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Literatura

María Sonia Cristoff ganó el Premio Sara Gallardo por una sátira sobre el trabajo

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Distinguida como una “novela ágil que se densifica, cambia la cualidad de su tempo narrativo y llega como un canto compasivo y valeroso”, tal como la definió el jurado de la tercera edición del Premio Sara Gallardo, la novela “Derroche” de María Sonia Cristoff, construye un artefacto experimental donde la literatura se arriesga para deformar y satirizar lo real, a partir de un trabajo de voces y miradas que profundizan en temas contemporáneos como la herencia y el trabajo.

Por su voracidad en el trabajo del lenguaje, desde que se publicó en 2022 , “Derroche” (Literatura Penguin Random House) logró algo que pocas novelas logran: sorprender a los lectores y a las lectoras. Su publicación constituyó una celebración de la literatura como máquina de la experimentación, o como dijo la autora sobre la vuelta que buscó en la novela: una apuesta por “dinamitar” el formato de la novela.

El Premio Sara Gallardo, que otorga el Ministerio de Cultura de la Nación y que busca reconocer la creación y la calidad literaria de autoras argentinas cis, lesbianas, travestis, transexuales y transgénero, corona así un recorrido que el libro ya viene cosechando y que goza de otros reconocimientos institucionales, como su nominación en la lista larga del Premio Medifé Filba.

El jurado que finalmente se inclinó por la novela Cristoff entre un total de 79 novelas presentadas de todo el país, y luego una preselección final de diez obras, lo integraron las escritoras Ángela Pradelli y Eugenia Almeida y el escritor Julián López, quienes además seleccionaron cinco obras que recibirán menciones especiales: “Estas piedras”, de Yamila Begné; “Furor Fulgor”, de Ana Ojeda; “San Miguel”, de María Lobo; “La despoblación” y “Cuando nadie nos nombre, de Luciana Sousa“.

Entre los argumentos que esgrimió el jurado para darle el primer lugar a “Derroche” señala que se trata de “una parábola desafiante: desde la idea de la herencia como salvaguarda y promesa de lo propio, a la confrontación del trabajo como un escenario agotador y eminentemente extractivista, hasta el abismo de pensarse parte de una tradición que cuestiona, que incluye el anarquismo, a las voces de los demás y, sobre todo, al encuentro con lo que vive, en sí y en las criaturas que nos acompañan”.

“Derroche” y la plasticidad del lenguaje

Del registro epistolar a las canciones anarquistas o el teatro, pasando por la autobiografía, este texto sobre “la energía del pensamiento” -otras de las definiciones del jurado- se entrelaza entre tres personajes centrales, que son también tres formas de decir: la lengua explosiva de Vita, una tía desopilante y justiciera que al morir deja cartas y un tesoro enterrado; Lucrecia, una sobrina enajenada por la disciplina laboral que vive una metamorfosis existencial; y Bardo, un chancho salvaje que no negocia su libertad.

“Derroche” plantea la historia de Lucrecia, una mujer harta de trabajos miserables y cansada del mito del trabajo que se lanza a la búsqueda de su supuesto tesoro enterrado en medio de La Pampa. La novela arranca con la voz de su tía, Vita, a través de las cartas que deja a su sobrina como testamento cuando muere. “Imaginemos la escena, la situación. Yo estaré recién muerta. Vos, entonces, después de ese pico de molestia inicial que suelen generarte las interrupciones a tus planes, habrás concedido viajar a este pueblo desquiciante del que por entonces ya ni te acordarás”, escribe la tía en este puñado de misivas que exponen una crítica al capitalismo despiadado de las sociedades contemporáneas. Lucrecia será llevada a reconocer la apropiación que el sistema ha hecho de su vida y a relacionarse con seres extraños, como un chancho salvaje y anarquista, que elige ante todo la libertad de saberse no domesticado.

Si algo atraviesa la novela son las marcas de la conversación y la oralidad errática, reflexiva, la que se deja llevar sin causa. En una entrevista con Télam, Cristoff (Trelew, 1965) explicaba que para ella ahí anida el gran “tema” de “Derroche”: la conversación “como una práctica de abrirse, de acercarse, de practicar la empatía, de cuestionarnos, de repensarnos. Por eso la novela hace tanto énfasis en la oralidad: decidí construir a los tres personajes centrales más que nada a partir de sus modos de decir”.

Pero la novela también aborda otro tema que marca el ritmo y el tono de la trama y es el trabajo. El trabajo desde una perspectiva crítica frente al mandato de producción permanente. De hecho, la novela surgió de una crisis laboral que tuvo la autora cuando entró en conflicto entre un trabajo muy demandante que no le permitía hacer ese otro trabajo que es la escritura.

El tema del trabajo no sólo está en “Derroche”, sino en todos los libros de Cristoff. Este año también se reeditó “Falsa calma”, donde reúne crónicas literarias de pueblos fantasmas de La Patagonia dejados a su suerte por la ruptura de las fuentes de trabajo tras las privatizaciones o el abandono del ferrocarril. Y lo mismo podría decirse de otra reedición, “Bajo influencia”, que indaga en qué significa ser artista en relación al trabajo. “Me interesa trabajar con las preguntas de la época, tengo esa pasión de ensayista. Para mí la novela siempre le está haciendo una pregunta a la época”, sostuvo la autora a Télam.

En “Derroche” el tono es contundente y acaso en esa contundencia radique también su desopilante tono de denuncia en los registro de Vita y Lucrecia, sobre todo. “El trabajo ha funcionado siempre como un arma de sometimiento y de explotación. Ya se reía de eso Paul Lafargue en el siglo XIX, cuando decía que la gran lucha no tenía que ser por mejorar las condiciones laborales sino por abolir el trabajo. Es una propuesta muy lúdica la suya pero muy lúcida también. Pero tampoco creo que se trate de abolir el trabajo, sino de repensarlo en un modo radical. Creo mucho en ese ‘desde donde pueden’, creo mucho en las prácticas micro políticas, en el pequeño gesto individual capaz de contribuir a una transformación general”, había dicho Cristoff.

¿Por qué el trabajo? “El trabajo es la gran pasión contemporánea, que no nos deja tiempo para ninguna otra cosa. En la versión amplificada que vivimos del trabajo, donde estamos 24/7 conectados y conectadas a todo, se cortó esa diferenciación entre en la oficina y el tiempo libre, como una mezcla que viene del siglo del XX pero que en este siglo fue más allá: ya no mezcla nada, ha traducido todo lo que hacemos a una forma del trabajo, quizás porque somos más conscientes de que algunas cosas romantizadas, como los vínculos y el amor, también son trabajados”, planteó la autora.

Premio Sara Gallardo

Desde su primera edición en 2021 hasta la actualidad, se presentaron 268 novelas de distintos géneros literarios, pertenecientes a diferentes provincias, y editadas por sellos independientes, universitarios y por grandes grupos editoriales. En 2021 ganó el premio Marina Yuszczuk por “La sed”, mientras que la segunda edición fue para Paula Pérez Alonso por “Kaidú”.

(Fuente: Agencia de noticias Telam)

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Literatura

El maestro del suspense

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Por Luis Carranza Torres (*)

Acabo de saber que Frederick Forsyth ha muerto. Aviador, periodista, espía y novelista, su desaparición es también el saber que uno de los autores de mis inicios como lector adulto ya no está.

Fue su agente literario, Jonathan Lloyd, el encargado de dar la noticia, acaecida el lunes 9 de junio de 2025, temprano en la mañana.

Guillermo Schavelzon, uno de los agentes literarios de renombre en el habla hispana dice al respecto de la muerte que “en el caso de los escritores, hay algo que no ayuda a cerrar el duelo y suele complicarlo: un escritor muere, pero su obra perdura, por eso de la obra de un autor se sigue hablando en presente”.

Hijo de Frederick William Forsyth, peletero, y de Phyllis Green, costurera, nació el 25 de agosto de 1938 en Kent, Inglaterra. Forsyth estudió en la Tonbridge School, uno de los colegios privados ingleses más prestigiosos, fundado en 1553 por Andrew Judde, tras recibir la cédula real de Eduardo VI.

Su familia le permitió viajar a Francia y Alemania cuando era niño para aprender idiomas modernos, lo que más tarde le ayudó en su carrera como periodista y escritor.

Tuvo una conexión especial con España desde su juventud. Poco antes de cumplir la mayoría de edad solicitó la beca Knightly para estudiar español en Málaga, aunque impartido en el campus de la Universidad de Granada, durante tres meses. Se hizo llamar “Federico” y vivió con una familia local. A pesar de faltar casi por completo al curso, perfeccionó su español y se sumergió en la cultura del país. En ese tren cultural, desarrolló una fascinación por la tauromaquia, inspirada por autores como Ernest Hemingway y Vicente Blasco Ibáñez. Incluso llegó a entrenar en una escuela de toreo en Málaga, en donde la falta de las particulares condiciones para ser un matador le hizo pronto desistir.

En su vida adulta, pasó temporadas en Mallorca, donde tenía una residencia en el Port d’Andratx. Diversos escritos suyos fueron redactados allí.

Al regresar al Reino Unido de España se alistó en la Real Fuerza Aérea, convirtiéndose en uno de sus pilotos más jóvenes, aun cuando dos años después había vuelto a la vida civil.

Por su habilidad para los idiomas (además del inglés y el español, también hablaba alemán, francés y ruso), decidió ser corresponsal, luego de trabajar en un pequeño periódico. Pasó por París y Berlín con la agencia Reuters; en 1965 fue enviado por la BBC a la guerra de Biafra (Nigeria) y posteriormente trabajó como reportero independiente.

Por esa época, fue cuando inició su relación como espía para el MI6, la agencia de inteligencia exterior inglesa, una relación que se mantendría durante veinte años.

El realismo de sus obras generó especulaciones sobre su posible trabajo para el servicio de inteligencia británico. En 2015, poco antes de la publicación de su autobiografía, “The Outsider: My Life in Intrigue”, Forsyth confirmó tales rumores.

Ambas ocupaciones, la de periodista y la de espía, influirían en sus obras más famosas.

A su primera novela, “El día del Chacal”, la escribió en tan solo 35 días. Fue una obra nacida de su cobertura del intento de asesinato de Charles de Gaulle en 1962, mientras era corresponsal en París. De allí el fresco de la París de la época.

Por ese tiempo, atravesaba dificultades económicas que procuró dejar atrás con la publicación del libro, lo que lo llevó a escribir con gran rapidez y precisión. Fue el inicio de su estilo de evitar la complejidad psicológica de los personajes para ofrecer una trama meticulosa, basada en investigación detallada de los hechos.

Rechazada por varias editoriales, pero cuando finalmente se publicó en 1971, se convirtió en un éxito inmediato. Se trató de una obra que revitalizó y brindó nuevos horizontes al género del espionaje en las letras.

Repitió ese estilo de tramas de periodismo de investigación con apariencia de ficción y esa dura visión moral del mundo en “El expediente Odessa”. Un universo compuesto de depredadores y presas, donde solamente los fuertes sobreviven.

Su siguiente novela, “Los perros de la guerra”, fue originada en su experiencia en África y su contacto con traficantes de armas por su labor de espía le permitieron construir una trama tan realista como dura sobre mercenarios.

Detalles técnicos precisos y escenarios reales, fruto de meses de investigación previa, le permitieron crear historias con un alto nivel de autenticidad que atrapaban a numerosos lectores alrededor del mundo, inscribiéndose su pluma dentro del denominado “tecnosuspense”, también conocido como techno-thriller.

Comparado con sus contemporáneos en el género del espionaje literario, podemos decir que mientras Forsyth se enfocaba en la acción y el detalle técnico, Le Carré profundizaba en la psicología de los personajes y las complejidades morales del rubro. Y si bien compartía con Tom Clancy la precisión técnica de sus historias, no era tan tecnológico como Clancy, quien además tendía al enciclopedismo en sus historias.

A Robert Ludlum podemos caracterizarlo como un Forsyth en versión “pocket”, con tramas aun más rápidas y mucho menos énfasis en la investigación detallada de los tópicos sobre los cuales escribía.

Ken Follett por su parte, tenía un estilo más narrativo y menos anclado a sucesos históricos que Forsyth.

Escribió más de 25 libros, que en vida del autor vendieron más de 75 millones de ejemplares.

“Lamentamos la muerte de uno de los mejores escritores de novelas de suspense del mundo”, declaró su agente literario luego de comunicar la noticia de su deceso. No estaba para nada equivocado.

(*) Abogado y escritor / Especial para Contarte Cultura

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Historias Reflejadas

“El Punto”

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El punto

Existe un punto en el que confluyen todas las cosas visibles e invisibles. Hay que saber mirar por debajo de su superficie y perderse entre las minúsculas partículas que encierran su verdad.

En el sótano de la existencia se escucha el eco de voces atrapadas en un infinito de historias, en las que todo sucede una y otra vez.

Miles de escaleras conducen a los bordes del universo, réplica de tantos que se prolongan en busca de límites que los contengan.

Es necesario descender a la oscuridad para encontrar los peldaños que nos lleven más allá, en donde arden los fuegos que iluminan al mundo.

Sobre un rincón de nuestras vidas, cuelgan serenas las telarañas que envuelven nuestros destinos.

En una hora exacta, justo cuando una respuesta encuentra su pregunta, alguien ascenderá desde su culpa y la verdad se hará visible y liviana.

Oculto entre los túneles que nos abarcan, un punto multiplica en nosotros la totalidad y nos invita a encontrarnos en el fondo de nuestras diferencias.

Andrea Viveca Sanz

Se reflejan en esta historia los siguientes cuentos: “El Aleph” (El Aleph), de Jorge Luis Borges; “El mundo” (El libro de los abrazos), de Eduardo Galeano; “El cuarto sin ventanas” (Historias desaforadas), de Adolfo Bioy Casares; y “La mujer que llegaba a las seis” (Ojos de perro azul), de Gabriel García Marquez.

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Literatura

Celeste Barta y Powerpaola, ganadoras del afiche oficial de la FED 2025

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Celeste Barta y Powerpaola fueron seleccionadas como ganadoras del concurso para crear el afiche oficial de la Feria de Editores (FED) 2025, organizado en conjunto con La Fuerza Vermú. Las artistas compartirán un premio de 600.000 pesos, luego de que sus obras fueran elegidas entre más de 300 propuestas.

“Ambas tan maravillosas y diferentes a la vez que nos resultó imposible elegir solo una”, señaló el jurado, integrado por Oqui Paratz, María Luque y Martín Ramón, al justificar la decisión de premiar dos trabajos en lugar de uno.

La “FED 2025” se llevará a cabo del 7 al 10 de agosto en el C Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA), y contará con los afiches ganadores como imagen oficial del evento.

Celeste Barta es ilustradora y se destaca por crear universos coloridos y personajes únicos con líneas definidas y formas intensas. Powerpaola, en tanto, es artista plástica, historietista e ilustradora, con una obra centrada en lo cotidiano, la identidad y temas como el feminismo y la sexualidad.

Esta fue la tercera edición del concurso impulsado por la FED y La Fuerza Vermú para seleccionar el afiche oficial del evento.

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Domicilio:La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA En Trámite
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