

Entrevistas
Cristina Bajo: “La novela histórica es la mejor forma de llegar a la gente común, para que aprenda disfrutando”
Por Andrea Viveca Sanz
Iluminada por el fuego de la palabra, la escritora se entrega a contar. Su voz se desdibuja y va tomando forma de letras, que más tarde definen los contornos de los hechos atesorados, inmóviles, entre las páginas de sus libros. Allí, esperan el momento oportuno para manifestarse vivos ante los ojos de los lectores que desean ese encuentro mágico, en el cual la realidad se esfuma en la ficción y retorna transformada en un cuento que trasciende la historia.
Enredada en hechizos, conjuros, pestes y un gran abanico de sensaciones, ella se hace parte de la esencia misma de los personajes que crea y los acompaña desde el otro lado de las páginas, aguardando el momento oportuno para abrirles la puerta que los dejará libres para siempre, en la eternidad de las palabras compartidas.
Así, alrededor de un fuego imaginado, Cristina Bajo recibe a ContArte Cultura, y nos invita a prestar atención y a mirar. Tiene mucho para compartir y lo hace regalándonos anécdotas cargadas de vida.
—Imaginemos una escena alrededor de un fuego en la que se cuenta una historia en la que vos sos la protagonista ¿Cómo comenzaría esa narración para presentarte?
—”Había una vez” me sigue gustando hasta hoy, pero suelo comenzar diciendo “¿Sabían que…?” Con esas palabras todos te miran y te prestan atención.
—¿Cuándo nace tu pasión por las letras?
—Era muy chica, estaba en el primario. Ya inventaba historias y a una monja -mi maestra- le pareció que tenía alma de escritora y comenzó a darme lecciones de redacción o de composición –así se llamaba la materia- cuando terminábamos de hacer los deberes –estábamos medio-pupilos- a la tarde. Me ayudó muchísimo.
—Describinos el espacio en el que se gestan tus libros.
—Tengo dos espacios. Primero, la cama, antes de dormirme, pero ya con la luz apagada, y antes de levantarme, todavía con la luz apagada. Siempre me ha dado resultado concentrarme en esas horas crepusculares.
El otro ambiente es mi escritorio, donde comienzo a tomar notas y separar libros que puedan hacerme falta. Pero tengo papel y biromes en todas las habitaciones de mi casa, por si se me presenta una idea que, si no la anoto, seguramente se borrará de mi memoria.
—¿Qué aporte crees que pueden hacer las novelas históricas a la historia de nuestro país?
—Muchísimo y bueno, si se escriben con la conciencia de que hay que investigar verdaderamente y tratar de no dejarse llevar por las ideologías personales.
Con ese sentido nació el género histórico, en Escocia, de la mano de Walter Scott, cuando el país estaba sumido en la pobreza económica y moral, después de ser vencidos por los ingleses.
Es la mejor forma de llegar a la gente común, para que aprenda a través del disfrute de un cuento lo que no leerían en un libro de historia pesado y que a lo mejor tiene un léxico que no todo lector lo entiende.
Lo he probado, con buenos resultados, con estudiantes que no podían sacar promedio en esta materia y se iban irremediablemente a marzo.
- Sierva de Dios, ama de la muerte
- El jardín de los venenos
- La señora de Ansenuza y otras leyendas
- Tú, que te escondes
- La madre del agua y otras leyendas argentinas
- El guardián del último fuego y otras leyendas argentinas
- Postales en el tiempo
- El libro de los recuerdos
- Elogio de la cocina
- Cuarto Oscuro
—¿Cómo nace un personaje en tu imaginación y cuál es el proceso para darle la forma y la personalidad que requiera la historia?
—Creo que los personajes ya los tengo adentro, esperando que les abra una puerta para presentarse y decir “aquí estoy”. Luego les desarrollo un carácter y una psicología que no les inventé, pero que se va formando con pequeñas cosas, actitudes, gustos, caprichos. Y después de un tiempo, ya no soy dueña de sus acciones: ellos deciden qué van a hacer, y no puedo contradecirlos.
—¿Cuál es tu vínculo con lo sobrenatural, teniendo en cuenta que es una parte importante de la esencia de algunos personajes de tus novelas?
—Lo sobrenatural me fascina, y me ha tocado profundamente en algunos momentos de mi vida. Cuando chica, en las sierras, teníamos una niñera que no nos dejaba jugar en un lugar cerca del arroyo, donde a mi hermano y a mí, con menos de diez años, nos encantaba jugar: era un círculo de talas con una gran piedra en el medio.
Cuando ya tenía como 40 años, descubrí en un libro de folclore del interior del país que, según los serranos cordobeses, esos círculos son “casitas” o “guaridas” del diablo o de las ánimas del lugar.
He conocido “médicas” que mataban de palabra si se enojaban; me han hablado de “despenadoras” que existían hasta principios del S.XX; de serranas analfabetas que te miraban el iris y te decían si esperabas un niño o una niña. Y además, vivo con un fantasma (Ver aparte).
- Como vivido cien veces
- En tiempos de Laura Osorio
- La trama del pasado
- Territorio de penumbras
- Esa lejana barbarie
—Contanos cómo fue el largo proceso para escribir la saga de los Osorio.
—Comenzó con la idea de contar parte de la historia argentina para hacerla conocer en un formato más atractivo: el de la novela. Me guiaban libros y películas como Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchel, Desirée, de Annemarie Selinko, La gloria de don Ramiro, de Enrique Larreta y las novelas históricas de Manuel Gálvez.
Lo que determinó que eligiera como centro a Córdoba, fue una apuesta que hice con una amiga; le dije algo así cómo “no sólo voy a escribir una novela histórica argentina, sino que lo haré más difícil: la ubicaré en Córdoba”, ya que por entonces no se conseguía fácilmente tanta bibliografía si no eras universitaria.
Luego mi padre, que estaba encantado con la idea, me regaló el Facundo, de Ramón J. Cárcano, que tenía árboles genealógicos y fotos e ilustraciones, y las Memorias Póstumas, del general José María Paz. La batalla de La Tablada, de las Memorias, y la muerte de Facundo, del libro de Cárcano, me decidieron por la época que quería contar: nuestra Guerra Civil, los enfrentamientos entre unitarios y federales.
Después fueron naciendo los personajes, las situaciones, y si bien el segundo tomo iba a corresponder cronológicamente a la saga -ya estaba empezado-, no eran los mismos personajes. Y cuando casi terminaba Como vivido cien veces, se me ocurrió que, cambiando el apellido o los nombres de algunos personajes, tenía no sólo una saga histórica, sino una saga familiar. De ahí, todo fue, como decía mi abuela, “coser y cantar”.
—¿Cuáles fueron tus vivencias al publicar la antología de cuentos góticos “Alguien llama a la ventana”?
—Disfruté mucho haciendo ese libro. Creo que el verbo “hacer” está bien empleado. Fue rescatar de mi memoria libros amados, autores que me deslumbraron, recorrer mi infancia, mi adolescencia, mi madurez, mi vejez a través de los escritores elegidos. Fue recordar viejas y nuevas películas, novelas guardadas por años, todas subrayadas. Fue recordar las viejas revistas de mamá que traían poemas o cuentos de autores que no sabía ni quiénes eran ni – en los años ‘40, ‘60- averiguar quiénes eran, como Katherine Mansfield, o Saki.
Fue recordar personas que influyeron en mis gustos literarios, como un hermano menor, Pedro, que me hizo conocer a Lovecraff, Bradbury, a Lafcadio Hearn.
Si a eso le sumás haber hecho un trabajo de búsqueda de ilustraciones, determinar dónde iba cada una, poder usar de portada el cuadro de un pintor inglés al que amo por su vida y su obra, creo que podés hacerte una idea del maremágnum de vivencias que resultó de eso.
Sin contar que tuvo una segunda edición en poco tiempo y que obtuvo, en general, muy buenas críticas.
—¿Estás escribiendo por estos días? ¿Hay una nueva saga en proceso?
—Tengo una idea que me está dando vueltas, pero aún no la termino de concretar. Mientras tanto, estoy terminando un libro sobre las primeras capillas de Córdoba, y estoy formando, con una amiga, una editorial para editar cuentos clásicos para niños, con ilustraciones antiguas, y quizás nos atrevamos a rescatar novelas inolvidables pero por ahora perdidas.
—Volvamos a la escena de la primera pregunta ¿Con qué sueña la protagonista de la historia que se cuenta junto al fuego?
—Con vivir unos años más para terminar lo que tengo comenzado; con conseguir una casa en las sierras, con visitar Gran Bretaña, con ver recibirse a mis nietos. Y volver a pintar y aprender a bordar.
Hay un fantasma en mi casa
La casa en la que hoy habito la levantamos, a principio de los años ´70, sobre el terreno de una antigua quinta que era de la familia de mi marido. En realidad, era la quinta, de La Quinta, como quien dice.
En cuanto nos vinimos a vivir y comencé a acudir a los negocios de los alrededores, cuando preguntaban dónde vivía y yo les contestaba, comenzaron a decir: “¿Usted vive en la casa de la virgencita?”, o “¿Vive en la casa del ángel?”, o “¿Vive en la casa del fantasma?”. Cuando le pregunté a mi suegro, me comentó que había una vieja historia que decía que en mi terreno –sobre un frutal que tuvimos que hachar para construir la casa- solía verse una aparición. Pasaron muchos años hasta que la vi. Un día de otoño, mientras hablaba con una amiga por teléfono, me pareció que una mujer había entrado y me miraba desde un sauce que tenía en el patio. Aún no habíamos levantado la tapia y en la casona de atrás solían juntarse unas mujeres –de un hogar de ancianos vecino- a hacer yoga, que a veces se pasaban a mi patio. Pensé que era una de estas mujeres, corté el teléfono, abrí la ventana para decirle que era propiedad privada… y me di cuenta de que lo que estaba viendo no estaba afuera: era el reflejo de algo que estaba de pie a mi espalda. Cerré la ventana, crucé la puerta hacia la cocina y recé un Credo.
Cuando abrí la puerta, no había nadie en mi living, pero al asomarme al ventanal la vi de espaldas, perdiéndose bajo el sauce. Era una mujer de edad indefinida, con una especie de camisón blanco, de pelo oscuro y suelto. Nunca volví a verla, pero muchas veces la sentí cerca.
Una amiga mía, a quien hacía años que no veía, vino a visitarme y se quedó a dormir en casa. Esa noche se le apareció a ella, en el cuarto de huéspedes, tal cual la viera yo. Y otras personas también la han visto.
Después de muchos años de investigar, descubrimos la presunción de un crimen que había sucedido en la casona y que nunca se dilucidó. Después de eso, decidimos con mis alumnas rezar una novena para que su alma descansara en paz. Comenzamos el primer día en casa, y los ocho días restantes lo hizo cada una en la de ella. Unos 25 años después de su primera aparición, al concluir la novena, todo volvió a la normalidad.
Nunca le tuve miedo, producía tristeza, pero no temor. La gente que la vio creía que le gustaba refugiarse en los árboles. Hace unos años, después de una sequía grande, un vendaval volteó mi sauce. Ahora tengo nísperos, un quebracho blanco joven, he plantado unos frutales, y algunos cafetos.
De alguna manera, la extraño. No se puede vivir con un fantasma por tanto tiempo sin que deje alguna huella en nuestras vidas.
Cristina Bajo
Cristina Bajo
Nació en Córdoba (Argentina) en 1937. Es novelista y maestra rural.
Empezó a escribir muy joven, pero no fue hasta 1995 que publicó su primera novela, Como vivido cien veces, a la que le siguieron La señora Ansenuza y otras leyendas (1997), En tiempos de Laura Osorio (1998), el libro infantil El guardián del último fuego y otras leyendas argentinas (2001), los cuentos histórico-fantásticos Tú que te escondes (2004) con los que ganó el Premio de la Academia Argentina de Letras, y El jardín de los venenos (2005, originalmente Sierva de Dios, ama de la Muerte), una novela histórica ambientada en el siglo XVIII, con la que ganó el Premio Especial Ricardo Rojas, del gobierno de Buenos Aires para libros editados y fuera traducida a tres idiomas.
Sus libros siempre se encuentran durante meses en las listas de los libros más vendidos de Argentina.

Entrevistas
“Vientos de libertad”, la gesta sanmartiniana en la nueva obra de Luis Carranza Torres

Por Andrea Viveca Sanz /
Edición: Walter Omar Buffarini
Cruzar las fronteras del tiempo y del espacio, animarse, como si existiera una continuidad, un rumor de páginas que necesitaran volver a leerse.
Con una trama que pone la mirada en los detalles, en los paisajes interiores de los protagonistas, en el pasado, pero también en el presente y en el futuro, Luis Carranza Torres avanza, cruza sus propias montañas y da vida a una historia que se ramifica, un entramado donde las pasiones y el amor son protagonistas.
“Vientos de libertad” es la nueva novela del escritor cordobés, quien con sus letras lleva al lector a épocas de la gesta sanmartiniana, para adentrarse en algo más de lo que cuenta la historia.
— ¿Qué te llevó a elegir este renglón de la historia para invitar a tus personajes de ficción a vivir los hechos reales?
— Me gustan los momentos bisagra de la historia, y este período en que transcurre la novela lo fue para nosotros. Nunca es en vano recordar que la Independencia argentina se sancionó, a diferencia de muchas otras, en el peor momento posible. Sin recursos, derrotados nuestros ejércitos en el Alto Perú, amenazados por los cuatro costados por los españoles, los portugueses y los indios. Nacimos, por tanto, en la esperanza, pero también por el coraje de no rendirse ante la adversidad. Eso es lo que busqué reflejar en la novela. Y es algo que sirve más allá del orgullo por nuestro pasado, en la vida diaria de cualquier persona. Se trata de la prehistoria, por así decirlo, de la Argentina que hoy conocemos. Cuando todavía ni nos llamábamos de esa forma. A la par de la evolución de los personajes, existe también la de una sociedad que busca ser de otra forma, liberándose de muchas cosas. A partir de esa declaración de independencia, se produce un gran sinceramiento colectivo de lo que queríamos ser, y de lo que podíamos lograr solo con dos cosas: un liderazgo apropiado y la capacidad de esfuerzo que nos caracteriza individualmente, pero articulada en conjunto. La gesta del cruce de los Andes muestra a lo que podemos llegar cuando hacemos bien las cosas.
— ¿De qué manera trabajaste para poner en palabras los escenarios naturales que recreás en los distintos capítulos?
— Me esfuerzo por poner atención a los detalles, esos que le confieren autenticidad a la trama. Cuando se estructura la trama, uno también va buscando el escenario para plantear determinada escena. Aquí, en “Vientos de Libertad”, no las determinan tanto los actos exteriores sino la interioridad de los personajes, que el paisaje esté a tono con lo que le pasa por dentro a quién protagoniza la escena. Fue eso lo que busqué plasmar. Te diría que aun con la presencia de una referencia geográfica de tanto peso como los Andes, la cuestión pasa más por los lugares culturales o sociológicos de ese tiempo: los espacios de sociabilización como la Alameda o la Plaza Mayor, las conversaciones en el río de las lavanderas, las sala de recibir de las casas, el cuartel militar como preparación para el cruce. Es algo que no busqué, se dio naturalmente. La cordillera está, pero a la vez no está y hay otras todavía más inmensas que sortear. A veces los libros te llevan a eso. A pesar de que he estado en los Andes de norte a sur, desde la puna al estrecho y hecho andinismo en la zona del Tupungato cuando era jóven. O quizás por eso, la presencia no es tanto física como simbólica. Los lectores decidirán (risas).
— Además hay otros escenarios que muestran la vida doméstica de José de San Martín junto a Remedios de Escalada. ¿Por qué te interesó hacer foco en esas vivencias cotidianas?
— La relación entre José de San Martín y Remedios de Escalada ha sido muy bastardeada, por usar una palabra de la época. Con ella, sobre todo, siempre invisibilizada y desmerecida injustamente. Fue Remedios una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Asimismo, mostró un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, aun desde antes de conocer al Libertador, con la misma firmeza de carácter que luego tuvo en el manejo de los asuntos patrimoniales de la pareja, ya que fue ella quien administró todo mientras San Martín hacía sus campañas, teniendo incluso la plena patria potestad de la hija de ambos. Por extraño y hasta paradójico que parezca, bien podemos decir que la Remedios histórica es muy diferente de aquella que la historiografía nos ha pintado. Por su parte, José de San Martín es bastante más de lo que usualmente tenemos en consideración. Era un hombre ilustrado, curioso de casi todo lo que se movía a su alrededor, que leía mucho, en inglés y francés además del castellano. Tocaba la guitarra, cantaba bastante bien, pintaba cuadros de paisajes, sobre todo de la cordillera, era un apasionado del ajedrez y gustaba de las nieves de limón -antecedente de nuestro actual helado de ese gusto-. Creo que la frase que el Libertador pone en la tumba de Remedios ilustra bastante respecto de la relación que tuvieron: “Esposa y amiga del general San Martín”. Recordemos que él valoraba la amistad en un grado superlativo dentro de su escala de valores. Tanto uno como otro fueron personas adelantadas a su tiempo. Y que se atraían por compartir esos valores, sintiendo admiración mutua. Es lo que quise reflejar en la historia en cuanto a ellos. La relación de igual a igual que, a juzgar por toda la documentación fidedigna, tuvieron en un gesto inaudito para la época. Parecen más un matrimonio de nuestros días que de aquellos de 1816.
— ¿Cómo se manifestaron en vos Sebastiana y Justo, los protagonistas de “Vientos de libertad”?
— Ambos son seres literarios por demás interesantes. Complejos, intrincados por dentro y por fuera, y hasta queribles aun en sus defectos. Él ya no puede ser en lo físico lo que sigue siendo en mente y alma: un soldado. Ella, un ser tan castigado por la vida, que termina por volverse una resentida con casi todos. Y el amor como prenda de unión, que da segundas oportunidades para ser feliz, pero también implica renuncias costosas. Si Justo tiene un brazo inútil, Nazarena lleva esas mutilaciones por dentro. Cada cual lidia con ellas como mejor puede, en tanto no deja de advertir que al otro le pasa igual. Para peor, ambos son terriblemente pasionales. En lo bueno y en lo malo. Particularmente, en el orgullo propio. Ninguno cede nada, a pesar de la atracción, del deseo o los fuertes sentimientos que se prodigan. Cada cual quiere lo mejor para el otro, pero a su modo. Y cuando se desilusionan, es en grande. Con todos estos ingredientes, creo que la historia de Nazarena y Justo termina siendo una de las más pasionales que he escrito. Pero también, de las más sufridas e implacables.
— ¿Hay algún personaje secundario que te gustaría destacar?
— La familia Buteler. La historia es verídica en sus líneas generales. Un irlandés que viene con el ejército inglés y se aquerencia al punto de no querer volver a su tierra y plantar raíces aquí. Algunos de los descendientes del Buteler histórico eran vecinos de mi familia en el campo, y de chico escuché alguna de las cosas que aparecen en la novela y me sirvió para darle forma a esa peculiar familia literaria. En cierto modo, es un homenaje a aquellas historias y a las personas que me las contaron. Así como a unos vecinos muy cercanos que tengo como parte de mi historia personal y considero, incluso hoy, como parte de mi familia ampliada. Además, “Vientos de Libertad” se trata de una de las novelas con más personajes secundarios que he escrito. Por lo mismo, se puede leer en varias líneas narrativas. Todas cruzadas por distintos tipos de amor: el de Goya y Tadeo, los esclavos de Nazarena, el apegado a las normas de Isabel y Eulogio, el pasional de Nazarena con Justo, el amor a la distancia entre Mariana y Tulio o el cómplice entre Remedios y José. A la par de eso, hay historias personales muy ricas en matices, como la de Goya, el mismo Tadeo, Mariana en Santiago de Chile o Isabel en Mendoza. Cada una por sus propias y muy particulares razones.
— Vemos que uno de los personajes, Eulogio, lleva un apellido conocido de otras obras tuyas: López de Madariaga. Y que Isabel es una devota lectora de Jane Austen, sin mencionar a la autora. ¿Qué podés contarnos sobre eso? ¿Hay otro texto, quizás implícito, detrás del texto impreso de la novela?
— Son guiños de complicidad para los lectores que me siguen desde siempre. Eulogio es mencionado, ya anciano, en “Palabras Silenciadas”. Es, en sus años mozos como se diría en la época de la novela, el antepasado de la familia que desarrollé en la saga de la Segunda Guerra Mundial que inició con “Mujeres de Invierno”. Antes de llevar a cabo todo por lo que su familia lo recuerda. En el caso de Isabel, sus lecturas son una suerte de homenaje a lo que he visto o me han contado que leen muchas de mis lectoras. Y para recordar que clásicos de Jane como “Orgullo y Prejuicio”, por los tabúes de la época en la sociedad inglesa, se publicaron de forma anónima, sin más datos que su escritora era una mujer. Cosas como estas encajan de maravilla para pintar con un detalle a la sociedad de entonces.
— Mientras todos ellos se preparaban para cruzar una frontera geográfica, vos ibas cruzando las barreras del tiempo para revivir aquellas escenas. ¿Qué fue lo que más te impactó de ese cruce temporal?
— La magnitud de lo que se hizo con muy pocos medios, pero usados muy inteligentemente. La libertad siempre tiene un precio e impone sacrificios. Ellos no dudaron en pagarlo, y por eso es que somos argentinos hoy en día. Tenemos una deuda con esos compatriotas que ya no están, es lo que quise reflejar en la trama de la historia. Otra de las cuestiones que me llamó la atención, y quise rescatar para dar cuerpo a la historia de la novela, es la tremenda preparación logística que implicó. No solo fue un cruce. Debieron llevar consigo todo lo que necesitaban para sobrevivir, desde la leña hasta el agua. Y combatir para apoderarse de las fortificaciones realistas que guardaban los pasos. Pero el éxito de todo dependía de mantener al adversario sin saber por dónde cruzarían. Que se revelara ese detalle hubiera ocasionado el desastre de toda la expedición, y esa es la idea movilizadora que estructura la historia.
— Has dedicado esta novela “a ese soldado argentino, sólo conocido por Dios” ¿Qué razones te movieron a poner esas palabras?
— Es una frase conocida en el mundo castrense. Refiere a aquellos que han caído en combate y no han podido ser identificados sus restos. Solo Dios sabe quién es y cómo sacrificó su vida. A veces ni tumba tienen. Hubo muchos en las guerras de la independencia, por no decir que fueron la mayoría de los caídos en esa época. Son los seres más anónimos de las batallas y guerras. Desde chico, cuando veía la llama votiva por el soldado desconocido de la Independencia a la entrada de la catedral de Buenos Aires, era algo, y lo sigue siendo hoy, que me sobrecoge. Cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.
— El viento siempre mueve cosas, ¿qué movilizaron en Luis Carranza Torres los vientos de la escritura de esta novela?
— La gratitud a aquellos que se sacrificaron para tener la libertad que, muchas veces hoy, usamos mal o, peor aún, nos resulta indiferente. Poder decidir nuestro destino es una gran cosa. No solo en lo individual, sino también como sociedad. Quise rescatar eso, pero también lo que entiendo como una paradoja curiosa y hasta cruel respecto del deber: hacer lo que entendemos correcto, implica muchas veces sacrificios muy personales. Y en el caso de los personajes de la novela, como el mismo José de San Martín lo habla con Eulogio, cumplir con el deber es alejarse de los que uno quiere y poner en riesgo de mil formas la propia existencia. Somos lo que somos colectivamente, entre otras cosas, por esos esfuerzos que se cuentan en la novela. No debemos nunca olvidarlo. Eso busqué transmitir, más allá de contar una historia vibrante en lo épico e intrincada y de suspenso también en cuanto a lo amoroso.
Entrevistas
En primera persona: Nair Libonatti, escritora
La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra

Sobre sí misma y su arte
Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.
En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.
Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.
Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.
Sobre su obra
He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.



Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias. “El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.
Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.
Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.
—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.


—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.
—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.
—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.
María Irene
28/03/2018 a 21:43
Han transcurrido muchos años de la historia que desarrolla el libro Esa Lejana Barbarie sin embargo al leerlo lo fundamental de la obra, tan exquisitamente narrada es la familia y los vínculos indisolubles de la amistad y de como la casualidad marca sus destinos. Excelente novela. Muchas Gracias Señora Cristina Bajo