Entrevistas
Mercedes Giuffré: “La novela puede rescatar lo que quedó descartado cuando se seleccionó qué perduraría en la memoria”
Por Andrea Viveca Sanz
Atraída por la historia, Mercedes Giuffré atraviesa los libros que la contienen y busca más allá, en los rincones del tiempo en los que es posible encontrar retazos de otras épocas, muchas veces troquelados por las voces que los evocan, y se sumerge en esos mundos para echar luz en las sombras a través de la ficción.
Con pasión sobrevuela documentos que la transportan a lugares en los que los personajes descubren su voz y comienzan a caminar sus propios conflictos, que los ayudan a crecer entre las páginas para arraigarse en las manos de los lectores, quienes sostienen sus vidas imaginadas y reviven con ellos los nudos que atan cada historia narrada.
En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta su experiencia en el camino de las palabras y abre la puerta de su próxima novela para que podamos espiar de qué se trata.

—Para presentarte, ¿qué rasgos de personalidad de Samuel Redhead, el protagonista de tus ficciones históricas, serían los que mejor te definen?
—Al igual que pasa con las personas de carne y hueso, es difícil desentrañar de dónde proviene cada rasgo de carácter, pero creo que tenemos algunas afinidades. A ninguno de los dos nos gusta la frivolidad o la falta de propósito en la vida. Y a los dos nos sulfuran las injusticias y la corrupción.
—¿Cuál es el principal motivo por el que elegiste el camino de la escritura?
—La elegí en un sentido, pero era algo que se caía de maduro porque, desde chica, el contacto con la literatura era lo que me hacía feliz; sentía que no encajaba en otros ámbitos. De la lectura pasé a la escritura, ya en la primaria, cuando mis padres me mandaron al taller literario que había en la escuela a contra turno. Después, en la secundaria, no veía la hora de terminar esa etapa para entrar en la facultad a estudiar Letras y formarme profesionalmente. En ese entonces, asistía al taller de Hebe Solves.
—¿De qué manera llegás a sumergirte en los hechos del pasado para construir una novela histórica?
—Primero leyendo mucho: ensayos, libros de historiografía, memorias, cartas (trato de escuchar la voz de la gente que vivió efectivamente en la época que investigo, de empaparme de su lenguaje y de su forma de ver el mundo). Después voy a museos para ver (y si puedo tocar) objetos de la época. Hago un fichaje exhaustivo de todo: ropa, mobiliario, iluminación, costumbres, baile, lo que sea. Es como viajar en el tiempo. Y en materia bélica (yo trabajé con material de las invasiones inglesas), conviene leer las fuentes de los dos bandos, para hacerse una idea certera de los hechos. Ser imparcial, como buen observador.
—¿Cómo lográs dar forma a cada una de las tramas policiales de la saga que incluye tus libros “Deuda de sangre”, “El peso de la verdad”, “El carro de la muerte” y “Almas en pena”? ¿Qué no puede faltar en un buen policial?
—No tengo una fórmula. Cada libro implicó un itinerario diferente y me encontró en circunstancias diversas de la vida. Yo fui cambiando y mi escritura también. En un punto, me ganó la avidez de aventura y el no querer repetirme, así que las dos últimas novelas publicadas fueron desprendiéndose del traje policial y se fusionan con el humor, los viajes y desplazamientos, un ligero romance, trompadas (de esas que a Borges le parecían cosa de rufianes); hay también mucho de las creencias de los esclavos africanos en contraposición con la religión de los blancos, y en “Almas en Pena” dejamos el policial tradicional para meternos en la fantasía. ¿Qué no puede faltar? La intriga, la sorpresa.
—¿Crees que es posible rescatar retazos invisibles de la historia mediante la ficción?
—La ficción histórica honesta (la que no trata de tergiversar), puede captar el espíritu de una época y darle voz a quienes no tuvieron ese espacio en el discurso historiográfico. Ese mero acto puede convertirse en una cierta justicia poética. Y sí, la novela puede rescatar lo que quedó descartado cuando se seleccionó qué perduraría en la memoria.
—¿Quiénes son los olvidados que decidiste visibilizar para que cuenten lo callado?
—“Los Olvidados” es una novela distinta de las otras. La escribí desde el compromiso con la memoria de mis antepasados españoles, que eran republicanos. Cuenta el periplo de los exiliados en el norte de África, a los que el gobierno colonial francés sometió a un régimen concentracionario, en plena Segunda Guerra Mundial. Su historia quedó silenciada porque en España gobernó el franquismo hasta mediados de los ‘70 y luego había demasiado por contar y la historia de estas personas no encontró su lugar. En Francia tampoco había interés por hablar de los campos de concentración franceses… Y así se fue olvidando a estas personas que pasaron por situaciones tremendas y dejaron enseñanzas y un mensaje de esperanza para las generaciones venideras, a veces en diarios íntimos, en cartas, o en memorias que publicaron en imprentas y en ediciones de autor. Tuve un antepasado en esos campos y trabajé en mi tesis de maestría con los testimonios de varios hombres y una mujer que también pasaron por ellos. Al mismo tiempo que investigaba para esa tesis, escribí “Los Olvidados”, que todavía busca editor.
—Contanos cómo fue el proceso por el cual diste vida a Samuel Redhead y de qué manera vivenciaste su evolución a través de las páginas de cada libro.
—Samuel se apareció en mi cabeza una mañana en la que preparaba una clase en un café a la vuelta de casa. En esa época vivía en un departamento muy chiquito y aquel local me parecía la gloria porque tenía ventanales enormes, mucha luz y música de jazz, mientras que mi departamento era oscuro y los vecinos no dejaban de hacer ruido… El personaje irrumpió y ya no pude pensar en otra cosa, así que me puse a escribir algo que derivó después en una escena de la primera novela, “Deuda de Sangre”. Yo venía leyendo mucho sobre el siglo XIX, en plena crisis del 2001, buscando el origen de esa vocación suicida que tenemos los argentinos, que hace que tengamos todo en potencia y lo derrochemos. Pero se ve que tantas lecturas derivaron en otra cosa. O no. Hay que ver en perspectiva, que Redhead es un poco todos los inmigrantes que eligieron y eligen este lugar para vivir (más allá de nuestros muchos defectos). Como personaje fue creciendo y evolucionando entre novela y novela. En la primera es muy… extranjero. Después se va asimilando. Y en “Almas en Pena”, la última publicada hasta la fecha, lo encontramos ya más acriollado, sin por eso perder sus mañas europeas. ¿De qué manera vivencié su emoción? Digamos que es un personaje muy intenso. Entre novela y novela me tengo que tomar un respiro y escribir otra cosa, como ahora. Pero después lo extraño demasiado. Ya es como un pariente cercano. Hay un lazo especial con él.

—¿Qué te sedujo de los escenarios de principios del siglo XIX, para soltar allí a tus personajes y ayudarlos a interactuar en ese tiempo histórico y en aquellos espacios coloniales?
—Siempre pienso que como mujer y como intelectual hubiera sido profundamente infeliz si me hubiera tocado vivir en el siglo XIX. Y sin embargo, es una cuestión de piel sentirme más cómoda en esa época a la hora de ambientar historias. Había algo de misterio todavía, una esperanza en la Humanidad que después de las dos guerras mundiales se esfumó. En Argentina, particularmente, fue un siglo de mucha violencia: las invasiones inglesas, la guerra de Independencia, la guerra civil entre unitarios y federales, la guerra entre Buenos Aires y la Confederación, la guerra del Paraguay… Pero eso también te da un contexto y un escenario para novelar y mostrar al ser humano en su mejor y en su peor expresión. Lo colonial se acaba en 1810/1816, y ahí empieza lo interesante. ¿Qué país queremos? ¿Qué sistema nos va a gobernar? ¿Qué relación con la otredad vamos a tener? ¿Quiénes somos? ¿Quiénes entran en el “nosotros”? Todavía estamos barajando las respuestas, para nuestra desgracia.
—¿Hay una quinta entrega en la que Samuel Redhead y quienes lo acompañan cumplirán su ciclo o se abrirán nuevas puertas?
—Sí, falta la quinta novela que cierra la serie de Samuel Redhead. No puedo contar mucho sobre esto. Tengo el título, el momento histórico concreto y, a grandes rasgos, el caso. Pero me falta cerrar algunos detalles y si hablo, se me vuela todo. Así que lo dejo acá. En cuanto a personajes, desde luego van a estar Clara y Malik, y el entorno cercano del médico.
—¿Qué otros géneros disfrutás escribir?
—Tengo escritos varios cuentos, que publiqué en antologías, y dos ensayos. Practico con periodicidad la escritura académica con ponencias, artículos de crítica literaria y estoy en trámite de convertir mi tesis en un libro. Escribo reseñas de libros en el blog El País de la Bruma, que hacemos con varias colegas y amigas. Y en cuanto a la ficción, ahora mismo estoy trabajando con algo que fusiona la ambientación histórica con varios otros géneros.
—¿Podrías revelarnos cuál es el misterio que hoy alimenta tus sueños de escritora?
—Estoy escribiendo una novela ambientada en la segunda mitad del siglo XIX, en la provincia de Buenos Aires. El protagonista es extranjero, igual que Redhead, pero es su antípoda en todo. Y con esto, ya dije mucho.
Mercedes Giuffré

Nació en Buenos Aires en 1972. Asistió durante su adolescencia al taller literario de la poeta argentina Hebe Solves. Egresó de la carrera de Letras y se inició en la docencia universitaria. En 2003 publicó una antología de cuentos, Lo único irremediable y al año siguiente, el ensayo académico En busca de una identidad. La novela histórica en Argentina. También en 2004 publicó la investigación Un colono escocés. William J. Grant, traducida más tarde al inglés por una de sus descendientes. En 2008, el sello SUMA de Letras de Argentina editó su primera novela, Deuda de Sangre, el misterio protagonizado por Samuel Redhead que inicia su serie de novelas ambientadas en el Río de la Plata durante los primeros años del siglo XIX. Posteriormente el sello Edebé la publicó en España. A esa obra la siguieron, en 2010, El peso de la verdad, segunda entrega de la serie, y en 2011, El carro de la muerte, la tercera. A fines de 2014 culminó la novela Los Olvidados, que transcurre en África y Europa, durante la Segunda Guerra Mundial, que aún se encuentra en la búsqueda de editor. Desde entonces se abocó a la serie de Samuel Redhead, cuya cuarta entrega, Almas en Pena, se publicó en octubre de 2017 en SUMA de Letras de Argentina. Es autora de artículos en diarios y revistas, tanto de difusión como académicas, en Argentina, Uruguay, México y el Reino Unido. Ha dado conferencias y charlas en distintas instituciones y fue invitada en diversas ocasiones a ferias del libro, festivales, ciclos literarios, clubes de lectura y bibliotecas populares. Participa de congresos académicos y se dedica a investigar y publicar para ese ámbito en el área de la memoria, la literatura testimonial y la novela histórica.
Conocé más de Mercedes Giuffré aquí.
Entrevistas
“Vientos de libertad”, la gesta sanmartiniana en la nueva obra de Luis Carranza Torres
Por Andrea Viveca Sanz /
Edición: Walter Omar Buffarini
Cruzar las fronteras del tiempo y del espacio, animarse, como si existiera una continuidad, un rumor de páginas que necesitaran volver a leerse.
Con una trama que pone la mirada en los detalles, en los paisajes interiores de los protagonistas, en el pasado, pero también en el presente y en el futuro, Luis Carranza Torres avanza, cruza sus propias montañas y da vida a una historia que se ramifica, un entramado donde las pasiones y el amor son protagonistas.
“Vientos de libertad” es la nueva novela del escritor cordobés, quien con sus letras lleva al lector a épocas de la gesta sanmartiniana, para adentrarse en algo más de lo que cuenta la historia.
— ¿Qué te llevó a elegir este renglón de la historia para invitar a tus personajes de ficción a vivir los hechos reales?
— Me gustan los momentos bisagra de la historia, y este período en que transcurre la novela lo fue para nosotros. Nunca es en vano recordar que la Independencia argentina se sancionó, a diferencia de muchas otras, en el peor momento posible. Sin recursos, derrotados nuestros ejércitos en el Alto Perú, amenazados por los cuatro costados por los españoles, los portugueses y los indios. Nacimos, por tanto, en la esperanza, pero también por el coraje de no rendirse ante la adversidad. Eso es lo que busqué reflejar en la novela. Y es algo que sirve más allá del orgullo por nuestro pasado, en la vida diaria de cualquier persona. Se trata de la prehistoria, por así decirlo, de la Argentina que hoy conocemos. Cuando todavía ni nos llamábamos de esa forma. A la par de la evolución de los personajes, existe también la de una sociedad que busca ser de otra forma, liberándose de muchas cosas. A partir de esa declaración de independencia, se produce un gran sinceramiento colectivo de lo que queríamos ser, y de lo que podíamos lograr solo con dos cosas: un liderazgo apropiado y la capacidad de esfuerzo que nos caracteriza individualmente, pero articulada en conjunto. La gesta del cruce de los Andes muestra a lo que podemos llegar cuando hacemos bien las cosas.
— ¿De qué manera trabajaste para poner en palabras los escenarios naturales que recreás en los distintos capítulos?
— Me esfuerzo por poner atención a los detalles, esos que le confieren autenticidad a la trama. Cuando se estructura la trama, uno también va buscando el escenario para plantear determinada escena. Aquí, en “Vientos de Libertad”, no las determinan tanto los actos exteriores sino la interioridad de los personajes, que el paisaje esté a tono con lo que le pasa por dentro a quién protagoniza la escena. Fue eso lo que busqué plasmar. Te diría que aun con la presencia de una referencia geográfica de tanto peso como los Andes, la cuestión pasa más por los lugares culturales o sociológicos de ese tiempo: los espacios de sociabilización como la Alameda o la Plaza Mayor, las conversaciones en el río de las lavanderas, las sala de recibir de las casas, el cuartel militar como preparación para el cruce. Es algo que no busqué, se dio naturalmente. La cordillera está, pero a la vez no está y hay otras todavía más inmensas que sortear. A veces los libros te llevan a eso. A pesar de que he estado en los Andes de norte a sur, desde la puna al estrecho y hecho andinismo en la zona del Tupungato cuando era jóven. O quizás por eso, la presencia no es tanto física como simbólica. Los lectores decidirán (risas).

— Además hay otros escenarios que muestran la vida doméstica de José de San Martín junto a Remedios de Escalada. ¿Por qué te interesó hacer foco en esas vivencias cotidianas?
— La relación entre José de San Martín y Remedios de Escalada ha sido muy bastardeada, por usar una palabra de la época. Con ella, sobre todo, siempre invisibilizada y desmerecida injustamente. Fue Remedios una mujer excepcional, tan valerosa, rebelde y libre como la sociedad de su época podía permitir, e incluso algo más. Asimismo, mostró un compromiso personal y propio con la causa emancipadora, aun desde antes de conocer al Libertador, con la misma firmeza de carácter que luego tuvo en el manejo de los asuntos patrimoniales de la pareja, ya que fue ella quien administró todo mientras San Martín hacía sus campañas, teniendo incluso la plena patria potestad de la hija de ambos. Por extraño y hasta paradójico que parezca, bien podemos decir que la Remedios histórica es muy diferente de aquella que la historiografía nos ha pintado. Por su parte, José de San Martín es bastante más de lo que usualmente tenemos en consideración. Era un hombre ilustrado, curioso de casi todo lo que se movía a su alrededor, que leía mucho, en inglés y francés además del castellano. Tocaba la guitarra, cantaba bastante bien, pintaba cuadros de paisajes, sobre todo de la cordillera, era un apasionado del ajedrez y gustaba de las nieves de limón -antecedente de nuestro actual helado de ese gusto-. Creo que la frase que el Libertador pone en la tumba de Remedios ilustra bastante respecto de la relación que tuvieron: “Esposa y amiga del general San Martín”. Recordemos que él valoraba la amistad en un grado superlativo dentro de su escala de valores. Tanto uno como otro fueron personas adelantadas a su tiempo. Y que se atraían por compartir esos valores, sintiendo admiración mutua. Es lo que quise reflejar en la historia en cuanto a ellos. La relación de igual a igual que, a juzgar por toda la documentación fidedigna, tuvieron en un gesto inaudito para la época. Parecen más un matrimonio de nuestros días que de aquellos de 1816.
— ¿Cómo se manifestaron en vos Sebastiana y Justo, los protagonistas de “Vientos de libertad”?
— Ambos son seres literarios por demás interesantes. Complejos, intrincados por dentro y por fuera, y hasta queribles aun en sus defectos. Él ya no puede ser en lo físico lo que sigue siendo en mente y alma: un soldado. Ella, un ser tan castigado por la vida, que termina por volverse una resentida con casi todos. Y el amor como prenda de unión, que da segundas oportunidades para ser feliz, pero también implica renuncias costosas. Si Justo tiene un brazo inútil, Nazarena lleva esas mutilaciones por dentro. Cada cual lidia con ellas como mejor puede, en tanto no deja de advertir que al otro le pasa igual. Para peor, ambos son terriblemente pasionales. En lo bueno y en lo malo. Particularmente, en el orgullo propio. Ninguno cede nada, a pesar de la atracción, del deseo o los fuertes sentimientos que se prodigan. Cada cual quiere lo mejor para el otro, pero a su modo. Y cuando se desilusionan, es en grande. Con todos estos ingredientes, creo que la historia de Nazarena y Justo termina siendo una de las más pasionales que he escrito. Pero también, de las más sufridas e implacables.
— ¿Hay algún personaje secundario que te gustaría destacar?
— La familia Buteler. La historia es verídica en sus líneas generales. Un irlandés que viene con el ejército inglés y se aquerencia al punto de no querer volver a su tierra y plantar raíces aquí. Algunos de los descendientes del Buteler histórico eran vecinos de mi familia en el campo, y de chico escuché alguna de las cosas que aparecen en la novela y me sirvió para darle forma a esa peculiar familia literaria. En cierto modo, es un homenaje a aquellas historias y a las personas que me las contaron. Así como a unos vecinos muy cercanos que tengo como parte de mi historia personal y considero, incluso hoy, como parte de mi familia ampliada. Además, “Vientos de Libertad” se trata de una de las novelas con más personajes secundarios que he escrito. Por lo mismo, se puede leer en varias líneas narrativas. Todas cruzadas por distintos tipos de amor: el de Goya y Tadeo, los esclavos de Nazarena, el apegado a las normas de Isabel y Eulogio, el pasional de Nazarena con Justo, el amor a la distancia entre Mariana y Tulio o el cómplice entre Remedios y José. A la par de eso, hay historias personales muy ricas en matices, como la de Goya, el mismo Tadeo, Mariana en Santiago de Chile o Isabel en Mendoza. Cada una por sus propias y muy particulares razones.

— Vemos que uno de los personajes, Eulogio, lleva un apellido conocido de otras obras tuyas: López de Madariaga. Y que Isabel es una devota lectora de Jane Austen, sin mencionar a la autora. ¿Qué podés contarnos sobre eso? ¿Hay otro texto, quizás implícito, detrás del texto impreso de la novela?
— Son guiños de complicidad para los lectores que me siguen desde siempre. Eulogio es mencionado, ya anciano, en “Palabras Silenciadas”. Es, en sus años mozos como se diría en la época de la novela, el antepasado de la familia que desarrollé en la saga de la Segunda Guerra Mundial que inició con “Mujeres de Invierno”. Antes de llevar a cabo todo por lo que su familia lo recuerda. En el caso de Isabel, sus lecturas son una suerte de homenaje a lo que he visto o me han contado que leen muchas de mis lectoras. Y para recordar que clásicos de Jane como “Orgullo y Prejuicio”, por los tabúes de la época en la sociedad inglesa, se publicaron de forma anónima, sin más datos que su escritora era una mujer. Cosas como estas encajan de maravilla para pintar con un detalle a la sociedad de entonces.
— Mientras todos ellos se preparaban para cruzar una frontera geográfica, vos ibas cruzando las barreras del tiempo para revivir aquellas escenas. ¿Qué fue lo que más te impactó de ese cruce temporal?
— La magnitud de lo que se hizo con muy pocos medios, pero usados muy inteligentemente. La libertad siempre tiene un precio e impone sacrificios. Ellos no dudaron en pagarlo, y por eso es que somos argentinos hoy en día. Tenemos una deuda con esos compatriotas que ya no están, es lo que quise reflejar en la trama de la historia. Otra de las cuestiones que me llamó la atención, y quise rescatar para dar cuerpo a la historia de la novela, es la tremenda preparación logística que implicó. No solo fue un cruce. Debieron llevar consigo todo lo que necesitaban para sobrevivir, desde la leña hasta el agua. Y combatir para apoderarse de las fortificaciones realistas que guardaban los pasos. Pero el éxito de todo dependía de mantener al adversario sin saber por dónde cruzarían. Que se revelara ese detalle hubiera ocasionado el desastre de toda la expedición, y esa es la idea movilizadora que estructura la historia.
— Has dedicado esta novela “a ese soldado argentino, sólo conocido por Dios” ¿Qué razones te movieron a poner esas palabras?
— Es una frase conocida en el mundo castrense. Refiere a aquellos que han caído en combate y no han podido ser identificados sus restos. Solo Dios sabe quién es y cómo sacrificó su vida. A veces ni tumba tienen. Hubo muchos en las guerras de la independencia, por no decir que fueron la mayoría de los caídos en esa época. Son los seres más anónimos de las batallas y guerras. Desde chico, cuando veía la llama votiva por el soldado desconocido de la Independencia a la entrada de la catedral de Buenos Aires, era algo, y lo sigue siendo hoy, que me sobrecoge. Cuando terminé de escribir la novela, supe que era a ellos que debía dedicarlo, para reconocerlos, tal como se hace en cualquier país que cuida sus valores cívicos.
— El viento siempre mueve cosas, ¿qué movilizaron en Luis Carranza Torres los vientos de la escritura de esta novela?
— La gratitud a aquellos que se sacrificaron para tener la libertad que, muchas veces hoy, usamos mal o, peor aún, nos resulta indiferente. Poder decidir nuestro destino es una gran cosa. No solo en lo individual, sino también como sociedad. Quise rescatar eso, pero también lo que entiendo como una paradoja curiosa y hasta cruel respecto del deber: hacer lo que entendemos correcto, implica muchas veces sacrificios muy personales. Y en el caso de los personajes de la novela, como el mismo José de San Martín lo habla con Eulogio, cumplir con el deber es alejarse de los que uno quiere y poner en riesgo de mil formas la propia existencia. Somos lo que somos colectivamente, entre otras cosas, por esos esfuerzos que se cuentan en la novela. No debemos nunca olvidarlo. Eso busqué transmitir, más allá de contar una historia vibrante en lo épico e intrincada y de suspenso también en cuanto a lo amoroso.
Entrevistas
En primera persona: Nair Libonatti, escritora
La artista uruguaya habla de ella misma, de cómo llegó a la escritura y de su obra
Sobre sí misma y su arte
Soy Nair Libonatti, mujer uruguaya de 69 años. Toda mi vida supe que podía escribir, sin embargo, al plasmar mis ideas en una hoja, el resultado no me era grato y terminaba rompiendo.
En el año 2019 una amiga me invitó a “algo” literario y fui. Resultó ser un taller y fue ahí donde comencé a escribir.
Pocos meses después llegó la pandemia, entonces, buscando recursos para mi nuevo despertar, entré en un grupo argentino de Facebook. En él compartíamos textos y comentábamos.
Un buen día me invitaron a participar en el Mundial de Escritura, al principio me parecía inalcanzable hasta que me animé y la experiencia resultó maravillosa.
Sobre su obra
He escrito algunos libros: “Historias del Caldero”, en conjunto con dos amigas, “Constelaciones”, libro que va por su segunda edición y “El Pata de Bolsa y otros relatos”. Estos dos últimos están presentes en la 49a Feria del Libro de Buenos Aires, en el stand de Uruguay.



Sobre “Constelaciones” puedo decir que es un libro fuerte, con historias bastante movilizadoras, es un intento de visibilizar algunas circunstancias. “El Pata de Bolsa” es en tono más humorístico, un poco más distendido y coloquial.
Son libros de cuentos cortos, escritos individualmente y luego seleccionados para cada uno de los libros.
Su actualidad

Actualmente integro el taller “Ratones de biblioteca”, que funciona en la Casa de la Cultura de Minas, Uruguay, y algunas compañeras me acompañaron a la Feria del Libro de Buenos Aires.
Nair Libonatti junto a Andrea Viveca Sanz, de Contarte Cultura, en la 49º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
Entrevistas
Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.
“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense Aguirre–Rodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.
Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?
—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.
—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?
—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.


—¿Cómo fueron esos comienzos?
—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.
—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?
—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.
—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?
—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?
En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio, mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.
—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?
—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.
—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?
—Haremos algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.
9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.
—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?
—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.




Monica
12/02/2019 a 22:32
Qué linda nota!! Me encantó!! Ojalá Los olvidados encuentre muy pronto editor!!! Muero por leer esa historia! Felicitaciones a la entrevistadora! Muy buena