Ángeles González-Sinde y Clara Obligado; la directora de la librería Rafael Alberti en Madrid, Lola Larumbe; y la directora literaria de Lumen, María Fasce.
Ganadoras del Premio Lumen
La primera edición de este premio, en 2023, dejó como ganadora a la obra “Vladimir “de la escritora argentina Leticia Martín. Esta historia le da un giro al clásico de Vladimir Nabokov “Lolita”, pues ahora es una profesora mayor la que persigue el amor de un estudiante.
Este año, el premio fue para la novela “Luciérnaga” de la escritora bielorrusa Natalia Litvinova. Esta novela, recupera la historia de la autora que, después de haber terminado con su pareja, decide regresar a la casa de su madre, en Buenos Aires. Allí, se enfrentará con las memorias de su país de origen, Bielorrusia, y las de la Argentina que la vio crecer.
Literatura
“Victoria”, de Anna K. Franco – Del Fondo Editorial
Del Fondo Editorial acaba de editar “Victoria”, la nueva novela de la escritora Anna K. Franco.
Sinopsis
Hailey escapa de la ciudad convertida en Avery para ocultar un secreto inconfesable. Nadie puede saber que alguna vez se llamó Victoria ni todo lo que ese nombre representa: un engaño, una relación abusiva y el descubrimiento de una verdad que podría costarle la vida. En un pueblo conoce a Matt, un chico con un pasado difícil. Mentiras, peligros y secretos acechan entre los despojos de una vida en llamas, esperando ser descubiertos. Solo la fuerza del presente hará que el pasado se desvanezca… o no. ¿Se puede salir de una relación oscura? ¿Cómo resurgir cuando te han robado hasta tu identidad?
Sobre la autora
Anna K. Franco nació en la ciudad de Quilmes, provincia de Buenos Aires, el 3 de marzo de 1985. Es escritora y docente de Literatura. Aunque cultiva diversos géneros, se destaca en novela romántica.
Estudió Letras y Corrección Literaria, y comenzó a escribir a temprana edad, lo que posteriormente se convertiría en su profesión.
Leyó su primera novela romántica a los quince años y eso despertó su pasión por el género.
Se desempeñó como jurado de diversos concursos literarios institucionales y como coordinadora de talleres de escritura.
Obtuvo varios certámenes literarios y publicó su primer relato en 2005. Desde entonces han visto la luz muchas publicaciones en antologías hasta que en 2011 se publicó su primer libro.
Historias Reflejadas
“Palabras mágicas”
Palabras mágicas
La magia, ese personaje escondido detrás de los otros, que asoma entre letras y rueda sobre las palabras transformándolo todo.
Sube y baja, extiende sus manos entrelazando las cosas eternas, aquellas que merecen guardarse en los rincones de la memoria, aquellas que se convierten en recuerdos y que son capaces de expandirse más allá de lo imaginado cada vez que son narradas.
Es justamente en ese juego donde la magia invita y convoca, obligándonos a despertar, a prestar atención a lo importante, a encontrarnos en lo invisible para hacerlo visible.
Ser mago es atravesar los puentes de los sentidos para dejarse llevar por esa luz que modifica todo.
Es lograr que lo imposible se haga posible, desafiando a los miedos y a las dudas, rodando entre las palabras que cuentan nuestra historia.
Es descubrir conejos que se esconden entre las letras de un cuento para acariciar el alma de un niño.
Es escuchar el susurro de sílabas capaces de formar palabras siempre nuevas, que se guardan en las cuevas del tiempo donde sucede el pasado y crece el futuro.
Es descubrir que una página puede cambiar infinitas veces, que todo depende del misterioso contacto entre lectores y autores que hacen incompletas todas las enciclopedias del saber galáctico.
Porque sólo la magia es capaz de completar la página en blanco de nuestra existencia y de convertir cada instante en una nueva oportunidad.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Soy mago”, de Leo Batic; “Saber de las galaxias”, de Adela Basch; “La rebelión de los conejos mágicos”, de Ariel Dorfman; “Hechizos y descubrimientos (Alas para los dinosaurios)”, de Márgara Avervach; y “Relatos de los confines (Oficio de Búhos)” , de Liliana Bodoc, quien permanecerá por siempre con su magia.
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