

Literatura
Nuevo libro y conciertos de Javier Peñoñori
El guitarrista, compositor y escritor argentino Javier Peñoñori presenta “El río seguirá sonando” (2022), nuevo libro de relatos y poemas de su autoría, ubicados en su San Pedro natal.
La publicación está dedicada, en palabras del autor, “a esos lugares de mi pueblo, sus calles, las barrancas, los barrios y su gente, a los amigos, amigas, compañeros y compañeras. A la desaparecida laguna, sus costas, sus riachos, el Paraná, las islas, sus quintas y chacras.”
Integrado por 190 páginas, con edición de Alción Editora (Córdoba- Argentina) “El Río seguirá sonando” presenta una primera parte compuesta por una diversidad de relatos que juntos delinean el mapa de la infancia del artista en San Pedro. Un capítulo II, cuyos relatos ya adolescentes recuerdan ese primer viaje solo, junto a la guitarra, rumbo a la ciudad de Buenos Aires.
La segunda parte de la obra está integrada por un conjunto de poemas dedicados al río, a la guitarra, a determinadas figuras de su familia: padre, madre, abuela, a la desaparecida laguna de San Pedro y un anexo final que incluye fotografías de la ciudad en aquella época.
El sábado 2 de julio, Peñoñori -apodado poeta de la guitarra- presentará públicamente el libro en la sala Bar de Fondo y el 28 del mismo mes será el turno del concierto en vivo lanzamiento de su también reciente disco “Todos los silencios del mundo” en Hasta Trilce.
Así, la presentación del libro, con la compañía del escritor y poeta Osvaldo Bossi será en la sala de Julián Álvarez al 1200, en tanto que el concierto está previsto para las 20 en el espacio de Maza al 177, con Nuria Martínez como música invitada en flautas nativoamericanas.
Para este último espectáculo, las localidades a $700 están disponibles en Alternativa Teatral y en la boletería del teatro.
(Fuente: Cecilia Gamboa – Comunicación & Prensa)

Textos para escuchar
Un día de éstos – Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez lee su cuento Un día de éstos
El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su gabinete a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era rígido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.
Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.
Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años lo sacó de su abstracción.
-Papá
-¿Qué?
-Dice el alcalde que si le sacas una muela.
-Dile que no estoy aquí.
Estaba puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
-Dice que sí estás porque te está oyendo.
El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo:
-Mejor.
Volvió a operar la fresa. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.
-Papá.
-¿Qué?
Aún no había cambiado de expresión.
-Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro.
Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pedalear en la fresa, la retiró del sillón y abrió por completo la gaveta inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.
-Bueno -dijo-. Dile que venga a pegármelo.
Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde apareció en el umbral. Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente:
-Siéntese.
-Buenos días -dijo el alcalde.
-Buenos -dijo el dentista.
Mientras hervían los instrumentales, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor glacial. Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca. Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.
-Tiene que ser sin anestesia – dijo.
-¿Por qué?
-Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.
-Está bien -dijo, y trató de sonreír.
El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.
Era un cordal inferior. El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente.
El alcalde se agarró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:
-Aquí nos paga veinte muertos, teniente.
El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un trapo limpio.
-Séquese las lágrimas -dijo.
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó secándose las manos. “Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal.” El alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
-Me pasa la cuenta -dijo.
-¿A usted o al municipio? -preguntó el dentista.
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y dijo, a través de la red metálica:
-Qué carajo, es la misma vaina.
Historias Reflejadas
“Existencias vacías”

Existencias vacías
Desandando la eterna cadena de vida que une a los seres de todos los tiempos, caen presurosos los vacíos tallados en las almas, que astillan y duelen.
Oscuros espacios sin límites atrapan a la nada que devora cada gota de angustia y de miedo.
Ríos de furia se desplazan invisibles entre los corazones que buscan justicia y lloran traiciones. Vientos de fuego que invitan a correr para que la realidad no pueda alcanzar a aquellos que huyen, sobre todo, de sí mismos.
Libertades de carne y hueso disipan las palabras construidas con aire, que se pierden en lo invisible de las formas correctas.
Una inmensa soledad se replica a lo largo de los siglos, desprendiendo preguntas que buscan respuestas en un círculo interminable de ausencias.
Y es justamente en esa búsqueda cuando aparece el encuentro que arraiga y consuela.
Amuletos inventados que sostienen los ladrillos de las vidas derrumbadas frente a lo inevitable. Lo que se oculta en silencio, va revelando verdades a destiempo, manchas de odio y de dolor que se expanden como lava, arrasándolo todo.
Una piedra, lanzada desde la boca del universo, viaja de mano en mano y se adhiere a los vacíos de unos y otros acortando las distancias del tiempo.
Un medallón de hueso es capaz de apartar a los malos espíritus para romper los límites de quienes están dispuestos a arriesgarlo todo, esperando una lluvia que los ayude a sentir aquello que no les está permitido.
Un maletín cargado de sueños se aferra a una mano que necesita soltar, para poder trascender despacio la furia que arde en su interior.
En la eterna cadena de la vida, no importa la forma que tome nuestro amuleto, seguramente detrás de él se esconde algo mucho más profundo, una búsqueda y un encuentro.
Deshilachando la trama del destino, el amor y sólo el amor será siempre el verdadero amuleto contra el vacío que encierra a las almas esclavas de pasiones dormidas.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “El amuleto”, de Bárbara Wood; “Amuleto contra el vacío”, de Laura Miranda; “Los que esperan la lluvia”, de Gabriela Margall; y “Todo arde”, de Marcelo López.
Literatura
“Las visiones venenosas”, de Fermín Eloy Acosta – Ediciones Bonaerenses

Ediciones Bonaerenses presenta la novela ganadora del Premio Hebe Uhart de Novela 2024: “Las visiones venenosas”, de Fermín Eloy Acosta.
La obra fue elegida por unanimidad entre las 282 participantes, provenientes de 62 localidades de la Provincia, por el jurado conformado por María Teresa Andruetto, Hernán Ronsino y Miguel Vitagliano, debido a “la fina urdimbre de las voces que dan forma al relato, las de cuatro mujeres que están reunidas en una quinta porque ‘fueron convocadas’ y esperan la llegada de algo inquietante, sobrenatural y misterioso”.
El jurado también destacó que “con una prosa potente y rítmica que tiende a enrarecer el lenguaje y un universo que orilla la distopía y a la vez dialoga con grandes clásicos de la literatura universal, ‘Las visiones venenosas’ se mueve en una zona brumosa entre lo fantástico y lo anacrónico”.
El premio se otorgó en agosto pasado y la novela se publicó dentro de la colección “Nuevas Narrativas” en marzo de 2025.
Como todos los títulos de Ediciones Bonaerenses, este libro se encuentra disponible en formato papel en bibliotecas públicas y populares de toda la Provincia y puede descargarse gratuitamente en formato digital en nuestra web. También pueden adquirirse ejemplares físicos a través de la tienda del sello o en las librerías El gran pez (Mar del Plata), Malisia (La Plata), La casa Azul (Tandil), La bullanga (Tandil), Patio interno (City Bell), Factottum (Berazategui) y El otro lado (Trenque Lauquen).
(Fuente: Prensa Ediciones Bonaerenses)
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