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Historias Reflejadas

Historias reflejadas: “Alcanzar el horizonte”

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Alcanzar el horizonte

Hay en nuestras manos una brisa, sin forma, que late e impulsa a los pies que buscan la inquietud de una huella. Ellos se atreven al camino y se ponen en marcha para alcanzar la libertad.

El mundo que amamos permanece quieto sobre el espacio invisible de lo cotidiano. Lo lejano se vuelve cercano y el viento susurra la ruta que debemos transitar.

La muerte cuestiona y el alma palpita las palabras que se han convertido en cenizas y yacen enterradas en el silencio del olvido.

Las máscaras oscurecen los ojos de aquellos que todavía guardan en su memoria los fragmentos de lo sufrido.

Alguien observa el bostezo del aire. Letras inseguras aletean un mensaje que otros escuchan para poder avanzar.

Un remolino libera lamentos que lastiman el cuerpo. Ellos se callan y se convierten en suspiros que exorcizan los recuerdos.

En la distancia del tiempo, los huracanes del odio logran barrer las tristezas y, en un momento sin vientos, la calma se manifiesta en una línea sutil. El sendero se allana. Hemos alcanzado nuestro verdadero horizonte…

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Viento tras los ojos”, de Gabriela Romero; “Más fuego, más viento”, de Susanna Tamaro; “El viento de las horas”, de Ángeles Mastretta; y “El viento distante”, de José Emilio Pacheco.

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1 comentario

1 comentario

  1. Gabriela Romero

    27/09/2018 a 17:23

    Qué hermoso,metafórico, danzante, quieto. Me encanta.

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Historias Reflejadas

“Sueños coloridos”

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Sueños coloridos

En una noche oscura y silenciosa una niña intentaba colorear sus sueños. Todo sucedió muy rápido, una pinturita llamó a la otra y ésta a otra más, hasta que unidas en una alegre ronda pintaron las cuatro paredes de la habitación.

Manchas multicolores se daban abrazos de témperas y crayones y bailaban formando figuras. Fue justamente en un lugar de una mancha brillante donde apareció un caballero montado en su caballo. Se lo veía flaco y cansado y, además, estaba un poco confundido. Su único deseo era vivir muchas aventuras y tal vez por eso se encontraba ahí.

La niña quiso ayudarlo a encontrar el camino, pero en ese momento se desató una tormenta que ningún paraguas pudo detener. Primero llovió un elefante, que quedó enroscado con su trompa sobre el acolchado verde, más tarde las grandes gotas trajeron a un malabarista, y luego a un trapecista y más tarde a un mago, que rápidamente hizo desparecer al caballero andante.

Tan cansada estaba la niña de esa lluvia de personajes que cerró sus ojos y se perdió en un colorido sueño.

Cuando el sol bostezó sus primeros rayos, ella pudo ver a su lado un elefante de madera, rojo y tibio, con el brillo de los tesoros que esconden la magia en su interior.

Recordando lo sucedido, supo que había llegado del país de los sueños donde lo imposible se hace posible y donde los colores logran transformar los grises de la vida.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Las increíbles aventuras de don Quijote y Sancho Panza”, de Adela Basch; “Puro Pelo, la pintora de sueños”, de Juan Chiavetta y Fabián Sevilla; “Sol”, de Márgara Avervach; y “El viernes que llovió circo”, de Fabián Sevilla.

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“El origen de las leyendas”

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El origen de las leyendas

Apretada en las oscuridades de la nada, la palabra dormía eternidades. El tiempo le fue dando forma, ligera y volátil, de manera que ella pudiera elevarse y asumir su libertad.

Primero fue un susurro robado al mismo viento, luego un tímido balbuceo de letras vivas, capaces de emanciparse para levantar vuelo, y más tarde grito, canto y protesta.

Los animales se unieron con sus voces al trueno y a la lluvia, al murmullo del agua y al temblor de la tierra. La melodía extendió sus brazos y despertó temprano en los primeros hombres necesitados del verbo.

Una araña invisible fue hilando su tela con palabras de seda que se pegaron al silencio primario y se desparramaron en verdades imposibles de detener.

La trama enredada entre sus patas fue abrazando a los pueblos con sonidos nuevos, para luego anidar en el corazón de cada habitante en forma de leyendas.

Escondidas en las bocas de los hombres y mujeres viajan las historias que lo explican todo y calman el alma. La palabra entonces toma vida y se libera, dando forma a cada una de las cosas que se cuentan, que se esparcen en el aire de los tiempos, renovándose para permanecer.

Coloreadas por la imaginación y enriquecidas por la repetición, las leyendas se convierten en arte en movimiento. Las leyendas son y serán la raíz y el fruto que representa a cada pueblo.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Lo que cuentan los guaraníes”, de Miguel Ángel Palermo con ilustraciones de María Rojas; “Leyendas, cuentos y otros relatos mapuches”, por Fernando Córdova e ilustrados por Huadi; “Me lo dijo un indio viejo”, de Aída Marcuse; “Cuentan que cuentan que les contaron”, de Olga Drennen y Patricio Olivier.

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“Emociones congeladas”

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Emociones congeladas

En los infinitos dobleces de la memoria, se ocultan oscuros los recuerdos de un tiempo que no fue.

Debajo de la piel, adormecida de dolor, late el pasado y las hebras del destino se ramifican determinando la esencia de aquellos que se permitieron el olvido.

Cada latido se manifiesta y se vuelve pesadilla, imagen desdibujada en una niebla que interpela y avanza soltando preguntas sin respuestas.

Emociones congeladas en un ovillo de vivencias lacerantes, toman forma para luego mutar en sombras que se convierten en presencias silenciosas.

Allí, en esos vacíos, las raíces se pierden para dar lugar a otros, tan distintos de sí mismos, que resultan desconocidos.

El ser, multiplicado en heridas que no sanan, no encuentra rostro ni identidad en los espejos que lo reflejan.

En un eco lejano sus nombres se pierden en una frontera borrosa que divide lo que fueron de lo que otros decidieron que fueran.

Sin embargo, en un diminuto rincón de la existencia todavía es posible retornar, volver a sí mismos a través del encuentro.

En los infinitos dobleces de la memoria, la tibieza de un amor verdadero, es capaz de liberar el lado salvaje de cada uno, esa esencia recuperada, capaz de desplegar sus alas para lograr volar en algún abrazo hacia la tan ansiada libertad.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “En brazos de mi enemigo”, de Andrea Milano; “Pasiones en guerra”, de Cynthia Wila; “Tu lado salvaje”, de Magalí Varela; y “El cautivo de la niebla”, de María. E. Sherriff.

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