Literatura
Vuelve a las librerías una obra de Alejandro Dumas que posa su mirada en el Río de la Plata
Por Carlos Aletto (*)
Autor de “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo”, Alejandro Dumas tiene entre sus textos uno que circula en nueva edición por estos días y que reviste especial atención para los lectores locales: el libro “Montevideo o la Nueva Troya”, en el que con el mismo entusiasmo de sus famosas aventuras literarias narra la larga guerra que enfrentó a argentinos con uruguayos durante ocho años, cuando las fuerzas de Buenos Aires bajo el mando de Juan Manuel de Rosas situaron territorio uruguayo entre 1843 y 1851.
“Montevideo o la Nueva Troya” reeditado en estos días por Marea con un prólogo de Daniel Balmaceda, es una obra que se alza como un panfleto ardiente escrito por Dumas, forjado en las circunstancias de la época, que resonaban en los debates de la Cámara de Diputados y en la prensa francesa. La “cuestión del Plata” es el punto de referencia central de esta narrativa, que aborda la posición de Francia respecto a Montevideo, una tierra que en el siglo XIX se consideraba “cuasi francesa”, y que fue asediada desde 1843 por las tropas comandadas por el caudillo argentino Juan Manuel de Rosas.
La obra fue inspirada por el general Melchor Pacheco y Obes, quien viajó a París para defender la causa de su país, y Dumas se embarcó resueltamente en este compromiso, utilizando su escritura para respaldar las luchas de los montevideanos.
Este libro del autor de “El conde de Monecristo” se ha mantenido en gran medida en las sombras, sin ser reeditado en Francia desde su publicación en 1850 por la Imprimerie de Napoléon Chaix et Cie. Sin embargo, la obra tiene una importancia innegable, ya que marca un encuentro crucial para Dumas, quien se entrelaza con la idea de la que más tarde sería el héroe de la liberación de Italia: Giuseppe Garibaldi.
“Montevideo o la Nueva Troya” está enmarcado dentro de la “Guerra Grande” que tuvo lugar en el Río de la Plata, entre el 10 de marzo de 1839 y el 8 de octubre de 1851. Inicialmente, se trató de una guerra civil oriental que se transformó en un conflicto regional con la intervención de Argentina (que también estaba inmersa en una guerra civil) y Brasil. El conflicto adquirió una dimensión internacional cuando Francia, Gran Bretaña y fuerzas extranjeras, incluyendo la Legión italiana de Giuseppe Garibaldi, se unieron a la lucha.
La Guerra Grande enfrentó a los blancos uruguayos liderados por Manuel Oribe (respaldados por los federales argentinos liderados por Juan Manuel de Rosas) contra los colorados, inicialmente liderados por Fructuoso Rivera y aliados con los unitarios argentinos, los brasileños y los europeos. El conflicto concluyó con la victoria de los colorados.
En el prólogo del libro, el historiador argentino Daniel Balmaceda destaca que “Montevideo o la Nueva Troya” presenta una perspectiva que distingue entre “los embrutecidos” y “los civilizados,” refiriéndose a los habitantes de Buenos Aires y Montevideo, respectivamente. Según el historiador, Dumas retrata a los porteños como brutos y a los uruguayos como civilizados en su obra. Balmaceda aclara que “la principal enseñanza que nos deja la obra de Dumas es justamente que para entender, recrear y amar la historia, es necesario entender, recrear y amar cada una de sus versiones. Cada una de sus campanadas”.
En el original y entretenido panfleto, el escritor francés ilustra las notables diferencias entre los porteños y los orientales, que se extienden en una serie de dimensiones culturales y personales, desde su relación con la tierra hasta sus ideales de perfección y características personales.
Para Dumas, los porteños tienen una conexión arraigada con la tierra, íntimamente ligada a su historia y cultura, mientras que los orientales no han tenido tanto tiempo para forjar una conexión profunda con la tierra, dado su relativo reciente asentamiento en la región.
Por otra parte, el autor de “Los tres mosqueteros” aclara que Buenos Aires está marcada por vastas llanuras, casas distantes, escasez de agua y madera, lo que influye en un carácter sombrío y pendenciero entre su población. En contraste, Montevideo goza de un entorno más idílico, con arroyos, árboles y viviendas cercanas, lo que contribuye a una actitud más abierta y hospitalaria.
La mirada maniquea del escritor francés sostiene que los porteños idealizan al indio a caballo como su ideal de perfección, mientras que los orientales aspiran al europeo enfundado en su traje como su símbolo de perfección.
Dumas describe a los porteños como más imaginativos y emocionales, fluctuando entre exaltaciones y apaciguamientos con facilidad, mientras que los orientales son vistos como más sosegados y resueltos en sus acciones y proyectos. Los porteños por su parte compiten por ser los más elegantes, mientras que los orientales se enorgullecen de su valentía. Y en términos de belleza, las mujeres porteñas se consideran las más bellas de América del Sur, mientras que las mujeres de Montevideo se destacan por su variedad étnica y sus formas maravillosas.
Balmaceda sostiene que “Montevideo o la Nueva Troya” es “un preámbulo de las cruzadas del loco Sarmiento, de las pinceladas parisinas del intendente Torcuato de Alvear, de la corriente que encararía hasta sus últimas consecuencias la Conquista del Desierto y, también, de la encendida defensa del gaucho que emprendería, entre otros, José Hernández“.
Pero la figura que demoniza Dumas en su descripción es la de Juan Manuel de Rosas, el gobernador de Buenos Aires. Según su ascenso al poder y su transformación a lo largo de su vida son narrados con detalle. El narrador describe la cachetada a su madre por la cual el caudillo a los quince años debe abandonar su hogar, se detiene en su llegada al poder en 1830, respaldado por los gauchos a pesar de la resistencia de la ciudad. Aunque inicialmente intenta adaptarse a un estilo de vida más civilizado, explica Dumas que el gobernador de Buenos Aires se encuentra atrapado entre dos mundos, enfrentando la burla de la civilización y las dudas sobre su conversión.
“Montevideo o la Nueva Troya” es una obra que no solo brinda un panfleto político apasionado de un momento crítico en la historia de Argentina y Uruguay, sino que también trata de comprender, cómo si el Río de La Plata fuese la zanja de Alsina que divide a los bárbaros porteños de los civilizados orientales. Rosas es descrito como un hombre de aspecto europeo con cabello rubio, ojos azules y voz dulce. Sin embargo, su reputación de cobardía es universal, y se le atribuye un comportamiento cruel y sádico. Dumas milita en este entretenido libro por la civilización oriental, contra la barbarie porteña.
Finalmente, el escritor expone que Rosas consolida su poder de manera autoritaria, eliminando a opositores y traicionando incluso a quienes lo habían apoyado anteriormente. Su comportamiento extravagante, que incluye disfrutar de bromas pesadas y confituras, añade una capa adicional a su compleja personalidad.
Entre estas bromas Dumas narra: “Cierta noche en que debía cenar a solas con un amigo, escondió el vino destinado a la comida y dejó solamente en el aparador una botella de aquella famosa medicina llamada Leroy, a cuya celebridad no le falta más que la de haber sido inventada en el tiempo de Molière. El amigo vio la botella, gustó su contenido al que encontró un sabor agradable, y se bebió íntegra la botella mientras cenaba. Aquella noche, el amigo creyó morir. Rosas rio mucho. Si el amigo hubiese muerto, Rosas se habría reído más todavía”.
(*) Agencia de noticias Telam.
Textos para escuchar
La Botella – Gabriela Romero
Gabriela Romero lee su cuento La Botella.
Créame que todavía hoy, ni estando en este lugar, puedo definir si lo que pasó aquella noche fue una maldición o si estaba predeterminado. Lo cierto es que mi cuñado Alfonso hizo una pregunta y el universo se las ingenió para responderle. Todo comenzó el 20 de noviembre de 1991 durante el festejo de los treinta y un años de mi hermana Sonia. Solo estábamos la familia. Los cinco hermanos: cuatro mujeres y un varón. Y nuestras respectivas parejas. Más nuestra madre, que quedó viuda joven. Más los tres hijos de Sonia, la que está allá; los dos de Mercedes, y la única nena que al momento tenía Silvana, la que recién se acercó; más los cuatro hijos de nuestro hermano José Arturo y los dos míos. Además de los padres de Alfonso, el marido de Sonia, estaban sus tres hermanos con las esposas y los seis hijos, resultantes de las tres parejas. En total éramos: 37. Muchísimos. Ya habíamos cenado y los chicos corrían por el jardín mientras los adultos conversábamos, algunos dentro del quincho y otros en la galería, o junto al bar que Sonia había armado a un costado de la pileta. Minutos antes de las doce de la noche Alfonso nos llamó para el brindis y nos dijo algo así:
— ¡Gente, vengan a brindar por mi esposa!
Él había ubicado las copas en la barra del bar y nos esperaba con una botella envuelta en una servilleta de tela blanca. Era evidente que alguna broma se traía entre manos porque intentaba ocultar la risa en su mueca ladeada. Lo amenazamos con tirarlo a la pileta si nos bañaba con el champán.
—No soy tan infantil —nos dijo Alfonso y agregó con una voz cavernosa —: ¿¡A ver a quién le toca!?
Entonces hizo presión y el corcho se elevó como un cohete, pero en vez de perderse entre las plantas del jardín o estrellarse lejos en el pasto cayó sobre tres de nosotras. En Sonia, en nuestra cuñada y en mí. Recuerdo nuestro griterío cuando nos golpeó el corcho y la pelea de los nenes por quién se quedaba con ese corcho maldito y también las risas de los otros a causa de nuestros gritos, y de la cara de Alfonso.
— ¿Qué pasó, cuñado? ¿Te salió el tiro por la culata? —le dijo mi hermano José Arturo riéndose.
Todos miramos a Alfonso. No se reía. Mantenía la botella en alto, inmóvil. Sonia caminó hasta él y le quitó la botella de las manos.
— ¡Las Viudas! —gritó—. ¡El champán se llama Las Viudas! —y antes de beber directamente del pico le dijo a su marido—: ¡A tu salud!
— ¡Alfonso, serás el primero en morir! —grité—.
Sí, eso le dije yo. Mi marido se indignó, para él no le es fácil vivir en una familia que tiene humor negro. A Alfonso le bajó la presión. Era de esos tipos que no se aguantan una broma, pero que viven cargando a los demás.
Murió a la semana. El 27 de noviembre de 1991.
Su muerte nos desgarró. Tan imprevista. Y él tan joven. Y tan joven mi hermana y tan chiquitos sus tres hijos. ¿Quién podría creer que se haría realidad lo que sucedió en el cumpleaños de Sonia? Cuando me avisaron creí que era una broma de mal gusto. Decile a Alfonso que se deje de joder, le dije al amigo que me llamó. Y le colgué. El teléfono sonó al instante. Se murió, Malena. Alfonso se murió. Entonces, se me vino a la mente mi sentencia. Serás el primero en morir. ¿Cómo miraría a sus padres?, me pregunté. Aunque después preferí culparlo, al final de cuentas el que había comenzado todo esto había sido él. En su velatorio recordamos lo ocurrido en el cumpleaños de Sonia. Ahora sigo yo, me dijo José Arturo al oído.
Él murió veinte años después, el 15 de julio de 2011.
Qué dolor. Pobre mi madre y mi cuñada y mis cuatro sobrinos. Y hoy estamos acá velando al marido de Mercedes. ¿Usted de dónde conocía a mi cuñado? Sabe, aquella noche mi hermana se encontraba a mi lado, pero a ella el corcho no la tocó. En eso el oráculo falló. Las Viudas. Me pregunto si tal vez aquello que decía mi esposo cuando era un niño, y que mis suegros contaban con tanta gracia, no fue una suerte de amuleto. ¿Un amuleto que lo protege de lo que está escrito o de lo que sucedió a partir de aquella noche? ¿Qué vas a ser cuando seas grande?, le preguntaban mis suegros divertidos con la respuesta que siempre les daba su hijo. Viudo, les respondía él.
Literatura
“Un pez dorado”, nuevo libro de Laura Devetach que ya se encuentra para su descarga
Vera Editorial Cartonera acaba de editar “Un pez dorado”, obra de la escritora Laura Devetach con ilustraciones de Istvansch, que ya se encuentra para su descarga gratuita.

La obra cuenta con palabras preliminares de Laura Roldán, quien destacó: “Haber editado este libro con Vera Cartonera y que haya sido ilustrado por Istvansch, quien dio vida con su arte a las imágenes y personajes del texto, es un sueño cumplido. Gracias por cobijar la semilla que germina cuando necesitamos ver brotar la esperanza”.
Asimismo, Roldán manifestó en el prólogo creer “en el poder de las cosas pequeñas, en el trabajo de las hormigas, en la dulzura de la verbena. Creo en las redes que contienen y sostienen y un proyecto pequeño, en estos momentos difíciles, es un camino de esperanza”.
Su voz se entrelaza con la de Devetach y su versión libre de una leyenda popular en la que se recrea la historia de la primera pesca de un dorado contada por la voz de un anciano “cuentero” del Litoral, quien va desgranando la versión que aquí se relata. Historia en la que se entretejen las voces de los indios abipones y los paisajes del río Paraná.
Esta edición cuenta con una Bitácora de las ilustraciones de “Un pez dorado” que realizó Istvansch para la primera edición de esta leyenda. En este relato escrito por el autor se atisba la configuración de parte de la historia de la producción literaria de libros destinados a las infancias de nuestro país.
Finalmente, los responsables de la obra desearon: “¡Qué disfruten de su lectura! ¡Qué el libro circule como el irupé en nuestros ríos!”.
- LINK PARA ACCEDER Y DESCARGAR EL LIBRO
https://www.fhuc.unl.edu.ar/vera…/portfolio/un-pez-dorado/ - LINK DE VERA CARTONERA Y DEL CATÁLOGO 2025
https://www.fhuc.unl.edu.ar/veracartonera/catalogo/
Historias Reflejadas
“El país de los sueños”

El país de los sueños
Adentro de un bostezo viajaba un sueño largo, muy largo. Tan largo que llegaba al otro lado del mundo. Y más allá, a un lugar donde todo era posible.
Un paisaje de colores cayó entre las pestañas, como un viento cargado de novedades. A un costado, justo a los pies de la cama, o tal vez un poco más acá, había un árbol de páginas abiertas, como si de pronto le hubieran crecido cuadernos. Y a los cuadernos, renglones. Y a los renglones, palabras que colgaban de las ramas y contaban una historia.
De pronto, la historia se precipitó sobre el suelo y fue semilla. A la semilla le nacieron brazos, como hojas. ¡Y raíces!
Fue entre esas raíces donde apareció una lombriz. Iba y venía la lombriz, y enredaba la historia. Y entonces se volvió un ovillo de sueños.
Cuando el barquero despertó pudo ver en su almohada un hombrecito de colores. En sus manos, un pájaro verde llevaba en el pico a una extraña hormiga cantora.
Minutos después, cruzaron a través de la ventana y nadaron por el río de la mañana hacia el país de los sueños.
Andrea Viveca Sanz
Se reflejan en esta historia homenaje a Laura Devetach, los siguientes libros de la escritora: “El enigma del barquero”, “La hormiga que canta”, “La planta de Bartolo”, “Del otro lado del mundo” y “Lombriz que va, lombriz que viene”
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