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Mercedes Giuffré: “La novela puede rescatar lo que quedó descartado cuando se seleccionó qué perduraría en la memoria”

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Por Andrea Viveca Sanz

Atraída por la historia, Mercedes Giuffré atraviesa los libros que la contienen y busca más allá, en los rincones del tiempo en los que es posible encontrar retazos de otras épocas, muchas veces troquelados por las voces que los evocan, y se sumerge en esos mundos para echar luz en las sombras a través de la ficción.

Con pasión sobrevuela documentos que la transportan a lugares en los que los personajes descubren su voz y comienzan a caminar sus propios conflictos, que los ayudan a crecer entre las páginas para arraigarse en las manos de los lectores, quienes sostienen sus vidas imaginadas y reviven con ellos los nudos que atan cada historia narrada.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta su experiencia en el camino de las palabras y abre la puerta de su próxima novela para que podamos espiar de qué se trata.

Para presentarte, ¿qué rasgos de personalidad de Samuel Redhead, el protagonista de tus ficciones históricas, serían los que mejor te definen?
—Al igual que pasa con las personas de carne y hueso, es difícil desentrañar de dónde proviene cada rasgo de carácter, pero creo que tenemos algunas afinidades. A ninguno de los dos nos gusta la frivolidad o la falta de propósito en la vida. Y a los dos nos sulfuran las injusticias y la corrupción.

—¿Cuál es el principal motivo por el que elegiste el camino de la escritura?
—La elegí en un sentido, pero era algo que se caía de maduro porque, desde chica, el contacto con la literatura era lo que me hacía feliz; sentía que no encajaba en otros ámbitos. De la lectura pasé a la escritura, ya en la primaria, cuando mis padres me mandaron al taller literario que había en la escuela a contra turno. Después, en la secundaria, no veía la hora de terminar esa etapa para entrar en la facultad a estudiar Letras y formarme profesionalmente. En ese entonces, asistía al taller de Hebe Solves.

—¿De qué manera llegás a sumergirte en los hechos del pasado para construir una novela histórica?
—Primero leyendo mucho: ensayos, libros de historiografía, memorias, cartas (trato de escuchar la voz de la gente que vivió efectivamente en la época que investigo, de empaparme de su lenguaje y de su forma de ver el mundo). Después voy a museos para ver (y si puedo tocar) objetos de la época. Hago un fichaje exhaustivo de todo: ropa, mobiliario, iluminación, costumbres, baile, lo que sea. Es como viajar en el tiempo. Y en materia bélica (yo trabajé con material de las invasiones inglesas), conviene leer las fuentes de los dos bandos, para hacerse una idea certera de los hechos. Ser imparcial, como buen observador.

—¿Cómo lográs dar forma a cada una de las tramas policiales de la saga que incluye tus libros “Deuda de sangre”, “El peso de la verdad”, “El carro de la muerte” y “Almas en pena”? ¿Qué no puede faltar en un buen policial?
—No tengo una fórmula. Cada libro implicó un itinerario diferente y me encontró en circunstancias diversas de la vida. Yo fui cambiando y mi escritura también. En un punto, me ganó la avidez de aventura y el no querer repetirme, así que las dos últimas novelas publicadas fueron desprendiéndose del traje policial y se fusionan con el humor, los viajes y desplazamientos, un ligero romance, trompadas (de esas que a Borges le parecían cosa de rufianes); hay también mucho de las creencias de los esclavos africanos en contraposición con la religión de los blancos, y en “Almas en Pena” dejamos el policial tradicional para meternos en la fantasía. ¿Qué no puede faltar? La intriga, la sorpresa.

—¿Crees que es posible rescatar retazos invisibles de la historia mediante la ficción?
—La ficción histórica honesta (la que no trata de tergiversar), puede captar el espíritu de una época y darle voz a quienes no tuvieron ese espacio en el discurso historiográfico. Ese mero acto puede convertirse en una cierta justicia poética. Y sí, la novela puede rescatar lo que quedó descartado cuando se seleccionó qué perduraría en la memoria.

—¿Quiénes son los olvidados que decidiste visibilizar para que cuenten lo callado?
—“Los Olvidados” es una novela distinta de las otras. La escribí desde el compromiso con la memoria de mis antepasados españoles, que eran republicanos. Cuenta el periplo de los exiliados en el norte de África, a los que el gobierno colonial francés sometió a un régimen concentracionario, en plena Segunda Guerra Mundial. Su historia quedó silenciada porque en España gobernó el franquismo hasta mediados de los ‘70 y luego había demasiado por contar y la historia de estas personas no encontró su lugar. En Francia tampoco había interés por hablar de los campos de concentración franceses… Y así se fue olvidando a estas personas que pasaron por situaciones tremendas y dejaron enseñanzas y un mensaje de esperanza para las generaciones venideras, a veces en diarios íntimos, en cartas, o en memorias que publicaron en imprentas y en ediciones de autor. Tuve un antepasado en esos campos y trabajé en mi tesis de maestría con los testimonios de varios hombres y una mujer que también pasaron por ellos. Al mismo tiempo que investigaba para esa tesis, escribí “Los Olvidados”, que todavía busca editor.

Contanos cómo fue el proceso por el cual diste vida a Samuel Redhead y de qué manera vivenciaste su evolución a través de las páginas de cada libro.
—Samuel se apareció en mi cabeza una mañana en la que preparaba una clase en un café a la vuelta de casa. En esa época vivía en un departamento muy chiquito y aquel local me parecía la gloria porque tenía ventanales enormes, mucha luz y música de jazz, mientras que mi departamento era oscuro y los vecinos no dejaban de hacer ruido… El personaje irrumpió y ya no pude pensar en otra cosa, así que me puse a escribir algo que derivó después en una escena de la primera novela, “Deuda de Sangre”. Yo venía leyendo mucho sobre el siglo XIX, en plena crisis del 2001, buscando el origen de esa vocación suicida que tenemos los argentinos, que hace que tengamos todo en potencia y lo derrochemos. Pero se ve que tantas lecturas derivaron en otra cosa. O no. Hay que ver en perspectiva, que Redhead es un poco todos los inmigrantes que eligieron y eligen este lugar para vivir (más allá de nuestros muchos defectos). Como personaje fue creciendo y evolucionando entre novela y novela. En la primera es muy… extranjero. Después se va asimilando. Y en “Almas en Pena”, la última publicada hasta la fecha, lo encontramos ya más acriollado, sin por eso perder sus mañas europeas. ¿De qué manera vivencié su emoción? Digamos que es un personaje muy intenso. Entre novela y novela me tengo que tomar un respiro y escribir otra cosa, como ahora. Pero después lo extraño demasiado. Ya es como un pariente cercano. Hay un lazo especial con él.

¿Qué te sedujo de los escenarios de principios del siglo XIX, para soltar allí a tus personajes y ayudarlos a interactuar en ese tiempo histórico y en aquellos espacios coloniales?
—Siempre pienso que como mujer y como intelectual hubiera sido profundamente infeliz si me hubiera tocado vivir en el siglo XIX. Y sin embargo, es una cuestión de piel sentirme más cómoda en esa época a la hora de ambientar historias. Había algo de misterio todavía, una esperanza en la Humanidad que después de las dos guerras mundiales se esfumó. En Argentina, particularmente, fue un siglo de mucha violencia: las invasiones inglesas, la guerra de Independencia, la guerra civil entre unitarios y federales, la guerra entre Buenos Aires y la Confederación, la guerra del Paraguay… Pero eso también te da un contexto y un escenario para novelar y mostrar al ser humano en su mejor y en su peor expresión. Lo colonial se acaba en 1810/1816, y ahí empieza lo interesante. ¿Qué país queremos? ¿Qué sistema nos va a gobernar? ¿Qué relación con la otredad vamos a tener? ¿Quiénes somos? ¿Quiénes entran en el “nosotros”? Todavía estamos barajando las respuestas, para nuestra desgracia.

¿Hay una quinta entrega en la que Samuel Redhead y quienes lo acompañan cumplirán su ciclo o se abrirán nuevas puertas?
—Sí, falta la quinta novela que cierra la serie de Samuel Redhead. No puedo contar mucho sobre esto. Tengo el título, el momento histórico concreto y, a grandes rasgos, el caso. Pero me falta cerrar algunos detalles y si hablo, se me vuela todo. Así que lo dejo acá. En cuanto a personajes, desde luego van a estar Clara y Malik, y el entorno cercano del médico.

¿Qué otros géneros disfrutás escribir?
—Tengo escritos varios cuentos, que publiqué en antologías, y dos ensayos. Practico con periodicidad la escritura académica con ponencias, artículos de crítica literaria y estoy en trámite de convertir mi tesis en un libro. Escribo reseñas de libros en el blog El País de la Bruma, que hacemos con varias colegas y amigas. Y en cuanto a la ficción, ahora mismo estoy trabajando con algo que fusiona la ambientación histórica con varios otros géneros.

¿Podrías revelarnos cuál es el misterio que hoy alimenta tus sueños de escritora?
—Estoy escribiendo una novela ambientada en la segunda mitad del siglo XIX, en la provincia de Buenos Aires. El protagonista es extranjero, igual que Redhead, pero es su antípoda en todo. Y con esto, ya dije mucho.


Mercedes Giuffré

Nació en Buenos Aires en 1972. Asistió durante su adolescencia al taller literario de la poeta argentina Hebe Solves. Egresó de la carrera de Letras y se inició en la docencia universitaria. En 2003 publicó una antología de cuentos, Lo único irremediable y al año siguiente, el ensayo académico En busca de una identidad. La novela histórica en Argentina. También en 2004 publicó la investigación Un colono escocés. William J. Grant, traducida más tarde al inglés por una de sus descendientes. En 2008, el sello SUMA de Letras de Argentina editó su primera novela, Deuda de Sangre, el misterio protagonizado por Samuel Redhead que inicia su serie de novelas ambientadas en el Río de la Plata durante los primeros años del siglo XIX. Posteriormente el sello Edebé la publicó en España. A esa obra la siguieron, en 2010, El peso de la verdad, segunda entrega de la serie, y en 2011, El carro de la muerte, la tercera. A fines de 2014 culminó la novela Los Olvidados, que transcurre en África y Europa, durante la Segunda Guerra Mundial, que aún se encuentra en la búsqueda de editor. Desde entonces se abocó a la serie de Samuel Redhead, cuya cuarta entrega, Almas en Pena, se publicó en octubre de 2017 en SUMA de Letras de Argentina. Es autora de artículos en diarios y revistas, tanto de difusión como académicas, en Argentina, Uruguay, México y el Reino Unido. Ha dado conferencias y charlas en distintas instituciones y fue invitada en diversas ocasiones a ferias del libro, festivales, ciclos literarios, clubes de lectura y bibliotecas populares. Participa de congresos académicos y se dedica a investigar y publicar para ese ámbito en el área de la memoria, la literatura testimonial y la novela histórica.

Conocé más de Mercedes Giuffré aquí.

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1 comentario

1 comentario

  1. Monica

    12/02/2019 a 22:32

    Qué linda nota!! Me encantó!! Ojalá Los olvidados encuentre muy pronto editor!!! Muero por leer esa historia! Felicitaciones a la entrevistadora! Muy buena

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Aguirre–Rodríguez: “El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Es un viaje dentro de otros, un movimiento sutil, la música desperezándose en gotas de rocío, notas evaporadas sobre las aves del campo, es el vuelo hacia el espacio urbano, un recorrido temporal. Es antes y después. Es ahora y siempre, una melodía que llega desde lejos, de otras patrias, del mismo viento que corre y desparrama en el lugar justo y en el instante oportuno.

“Del Buen Ayre”, el próximo espectáculo y disco del dúo platense AguirreRodríguez es un viaje por el tiempo y por distintos espacios, una relectura en modo actual de la música rural bonaerense.

Contarte Cultura charló con sus integrantes, Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez para que nos cuenten acerca de ese caminar que la canción propone.

—Porque los espacios y las cosas que forman parte de ellos suelen hablar de quienes los habitan, nos gustaría comenzar esta charla deteniéndonos en su lugar de trabajo, en el espacio creativo de su música y en los objetos que los rodean en este momento. Si pudieran elegir un rincón o un objeto, el que mejor los represente como dúo y nos cuente algo de ustedes, ¿Cuál sería?

—El lugar, nuestra casa, y el rincón nuestra sala, en la que se va gestando todo el resultado final de lo que hacemos como músicos. Creo que estos espacios hablan de nosotros y de nuestra manera de entender la realidad y el arte.

—Y desde ese espacio viajamos en el tiempo, ¿cómo y cuándo se encuentran Cynthia Aguirre y Alejandro Rodríguez en el camino de la música para dar comienzo al dúo Aguirre–Rodríguez?

—Nos encontramos en la escuela de arte de la ciudad de Berisso, hace muchísimos años, en situación de alumna y profesor, pero rápidamente comenzamos a compartir producciones por fuera de la escuela. Con los años volvimos a encontrarnos, ya específicamente en el terreno del tango con la orquesta Los inmigrantes en el año 2005. Cuando el tiempo de la orquesta se terminó, continuamos en dúo.

—¿Cómo fueron esos comienzos?

—Fue un muy hermoso comienzo, pero rápidamente el dúo se fundió dentro de un cuarteto que con el tiempo se convirtió en sexteto de tango. Me refiero a Tangor. Con esa agrupación trabajamos durante más de 10 años. Por otro lado, Cynthia participaba como invitada permanente en el grupo La Sonora, proyecto que venía caminando desde el año 1989.  

—Como decías, con el correr de los años el tango se instaló entre ustedes, ¿qué cosas los llevaron a explorar en este género que nos representa?

—El tango siempre estuvo como lengua principal en nosotros. Como una especie de lengua madre. Rastrear el porqué de esto es complicado, creo que tiene que ver con nuestras historias personales y la idiosincrasia de nuestras familias de origen. Lo que es claro es que ha sido fundacional en nuestro vínculo con la música. Nuestra mirada como habitantes de este tiempo siempre nos llevó a buscar puentes entre el tango, otras músicas y otros conceptos artísticos.

—¿De qué manera llega el primer disco “Mundo Tango”, grabado en 2011?

—Ganamos un premio a la Producción Fonográfica del FNA (Fondo Nacional de las Artes) y generamos nuestro primer CD. En ese entonces, si bien el CD se llamó Mundo Tango, abarcamos otros lenguajes musicales, algunas cosas del folclore y canciones provenientes de la cantera del rock.

—Por estos días están en proceso de grabación de su segundo disco “Del Buen Ayre”, ¿qué recorridos espacio-temporales tuvieron que hacer para dar vida a los temas que forman parte de esta obra?

En Mundo Tango nos referimos a una idea acerca del tango, como un estado del ser que no solo aparece en esta región del mundo (por algo el tango impacta como impacta en todo el globo). Aquí nos referimos más a la génesis de este género y la música de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo trabajo propone un recorrido desde la música campera de principio de siglo XX (El Gardel Gaucho, pasando por compositores icónicos de ese lenguaje como Omar Moreno Palacios) para adentrarse en el tango clásico de la época de oro y llegar hasta composiciones actuales que revitalizan el género. También este trabajo, a diferencia del otro, está estructurado por un material que fue ampliamente mostrado y fogueado. Es música que hemos tocado mucho en vivo y está planteado desde esa impronta. Los arreglos, si es que los hay, fueron construyéndose a lo largo del tiempo y de las distintas actuaciones. Los músicos invitados jugaron en ese mismo tono también. Se les envió un cifrado y una grabación como referencia, pero el armado de los distintos temas se resolvió en el estudio,  mientras Manzana Ibarrart (gran amigo y comandante del Estudio Sonosfera) montaba los mics y seteaba todo. Luego se eligieron las mejores tres tomas de cada tema. El resultado tiene un aroma a “trazos sueltos” que nos encanta en lo particular.

—Sin dudas se trata de un viaje a través de la música, ¿cuál es el aroma que elegirían para simbolizar a este álbum?

—El múltiple aroma de los viajes…si bien es un CD local en cuanto al repertorio, es bastante global en tanto a que lo que suena proviene de muchísimas fuentes y no solo de la tanguera. Lo hemos tocado tanto en tantos países diferentes, que para nosotros tendría ese olor a viaje, a aeropuerto, a trenes.

—El 3 de agosto estarán presentando este disco en La Salamanca, un reconocido espacio cultural platense, ¿qué podrán disfrutar esa noche quienes se acerquen a compartir su música?

—Haremos  algunos de los temas de nuestro espectáculo Del Buen Ayre, como antesala al espectáculo Filogenia de Victoria Moran y el Dúo Puentes Reyes.    

—Mencionás que ese día estarán acompañados por la cantante Victoria Morán, entonces la pregunta va para ella. Victoria, ¿Cómo nace “Filogenia”, ese recopilatorio de obras de música popular argentina? Contanos quiénes serán parte de ese recorrido el 3 de agosto y qué sentís al compartir noche con el Dúo Aguirre-Rodríguez.

9- Filogenia surge de la necesidad de contar nuestro ADN musical a través de las canciones que nos definen. Es una suerte de viaje musical hacia la fuente, hacia la memoria imperecedera que une un recuerdo con otro. Este espectáculo viene a despertarnos la fibra sensible con canciones que nos nombran, enlazando a Homero Manzi con Víctor Heredia, al Cuchi con Fito, a los que fuimos con los que somos. El compartir con compañeros y compañeras músicos y músicas siempre es una alegría, y en este caso será además una sorpresa para el dúo Puentes-Reyes y yo, porque jamás nos hemos cruzado en un escenario y esperamos anhelantes ese ida y vuelta mágico que siempre augura la música compartida.

—Para terminar, ¿cuál es el próximo destino de la música que los mueve?

—Tenemos por delante algunas fechas en nuestra ciudad, como el próximo 29 de agosto, día en el que estaremos compartiendo escenario junto al cantor Carlos Cabrera en el Café Metro. Octubre nos encuentra realizando nuestra segunda gira europea, con conciertos en países como Italia, Francia, España y Portugal. A nuestro regreso estaremos presentando oficialmente nuestro álbum Del Buen Ayre, con la participación de los músicos que fueron parte de la grabación.

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Celina Cocimano y ‘El juego de las emociones de Uma’: “Un libro que pide gran compromiso de los adultos”

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Todo gira, se mueve en una circularidad compartida. Las emociones suben y bajan, cuelgan de nuestros cuerpos, se desprenden como hojas secas. Regresan, son brotes, transformados en otra cosa.

Celina Cocimano es terapeuta emocional y a partir de sus vivencias y de su trabajo de muchos años necesitó dejar huellas, sembrar palabras para que germinen a través de sus libros.

“El juego de las emociones de Uma”, su último libro, está dedicado a las infancias. A través del juego logra acercarse a los territorios del miedo, de la ansiedad o de la frustración para atravesarlos.

ContArte Cultura charló con ella para conocer las rutas que la llevaron a indagar en ese universo.

—Las emociones forman parte de nuestras vidas, van y vienen, se mueven y nos movemos con ellas. Por eso, para comenzar y a modo de presentación, nos gustaría que elijas al menos tres emociones que te atravesaron al momento de escribir tu último libro y que a cada una de ellas les otorgues un sabor o un aroma.

  • Frustración, sabor a cebolla
  • Ansiedad, aroma a menta
  • Alegría, aroma a vainilla

—Y ya instalados en esa imagen, vayamos a tus comienzos, ¿qué vivencias te llevaron a transitar el camino de la terapia emocional?

—La insatisfacción personal, haberme descubierto cómo estafadora de mi propia vida, creando personalidades adquiridas para moldearme al gusto de la mirada ajena, siempre con esa sed emocional de ser alguien para los demás, ser aceptada, reconocida, querida y encantar a todos. Mientras estudiaba para contadora, sentí un apagón emocional, la apatía era mi única compañera en esos tiempos, hasta que mi cuerpo también “habló” con un síntoma muy sentido. Empezaba a hacerme pis por las noches siendo ya grande, más adelante entendí que eso sucedía en cada hogar o lugar donde me sentía a gusto, de esa manera, “intentaba” aferrarme a algún territorio, sentirlo al menos, por momentos, un lugar donde era yo. Como los animales que marcan su territorio orinando sobre él. Eso era lo que faltaba para que mi vida se vistiera de insatisfacción y cambie totalmente de rumbo, mejor dicho, empiece a vivir y dejar de aparentar lo que mis vacíos necesitaban cubrir.

—Seguramente al ir recorriendo ese camino fue necesario dejar huellas y de esa manera llegaron los libros, ¿cómo vivís la experiencia de escribir para que las palabras sean instrumento de sanación?

—Mi primer libro, “Despierta”, nació como algo catártico de la etapa que comenté anteriormente. Aún no sabía qué era lo que estaba viviendo y, sinceramente, pensaba que me moría por esos tiempos, entonces empecé a escribir cómo fue ese tránsito a mí destrucción de las corazas hacia mi reconstrucción emocional. Después, al compartir mi vivencia con muchas personas, me di cuenta que varios pasamos por ciertos procesos similares, por lo que se me ocurrió darle forma de libro y agregar reflexiones y ejercicios terapéuticos y de autogestión emocional. Los otros 3 -“Diamantes”, “Rotas”, y “El juego de las emociones de Uma”-, fueron pensados basándose en las historias que atiendo y buscando dejarle una “biblioteca” de recursos emocionales a mi hija para cuando sea más grande y, a las personas, que encuentren en estos libros, escrito en palabras, el propio sentir descarnado y sin filtro de las emociones que abordo en cada uno de ellos y luego, ofrecerles dinámicas, reflexiones, ejercicios para que encuentren en ellos formas de transitar el campo emocional sin tanto dolor y con valentía.

—Si pudieras resumir en una palabra el espíritu de cada uno de tus libros, ¿cuáles serían?

  • Despierta: Integridad
  • Diamantes: Osadía
  • Rotas: Coraje
  • El juego de las emociones de Uma: Autenticidad

—Tu último libro, “El juego de las emociones de Uma”, transita los paisajes de la infancia con todas sus gamas de colores, ¿cuál o cuáles fueron los disparadores de esta historia?

—Mi hija, a los 8 años, comenzó a transitar por un tiempo la conocida “Crisis de ansiedad y angustia”. Yo me opuse a que esté medicada siendo tan pequeña, y desde mi saber en el campo emocional de los adultos, junto a una gran observación sobre ella y sus crisis, se me ocurrió trabajar juntas para buscar soluciones a su sentir. Buscamos opciones en el juego infantil, en la creatividad, desarrollando distintos escenarios, armando una rutina de ejercicios y, sobre todo, busqué acercarla a la autogestión emocional. Así fue que se me ocurrió compartir cada ejercicio que funcionó en ella en este cuento, que no solo tiene el fin de que los niños empiecen a desarrollar desde pequeña edad sus propias respuestas emocionales ante cierta situaciones, sino que es un libro que pide gran compromiso de los adultos que acompañan al niño, y esa compañía, con el estar, el hablar su idioma, mejorar la calidad del vínculo, validar sus emociones, respetarlos y comunicarse con ellos, es lo que hace casi la mayor magia del trabajo de fortalecimiento emocional.

—Y justamente, a partir de tus propias vivencias decidiste contar desde el juego y desde las imágenes. Explicanos cómo fue el proceso de elegir esas duplas emocionales sobre las que querías hablar.

—Busqué las que a su edad son dentro de todo fáciles de interpretar, como decimos los adultos: de “etiquetar”. Son parte de las emociones primarias y la dupla fue pensada para dejarles el mensaje de que no son ni buenas ni malas, simplemente son y cada una es mensajera de un sentir, una acción a llevar a cabo y una particular respuesta emocional. También al ponerlas en duplas, cuando ellos/as sientan, por ejemplo, tristeza además de procesarla en todo su ser, sepan que pueden aprender a transportarla en alegría, ir de la ansiedad a la calma. Es decir, que conozcan cuál es la emoción que se necesita para equilibrar una con otra.

—Las semillas del libro fueron plantadas, ¿creés que tus palabras ya comenzaron a germinar y son brotes en los lectores?

—Sorprendentemente sí. Como comenté, yo me dedico a adultos no a infanto, y este libro que se publicó en abril del 2024 ya se está imprimiendo la segunda edición. Lo han comprado mucho abuelas y abuelos para compartirlo con sus nietos, en colegios para abordar ciertas emociones en el aula ya que también hay un capítulo sobre el bullying. Y muchas madres me compartieron que sus hijos o hijas mientras que se les leía el cuento ya comenzaban a incorporar los ejercicios sugeridos, o que empezaban a identificar sus propias emociones, tenían armados sectores en su cuarto como se encuentran en algunos capítulos. Incluso los que son más grandes, según cómo se sentían, buscaban en la biblioteca el libro y se encerraban en su cuarto a leer exclusivamente el capítulo que contiene la emoción que estaban sintiendo en ese día o ese tiempo. También compartió nota de Revista junto a Unicef en el día internacional contra el Bullying de 2024.

—¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

—Tengo dos libros más en camino, uno para adultos sobre la depresión, y otro para infanto, más expansivo aún, con un viaje al campo emocional que sea para ellos y para sus padres o tutores también, digamos que será un libro revelador en muchos aspectos.

—Para terminar, te invitamos a elegir la textura que represente a tu libro “Las emociones de Uma”.

—La textura sería cálida, pomposa, con colores desde pasteles a fuertes, con ganas de descubrirla y sentirla, y con distintos aromas que vayan cambiando según cada paso de la mano o de los pies sobre ella.

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Florencia Ghio presenta “Aguas Turbias”, una historia que lleva al lector por una variada gama de emociones

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Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Hay un rumor, un murmullo por encima y por debajo. La evidencia flota, va y viene. Pero el agua arrastra las palabras, se lleva las voces, esconde. No se ve lo que no se quiere ver. O lo que no se debe. La verdad se hunde, toca fondo. Es barro entre los dedos. Y mancha.

 En “Aguas Turbias”, la última novela de Florencia Ghio editada por El Emporio, flotan varias verdades, como un rumor debajo de lo que se lee, van y vienen. Se convierten en imágenes, en sonidos y en aromas, mientras ella bucea para rescatarlas. Para que la verdad nunca se manche.

En diálogo con ContArte Cultura, la escritora cuenta cómo nació la obra y de qué manera descubrió a los protagonistas de esta historia.

—Vamos a comenzar esta charla haciendo foco en una palabra que flota entre las páginas de tu novela: justicia. A modo de presentación del libro y de sus protagonistas, si pudieras elegir una imagen o un objeto simbólico que represente esa justicia, ¿cuál elegirías y por qué?

—Elegiría la clásica estatua de la justicia pero con su balanza completamente inclinada hacia un lado y sus ojos vendados. Porque es un poco eso lo que se ve en esta novela, una justicia que es ciega, y también sorda, por eso el protagonista de mi libro, que dice ser el chivo expiatorio de un crimen que no cometió, tiene que venir desde un pueblo del sur y salir a clamar su inocencia por altoparlantes en un subte de Buenos Aires.

—Y a partir de esa imagen viajemos al principio. Sin dudas, siempre existe un germen que da vida a las cosas. Seguramente tu novela también es producto de ideas o situaciones que fueron semillas en la tierra de tu imaginación. ¿Recordás cómo y cuándo comenzaste a sembrar esta historia?

—Yo digo que en lo que va de mi carrera de escritora, en las dos novelas que escribí y en la que estoy escribiendo ahora, me pasó que no busqué las historias sino que las historias me buscaron a mí. Aguas Turbias está inspirado en un caso real, y surgió a partir de que viera por televisión a un joven que se había fabricado una máscara de chivo y andaba por los subtes suplicando que alguien lo escuchara. Había estado preso por el crimen de su madrastra que él juraba no haber cometido, y le aterraba la idea de que lo condenaran. Me impresionó el mecanismo, recurrir a su creatividad para escapar de ese infierno, eso me llevó a averiguar qué le había pasado y me inspiró para escribir la novela, en donde los personajes, lugares y la mayoría de los sucesos son ficticios, pero ese fue el puntapié inicial que me sumergió en esta novela.

—Aleida, tu protagonista, es una mujer que lucha por sus ideales, va en busca de justicia pero también pelea contra sus propios monstruos. ¿Cómo viviste el proceso de construir ese mundo interior con tantos matices?

—Aleida San Martín es un personaje que rescaté de mi anterior novela El Ciudadano. Es una abogada honesta e idealista, de esas que estudió derecho porque ama la justicia. Al mismo tiempo, es una guerrera; logró superar una historia familiar traumática, para convertirse en una funcionaria pública que trata de rescatar a toda persona que atraviesa un infierno, porque ella sabe lo que es estar ahí y no quiere que nadie más lo tenga que vivir.  Aguas Turbias la va a encontrar en un tramo de su vida en que está en caída libre, porque ahora, aun con las secuelas de sus anteriores traumas, tiene que luchar contra el acoso laboral, se siente muy sola, y todo eso le provocó una fuerte adicción al casino, que en esos momentos encuentra como su única vía de evasión. En estas condiciones se cruza a García Robledo en el subte y, conforme a su esencia, no puede quedar indiferente a su historia. Intuye que él no miente, pero ella no puede ejercer la profesión por ser funcionaria, y además vive en Buenos Aires, así que veremos si, en su estado, logra tomar decisiones tan difíciles para ayudar al chico de la máscara. Para el proceso de construcción de este personaje me ayudó mi especialización en violencia familiar y también hablé con psicólogas expertas en ludopatía.

—También el personaje de García Robledo, el chico de la máscara, tiene sus claroscuros, ¿qué fue lo primero que percibiste de este protagonista al momento de escribirlo?

—García Robledo es un muchacho que antes de pasar por ese infierno amaba la vida, pero luego de esto se ha decepcionado completamente de ella. Descree de las instituciones de su localidad pero, al igual que Aleida, es un guerrero que, en su caso, salió de su pueblo a buscar si al menos en alguna otra parte existía esa justicia que no lograba encontrar. El lector tendrá que averiguar si con toda esa lucha la logra despojar de la venda que tiene en sus ojos y cambiar la inclinación de esa balanza que parece desvencijada.

—Como ya comentaste, hay una cierta continuidad de “Aguas turbias” con “El ciudadano”, tu anterior novela, ¿qué hilos temáticos presentes en ambas historias te gustaría seguir sosteniendo en un futuro?

—Por el momento los casos judiciales reales o ficticios han sido fuentes de inspiración, no sé si quisiera mantener algún hilo temático en particular, pero sí escribir el tipo de literatura que a mí me gusta leer, aquella que no es puro entretenimiento sino que te deja reflexionando y retrata distintos tipos de realidades, algunas veces invisibilidades o desconocidas para quien no las transita, así como en El Ciudadano abordé, además de la violencia familiar y el funcionamiento de la justicia, la política migratoria argentina. Creo que esa también puede ser una de las funciones de la literatura y de la cultura en general. Como lectora, a los libros que solo me entretienen los olvido no bien termino la última página, en cambio el otro tipo de literatura es la que me ha marcado como persona, no solo la recuerdo sino que en determinados momentos de mi vida regreso a ella para releer, aunque más no sea algún párrafo.

—Como en todo policial, en esta novela hay un crimen alrededor del cual se teje la trama. ¿Cuáles son las emociones que te atraviesan al transitar esos escenarios con la palabra y con la imaginación?

—Creo que en Aguas Turbias, que tiene componentes del policial pero también es un drama y tiene romance, el lector va a atravesar una variada gama de emociones y estados de ánimo. Se me ocurren, por ejemplo, indignación, tristeza, intriga, alegría, entre otras.

—¿Seguirá la doctora Aleida San Martín presente en próximas historias?

—En la novela que estoy escribiendo ahora la doctora San Martín no es parte, pero no descarto que en algún momento vuelva.

—Para concluir, ¿cuál sería el color que elegirías para representar el espíritu de tu novela y por qué?

—Elijo el gris topo, por todo lo que acontece.- El lector tendrá que averiguar si ese color puede llegar a cambiar en algún momento de la novela.


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