

Literatura
Un libro que repasa lo que una generación aprendió del mundo Cris Morena
Para aquellos que crecieron en los años noventa y dos mil, las series de Cris Morena fueron más que un entretenimiento. Se trataba, más bien, de una forma de mirar el mundo. Ese fenómeno, lejos de apagarse, se expande y genera los mismos fanatismos que años atrás, ahora en aquellos que nacieron en este siglo. En Generación Cris, la editora y periodista Belén Marinone explora ese vínculo emocional profundo con historias como Chiquititas, Rebelde Way, Floricienta y Casi Ángeles, entre otras, y propone una lectura sensible sobre el impacto emocional que aún hoy perdura. El libro no apela solo a la nostalgia, sino que invita a pensar por qué aquellas ficciones siguen vivas en la memoria colectiva y qué dicen de quienes fuimos y de lo que seguimos buscando.
Publicado por Ediciones B (Penguin Random House), el libro propone un recorrido por ese universo que marcó la infancia y la adolescencia de millones de personas en Argentina y otros países de habla hispana. Generación Cris recuerda, celebra y emociona.
Dividido en capítulos breves que combinan recuerdos personales, análisis cultural y testimonios generacionales, Generación Cris construye una narrativa íntima pero colectiva. Marinone no se detiene en las tramas ni en la cronología, sino que se pregunta —y le pregunta a quienes crecieron con ese universo— por qué esas ficciones nos marcaron con tanta intensidad.
Así, el libro repasa emociones que siguen latiendo: el deseo de pertenecer, la alegría de compartir, el valor de lo colectivo, el lenguaje propio, la sensibilidad como fuerza. Recupera enseñanzas que se alojaron en la memoria afectiva —como la idea de que los sueños son un mapa y el amor, una brújula— y rescata valores que hoy, en la adultez, vuelven a adquirir sentido: la importancia de la ternura, la empatía, el poder de imaginar mundos posibles, y la certeza de que hay vínculos que, aunque no sean de sangre, también forman familia.
Belén Marinone es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UBA, magíster en Comunicación y Cultura, y periodista especializada en cultura, feminismos y medios. Trabajó en Editorial Planeta, Leamos, Bajalibros, Infobae, Clarín y otros medios. Es una apasionada de la TV, lectora de revistas del corazón y académica, con un enfoque que combina sensibilidad y análisis.
“Volver a esas enseñanzas en la adultez no es un acto de nostalgia sin matices. Es recordar que hubo un momento en que creímos que el amor podía sanar, que la amistad era refugio y que los sueños tenían fuerza. Recuperar eso, hoy, es una forma de resistir al cinismo, la crueldad y de volver a mirar la vida con ternura y convicción”, dice Marinone a Noticias Argentinas.
Y agrega: “Las series de Cris Morena fueron nuestra educación emocional; y moldearon nuestra subjetividad y sensibilidad. Hoy, entre trabajos, crianza y facturas, necesitamos volver a esas series para volver a pensar en el amor, la amistad, la resiliencia, la rebeldía, y que nadie se salva solo”.
La autora levanta en estas páginas una suerte de altar laico a aquellas historias que nos enseñaron a amar, a perder, a resistir y a bailar. Pero no lo hace desde la nostalgia vacía. Lo hace con precisión generacional y afectiva. Marinone escribe: “Quienes fuimos niños y adolescentes cautivados por las historias de Cris Morena somos como semillas que, a fuerza de paciencia, crecimos y nos convertimos en un gran árbol”.
Un mapa de los recuerdos
El libro se organiza en capítulos temáticos que funcionan como estaciones emocionales: “Bailar, reír y divertirnos”, “Amar”, “Buscar la identidad”, “Ser resilientes”, “Valorar la amistad”, “Rebelarse y luchar”, “Aceptar el dolor, la maldad, las sombras” y muchas más. En cada uno, Marinone se sumerge en escenas, personajes y canciones de Chiquititas, Floricienta, Verano del 98, Rebelde Way, Casi Ángeles y Aliados, con una narrativa fresca, inteligente y cercana.
Cada capítulo está lleno de momentos icónicos. Como la llegada de los chicos de Rincón de Luz a Disney, ese cruce de universos mágicos que “nos enseñó que los sueños no son solo para quienes tienen todas las puertas abiertas, sino para quienes saben creer”. O la fogata de los deseos en Verano del 98, donde “escribir un anhelo en un papelito y verlo arder se convirtió en un ritual iniciático”. O la irrupción de Erreway en Rebelde Way, con canciones como “Bonita de más” o “Será de Dios”, que musicalizaron amores, peleas y amistades adolescentes.
Una lectura para volver a creer
Más que un libro de análisis, Generación Cris es un álbum coral que invita al lector a reconocerse en lo que vio, cantó y soñó. Por eso no hay una perspectiva exterior ni condescendiente: hay comunidad, hay códigos compartidos. “¿Te acordás del paso del regador? ¿De cuando creíste que eras Belén Fraga? ¿De cuando lloraste con Jose en Verano del 98?” El libro interpela con preguntas que no buscan respuestas, sino conexión.
Marinone no esquiva lo complejo. Habla del despertar sexual, del dolor, de la injusticia, de las madres ausentes y los villanos cotidianos. Pregunta, por ejemplo: “¿Con cuántas Malalas Torres Oviedo, viuda de Santillán, nos cruzamos a diario, encarnadas en compañeros de trabajo, papis y mamis del colegio, amigas, conocidos?”. Porque las historias de Cris Morena no eran ingenuas, aunque usaran la fantasía como vehículo.
Y también están los seres de luz, la idea de que lo mágico no solo existe, sino que nos acompaña. Como cuando Marinone rescata una de las escenas más conmovedoras de Verano del 98: “Cuando Jose le dice a Tomás ‘Cuando sientas un beso en el viento, voy a ser yo’. Volvió en forma de ángel luminoso para darle un beso en el cachete”.
El valor de lo compartido
El libro también reflexiona sobre lo colectivo. Sobre cómo el lenguaje —“chufa”, “flikiti”, “momentos milanesa”— creó una comunidad de sentido. Sobre cómo el Gran Rex fue una meca emocional. Y sobre cómo las series moldearon nuestras formas de ser, de amar y de entender el mundo. “Sabemos que las historias no son solo historias, moldearon nuestra manera de ver el mundo y de soñarlo”, escribe la autora.
El libro apela a quienes vivieron esa época pero también a quienes se acercan hoy a esos mundos a través de nuevas plataformas. Porque Chiquititas, Rebelde Way o Floricienta hoy están en YouTube, en TikTok, en la memoria familiar que se transmite. Marinone lo dice con claridad: “Pasaron los años, pero la huella de esos programas sigue resonando y vibrando en nosotros de formas inesperadas”.
Generación Cris no es solo un libro para fans. Es una carta de amor a los relatos que nos formaron. Una brújula emocional para reencontrarnos con la niña o el niño que fuimos. Una invitación a soñar, incluso hoy, cuando el cinismo parece ganar terreno.
“Porque los sueños no desaparecen, siguen ahí, esperando pacientemente a que les demos atención. Y lo hermoso es que no importa cuán grande o pequeño sea el sueño: todos nos empujan hacia adelante”. Marinone lo recuerda y lo escribe con ternura, pero también con convicción.
Generación Cris es esa ventana que se abre para que el alma baile otra vez. Y, como dice el final del libro: “Y que nos volvamos a ver”.
(Fuente: Agencia Noticias Argentinas)

Artes Plásticas
Novedades y eventos de Bosquemadura E-Ditorial de Arte

Bosquemadura E-Ditorial de Arte dio a conocer sus novedades publicadas y por publicar en 2025, como así también eventos llevados adelante por el sello.
Entre ellas, en el mes de abril se editaron dos libros nuevos: “Erupciones. Oír lo que queda, tocar la huella”, de la performer Roxana Ramos y “Urbomaquia. Intervenciones urbanas” del grupo de ese mismo nombre.
Asimismo, el sello informó que el martes 10 de junio se presentará en el Museo Emilio Caraffa (MEC), en Córdoba, el próximo libro digital de Bosquemadura, “Pharus II. Paisajes y fotografías ficcionales”, de Matilde Marín.



Además, desde la editorial destacaron que en junio se realizarán dos eventos relacionados con el libro de Hilda Zagaglia: “Hilda Zagaglia. De lo inasible a lo visible”.
El miércoles 4, a las 17, se realizará “Voces y Poesía, desandando una escritura pictórica”, una lectura performática con Clelia Romanutti, Cuca Becerra y Adriana Musitano, frente a la obra de Hilda Zagaglia “En todas partes a un tiempo”, en la Sala 2 del MEC.
Por otra parte, el miércoles 18, también a las 17, se organizará en el museo una conversación con lectoras del ebook, con Mariana Del Val, artista y directora del MEC; Mónica Ambort, periodista; y Guadalupe Garione, licenciada en Letras Modernas y miembro del equipo de Bosquemadura.
(Fuente: Bosquemadura Difusión)
Textos para escuchar
Deuda pendiente – Andrea María Vázquez

Andrea María Vázquez lee su cuento Deuda pendiente.
Quedaba la espera. Sólo eso. Escuchaba en Spotify una canción de su juventud. La música aflojaba las emociones acumuladas en la garganta.
Recordaba al mensajero que acudió presuroso y eficiente. El chico le pareció un poco despistado, demasiado joven, pero escuchaba atentamente sus órdenes y recomendaciones. Se sorprendió cuando le pagó en efectivo y de manera generosa por el trabajo.
Cerró los ojos pensando en la carta. Palabras, hilvanadas en un papel que transportaba sus sentimientos.
***
Elvira:Le confieso que no sé escribir cartas, no soy un hombre dado a la comunicación.
Soy de los que prefieren el silencio, las palabras justas y la acción. Pero a usted nunca le demostré nada de esto. Conoce como nadie mis omisiones.
La amé antes, cuando éramos jóvenes, cuando podíamos confiar en que el futuro era nuestro. Hicimos mal en dar por sentado que las cosas se ganan porque sí, sin el sabor de la lucha. Usted era una batalla digna del mejor soldado.
Ese no fui yo.
Esta carta podría estar llena de muchos “quizás…” “si hubiéramos…”. Colmada de excusas para justificar cómo dejé que su esposo la arrebatara de mi lado.
Usted era mía, no lo niegue, no sirve de nada. ¿Recuerda cuando bailábamos boleros? La música siempre me trasportó a sentir su piel.
Siempre estuve al tanto de su vida, de alguna manera el destino me recordaba mi deuda pendiente.
Nunca imaginé que nuestros chicos estudiarían en el mismo colegio. La primera vez que advertí su presencia, fue un soplo de aire fresco para una vida asfixiante. Sentí que recuperaba algo que me pertenecía.
Su sonrisa fue de asombro al principio. La calidez de su afectuoso y educado saludo, se convirtió en una tentación poderosa. Coincidir era un premio a mi cobardía. Su distancia y excesiva educación en nuestras charlas eran el castigo que acepté.
Enterarme que nuestros hijos estaban enamorados, era otro pagaré del destino. Verlos con el mismo brillo en los ojos que tuvimos a esa edad, me emocionó. No sé, ¿serán los años? Mi propósito fue que ellos no supieran a qué sabe la distancia.
Por supuesto que a muchos no les agradó que la joya de la familia se casara con un músico que no tenía ni un peso. ¡Pavada! El hippie que habita en mí, se encargó de organizar una revolución.
Atesoro el recuerdo de sus labios en mi mejilla y el rastro de sus lágrimas, cuando murmuró en la boda de los chicos: “Gracias”.
En Instagram ya subieron fotos de la última presentación en París. ¡No me diga que no hice algo bueno!
La amo.
Lo dije en una carta. Espero poder decirlo en persona.
En esta vida las segundas oportunidades son escasas. Ahora podemos estar juntos, ya no quiero ser un mendigo, ni estar en deuda con el amor.
Usted es la poseedora de mi secreto, estoy en sus manos, es la dueña del tiempo presente y futuro.Adalberto
PD: Las gardenias que transportan esta carta tienen el perfume de su piel, descubrí el significado hace poco y desde ese día esbozo esta misiva, ya no quiero que este amor sea un secreto.***
Escuchaba el interno de su asistente llamándolo, lo ignoró. Prosiguió en su mundo, en sus recuerdo de un amor perdido y anhelado.Al fin pudo cantar, acompañar a Juan Eduardo en el viejo hit, renacido en una publicidad de celulares.
La puerta se abrió interrumpiéndolo. Sus ojos cerrados se negaban a regresar a la realidad. ¿Qué podía decir su fiel asistente Mabel? ¿Que su jefe tendría un día de locura?
Alguien lo acompañó en la melodía.
—La próxima vez me envías un mail o un WhatsApp —lo reprendió cariñosa. —Tu mensajero le llevó la carta a la vecina, que se quedó con las flores.
Caminó desplegando esa elegancia que la caracterizaba. Dejó la cartera en una esquina del escritorio y se situó frente a él. Escuchó cómo Mabel cerraba la puerta, protegiéndolo de intrusos.
—Vos te castigas con música del recuerdo, Adalberto.
—A mí me gusta la letra —se defendió.La tenía frente a frente, con el olor de las gardenias besando su piel. A sus sesenta y ocho años tartamudeaba.
—La letra es linda —dijo quitándole sus lentes y dejándolos sobre el escritorio.
—La letra ha-habla de no-nosotros —proseguía terco y tartamudo.
—¿Me amás? —lo enfrentó seria.Él afirmó con la cabeza. Las palabras, habían abandonado su boca. Atinó a perderse en esos ojos que fueron testigos de sus cobardías y de sus grandezas.
Esa mirada lo condujo a salir de su parálisis y reclamar sus labios.
Adalberto regresaba después de décadas, al país que habitan dos y se aman.
Historias Reflejadas
“Palabras liberadas”

Palabras liberadas
Hilos de letras se entrelazan para contornear los fragmentos del alma que calla y prefiere el olvido.
Detrás, un vacío tácito, cargado de sombras, deja escapar las sílabas que se convierten en voces escritas.
En los espacios intermedios, allí donde se resguarda lo negado, nace el deseo de dejar caer las máscaras que constituyen la trama del silencio.
Existen fisuras por las que emergen apuradas las sensaciones dormidas, trozos diminutos capaces de convertirse en historias.
Un vaivén de sensaciones estalla y se multiplica en imágenes delimitadas por palabras que logran contenerlas en un abrazo de líneas.
Todo vibra y el ser se deja arrastrar para dar lugar a la fermentación de lo viejo y transmutarlo.
Gotas de tinta derramadas en busca de libertad, no de la propia sino la de quien escribe, se vuelven densas en las formas que las obligan a avanzar o retroceder.
Hay un punto de quiebre, ruptura de aquello que no pudo ser, espejos enfrentados que muestran a lo lejos tan solo una sombra de lo que hemos sido.
Palabras liberadas fluyen para contar aquello que hemos olvidado y provocan en el alma la alquimia de un recuerdo.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Pintar el tiempo”, de Sara Bonfante; “En breve cárcel”, de Sylvia Molloy; “En el eterno sur”, de Magalí Varela; y “El secreto de Jane Austen”, de Gabriela Margall.
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