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Historias Reflejadas

“El árbol de los relatos”

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El árbol de los relatos

Existe un árbol en el que cuelgan historias eternas, un árbol mágico que guarda en su madera las voces de todos los tiempos. Lo que escuchó y también aquello que calló, forman parte de sus secretos.

Abonadas por la fertilidad de la tierra, sus palabras se abren paso entre hilos de barro y de agua, que se entrelazan para moldearlas. En sus raíces, habita la esencia de una lengua viva, capaz de sostenerlas.

Una savia, fresca y liviana, en la que ruedan los cuentos y se estiran las leyendas, asciende por el tallo y se enriquece con el murmullo de voces nuevas para expandirse sobre las hojas y perderse en el viento, que cuenta lo que el árbol calla.

En un lugar lejano, las palabras florecen. Sus letras son pétalos, plegados sobre el germen que las encierra y entonces son frutos, que abren sus bocas para dejar caer las semillas de un cuento siempre nuevo.

Existe un árbol de muchas ramas, en el que cada día es posible descubrir el brote joven de una historia vieja, guardada en su vientre de madera.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “El lobizón oculto y otras leyendas de miedo”; de Ana María Shua con ilustraciones de Alejandra Karageorgiu; “17 de Miedo”, antología en la que participan Jorge Accame, David Wapner, Italo Calvino, Oche Califa, Graciela Falbo, Canela, Antonio Machado, Gustavo Roldán, Graciela Pérez Aguilar, Eduardo Galeano, Horacio Quiroga, Luis María Pescetti, Javier Villafañe, Shel Silverstein, Ana María Shua, Perla Suez y Shaki; “El dueño de los animales”, de Jorge Accame; e “Historias de fantasmas, bichos y aventureros”, de Beatriz Actis.

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Historias Reflejadas

“Regreso”

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Regreso

Una voz lejana se hace escuchar. Sobre los límites de una vida callada, sus latidos pulsan el eco de un recuerdo. Es tiempo de regresar al punto de partida, sumergido en el centro, en un hueco de silencio.

Un sonido sutil, apenas una certeza enraizada, arrastra hacia el horizonte y rompe las líneas que dan forma a la geometría de lo conocido.

El viaje se inicia pesado, adormeciendo los hombros, que cargan con las piedras del pasado y aquietan el presente.

El cuerpo levanta vuelo, despega del suelo de la existencia y se eleva por encima de lo cotidiano para buscar un mapa nuevo, en el que es posible encontrarse, más allá de las innumerables rutas del miedo.

Es tiempo de avanzar, de recorrer la geografía de lo desconocido, de rodar sobre las circunstancias para caer sobre las certezas de la vida, a pesar de las sombras de la muerte.

Una voz lejana se hace escuchar, es tiempo de regresar.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “Sombras en la luna”, de Gloria Casañas; “Las fiebres de la memoria”, de Gioconda Belli; “Volver a mí”, de Laura G. Miranda; y “La intensidad del monzón”, de Carolina Macedo.

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“El viaje”

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El viaje

Los recuerdos rodaban sobre el contorno de su cuerpo y hacían equilibrio en la cornisa de su memoria. Desde allí, se habían arrojado al vacío para emerger desde el suelo como fantasmas que aseguraban la libertad.

El viaje había comenzado, justo en el punto donde su existencia se había estrellado contra el piso. Entre los escombros, flotaban preguntas. Sus partes fragmentadas buscaban las respuestas, querían olvidar para empezar a recordar.

Tenía que huir, escaparse por ese agujero del tiempo. Necesitaba expandirse, arribar al otro lado de las cosas, donde no había horas ni formas, porque lo importante era disfrutar el recorrido.

En ese espacio infinito, en el que la eternidad reunía cada trozo de su vida, pudo, por fin, encontrar las palabras. Desde algún repliegue de su memoria asomaron temerosas para arrastrar el pasado, exactamente desde el sitio en el que ellas permanecían olvidadas.

Se había escapado en un largo sueño, donde todavía podía permanecer escondido, y sin embargo había regresado más liviano, como si los fantasmas hubieran desaparecido. Como si él mismo se hubiera convertido en un fantasma que había recuperado sus sueños.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia las siguientes novelas: “La pregunta de mi madre”, de Luis Mey; “El suplente”, de Marcelo Birmajer; “La casa y el viento”, de Héctor Tizón; y “Los fantasmas”, de César Aira.

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Historias Reflejadas

“Palabras de libertad”

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Palabras de libertad

Sobre los bordes del silencio existe una línea discontinua, de puntos suspendidos en el aire entrelazados con hebras de miedo, nacidos en el lugar donde mueren las palabras.

La pena crece como una mancha oscura, sin formas, y avanza abarcándolo todo para instalarse en el fondo, sólida. Desde allí, intenta emerger pero no puede. Lo intenta, una y otra vez, pero no puede. Entonces calla y se reacomoda en ese espacio vacío en el que se vuelve roca. Inmóvil.

El recuerdo, atrapado entre rejas de angustia y violencia, se expande en un mutismo sonoro, en el sitio exacto en el que se esconde una historia. Son esas historias, perdidas en los márgenes de una realidad que intenta callarlas, las que toman forma a través de las palabras.

Desde las profundidades del abismo, las letras encadenadas por el miedo se mueven, tímidas, y comienzan a soltarse. Una junto a otra, se hermanan en un relato fresco, recién nacido, y se mimetizan con la voz que las libera.

La historia se revela y se convierte en un espejo en el que muchos se atreverán a mirarse para desandar el camino marcado.

En la frontera de los puntos suspensivos, el silencio se desdibuja sobre los bordes de una palabra para revelar lo callado…

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia: “Enero”, de Sara Gallardo; “La Confesión”, de César Aira; “Ladrilleros”, de Selva Almada; y “El infierno de los vivos”, de Alicia Barberis.

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