Literatura
Cinco grandes escritores recomiendan lecturas para regalar en Navidad
Por Romina Calderaro (*)
“La verdad completa sobre alguien o sobre algo solo puede ser contada en una novela” dice el húngaro Stephen Vizinczey en “El hombre del toque mágico”.
La frase la compartió el argentino Sergio Olguín, uno de los cincos prestigiosos escritores consultados por Télam para recomendar cinco libros para regalar esta Navidad. Porque los escritores son, antes que nada, lectores calificados.
Además del padre de Verónica Rosenthal -el personaje creado por Olguín para su saga policial-, la española Rosa Montero, los argentinos Claudia Piñeiro, Guillermo Martínez y el mexicano Guillermo Arriaga se tomaron el tiempo de seleccionar textos que, por distintos motivos, vale la pena leer y hacer leer.
Cada uno de ellos escribe por motivos distintos, pero en el caso de la autora de “La ridícula idea de no volver a verte”, la explicación de la madrileña es que escribe ficciones “porque con la vida no me alcanza”.
Los autores seleccionados para recomendar comparten una calidad literaria con la aceptación masiva del público.

Rosa Montero
La exitosa española, que está en pleno proceso de escritura del cuarto libro de Bruna Husky, una detective privada tecnohumana que trabaja en el Madrid del futuro, eligió los textos que regalaría para esta Navidad.
1 .- “‘El tiempo de las moscas’ de Claudia Piñeiro, me encantó”, dijo Montero a Télam. El libro de la escritora que más vende en la Argentina es la continuación del policial “Tuya”, aclamado por la crítica y por los lectores. La segunda parte cuenta la vida de la protagonista de la novela después de haber salido de la cárcel luego de haber matado a la amante de su marido, que firmaba sus cartas no con su nombre, sino con ese pronombre posesivo que tanto la violentaba: “Tuya”.
2.- La autora de “La carne” también recomendó “Los desposeídos: una utopía ambigua” de Úrsula K. Le Guin. Es un texto que no suele dejar indiferente a nadie. Se la considera uno de los ejemplos característicos del subgénero de ciencia ficción social.
La historia ocurre en un planeta llamado Urras y en su luna Anarres, ambos pertenecientes al Ekumen (el mismo universo ficticio utilizado por Ursula K. Le Guin en muchas otras novelas de ciencia ficción). Los habitantes de Anarres son los descendientes de exiliados de Urras a causa de su participación en una revolución anarquista casi doscientos años antes de los sucesos que se relatan en el libro. Su régimen político viene a ser una especie de anarquismo taoísta. Viven en una cultura de compartición en un mundo extremadamente pobre en recursos. Los habitantes de Urras, por el contrario, han desarrollado una cultura urbana capitalista en un mundo que no impone tantos rigores para la supervivencia.

3.- Otro de los recomendados de la creadora de “El peligro de estar cuerda” es “El último hombre blanco” de Nuria Labari.
A sus cuarenta y cuatro años, la mujer que protagoniza esta novela se ha convertido en un auténtico «hombre» de negocios: gana doscientos mil euros al año y ha modelado su cuerpo, su tiempo, su lenguaje y hasta sus relaciones sexuales para conseguir tener tanto poder como un hombre, ser aceptada en sus círculos, ganarse su total confianza y convertirse, por fin, en uno de ellos. En la cima de su carrera profesional, cuando lleva años viviendo, pensando y ganando exactamente lo mismo que sus colegas masculinos y observa su metamorfosis, desde la primera vez que pensó que había nacido en el bando equivocado hasta el momento en que comprende que su éxito profesional es también el resultado de una monstruosa transformación personal.
El último hombre blanco puede leerse como la crónica de una infiltrada en las costuras del mercado laboral o como el testimonio de un hombre poderoso y opaco que por primera vez toma la palabra dispuesto a decir la verdad. La prosa incisiva y lúcida de Nuria Labari sirve para contar la historia de una mujer que creyó que necesitaba escalar una montaña y de cómo, una vez que consiguió llegar a la cumbre, deseó hacerla estallar.
4.- “La mitad de la noche” de Maira Montero es otro libro que Montero recomienda fervientemente.
La protagonista es la nieta de un importante industrial vasco vuelve de Cuba a principios de los años cuarenta huyendo de una relación que ha fracasado, obsesionada con saber qué hay detrás de la historia de locura de su madre.
5.- La autora de “Crónica del desamor” recomienda por último “Qué hacer con estos pedazos” de Piedad Bonnett.
El libro narra los sucesos que tuvo que vivir la protagonista, Emilia, durante una remodelación en su hogar. Con una prosa rotunda que recuerda a su poesía, y empujada por una autenticidad feroz, Bonnett parte de este hecho cotidiano y aparentemente banal para construir una semblanza de la plácida y peligrosa insatisfacción, y de mujeres arrinconadas por muy distintos tipos de maltratos y silencios. El paso del tiempo, su acumulación y su peso, el aburguesamiento y la vejez (propia y ajena), y la imposibilidad de conocer realmente a quienes nos rodean empapan esta novela para obligarnos a mirar donde, a menudo, no queremos mirar: a lo que de verdad somos.

Guillermo Martínez
El matemático y multipremiado escritor argentino Guillermo Martínez, autor entre muchísimas obras exitosas de “Los crímenes de Oxford”; contó a Télam que en marzo sale a la venta por Paidós su próximo libro “Once tesis (y antítesis) sobre la literatura de ficción”, basado en las clases de escritura creativa que desde hace años dicta en Nueva York. En su perfil de X (exTwitter), se define primero como lector que como escritor, de hecho su cuenta se llama @leoysubrayo.
Martínez compartió cinco libros que regalaría para esta Navidad.
1.- “El vendedor de libros” de Franco Vaccarini, “un autor muy conocido de literatura juvenil, pero ésta es su tercera novela para adultos, hay un caníbal en un pueblo, suspenso, terror y me gustó mucho”.
2.- “Recomiendo ‘Contar un secreto’, de Pablo de Santis, publicado por Tilde Editora. Es una novedad de este año, reúne sus lecciones de escritura creativa. “Los pasos del héroe en la novela”, “La corrección”, son algunos de los capítulos en los que recorre esas lecciones con distintos ejemplos.

3.- “En el mismo sentido, me gustó mucho ‘El arte de la novela’, de Milan Kundera. Hace muchos comentarios sobre la línea de lo cómico en la literatura moderna, sobre la tradición de realismo psicológico y lo cité en mi próximo libro”, explicó el autor de “La muerte lenta de Luciana B”.
4.- “‘Los incidentes’, de Agustín De Luca, me parece muy interesante. Es su segunda novela publicada por La Ría y él es un joven que escribió una novela policial en apariencia clásica, ambientada en un Buenos Aires contemporáneo que tiene algo del enigma del cuarto cerrado (uno de los esquemas más clásicos del relato policiaco es: un crimen imposible de resolver porque nadie pudo entrar ni salir de la habitación donde se encuentra un cadáver).
“Se dobla en dos novelas, una persona que aparece colgada estaba escribiendo una novela. Investiga la muerte su editora que a la vez es su expareja. Ella intercala observaciones, recuerda la relación con él a la vez que avanza la investigación. Es muy interesante”, contó.
5.- “Me gustó mucho ‘La intromisión’, de Muriel Spark. que publica La Bestia Equilátera. Es un deslizamiento del mundo de la ficción de la secretaria de una asociación de gente que está escribiendo sus autobiografías, y los ayuda. A la vez, ella está con su propia novela. Entonces los integrantes del grupo empiezan a ‘robarle’ los personajes de su ficción y hay en especial uno que empieza a distorsionar las biografías con pasajes de la novela de la secretaria. Hay un juego irónico interesante”, fundamentó el autor de “Una felicidad Repulsiva”.

Claudia Piñeiro
La autora de “Las viudad de los jueves” acaba de publicar el excelente libro “Escribir un silencio”, una recopilación de todos los textos de no ficción que publicó a lo largo de su carrera en diferentes medios, muchos de ellos en “La mujer de mi vida”, una prestigiosa revista literaria que dirigió su amigo Sergio Olguín.
También es amiga de Guillermo Martínez, quien contó a Télam que está leyendo “Escribir un silencio” y que también lo recomendaría para el arbolito.
Estos son los 5 libros que regalaría la autora de “Tuya” ,”Elena sabe” y “Una suerte pequeña” entre muchísimos otros libros exitosos.
1.- “‘El Ojo de Goliat‘ de Diego Muzzio, es un novelón sumamente bien escrito”, dijo a Télam.
A Edward Pierce, psiquiatra inglés, le piden que trate el caso de David Bradley, un ingeniero de la compañía Northern Lighthouse que ha enloquecido mientras inspeccionaba un faro situado en un islote sobre el Atlántico Sur. Quien le encarga el trabajo es un pariente lejano de Robert Louis Stevenson, el creador del doctor Jekyll y el señor Hyde.
Este punto de partida no es casual: la novela tematizará la relación de los hombres con sus dobles y los puntos de contacto entre presuntos polos opuestos: el bien y el mal, la cordura y la alienación.

2.- “Elijo ‘Las indignas’, de Agustina Bazterrica, para recomendar algo de calidad del género de terror, determinante para parientes jóvenes que aman ese género bien escrito”, dijo Piñeiro.
La trama incluye una distopía perturbadora, en la que resplandece la naturaleza oscura de una falsa divinidad, un dios abusivo, pero también la forma subrepticia, aunque poderosa, de la amistad.
3.- “Para los interesados en la poesía, voy a recomendar ‘Resurrecciones’, de Maximiliano Legnani, de editorial En Danza, agregó la autora de “Las grietas de Jara”.
4.- Piñeiro también recomendó “Poncho y la tormenta del fin del mundo”. “Es la novela de un perro que se va a la Antártida. Es de Tomás Balmaceda y Agustina Larrea, con ilustración de Alexis Moyano“.
5.- Para los amantes de la no ficción, la autora de “Las Maldiciones” recomendó “Born y Quieto, la negociación secreta entre el magnate y el montonero”, de María O’Donnell. “Es muy interesante porque no conocíamos la voz de Quieto en la historia”, explicó.

Sergio Olguín
El autor de la saga de Verónica Rosenthal (“La fragilidad de los cuerpos” “Las extranjeras”, “No hay amores felices”, “La mejor enemiga” y de libros como “Lanús”, “Filo” y “Oscura, monótona sangre”, entre otros exitosos libros, primero aclaró no sin sensatez que para regalar libros conviene conocer al destinatario del regalo.
“Hay que pensar qué le gusta a quien uno regala, hay que pensar en el gusto del otro. Si no conozco a la persona, regalo libros que son muy abiertos; me gusta siempre elegir algo de Patricia Highsmith o de Roberto Fontanarrosa y un autor para alguien que no lee novelas de espionaje que no falla es John Le Carré, porque en el fondo escribe sobre la condición humana”, aconsejó el autor de “Springfield”, “El equipo de los sueños” y el libro de cuentos “Las griegas”, que además dirigió dos revistas literarias muy prestigiosas: “V de Vian” y “La mujer de mi vida”. Luego, eligió cinco libros para regalar en Navidad.

1.- “Me gustan los ‘Cuentos de amor’, de Junichiro Tanizaki (once relatos de amor de asombrosa belleza y refinado erotismo). Me parece que son una muestra amplia de lo de él como autor”.
2.- “De Guy de Maupassant me gusta ‘Una vida’, está a la altura de Madame Bovary y Ana Karenina. Escribe desde el punto de vista femenino, pero de un modo muy verosímil. No ves el hombre detrás del texto”, dice el hombre que promete una nueva novela de la saga Rosenthal para el segundo semestre de 2024.
3.- “Negar todo” de Roberto Fontanarrosa es un libro que Olguín regalaría. “El que no leyó a Fontanarrosa va a empezar a leerlo el que lo leyó lo va a disfrutar”, dijo a Télam.
4.- “Hay un libro que está bueno y se lo podés regalar a alguien que estudia diseño gráfico, como mi hija. Se llama ‘Qué estás mirando” de Will Gompertz’. Es un libro que a todos los que somos brutos sobre el arte contemporáneo nos enseña a ver todos los movimientos vanguardistas hasta la actualidad”, bromeó.
5.- “Bárbara Pymm tiene una novela que se llama ‘Murió la dulce paloma’, tiene varios años, ella murió en los ’80 y es una de las grandes autoras británicas. Es una historia de amores cruzados muy a la manera inglesa, donde la pasión no se muestra muy directamente, pero se nota todo muy sutilmente. La recomiendo”, finalizó.

Guillermo Arriaga
El notable escritor mexicano que en 2020 se alzó con el premio Alfaguara con su extraordinaria novela “Salvar el fuego”, conversó con Télam antes de internarse en una excursión de caza, actividad que defiende, sobre la que polemiza sin esquivar el bulto de un tema delicado. Provocador como es, confesó a Télam que sin abstraerse en esos viajes “no podría escribir”. Porque desde que no trabaja con Alejandro González Iñárritu (Arriaga escribió los guiones de “Amores Perros”, “21 gramos” y “Babel”, la llamada “Trilogía de la muerte”), el mexicano se lanzó a una frenética carrera como escritor que lo tiene sentado frente a su computadora 12 horas por día para publicar novelas de largo aliento que rara vez tienen menos de 500 páginas, pero que son tan profundas y adictivas que se leen casi sin respirar.

1.- “Recomiendo ‘Canción de Tumba’, de Julián Herbet, está escrito con maestría por el hijo de una prostituta.
Es brutal”, dijo a Télam el autor de “El Salvaje”.
2.- “Me gustó mucho ‘Joyas de la familia’, de Sergio Avilés. Es la historia de una gargantilla que apareció en Saltillo, Coahuila y que parecía falsa. Pero que cuando la analizaron, costaba millones de dólares. Perteneció a varias dinastías de casas nobles” contó el escritor y director de “The burning plain”, filme protagonizado por Charlize Theron, Jennifer Lawrence, Kim Basinger y Joaquim de Almeida.
3.- “‘Somoza’, de Ligia Urroz me parece muy recomendable”, dijo el autor de “Un dulce olor a muerte”.
Tras el triunfo del frente sandinista, en un restaurante en Managua ubicado en la recién nacida plaza de la Revolución, tres guerrilleros recuerdan con entusiasmo aquel glorioso 19 de julio y los gritos de júbilo de la muchedumbre al celebrar el derrocamiento de la dictadura.
4.- “Recomiendo ‘Ahora me rindo y eso es todo’, de Álvaro Enrigue“, sostuvo el autor de “Escuadrón Guillotina”.
Es una ambiciosa novela sobre el pasado y el presente, sobre el mito y la historia, con el legendario apache Gerónimo como uno de sus protagonistas.
5.- Para terminar, el autor de “El búfalo de la noche” eligió libros de dos escritoras argentinas: “‘Chicas muertas’, de Selva Almada, y ‘Pájaros en la boca’, de Samanta Schweblin, me gustan mucho”, dijo.
(*) Agencia de noticias Telam.
Textos para escuchar
El niño de las avispas – Victoria Bayona
Victoria Bayona lee su cuento El niño de las avispas
“¿Por qué lo seguían?”, se preguntaban los habitantes de Cuerno Callado. Por un tiempo, nada más. Después, aunque parezca difícil de creerse, se olvidaron de él. Como si se hubiera desvanecido, no recordaban si había existido o lo habían soñado.
Fermín nació una madrugada en la que las estrellas parecían querer quedarse un tiempo más para esperarlo. Alrededor de las siete, un llanto menudo resonó en la casa. Los primeros insectos atravesaron la ventana poco después. Rodearon la cesta de trigos enlazados que les había regalado el hijo de un terrateniente. La madre reposaba aun dolorida por el parto, y fue el padre quien se encargó de espantarlos. Cerró las hojas de vidrio y vio cómo se agolpaban al otro lado. Buscaban cualquier resquicio para ingresar, rodeando el hogar con zumbidos y golpeteos. Lo que en un principio pareció un capricho curioso de la naturaleza, a los padres terminó por asustarles.
Cubrieron la cuna con velos, sellaron cada hueco, se ocuparon cuidadosamente de abrir solo unos segundos las puertas al entrar y salir, y consiguieron, por escasos meses, mantener a los invasores a raya. Pero Fermín crecía y, después de gatear, caminó. Tan pronto pudo acercar los bancos a los picaportes, era él quien dejaba entrar la plaga y la casa se llenaba de nubes bulliciosas.
Fue examinado por médicos, brujos y curanderas. Nada parecía explicar la atracción que sentían las criaturas por el niño. Picaban a cuanta persona estuviera al alcance. Al niño no. A él lo perdonaban de sus aguijones. Los padres entendieron que algo estaba realmente mal cuando escucharon que la primera palabra que su hijo pronunció fue “avispa”.
—¡No podemos seguir así! —gritó la madre un día, mostrándole al marido sus brazos lacerados—. ¡No podemos!
Lloraba a los gritos, y el niño la observaba parado, aferrado a los barrotes de la cuna. Al menos diez avispas revoloteaban a su alrededor. Cada vez que alguno de sus padres quería levantarlo, lo atacaban.
—Esto tiene que parar —repetía la mujer, hecha un ovillo sobre la cama—, tiene que parar.
Un extraño resentimiento crecía en sus corazones hacia el hijo. Al principio intentaron protegerlo, pero se fueron dando cuenta que los insectos no eran una amenaza para él, al contrario, parecía disfrutar su compañía. Pasaban los años y, aunque aun no pudieran confesarlo en voz alta, comenzaban a planear cómo deshacerse de él.
Casi sin mediar palabra, fueron construyendo una casita entre Cuerno Callado y Casadelmar, rodeada de árboles frondosos, bastante alejada del pueblo. Le pusieron un camastro rústico, una mesa, alacenas repletas de comida. Su plan era ir cada mediodía y cada noche a alimentarlo, que el niño durmiera allí, rodeado de los insectos sin que los afectara a ellos.
Cuando llegó el día, la madre tenía un ojo inflamado por una picadura. El padre ponía sobre las suyas un ungüento que les había formulado una curandera de Puerto Espinos. Hartos del martirio, esperaron a que Fermín, que ya tenía seis años, estuviera dormido. Lo envolvieron en una manta y lo dejaron en la cama que habían hecho para él. Lo miraron unos segundos. Cuando las avispas comenzaron a habitar la casa, huyeron.
Al día siguiente amanecieron sintiéndose extraños. El silencio era pesado. Poderoso. No había dentro de su casa un solo insecto. Nada les picaba. El cuerpo no ostentaba nuevas picaduras. Pero su hijo les faltaba. La madre rompió en llanto. El padre lloró también.
—¿Qué hicimos? —se reprocharon.
Salieron disparados rumbo a la casilla. Se convencieron de que encontrarían otras maneras de poder criarlo, que lo que habían ideado era una locura, que habían estado bajo los influjos de la alucinación producida por las picaduras. Que quizás el niño no hubiera despertado y nunca se enterara de que había pasado la noche lejos.
Cuando llegaron, Fermín no estaba. Desde entonces lo buscaron por todas partes. Pero el niño de las avispas nunca apareció.
Abrió los ojos. El olor era nuevo. Olor a madera. A bosque. Esa no era su casa, no era su cama, sin embargo se sentía bien ese despertar. Tan pronto se incorporó, varias avispas lo rodearon. Miró a un lado, a otro, era una casa pequeña. ¿Por qué estaba ahí? ¿Cómo había llegado? No sabía las respuestas a muchas de esas preguntas, pero en su inocencia terminó de entender algo que rompió su corazón: sus padres ya no lo querían.
Una extraña libertad latió en el pecho lastimado: nada lo aferraba al mundo en el que le tocó nacer. Si no corrió antes había sido por quedarse con ellos. Pero en ese momento, confirmó que había ocurrido algún error y que al fin podía enmendarlo. Extendió la mano con la palma al cielo y varios insectos se posaron en ella. Sonrió. Se sentía conectado con esas criaturas que habían sido desde siempre su familia. Por fin estaba en casa.
Corrió a través de los árboles añosos hacia lugares donde nunca había ido antes. Las avispas lo guiaban. Formaban hordas numerosas y, al pasar, los habitantes del bosque los miraban asombrados. Después de mucho tiempo, se detuvieron. Llegaron a una pared de roca que en su base tenía una zona ahuecada. Fermín sintió muchas ganas de descansar allí. Se quitó la ropa y se acurrucó en la superficie dura y fría, pero no le incomodó. Había algo reconfortante en esa rusticidad, en ese estar desnudo sin nada que lo separara de la naturaleza. Cerró los ojos y se sumió en un sueño muy profundo. Tan profundo que no advirtió las redes que los insectos tejían a su alrededor.
Despertó después de muchos meses. No abrió los ojos porque ya no tenía párpados. Simplemente pudo ver, ver. Una película lo separaba del mundo. Extendió sus brazos y rompió la crisálida que lo albergó durante su sueño. Podía sentirlo todo. La savia fluyendo en las venas de las plantas, el andar de las hormigas, el latir acelerado en el corazón de los animales. La brisa, la tierra que palpitaba en la base de sus pies. Se llevó las manos a la cara. La sintió huesuda. Sabía que algo se había transformado y quería verlo. Caminó, el instinto le indicaba dónde encontraría agua. Un séquito de avispas lo siguió.
Finalmente, el reflejo de un lago le sirvió de espejo. Su rostro se había alargado y sus ojos eran redondos, negros y brillantes. Su nueva apariencia no le disgustaba. Estaba aún estudiando sus facciones cuando sucedió lo más maravilloso: detrás de su espalda comenzaron a desplegarse destellos transparentes, un abanico mágico, el sueño que había tenido incluso antes de existir: le habían crecido alas.
Eran miles los insectos que se habían agolpado a presenciar el gran fenómeno. De pronto sus zumbidos se aunaron en uno y parecieron entonar una curiosa melodía. Estaban dándole la bienvenida. Él zumbó también. Hablaba la lengua de los insectos. Con ellos fue que se asentó en un lugar apartado y juntos construyeron un avispero magnífico, la fortaleza de cera y barro que se convertiría en el castillo de Fermín.
Con el tiempo fue olvidando sus años con los hombres. Olvidó primero el sabor de la comida, las camas, las plantas en macetas, el idioma de Cuerno Callado. Olvidó los horarios, las rutinas. Las visitas y los cantos. Y lo último que olvidó, como si no hubiera querido olvidarlas nunca, fueron las manos de su madre y la risa de su padre. Vivía con sus amigos en su nuevo hogar, recorría los alrededores, en ocasiones auxiliaba a aquellos animales que lo necesitaban. Se había convertido en un ser generoso que trabajaba por el bienestar del bosque.
Pasó una mañana. Escuchó un sonido como ningún otro. Se acercó, sigiloso, hacia donde si oído lo guiaba. En medio de un claro entre los árboles, la vio. Una joven muy bella seleccionaba y recogía plantas para luego guardarlas en su delantal. Mientras realizaba su labor, cantaba. Su canto le devolvió todo lo que había olvidado.
—Mamá —murmuró, en aquella lengua que no había usado en años.
Los ojos se le volvieron acuosos y su corazón pareció quebrarse una vez más.
Así lo encontró la joven. Aferrando sus rodillas, con la cabeza oculta.
—¿Qué pasa? —le preguntó.
Su voz era extremadamente dulce, como si no hubiera dejado de cantar.
Fermín alzó la vista. Por un segundo la muchacha se sobresaltó al enfrentarse a esos ojos negros y profundos. Solo después reparó en sus alas. Intentó que su asombro no se reflejara en sus facciones.
Fermín era un adolescente ya y había acumulado muchos años de rencores. Ver a la muchacha le abrió una herida aneja. De pronto estaba enojado. Enojado con su pasado, con sus padres, con sentirse solo en su singularidad. No lo pensó. La aferró entre sus brazos y voló hasta el castillo de cera, a encerrar a la joven que dolía en una torre de polen y de miel.
Historias Reflejadas
“Carrera”

Carrera
Corrían. Los pasos se alargaban más allá de sus cuerpos en busca de respuestas.
Avanzaban sobre un tiempo muerto, sin formas, las horas quietas en puntos suspensivos. El pasado se hacía presente, como una sombra, como un vidrio sucio donde se escondían las preguntas.
Corrían y en sus pies se enredaban las mentiras, una detrás de la otra; el cuerpo en movimiento, fijo en el instante, dejándose reposar en ese balanceo de la vida, para no caer en la opresiva sensación de las circunstancias.
Corrían, viajaban sobre sus pensamientos, cada pisada un encuentro con la inevitable memoria de sus cuerpos; la búsqueda y el vacío.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “Asco”, de Carolina Perrot; “Una mujer corre”, de Bibiana Ricciardi; “Vidrio”, de Gabriela Borrelli; y “Cada despedida”, de Mariana Dimópulos.
Literatura
Tres jóvenes fundaron una editorial que apuesta por la literatura de riesgo
Por Gastón Marote
Tres jóvenes emprendedores fundaron la editorial independiente La Tarea de Escribir, que ya publicó siete libros y apuesta por escrituras radicales y autores emergentes, con una propuesta estética que prioriza “lo raro antes que lo bueno”.
La editorial fue creada en 2025 por Juan Rey (27), Vinicius Fonseca (28) y María Josefina Pesado (29), y surge como continuidad del taller homónimo activo desde 2021.

Según explicaron sus fundadores, el proyecto busca acompañar obras que “se atrevan a pensar desde el borde” y no temen al error o a la incomodidad.
“Creemos que una editorial no es una vidriera sino un dispositivo de pensamiento”, sostienen los creadores, que acompañan cada libro con materiales complementarios como prólogos, notas, entrevistas o piezas visuales disponibles en un soporte digital propio.
En un comunicado, destacaron que trabajan con autores “nuevos, invisibles o directamente ilegibles para la mirada estándar del presente editorial”, y que la curaduría está guiada por una apuesta estilística abierta y desafiante.
Entre sus influencias mencionan tanto editoriales independientes como N Direcciones o la mítica 18 Whiskys, como también autores consagrados y contemporáneos como César Aira, María Negroni, Gabriela Cabezón Cámara o Pablo Katchadjian.
Los objetivos de La Tarea de Escribir están divididos en tres escalas: a corto plazo, construir un catálogo pequeño e incisivo y obtener visibilidad en eventos como la Feria del Libro o la FED; a mediano plazo, formar una comunidad interesada en la experimentación; y a largo plazo, producir un archivo vivo que integre edición, taller e investigación.
Definen a su público como lectores curiosos, móviles, interesados en lo anómalo y en obras que “se presenten como objetos capaces de abrir preguntas, no de clausurarlas”.
La circulación de sus libros se enfoca en librerías independientes, ferias, universidades y espacios culturales, aunque no descartan expandirse comercialmente para sostener el proyecto.
(*) Agencia Noticias Argentinas
Debe estar conectado para enviar un comentario.