Historias Reflejadas
“Palabras de libertad”

Palabras de libertad
Sobre los bordes del silencio existe una línea discontinua, de puntos suspendidos en el aire entrelazados con hebras de miedo, nacidos en el lugar donde mueren las palabras.
La pena crece como una mancha oscura, sin formas, y avanza abarcándolo todo para instalarse en el fondo, sólida. Desde allí, intenta emerger pero no puede. Lo intenta, una y otra vez, pero no puede. Entonces calla y se reacomoda en ese espacio vacío en el que se vuelve roca. Inmóvil.
El recuerdo, atrapado entre rejas de angustia y violencia, se expande en un mutismo sonoro, en el sitio exacto en el que se esconde una historia. Son esas historias, perdidas en los márgenes de una realidad que intenta callarlas, las que toman forma a través de las palabras.
Desde las profundidades del abismo, las letras encadenadas por el miedo se mueven, tímidas, y comienzan a soltarse. Una junto a otra, se hermanan en un relato fresco, recién nacido, y se mimetizan con la voz que las libera.
La historia se revela y se convierte en un espejo en el que muchos se atreverán a mirarse para desandar el camino marcado.
En la frontera de los puntos suspensivos, el silencio se desdibuja sobre los bordes de una palabra para revelar lo callado…
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Enero”, de Sara Gallardo; “La Confesión”, de César Aira; “Ladrilleros”, de Selva Almada; y “El infierno de los vivos”, de Alicia Barberis.
Historias Reflejadas
“El país de los sueños”

El país de los sueños
Adentro de un bostezo viajaba un sueño largo, muy largo. Tan largo que llegaba al otro lado del mundo. Y más allá, a un lugar donde todo era posible.
Un paisaje de colores cayó entre las pestañas, como un viento cargado de novedades. A un costado, justo a los pies de la cama, o tal vez un poco más acá, había un árbol de páginas abiertas, como si de pronto le hubieran crecido cuadernos. Y a los cuadernos, renglones. Y a los renglones, palabras que colgaban de las ramas y contaban una historia.
De pronto, la historia se precipitó sobre el suelo y fue semilla. A la semilla le nacieron brazos, como hojas. ¡Y raíces!
Fue entre esas raíces donde apareció una lombriz. Iba y venía la lombriz, y enredaba la historia. Y entonces se volvió un ovillo de sueños.
Cuando el barquero despertó pudo ver en su almohada un hombrecito de colores. En sus manos, un pájaro verde llevaba en el pico a una extraña hormiga cantora.
Minutos después, cruzaron a través de la ventana y nadaron por el río de la mañana hacia el país de los sueños.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Laura Devetach, los siguientes libros de la escritora: “El enigma del barquero”, “La hormiga que canta”, “La planta de Bartolo”, “Del otro lado del mundo” y “Lombriz que va, lombriz que viene”
Historias Reflejadas
“Diversidad”

Diversidad
Buscaban encontrarse. Los unía un lenguaje invisible, de palabras blandas, que atravesaban los límites para abrir un camino.
Sus voces vibraron desde el silencio. Se miraron más allá de los ojos, del otro lado de los ojos, en esos lugares donde pocos llegaban a ver.
Fue en ese lugar donde se reconocieron, la soledad en un rincón, alargándose para atravesar la mirada. Un viento de colores recorrió sus cuerpos, como si lo que estaba lejos se hubiera vuelto cercano y formara parte de la misma lengua.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos: “El señor no tan”, de Javiera Gutiérrez ilustrado por Petra Steinmeyer; “Jirafa azul, rinoceronte verde”, de Márgara Averbach ilustrado por Roma; “El niño que no quería ser azul y la niña que no quería ser rosa”, de Patricia Fitti; y “Una jirafa verde”, de Lorena Méndez.
Historias Reflejadas
“Identidad”

Identidad
Sus siluetas colgaban sobre los ladrillos y eran sombras. Los ojos escrutando el espacio conocido, restos de cal y de barro en los que ellos lograban encontrarse.
El pasado se infiltraba por los huecos del presente, una mancha oscura expandía la historia, las moscas aleteaban sobre las capas de vida y removían olores viejos, de sangre, donde se escondían las lágrimas.
Un río hablaba, como una exhalación de verdades guardadas, como el tiempo que fluía y era música sobre sus cuerpos cansados, tan sólo un retorno en el agua de la memoria.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia los siguientes textos literarios: “Monoblock”, de Karina Sacerdote; “Paraguay”, de Martín Di Lisio; “El puente de las brujas”, de Juan Fernández Marauda; y “Era tan oscuro el monte”, de Natalia Rodríguez Simón.
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