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Entrevistas

Ángeles Durini: “Si sigo a los personajes, ellos solos van contando una historia”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Las voces se enredan. Giran una dentro de la otra, vibran en el viento que repite las palabras, son el eco que eterniza el cuento que se cuenta; sólo para no olvidar a aquellos que nos habitan. Sólo para habitar en otras voces y perpetuar las historias.

La escritora Ángeles Durini creció en un mundo de historias. Aún resuenan en sus oídos las voces que despertaron la suya. Es en ese murmullo interior, en los sonidos cotidianos, donde se encienden las chispas de su imaginación y despiertan las palabras que mantienen vivo el fuego de la memoria.

En diálogo con ContArte Cultura, la autora brindó detalles de sus comienzos, su mundo creativo y  charlamos acerca de algunas de sus obras.

PH: Uri Gordon

—Para dar comienzo a esta charla vamos a proponerte un juego de presentación. Para ello queremos dejar en tus manos un cristal, una lente detrás de la cual se esconden palabras: ¿Cuál o cuáles son las palabras que primero percibís detrás de ese cristal? ¿En qué superficie o ambiente se encuentran y qué nos pueden contar de vos?
—Silencio, jardín, transparencia. Me veo en el momento en que escapábamos de la siesta y nos íbamos encontrando con mis hermanos en el jardín, y con mis primos que vivían al lado. Nos cruzábamos por un portoncito que había en el cerco.

—Si pudieras elegir un recorte de tu infancia en el que pudo haber nacido tu gusto por narrar, ¿cómo sería esa foto? ¿Quiénes te acompañarían en ese instante recortado del tiempo?
—Tengo muy claro quién influyó en mi deseo por escribir, fue mi abuela, gran narradora de cuentos y de anécdotas. Me contaba los cuentos tradicionales y, a veces, pequeñas anécdotas de cuando vivieron un tiempo en Pigüé, cuando mi mamá era chiquita. Me contaba cómo se acercaba el burro cuando tenía hambre, todavía la veo hamacando sus hombros para imitarlo. También me veo con mis hermanos mayores. Cuando aprendían a leer o tenían que practicar lectura, paraba la oreja. Tenía mucha ansiedad por saber leer y escribir, quería redactar mis propios cuentos y entrar en la ronda de turnos para leer historietas.

—Contanos qué chispas encienden las llamas de tu imaginación para comenzar una historia de ficción.
—Creo que las chispas se encienden cuando se chocan por lo menos dos cosas: algún recuerdo muy vívido de mi infancia, lecturas de autores que me gustan, algunas palabras sonoras, alguien dice algo, hace algo. Un lugar donde estuve, una película, un cuadro. En general, se chocan varias cosas que no sé bien qué son, pero que crean una imagen, unas ganas de meterse a ver qué hay.

—¿De qué manera das vida a tus personajes? ¿Qué es lo primero que percibís de ellos?
—A veces se presentan muy claros, en una imagen, se sienten de una determinada manera, están corriendo hacia algún lado, buscan algo. Otras veces es un lugar en donde estuve que me viene muy fuerte a la cabeza, como un personaje. Me quedo quieta, observándolos, a ver a dónde me llevan. Si los sigo, ellos solos van contando una historia.

Tapas de los tres libros de “Demetrio”, ilustraciones de Pablo Bernasconi

—Y hablando de ellos, ¿cómo nació Demetrio Latov, tu protagonista tan querido por los lectores?
Demetrio se me empezó a aparecer después de que recordé las series de televisión y películas que veía cuando era chica. Por ese entonces estaba en un curso para aprender a hacer guiones de televisión. Recordando a Los locos Adams, Sombras tenebrosas, Drácula, fue que una mañana se me apareció un chico que se sentía muy solo. Lo veía en una casa que yo había conocido. Vivía ahí, era una casa muy grande y vieja, pasaba de un ambiente a otro, salía al balcón y miraba a lo lejos. Por otro lado, estaba antojada con escribir algo donde los personajes contaran directamente, sin intermediaros de ningún tipo de narrador. La estructura de la novela de Drácula, donde los personajes son los que cuentan mediante diarios íntimos, cartas y notas, era la ideal. Me abría la posibilidad de contar un mismo hecho desde diferentes puntos de vista. De conocer la intimidad de un personaje tradicionalmente malo, solo que en esta novela sería bueno, no por decisión mía sino porque Demetrio es así. También recordé la película (nunca leí la novela) Entrevista con un vampiro, donde es uno de los dos vampiros el que cuenta su historia, con culpa, arrepentido. Cuando salió Demetrio todavía no estaban de moda los vampiros ni abundaba la culpa entre ellos. Me metí tanto en la historia que abandoné el curso y seguí escribiendo.

—¿Creés que el terror en la literatura ayuda a atravesar los miedos de la infancia y los desenmascara?
—Sí, creo que sí, y que no es el único género literario que ayuda a hacer catarsis con los miedos. Los cuentos de hadas, por ejemplo, son una gran fuente de catarsis. Aunque, por qué no, podríamos pensarlos como precursores de la literatura de terror. Sobre todo los que suceden en el bosque.

—Hay algunos de tus libros que descuelgan personajes del mundo del arte, ¿cómo fue esa experiencia de cruzar esos hilos para crear nuevas historias?
—Muy lindo eso de “descolgar personajes” del mundo del arte. Si, mi novela Bajo el ala del sombrero, fue descolgando personajes y hechos de los cuadros de Magritte. Me divertí mucho haciéndolo y los cuadros fueron guiando a mis personajes para el siguiente paso. Así apareció el señor Mun, sosías del hombre con la manzana verde delante de la cara, o Violeta, a semejanza de la mujer de vestido blanco con una flor (¿hortensia?) delante de su cara. Los sombreros, el bombín y el de Violeta, juegan un papel importante en la novela. También apareció El Seductor, barco que figura en sus pinturas, donde se mezclan los contornos con el mar. Una mesa que vuela, ellos comerán pizza, la pareja que se besa con las caras tapadas con un trapo. Ellos se besarán, tímidamente, detrás de sus servilletas. También figura el castillo sobre las piedras, la pareja se conocerá haciendo una visita turística. Aunque no fue solo Magritte el que metió sus cuadros en esta novela, sino también Julio Verne, con la personalidad de Phileas Fogg impregnando al señor Mun. Alguna vez me dijeron que los personajes de la novela Bajo el ala del sombrero son planos. Quizás sí, ya que el narrador se sirvió de ellos “descolgándolos” y manejándolos un poco desde arriba, como títeres, aunque no obligándolos a hacer nada. Eran ellos mismos los que se iban dejando invadir por los paisajes pictóricos, un poco al viento, no siendo muy dueños de su vida, sino adaptándose como podían a las nuevas circunstancias. Además de todo, se coló un gato. El poema narrativo del libro Vidas modernas, álbum que hicimos con Didi Grau (ella la ilustración y el diseño), también surgió mirando cuadros. Esta vez, de Xul Solar. Sobre todo a partir de la imagen de Ciudad Lagui, donde figura una gran ciudad. Es en una gran ciudad donde una pareja de amigos, Xul y Rinoceronte, se encuentran y desencuentran.

—En tu novela “Detrás de los cristales” hay una historia de familia que en algún punto se funde con la tuya, ¿qué hechos se entrelazaron para que se abrieran las puertas de tu imaginación y te embarcaras en ese relato?
—Mi madre contaba que en la primera nevada en Buenos Aires, el 22 de junio de 1918, ella era muy chiquita y nadie la había querido levantar de la cama para ver la nieve por la ventana porque estaba enferma. Cuando lo contaba se le transformaba la cara como si fuera una nenita; el recuerdo de su vivencia le había quedado intacto. Me dieron muchas ganas de escribir sobre esa transformación, ese deseo de una niñita que podía perdurar para toda la vida. Y me dieron ganas de escribir sobre esa cosa tan curiosa que es ver nevar sobre Buenos Aires. Además, este hecho me hizo reflexionar sobre los recuerdos de una vida, que abarcan más tiempo que la vida de una persona. Todos llevamos anécdotas, palabras, maneras de vivir de la generación anterior y quizás de la otra y, al mismo tiempo, transmitimos nuestra época a por lo menos dos generaciones más, entre hijos y nietos. O sea que nuestra vida es larga, los recuerdos familiares y maneras de vivir duran mucho tiempo en la memoria. Para escribir esta novela me guie también por esta idea y por algunas de las palabras que les había escuchado a padres, tíos y abuela. Además, fui leyendo sobre qué había pasado ese día en Buenos Aires.

Me encontré con que Alfonsina Storni presentó un libro de poemas aquella noche. Los poemas de Alfonsina, entonces, invadieron la historia y dieron cierto clima de época. Esa misma noche fue compuesto el tango Qué noche. Me gustó esa anécdota aunque me encontré con el hecho de que todavía los tangos no eran cantados. Imposible por otro lado evitar la Primera Guerra que estaba sucediendo en Europa. Y una anécdota que leí por internet se metió de lleno: un francés de los Pirineos contaba que había puesto un pie por primera vez en Buenos Aires justo ese día y que no entendía por qué la gente se volvía tan loca con la nieve chirla cuando él venía de un lugar donde la nieve llegaba hasta los techos. La historia que se cuenta no es la de mi familia, pero sí la anécdota de mi madre dio un puntapié para contar una Buenos Aires que tenía de oídas, donde se juntaba la inmigración de gente que huía de la guerra y del hambre, y donde vivían personas que soñaban con que Buenos Aires se pareciera a París. También se coló en la historia una muñeca que me habían regalado, a la que le corté el pelo para comprobar si a las muñecas les crecía, aunque sospechaba que no. Menudo reto me ligué con el latiguillo: “Arruinaste justo la muñeca que te trajeron de Francia”.

—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?
—Me estoy enganchando otra vez con una novela que empecé en el 2019 y que seguí con muchas ganas durante la cuarentena, aunque fui perdiendo la concentración justo por eso, por la cuarentena. Todavía no voy a contar de qué se trata.

—Para terminar, si pudieras dejar un deseo dentro de tu “Frasco gitano”, ¿cuál sería?
—En este momento, un deseo fuerte que prevalece sobre los otros, es la buena salud para personas que conozco y quiero, y también para todos.

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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