Literatura
“Ramales Olvidados”, de José A. García – Trapezoide Ediciones
Con personajes llenos de incertidumbres que se naturalizan día a día, “Ramales olvidados” es el primer libro publicado por José A. García, obra que condensa lo cotidiano con lo sobrenatural, uniéndolos en un continuo que los vuelve inseparables.
“José García ha impregnado estas páginas de una extrañeza que se nos presenta como habitual, cercana. Un colchón mojado, una estación perdida en medio de la nada, por ejemplo; y la Secretaría de Transportes, siempre. Los lectores asistimos a la incertidumbre de estos personajes que llevan una carga invisible y conviven en una perturbadora naturalidad que se va desplegando en los detalles”, sostiene sobre la obra la escritora y compiladora Claudia Cortalezzi.
Sobre el autor
José A. Garcia es escritor, guionista de historietas y blogger por elección; profesor de historia y magíster en historia contemporánea por profesión; argentino por geografía.
Ha participado con cuentos, artículos e historietas en publicaciones independientes de
Argentina, Costa Rica, Cuba, Ecuador, España, México y Venezuela.
Cree fervientemente que el conocimiento se demuestra haciendo y no acumulando diplomas, premios y menciones como condecoraciones o títulos de nobleza.
Literatura
“La hija”, de Florencia Alifano – Del Fondo Editorial
“La hija” es la primera novela de Florencia Alifano, quien ficciona su historia de vida como hija adoptiva.
La obra, publicada por Del Fondo Editorial, aborda una problemática muy compleja como es la adopción. Describe hechos, contextualiza, resalta contrastes, entre la fortaleza, la perseverancia y la generosidad del sentimiento amoroso y la crueldad. Una historia emotiva con mucho suspenso y un final sorprendente.
“La hija”, declarada de Interés por el Ministerio de Cultura de la Nación, navega en temas que aún cuesta hablar como sociedad, de una manera amable.
Historias Reflejadas
“La aventura de ser”
La aventura de ser
Hace mucho tiempo, protegido por las hojas de un árbol, vivía un pájaro que escuchaba las palabras del viento. Y no solo esas, sino las que susurraba el río y las que cantaba la lluvia. Desde las alturas ponía música al paisaje y conectaba sus plumas con cada uno de los seres que lo rodeaban. Con elegancia y picardía, los invitaba a viajar entre sus alas capaces de mover las ramas de la imaginación. Cada viaje compartido era una fiesta de colores mezclados que se juntaban en pinceladas fugaces que contaban historias.
Desde las alturas era posible descubrir lo que pasaba en los oscuros senderos de la vida.
Así fue que día tras día muchos decidieron subirse a esas alas mágicas y pudieron ver lo que sus ojos no podían.
Allá abajo, un camaleón que recién despertaba, aprendía una lección. Confundir los colores no es cosa seria, porque las apariencias engañan y las diferencias enriquecen. Comprendieron que lo verdaderamente importante anida en el corazón, y es justamente ahí donde nacen las aventuras que se transmiten de boca en boca, como las de un tal Pedro, que atraviesa los miedos y se arriesga a descubrir cosas nuevas. Que es capaz de hacer brotar monedas de un árbol, de cocinar en una olla mágica, de compartir un rato con una perdiz que pone huevos de oro o de saltar con un conejo muy especial.
Y en ese trajinar de plumas también descubrieron que era posible llegar a un planeta en el que los sueños se hacen realidad, que sólo hay que aprender a abrir los ojos interiores, a desplegar las alas y animarse a mirar mucho más allá de lo visible.
Sólo quienes logran subirse a las alas de la imaginación lograrán dar vida a todo aquello que se supone no existe.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia: “Esmeralda, el planeta de los sueños”, de Florencia Bovio; “Cuentos del bosque”, de María Cristina Ramos; “Cuentos de Pedro Urdemales”, de Gustavo Roldán; y “Los colores de Wilmar”, de Walter Rossi.
Textos para escuchar
La Herida – Eloisa Tarruella
Eloisa Tarruella lee su relato La herida
Encuentro mi ciudad en una taza de café,
cálida y espumosa.
Una lágrima resbala por mi mejilla y cae adentro de la taza,
se fusiona con la espuma.
Ahora la taza está dulce y salada.
No sé si tomar el café y sentir su sabor imborrable o huir.
Abandonar la taza y sumergirme en lo conocido.
Hacerme otro café sin mi lágrima. Puro.
Mitad café, mitad leche, así tal como lo conozco.
Si tomo el café agridulce, quizás me transforme en alguien nuevo.
La metamorfosis es evidente.
La siento en la piel.
Pero ¿beberla? ¿Se puede tragar la propia metamorfosis?
Pienso en el proceso: la lágrima cayó justo adentro de la taza.
La revolví como un acto mecánico y ahora tengo miedo.
La transparencia de la lágrima la hace indetectable.
No sé en qué rincón de la taza se escondió.
Está presente en el vapor, puedo palpitarla.
La decisión es inminente.
Contemplar o actuar.
Correr o quedarme.
La taza era mi ciudad y ahora solo veo su herida.
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