Literatura
De la venganza mitológica a la literatura
Por Luis Carranza Torres (*)
Como dice Miguel A. Hernández en “La venganza en la literatura” publicada en enero de 2024 en Historia Hoy, explica que: “La venganza es restablecer el equilibrio. Es subjetiva y unilateral; no hay tribunal, ni escritos, ni jurisprudencia, ni antecedentes a los que recurrir para atenuar una venganza. La venganza es una cuestión ética, en definitiva”.
Por ello: “En esa especie particular de castigo, quien ha sido dañado y lleva a cabo la venganza es el único con derecho a decidir el momento y, sobre todo, su magnitud. Son sus reglas, las de nadie más”.
Resulta, asimismo, un tópico recurrente en las letras de todos los tiempos, “Desde la mitología y las leyendas antiguas, pasando por los clásicos y hasta llegar a las actuales novelas negras y de suspenso, la venganza atrae, convoca y, en muchos casos, genera empatía con el vengador”, siguiendo a Hernández.
Las historias al respecto, hunden sus raíces en la misma mitología. No por nada, la diosa griega, Némesis quien tenía la venganza en sus manos, era también la deidad de la justicia retributiva, la solidaridad, el equilibrio y la fortuna.
Tal por esos valores, es que las historias con tal ingrediente principal han cautivado a los oyentes primero y los lectores después.

Tan revelador como lo anterior, era el sentido de su castigo: se dirigía a los obedecían a aquellas personas con derecho a mandarlas, a los hijos que no obedecían a sus padres, a quienes rompían sus votos o juramentos, y además a los culpables de quebrar un amor acarreando la infelicidad del otro por perjurio o infidelidad.
Otro detalle interesante era que la equivalente romana de Némesis, era la Envidia, aunque tal asociación se nos pase por alto de ordinario.
Envidia, que además de la venganza tiene también lo relativo a los celos, se muestras en la literatura romana en las metamorfosis de Ovidio.
En tiempos de la Roma imperial la Pax-Némesis era la patrona de los gladiadores, los venatores, así como la Nemesis campestris la deidad de las tierras de labor.
Acuñada su efigie en las monedas por los emperadores Claudio y Adriano, a principio del siglo II el poeta Mesomedes le escribe un himno en donde encontramos la siguiente consideración: “Nemesis, equilibradora alada de la vida, /cara oscura de la diosa, hija de la Justicia”.
Una de las primeras venganzas retratada en las letras es la de Aquiles, decidida al llorar la muerte de su amigo Patroclo, que lo lleva a enfrentarse en una lucha a muerte con Héctor, a quien luego de un épico combate mata con “la pica de fresno que el bronce hacía ponderosa” para luego arrastrar por detrás de un carro a su cadáver. Una clásica venganza de sangre.

No es menos significativa, la advertencia que el moribundo le realiza: “…tienes en el pecho un corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses, el día en que Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante, tu valor, en las puertas Esceas”.
En las tragedias griegas el tópico se repite, pero esta vez desde una perspectiva femenina.
En Medea, la tragedia de Eurípides, dicho personaje, esposa de Jasón, repudiada por su marido para casarse con otro, sin obtener justicia ante el rey de la ciudad, que la condena al exilio por influencia de Jason, termina matando a la hija del rey, al mismo rey y, a sus hijos, para vengarse de Jason quitándole todo.
Se entiende que esta historia, a más de ser una de las venganzas más terribles escritas, es asimismo la primera vez que el filicidio se incorpora en una obra. Si fue fruto de la creatividad de Eurípides o si como dicen Parmenisco y Eliano, se trata de un soborno de los corintios para que esta versión ocultara a la tradicional que sostenía que eran ellos quienes habían cometido los asesinatos, es materia de discusión. Para complejizar la cuestión, existe otra versión en que los hijos de Medea mueren por intentar ésta darles la inmortalidad en el santuario de Hera y fracasar en el asunto.
En otra tragedia griega, esta vez de Sófocles, Electra y su hermano Orestes vengan la muerte de su padre Agamenón, matando a Clitemestra, madre de ambos, junto a su nuevo marido Egisto.
Como puede verse, los lazos familiares inciden fuertemente en la cuestión vengativa.

También la hemos incluido en algún relato. A resultas de las desilusiones y pérdidas provocadas en la primera parte de la saga de Germánicus, El corazón de la espada, Kendrya, una celta primero esclavizada en Hibernia y luego traída a Roma para convertirse en una gladiadora de renombre, al obtener su libertad pero no a quien quiere, se dedica en la segunda parte, Entre Marte y Venus a vengarse de ese imperio que le ha quitado todo.
La literatura clásica retomará el tema en obras como Hamlet u Otelo, de William Shakespeare. Pero esa viceralidad emotiva, propia de los tiempos antiguos, en El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas adquirirá otro cariz: la venganza que es planeada en el tiempo y ejecutada con paciencia, precisión y hasta maestría.
Moby Dick de Herman Melville muestra como puede transformarse en una obsesión, incluso poco racional, en el personaje del Ahab. Por su parte, Amistades Peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos, a la par de insertarla dentro de un estilo de novela epistolar, le agrega la faceta sexual que presidirá mucho de las letras del siglo XX.
En Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez, trata respecto de la honra familiar como disparador de la revancha. Stieg Larsson en su novela Los hombres que no amaban a las mujeres, muestra como protagonista, Lisbeth Salander, devuelve el daño y dolor de quien la chantajeó y vejó, en una versión mucho más sórdida de Dumas y su conde.
El psicoanalista de John Katzenbach muestra una de las más elaboradas tramas en la cuestión, donde el suspenso juega tanto papel como los aspectos sicológicos.
Algo por el estilo, fruto de la actividad judicial, reflejamos en la historia de ese amor por fuera de los cánones sociales en la década de 1920 entre Mariano y Julia, cuya relación se ve asaltada por un vengador sin rostro en la novela Palabras Silenciadas

En Carrie, de Stephen King, la protagonista usa sus poderes paranormales para una de las venganzas más extensas de la literatura, a causa del bullying sufrido en un pequeño pueblo de Estados Unidos.
Arturo Pérez-Reverte por su parte, tiene varias obras en que aparece la cuestión de Némesis. Quizás en donde la trata de modo más preponderante es en El pintor de batallas donde a través de la complejidad y sordidez de los conflictos de nuestro tiempo, asoma una venganza por demás cerebral, en cierto sentido de juego de gato y ratón cuyo origen es por demás particular, que guarda relación con la anterior actividad del ahora solitario pintor.
Como puede verse, lejos de decaer, las cuestiones vengativas presentan con el paso del tiempo, mayores aristas, presentándose de modo novedoso una y otra vez, de modo similar a cómo las serpientes cambian de piel.
(*) Abogado y escritor – Nota publicada en su blog Luis Carranza Torres escritor
Literatura
Martín Caparrós, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara
El escritor y periodista argentino Martín Caparrós fue distinguido con el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara (UdeG), en una ceremonia realizada en la sede del Instituto Cultural de México en Madrid.
Se trata de la máxima distinción honorífica que otorga la institución mexicana, que reconoció en el autor su “compromiso ético e intelectual con la verdad, la memoria y la dignidad humana”, además de su “extraordinaria contribución al periodismo narrativo y a la literatura contemporánea”.
Durante el acto, la rectora del campus CUCEA de la UdeG, Mara Robles, definió a Caparrós como “un sembrador de dudas”, una cualidad que, según señaló, la universidad busca fomentar en sus estudiantes. En ese marco, leyó un fragmento de “El hambre”, uno de los libros más emblemáticos del autor, cuya reflexión inicial sobre la experiencia cotidiana y la distancia con el hambre estructural conmovió visiblemente al homenajeado.
La ceremonia reunió a unas treinta personas, entre ellas periodistas y escritores como Alex Grijelmo, Jorge Volpi y el exdirector del diario El País Javier Moreno. También participaron familiares, amigos y becarios de la Universidad de Guadalajara, quienes desde ahora quedarán simbólicamente “bajo la tutela” intelectual de Caparrós. El público cerró el acto con un prolongado aplauso en reconocimiento a su trayectoria.
Al tomar la palabra, Caparrós confesó que México fue una asignatura pendiente en su vida y que siempre deseó vivir en ese país, influido por la obra de Carlos Fuentes y por los vínculos tempranos que allí forjó hace más de cuatro décadas, cuando comenzó a adoptar su característico bigote.
La Universidad de Guadalajara concede el Doctorado Honoris Causa a personalidades eminentes, mexicanas o extranjeras, por contribuciones excepcionales en el ámbito del conocimiento, las artes o por una obra de vida vinculada a las causas más nobles de la humanidad. En los últimos años, la distinción fue otorgada, entre otros, a Joan Manuel Serrat, Sergio Ramírez, Leonardo Padura y Miguel Ángel Navarro Navarro.
En julio pasado, la Universidad de Buenos Aires también reconoció a Caparrós con un galardón honorífico similar.
Textos para escuchar
La grasita – Mercedes Pérez Sabbi
La escritora Mercedes Pérez Sabbi lee un fragmento de La grasita, su nueva novela (Editorial Comunicarte).
“Llegamos al Café Tortoni para buscar a Dora, pero no podíamos entrar por la puerta principal porque los empleados y los familiares entran por la puerta de atrás. Vi que era hermosísimo el café. Con una puerta de madera con cortinitas blancas y adornos de bronce para abrirla. Pero no, no la abrimos, porque dimos la vuelta por la calle Rivadavia, y entramos por un pasillo con cajones de botellas y bolsas con mercadería, parecido al depósito del almacén de mi papá. Ahí preguntamos por Dora Rodríguez. Un muchacho de delantal, gorrita blanca y camisa desteñida nos dijo que enseguida la llamaba. Al ratito apareció Dora, arregladita como para salir de paseo. Alta estaba, por los zapatos con plataforma.
—Las hice esperar para cambiarme. ¿Les gustaría pispear el bar?
—Sí, me gustaría —dije.
—Bueno, las hago mirar por acá, porque por el frente solo entran los clientes.Pasamos por otro pasillo y Dora nos corrió unos cortinados de terciopelo azul. Hermoso lo que vimos: las paredes de madera y papel con flores, el techo con cuadraditos de vidrios de arabescos de colores, unas columnas gigantes de mármol marrón, las sillas tapizadas de negro, las mesas redondas con señoras de sombreros elegantes y señores de trajes muy distinguidos… Parecía un palacio de película.
—¿Puedo ir al baño que me hago pis…? —le pregunté a Dora.
—Bueno, andá al baño principal porque el del personal está medio cochino —y me señaló el lugar—. Ves allá que hay una mesa grande redonda, seguís a la izquierda y ahí está el tualet de damas. Te esperamos acá.
—¿El tualet?
—Sí, es baño en francés. Acá es así.
—Dejame el tapado así vas más cómoda —me dijo mi mamá.Y me quedé con mi pollera escocesa y mi saquito azul. Bonitos.
Tualet, tualet, tualet…
Toalette, decía en la puerta, con una figurita de mujer.
Adentro había una señora de sombrero azul con su hija de bucles rubios. Saludé y me quedé mirando adónde ir, porque había varias puertas y lavatorios y espejos con lámparas como copas. La señora se dio cuenta de algo y me preguntó:
—¿De dónde sos?
—De Maizoro.
—¡Ah! ¿dónde queda eso? —me preguntó mientras se pintaba los labios y la nena me miraba.
—Lejos. Hay que tomar un tren en Constitución y después otro.
—Podés pasar ahí —me cortó señalándome uno de los baños.
—Gracias —y entré.Desde el inodoro escucho que la nena le pregunta:
—¿Quién es mami?
—Una grasita —le respondió, mientras se cerraba la puerta.
Historias Reflejadas
“Un territorio sin conquista”

Un territorio sin conquista
El agua guardaba una historia, las palabras balanceándose entre las olas y sobre la espuma, un vaivén de preguntas. Iban y venían, de una costa a la otra, como naves sin destino.
Un viento, cómplice de otros vientos, sostenía recuerdos, las voces enraizadas en el origen, un nombre que abarcaba a las palabras, al otro lado de la historia, justo en el puerto de la memoria.
Aquí y allá, un desencuentro de orillas, los conquistadores y los conquistados, un argumento sin rumbo.
Hubo sangre y hubo guerra, las voces callaron y fueron leyenda, sutiles fragmentos de un territorio que permanece sin conquista.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “En los orígenes los aborígenes”, de Adela Basch con ilustraciones de Elissambura; “DescubriMiento de América”, de Marcelo Valko con ilustraciones de Dolores Mendieta; “La conquista española de América”, de Ramón Tarruela con ilustraciones de Matías Lapegüe; y “Leyendo leyendas”, de María Inés Falconi con ilustraciones de Sandra Lavandeira.
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