Conéctate con nosotros

Entrevistas

Verónica Chamorro: “A veces como escritores nos toca tomar decisiones que nos conmueven”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

A veces hay que atravesar el desierto, poner los pies en la arena que pesa, con los ojos puestos más allá, lejos, para conquistar el territorio de los deseos, en el punto de la libertad.

A veces hay castillos. Y princesas. Hay desiertos en la vida de las princesas. Y castillos derrumbados.

A veces, la ropa ajusta como si no fuera necesaria, como si pudiera apretar las palabras y comprimir los silencios.

A veces hay princesas que callan. Y otras que se disponen a hablar.

El nuevo libro de Verónica Chamorro es un viaje, un recorrido por un escenario caliente y seco donde la protagonista descubre sus propias fuerzas para volverse dueña de sus propios territorios.

Contarte Cultura charló con la escritora y editora nacida en Rafael Calzada, autora de otros libros como “Tobías y Perro”,” El gran partido” y “La piedra lunar”, para que nos cuente un poco de su obra y de ella misma.

—Nos gustaría empezar esta charla poniendo la mirada en una imagen, el desierto. Si pudieras hacer foco en algún elemento de ese espacio que te ayude a presentarte, ¿cuál elegirías y por qué?

—La vida escondida. El desierto a simple vista parece tan escaso de vida. Pero si uno permanece mirándolo en silencio el tiempo suficiente, la vida surge allí, donde antes parecía que no había nada. Y si uno permaneciera el tiempo suficiente viviendo allí, notaría que hasta las montañas cambian con el viento. Siento que esa mirada necesaria para descubrir la riqueza que se esconde en el desierto es parecida a la que necesitamos para escribir, cuando nos sentamos ante la página en blanco.

—Ya que hablamos de algo que te representa, ¿recordás cuándo y de qué manera se inició tu marcha en el camino de las letras?

—Desde chica me gustaba escribir. De adolescente, de hecho, solía escribir poesía y participar de concursos. Pero luego me enfoqué en acompañar la escritura de otros y olvidé la propia. Hasta que luego del nacimiento de mi hija mayor decidí apartarme del trabajo en editoriales y ser independiente, para poder acomodar los horarios a las exigencias de la maternidad. Y recién entonces logré hacerme un hueco para conectarme con la escritura y pensarla ya como un trabajo posible y no como un pasatiempo. Así nació Tobías y Perro, mi primera novela que publicó Edelvives

—¿Qué cosas te conectaron y te conectan con la literatura infantil?

—Desde siempre, para mí los libros fueron un refugio. Un lugar seguro donde vivir mil vidas, ser otra persona, aventurarme a lo desconocido. Trabajar para brindarle esa misma posibilidad a otros chicos y chicas me entusiasma muchísimo. Integrar el arte de la ilustración para contar historias también me genera mucho placer. Dailan Kifki es el primer libro que recuerdo, con maravilla absoluta. Recuerdo la sensación de “ah, esto es leer”. Y luego vi cómo mi hija y mi hijo encontraban también su primer libro, ese que los convirtió realmente en lectores. Les había leído decenas antes, pero cada uno tuvo que descubrir su propia novela, que les despertó la misma reacción. Si alguno de mis libros generara la misma sensación en algún lector, sentiría felicidad absoluta.

—¿Cuál fue el punto de partida de la protagonista de “La princesa que conquistó el desierto”?

—En realidad, partí de una imagen: una princesa que atravesaba el desierto. La historia luego se fue acomodando a esta primera visualización, pensando de dónde venía, hacia dónde iba. No me alcanzaba con hacer una princesa empoderada, quería algo más. Quería narrar una historia en la que el proceso, el viaje, fuera más importante que alcanzar la meta. Que se alejara del concepto de amor romántico y que planteara la posibilidad de escuchar el propio deseo y darse permiso para cambiar de rumbo.

—¿Cómo llevaste adelante la construcción de los personajes (príncipe y princesa) que el desierto separa?

—La princesa estuvo clara desde el principio. A veces, al escribir, uno siente que los personajes hablan por sí solos, que basta con sentarse y ser una especie de médium. Eso pasó con la protagonista. Quería que estuviera relativamente cómoda en esa rutina de palacio, que algo le hiciera ruido, pero que aún no supiera bien qué no se ajustaba a ella. Y que pensara que el amor solucionaría todo hasta que el desierto la obligara a encontrarse consigo misma. El príncipe me costó más. Me daba un poco de pena que esperara a su amada y descubriera al final de la espera que ella ya no era la misma. Pero después me detuve a pensar qué hacía él mientras la princesa atravesaba sola el desierto. Si descansaba en “ella puede con todo” y no hacía nada por encontrarla, ¿por qué sentir pena? Así que trabajamos para poner las características del príncipe parte en palabras y parte en ilustraciones. En ese sentido, el trabajo de Carla Moneta para representarlo fue espectacular.

—¿Qué elementos narrativos te aportó el desierto como escenario de esta historia?

—Me llevó a cambiar completamente el tono de la narración. Comencé con un tono más liviano, más humorístico. Pero al llegar al desierto se vuelve más épico. El silencio del desierto obliga a minimizar los diálogos, aumentar el monólogo interno, jugar con la cadencia y el ritmo narrativo para acompañar el paisaje.

—Hay un desierto pero también hablaste de un viaje, un recorrido de la protagonista a través de sus propias dudas y limitaciones, ¿de qué manera viviste como autora ese viaje, que a la vez fue tu propio recorrido a lo largo de la trama?

—Hay algo de ese “yo puedo” de la princesa que me representa mucho. Avanzar, hacer, solucionar, seguir avanzando pese al cansancio o a los problemas. Tengo que admitir que en ese no rendirse hay mucho de mí y fue muy movilizante llevarlo a la historia. Después, a veces como escritores nos toca tomar decisiones que nos conmueven. Va a sonar exagerado, pero lloré cuando la hice dejar el oasis. Y volví a sentir mucha tristeza frente al príncipe, que no la mira realmente, no la reconoce. Él no charla con ella, no la escucha. Dialoga con la idea de la princesa que tiene en su mente, no con la mujer real. Ve lo que quiere ver, y ella se esfuerza por ocupar ese espacio y no lo logra. Creo que es algo habitual que esto pase en la vida real. No sé qué hubiera pasado si él realmente le daba lugar para ser ella misma. Eso quedará para otra historia.

—Para terminar y volviendo a la imagen del principio, ¿qué desiertos te gustaría conquistar con tu libro?

—El de la soledad, desde dos ángulos. Por un lado, hay muchas niñas, jóvenes, mujeres que sufren la exigencia de acomodarse a un estereotipo de género y a silenciar sus propios anhelos. Y eso es muy solitario. Si mi libro pudiera acompañar y desarmar un poquito esa sensación de “estoy sola en esto”, me sentiría más que satisfecha. Y por otro lado, mi generación está cruzada por la idea del amor romántico. El encontrar a otra persona que “complete”. La bendita media naranja. Pero estar con una misma es grandioso. Aprender a ser nuestra propia compañía, encontrar la dicha en eso, es todo un aprendizaje. Si hay una mujer que al leer este libro a algún niño o niña siente que algo de esta historia infantil le resuena en su interior durante la lectura, quisiera que mi historia la acompañe. Aunque nos haya enseñado que la soledad se parecía a un desierto, hay mucha, muchísima vida escondida en ella.

Sigue leyendo
Haga clic para comentar

Debes iniciar sesión para publicar un comentario. Acceso

Deja una respuesta

Entrevistas

La escritora Gabriela Romero nos presenta “Volví para amarte”, su nueva obra

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

No hay muerte. La vida sucede una y otra vez, cuelga del tiempo. Avanza y retrocede. Los hilos se enredan, cosen muchas veces la misma historia. Adelante y atrás, una costura sin límites. Un agujero en la trama, palabras descosidas. Voces silenciadas: tinta y sangre. Pinceladas derramadas en el futuro. No hay muerte: alguien vive en los hilos que faltan.

Volví para amarte, la nueva obra de Gabriela Romero, es un viaje a través del tiempo. Construida en distintos escenarios, invita al lector a deslizarse por los agujeros de la muerte, a pasar al otro lado de la vida para perpetuarla.

En diálogo con Contarte Cultura la escritora platense cuenta cómo vivió el proceso de construcción de esta historia publicada por Del Fondo Editorial.

—Comencemos esta charla haciendo foco en un personaje invisible que marca el ritmo de tu novela: el tiempo. Ese que se despliega y se pliega en las palabras para dar lugar a la magia. Si pudieras darle forma o ponerle un cuerpo a ese protagonista que enhebra la historia, ¿Cómo creés que se vería?

—Sería una figura humana estilizada, vestida con una túnica blanca y vaporosa como si fuera un ángel renacentista pero sin alas y que irradia luz, por lo tanto, no le veríamos los rasgos ni el color de pelo.

—Y si hablamos de tiempo, sin dudas tuviste que pasear por el pasado y caminar sobre el futuro para dar vida a tus personajes. ¿mo fue ese proceso de construir desde el presente las vidas de tus protagonistas?

—Qué interesante tu comentario y la pregunta, porque esta novela está signada por el tiempo. Me explico: Volví para amarte es la unión de dos libros escritos en dos momentos diferentes. La primera parte, Aquí estoy, mi querida E, la escribí en 2012; y la segunda parte, En alguna plaza, la comencé en 2018 y la terminé en 2022.  En ambos, el tema central es la reencarnación y el recuerdo de vidas pasadas. En ningún momento ni Emilia ni Eugenia dejan su presente, pero sí se altera y se confunde uno y otro durante el sueño en Emilia y en un estado de coma en Eugenia, porque ese pasado las tironea, las llama. Incluso, Eugenia sabe a qué vino a este mundo. Si fuera una escena de teatro, ambas estarían acostadas y la escena del pasado flotaría alrededor de ellas. Algo semejante sucede en En alguna plaza. Ema, Emilia y Eugenia son pasado, presente y futuro, al igual que Luciano e Iñigo. Pero también está Ana Paula, ella es un ancla, es la permanencia, es la antagonista de los contrastes temporales.

—Recordanos cómo se manifestaron las primeras semillas de esta historia y de qué manera trabajaste para continuarla. 

—Bien, voy a organizar la respuesta en tres momentos. La primera semilla surgió durante un viaje que hice con mi hermana y mi marido a Santa Fe, cuando, en el Museo Histórico Provincial de esa ciudad vi el retrato de un hombre que me deslumbró. Se trataba de un constituyente de 1853; en ese momento le comenté a mi hermana la idea de  escribir una novela acerca de una mujer que, desde la niñez, tiene un sueño recurrente con un hombre y de grande encuentra su retrato en ese museo. La segunda semilla apareció cuando tuve que pensar el nombre de la protagonista. Ema, Emilia y Eugenia. Fueron tres, en ese orden, sin embargo, yo escribí acerca de Ema y Emilia e hice una pequeña mención, como al pasar, del tercer nombre, pero para mí la historia de Aquí estoy, mi querida E estaba cerrada. Te preguntarás qué pasó con el tercer nombre.  Responder esto me lleva a remontarme a dos momentos, el más cercano se debió a que muchos lectores me pidieron su continuación, no estaban de acuerdo con el final, entonces, rescaté de mis recuerdos una foto que había tomado en 2007, durante un viaje a Asís. Es la foto de un franciscano. Este es mi Iñigo. Conclusión: todo comenzó cuando dos hombres me deslumbraron.

—֫En esa continuación creaste un universo muy particular, ¿cuáles fueron tus fuentes de inspiración para construir ese mundo futuro?

—Me costó muchísimo adelantarme al 2052, por cierto, un futuro cercano. ¿En qué me inspiré? En todo lo que leí: predicciones tecnológicas, proyección de la población mundial, avances actuales de la medicina, tendencias de infraestructura, prácticas a nivel de excelencia,  implicancia de la nanotecnología y la nanociencia. Lo que hay y lo que se espera. Lo que está en estudio. Además, tomé un curso de ciencia ficción con el escritor Martín Cristal en el que analizamos textos de diferentes autores y épocas, desde el surgimiento de este género hasta la actualidad. Mi fuente de inspiración fueron todas esas lecturas, pero también tuve que hacer un trabajo personal de dejar fluir, de inventar terminología, de apropiarme de lo existente, de jugar.

—La vida y la muerte se entrelazan a lo largo de toda la trama, pero justamente la muerte mantiene vivos a los personajes, como si en realidad no existiera. Contanos acerca de ese proceso de darle voz a los muertos.

—He soñado con muertos. Con mi papá, por ejemplo, a una semana de su muerte se me apareció en un sueño y me dijo que él estaba bien, que teníamos que rezar por todas las almas y no sólo por él. A mis dieciséis años soñé con un amigo de papá, que había muerto cuando yo tenía trece, me lo encontraba en la calle y me decía que les dijera a mis “viejos” (literal) que fueran a su casa a festejar el cumpleaños, no me dijo de quien, cuando me desperté se lo conté a mamá y me preguntó qué día era. El que cumplía años era él. Y sé de gente, niños por ejemplo, que hablan con familiares muertos. Lo viví como algo natural. De las tres novelas que he escrito, sólo en la segunda usé el realismo mágico porque me encanta, pero en estas dos o, mejor dicho, en Volví para amarte, darle voz a un muerto no fue realismo mágico. Para mí es realidad. 

—A cada vida le dibujaste un escenario, un lugar donde sucede la realidad de los protagonistas, ¿podrías nombrar algún objeto simbólico que represente cada uno de esos escenarios?

—En la primera parte, el agua y la tierra. En la segunda, el aire.

—¿Qué te dejó la escritura de esta historia?

 —Que nunca es tarde para que un sueño se cumpla. Que siempre se puede mejorar un texto. Que para escribir hay que dejar de lado el ego.

—Para terminar, si esta novela desprendiera un aroma a través de sus letras, un perfume que la represente, ¿cuál  sería y por qué?

—Una gardenia fue lo primero que pensé como flor, pero entonces me pregunté cómo será su perfume y lo busqué en Google. Ahí me enteré que también se la conoce como gardenia jazminoides y que es el jazmín del cabo. ¡Oh, sorpresa! Amo el perfume del jazmín y en la casa de mi tía abuela Genoveva había un arbusto tan grande que parecía un árbol. Y, de pronto, presente y pasado fue un solo tiempo.

Sigue leyendo

Entrevistas

Seba Dorso y ’De nuevo el presagio’: “Me encontré con la confianza de trabajar a cuaderno abierto”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Rompe el capullo y extiende sus alas. Intenta un vuelo. Hay una ruptura, viento y alas en la canción que nace, una metamorfosis de las palabras. Y una distancia del refugio, donde los fantasmas repiten la geometría del espacio y se ovillan en el brote, en un punto de luz, como si fuera un presagio de cambio.

Todo proceso implica un viaje, movimientos sutiles que llevan de un lugar a otro. El compositor, pianista y cantante Seba Dorso ha vivido esa metamorfosis durante el proceso creativo de su último álbum “De nuevo el presagio”, una obra en formato trío en el que lo acompañan Diego Rodríguez y Agustín Pietribiasi.

Contarte Cultura charló con el músico para conocer su historia y los pasos que dieron para dar a luz este disco.

—Salir del capullo de lo conocido y desplegar las alas para cruzar hacia lo desconocido implica un movimiento y ese desplazamiento un cambio. Para comenzar esta charla vamos a hacer foco en esa imagen, la del anuncio de cambios que representa la esencia de tu álbum “De nuevo el presagio”. Si pudieras elegir una textura o un color que represente el movimiento que dio vida al disco, ¿cuál elegirías y por qué?

—¡Qué interesante! La textura es claramente rugosa, con información táctil. Eso fue muy buscado en el sonido de este disco, lo textural en el trío, lo rizomático. En cuanto a los colores, se me hace que las 5 canciones del disco tienen 5 colores muy diferentes, algo que fue de alguna manera buscado, intencional.

—¿Cuándo diste tus primeros pasos en el camino de la música? ¿Recordás cómo fue tu primer encuentro con un piano?

—Si, en casa de una tía de muy niño. A mi prima le habían comprado un hermoso piano que no usaba mucho, yo recuerdo enfrentarme a las teclas como a un abismo, algo ahí me atraía como un imán. Luego comencé a tomar clases de piano, unos años más tarde. No había en mi familia ni en mi entorno ninguna persona que hiciera música, así que no lo reconocía como un camino. Pero en la adolescencia empecé a conocer gente, músicas, músicos, empecé a compartir ensayos y a tocar y cantar en vivo, y de ahí ya no volví nunca más.

—¿De qué manera se gestan las letras de tus canciones y cuál es el proceso que las lleva a “salir de sus propios capullos”?

—Las letras me toman mucho tiempo en general, salvo excepciones. Surgen a partir de un brote, un verso o idea del cual se empieza a desenredar algo que al principio no se bien que es ni qué dice. Escribo, anoto ideas, tacho y reescribo en sucesivos o simultáneos cuadernos, hasta que empieza a aparecer el contenido o la forma.

—¿Cómo surgió la idea de este disco en formato trío y qué cosas te gustaría destacar del tiempo creativo de cada tema?

—La idea surgió del encuentro, de la conjunción de planetas en que resultó esta junta. En un momento tomé conciencia de la suerte que tenía de haber encontrado un grupo que funcionara y alimentara la música que se me ocurría, y entendí que tenía que aprovecharlo mientras estuviera. Es como el amor. En cuanto a los tiempos creativos, ahora que el disco está terminado tengo la tranquilidad del trabajo completado, pero fue un proceso que no estuvo libre de dudas y angustias. Por supuesto, todo ese trance nutrió a las canciones y al grupo. Durante varios meses llevé ideas al ensayo, probando arreglos y texturas; grababa los ensayos, luego escuchaba, reescribía arreglos, mis compañeros sugerían cosas que probábamos una y otra vez. Así fueron tomando forma las canciones, con paciencia. Sobre todo las tres primeras.

—Y justamente esos temas de alguna manera están hilvanados por un hilo temático, ¿cuál es esa línea conceptual que une las cinco canciones?

—Las tres primeras canciones funcionan como una obra integral, de alguna manera. Tienen un abordaje similar, son largas, y hablan de lo mismo de diferentes maneras: de lo que cambia, de lo que no cambia y se repite, o se estanca, de los cambios impuestos y que podemos o no hacer con eso, de los agentes de cambio.

—Seguramente también hubo cambios en tu manera de hacer música durante el proceso creativo, ¿con qué cosas nuevas te encontraste en el punto de llegada, al terminar el disco?

—Honestamente, con un resultado final que me pareció muy satisfactorio. No es tan habitual en mí esto. Encontré una manera de hacer música que me funciona en lo personal, por lo menos de momento. También me encontré con la confianza de poder trabajar a cuaderno abierto con compañeros que siempre fueron muy contenedores y proactivos, y me inspiraron muchísimo

—¿Cómo trabajaron el arte de tapa para resumir los conceptos del álbum?

—Fue un trabajo hermoso. Yo tenía esta idea, una escena en una mesa… Convoqué a una amiga artista que hizo la dirección de arte, con Mati Montagne que hizo las fotos y que trabaja junto con ella. Charlamos un poco del concepto, conseguimos el vestuario y los objetos, buscamos la locación, y luego trabajamos una jornada entera hasta que apareció esta foto. Fue un día perfecto

—¿Dónde y cuándo se presentará “De nuevo el presagio” y quiénes acompañarán ese encuentro?

—Se presenta el 17 de noviembre a las 20 en Circe Fábrica de Arte, en CABA. Van a estar tocando conmigo Diego Rodríguez en contrabajo y Agustín Pietribiasi en batería y percusión, que son mis compañeros de proyecto con los que hicimos esta obra. También van a estar de invitados Laura Ledesma, Nela Cuzzani y Marcos Monk.

—¿En qué nuevos proyectos estás trabajando actualmente?

—En estos últimos años estuve trabajando en proyectos teatrales, musicalizando y sonorizando. Es un mundo que me atrapa.

—Para terminar, un deseo para ese grupo de trabajo que acaba de iniciar sus primeros vuelos.

—Que vuele todo lo que pueda, que vuele alto y bien bajito también, bien rasante, y que nos haga mejores músicos y personas.

Sigue leyendo

Entrevistas

Marisa Potes: “Escribo para vivir más de una vida a la vez”

Publicado

el

Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

El amor viaja por las páginas. Es un latido pegado a las palabras, tinta derramada en otros tiempos. Es un punto que busca su espacio, suspendido, balanceándose entre pieles y miradas, como si necesitara muchas voces para aquietarse en un final.

La escritora marplatense Marisa Potes ha recorrido con sus palabras el universo de la novela juvenil, los cuentos y la novela romántica histórica. A “La soledad de los secretos”, publicada en 2022, le siguió “Rencor de amor”, editada en 2023, ambas por Del Fondo Editorial.

Contarte Cultura charló con la autora para recorrer y conocer el camino de sus letras, especialmente de su última obra.

—Comencemos esta charla con un juego de presentación. Imaginemos un lienzo o una página en blanco, un espacio vacío donde vas a dejar una huella, algo que te represente. ¿Cuál es la primera imagen que te aparece para contarnos algo de vos?

—Soy una persona más simple de lo que parece, y más compleja de lo que se piensa. Amo escribir historias, amo disfrutar historias. Escribo para vivir más de una vida a la vez y he aprendido a disfrutar de la belleza de las pequeñas cosas. Soy marplatense, me gusta el horizonte amplio de la costa y aunque a veces proteste por las variaciones del tiempo, reconozco que no podría vivir en un lugar donde el clima fuera siempre igual.

—¿Recordás cuándo y cómo nació en vos el deseo de contar historias?

—No podría ponerle una fecha, pero sí sé cómo fue el proceso: a partir de escucharlas primero, y leerlas o verlas después. Si en una reunión familiar alguien se ponía a contar una anécdota, yo estaba ahí. Mi mamá me contaba cuentos que inventaba en su mayoría; mi papá, fábulas o anécdotas que había oído. Después me compraban revistas infantiles, historietas. El momento de ir a la librería por un libro nuevo era fascinante: todos esos lomos en las estanterías, ofreciendo puertas a mundos infinitos. En algún punto disfrutar de historias producidas por otros no me alcanzó y empecé a producir las mías.

—Y desde ese momento siempre hubo algo para contar, ¿de qué manera se manifiestan los protagonistas de esas historias?

—La mayoría de las historias se me ocurren a partir de cosas que les ocurren a sus protagonistas. Desafíos que la vida les presenta, obstáculos que ellos mismos se ponen, objetivos que quieren alcanzar. Necesito empatizar con ellos, entenderlos, que me gusten, que me den ganas de contar su historia, porque soy novelista, y al ser novelista tenemos que convivir bastante tiempo.

—Tu primera novela romántica es “La soledad de los secretos” a la que le siguió “Rencor de amor”, ambas publicadas por Del Fondo Editorial. ¿Qué te sedujo de la novela histórico-romántica a diferencia de las otras que habías escrito antes?

—Escribo historias que tengo ganas de contar; personajes con los que tengo ganas de jugar, tramas que me gusta complicar, suspenso en el que quiero mantener a los lectores. Soy curiosa, y la Historia me gusta porque me gustan las historias. El contexto histórico para narrar ficción me parece muy rico, hermoso. He disfrutado como lectora/espectadora de muchos libros, series y películas en contextos históricos extranjeros. El nuestro es un espacio que me hubiera encantado encontrar en la colección Robin Hood, por ejemplo. Entonces decidí escribir mis propios libros en contextos que tengo ganas de visitar. En La soledad de los secretos, por ejemplo, una Mar del Plata que habito como ciudadana, pero que no había tenido oportunidad de recorrer como lectora. Mar del Plata es hermosa, y la vieja ciudad como escenario de ficción, ¡Ahhh! ¡Un deleite! Creo que en esa novela, el escenario es un personaje más. Las primeras novelas que escribí (el orden de publicación de mis novelas no coincide con su orden de escritura) fueron en contextos históricos de lo más variados. Y el romance, de una manera u otra, está presente en todas; las de otros géneros también. Salvo en las infantiles: ahí hay amores de otro tipo. Pero el amor, siempre presente. Es el verdadero motor del mundo.

—Hablemos de “Rencor de amor”, sin dudas tuviste que viajar en el tiempo para encontrarte con los personajes que caminan por sus páginas, ¿por qué elegiste viajar a la época del Centenario de la Revolución de Mayo?

—Amo que en la pregunta hayas puesto la expresión “viajar en el tiempo”, porque es una de las cosas que me gusta de leer y escribir. En 2009 caí en cuenta que pronto sería el Bicentenario, entonces me dije ¿cómo no escribir una historia en ese escenario? Tenía varias ideas sobre algunos personajes, y así nació Rencor de amor. En el período en que transcurre la novela (entre 1910 y 1912, aproximadamente) suceden una cantidad de cosas que si no fueran reales sería imposible inventarlas por inverosímiles. Pero ocurrieron. Y en ese marco el ascenso y caída de las familias “encumbradas”, como dice nuestro protagonista, ofrece mucho material. El amor teñido del rencor del pasado, la desesperación por mantener la posición social, los mandatos que pesaban sobre las mujeres que hacen que mi protagonista femenina sienta que lo único que puede hacer es “conseguir un buen partido”, son temas que atraviesan a mis personajes. Sí, los atraviesan como una daga que les hace doler el alma, y mueven la trama.

—Y haciendo foco en esos escenarios, ¿qué fue lo que más te gustó del proceso de recrear ese tiempo?

—Lo que más disfruté fueron las cosas que fui encontrando mientras investigaba. Sabía bastante de la época, pero comprobar cómo confluyeron el Centenario, el cometa Halley, la infanta española en el aniversario de la Revolución de Mayo (¡un delirio!), las grandes exposiciones, las fiestas diarias, los personajes, la mayor parte de la ciudad que es dejada sin luz sin ningún prurito para que un pequeño sector de gente disfrute de la iluminación, me fascinó y me sigue fascinando. Cada cosa es un elemento para nutrir los caracteres de mis personajes, cuya construcción también disfruté mucho.

—Hay acuerdos comerciales y hay amor rodando entre tus letras, ambas cosas atraviesan a los protagonistas. ¿Cuáles fueron tus mayores desafíos al momento de dar voz y vida a tus personajes?

—El mayor desafío fue ponerme en el lugar de ellos. Entender por qué hacen lo que hacen. Por qué los obligados a cumplir con un arreglo matrimonial dicen “nah, yo no me caso nada; me voy  a vivir por mi cuenta”. Ya sé que eso ocurrió, e increíblemente sigue ocurriendo, pero yo necesito entender las motivaciones, porque si no lo que estoy escribiendo es un personaje vacío. Y si algo me han dicho mis lectores es que empatizan con mis personajes, que les resultan genuinos. Entonces creo que el trabajo de entenderlos ha valido la pena.

—¿El odio podría considerarse otro protagonista de esta historia?

—Qué buena pregunta. Creo que ese otro protagonista, más que el odio, sería el rencor y lo que provoca aferrarse a él.

—¿En qué proyectos estás trabajando por estos días?

—Estoy trabajando en un cuento infantil y en otra novela romántica en contexto histórico, de la cual no puedo decir nada nada.

—Para terminar, si pudieras elegir un aroma que represente la esencia de esta novela, ¿cuál sería y por qué?  —No sé si hay un aroma con el que podría identificar la esencia de la novela. Pero pienso en algo que disfruta nuestro bello protagonista, por eso voy a elegir el aroma de los bizcochos de Olinda (quienes lean la novela verán quién es). Esos bizcochos representan las cosas buenas del pasado que aún persisten. Y si se me permite la analogía, el protagonista está para comérselo, igual que los bizcochos (risas).

Sigue leyendo


Propietaria/Directora: Andrea Viveca Sanz
Domicilio Legal: 135 nº 1472 Dto 2, La Plata, Provincia de Buenos Aires
Registro DNDA Nº 2022-106152549
Edición Nº