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Kirk Douglas, leyenda de Hollywood, murió a los 103 años

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El actor estadounidense Kirk Douglas, quien en su plenitud se erigió como una de las estrellas más recias e intensas del firmamento de Hollywood, con sus elogiadas interpretaciones en el western y el drama urbano y contemporáneo, falleció este miércoles a los 103, informó su hijo Michael a través de Instagram.

“Con enorme tristeza junto a mis hermanos anuncio que Kirk Douglas nos dejó hoy a los 103 años. Para el mundo, él era una leyenda… pero para mí y mis hermanos, Joel y Peter, él era simplemente papá, para Catherine, un maravilloso suegro, para sus nietos y bisnietos, su amoroso abuelo y para su esposa. Anne, un esposo maravilloso”, agregó Michael en el posteo que realizó a través de las redes sociales.

Douglas fue un extraño caso de galán de pelo rubio, rostro afilado y saliente y un hoyuelo en el mentón, al que muchas seguidoras consideraron irresistible por décadas, alejándose de la típica imagen de “baby face” anglosajón que la Meca del Cine subrayaba como ideal de la apostura masculina.

En verdad, los jóvenes rasgos de Douglas retrataban orígenes eslavos y semíticos: su dramático rictus parecía expresión de una previa odisea de carencias y penas.

Cuando sus papeles se lo exigieron, Douglas fue un nervioso volcán de pasiones, tan gesticulante que solía ponerse al borde de la sobreactuación.

Si frecuentemente Douglas actuó como poseído por una furia vengativa, la vida pudo moldearlo así: hijo de una humilde pareja ruso-judía emigrada a Estados Unidos, el actor nació en 1916 en Amsterdam (estado de Nueva York), único varón entre seis hermanas, bajo el nombre real de Issur Demsky Danielovitch.

Empleos de canillita y mozo de café lo ayudaron a mitigar las privaciones que en su hogar eran historia antigua -y que Douglas, ya adulto y adinerado, evocó en “El hijo del trapero”, un libro escrito por él-, y a alternar con un microcosmos humano del que resonarían ecos en algunos de sus torturados personajes.

Sus limitaciones monetarias no le impidieron completar la secundaria -“Tuve que aprender a vivir y superar el gueto”, contó después- y egresar de la Academia de Arte Dramático de Nueva York.

En 1941 debutó en los escenarios de la Gran Manzana y, durante la Segunda Guerra Mundial se enroló en la Marina.

Gracias a su amistad con la ya consagrada Lauren Bacall -por entonces, pareja de Humphrey Bogart-, Douglas logró en 1944 una carta de recomendación para el productor de cine Hal Wallis, quien lo hizo debutar en la pantalla grande como la contrafigura de Barbara Stanwyck, en “El extraño amor de Martha Ivers”.

Pero recién en su octavo filme, “El triunfador”, rodado en 1949, Douglas se vio catapultado a la celebridad, en un filme dirigido por Mark Robson, donde encarnaba a un boxeador que no se detenía ante nada con tal de alcanzar la gloria.

Los años 50 empezaron mal de amores para Douglas -en 1950 rompió con su primera esposa, Diana Hill, con la que había tenido dos varones, Michael y Joel-, pero con un suceso tras otro en lo laboral: “Luz y sombra”, donde animaba a un trompetista; “Cadenas de roca”, donde era un inescrupuloso periodista; y “Antesala del infierno”, donde interpretó a un amargado detective.

En “Cautivos del mal” fue un productor de Hollywood; en “Veinte mil leguas de viaje submarino”, un marinero; en “Ulises”, el héroe griego que vuelve de Troya; en “Sed de vivir”, el pintor Vincent Van Gogh; en “La patrulla infernal”, un militar de la Primera Guerra Mundial; y en “Espartaco” encarnó a un gladiador rebelde.

Durante los 50 y los 60, Douglas fue una de las luminarias del cine hollywoodense, y esa fama le significó estar prácticamente preso de alguno de los grandes estudios, para los que debía protagonizar entre tres y cuatro películas por año.

El western fue otro género donde Douglas se movió cómodamente: personificó a un granjero en “Hombre sin rumbo”; a Doc Holliday en “Duelo de titanes”; a un alguacil en “El último tren”; a un vaquero en “Los valientes andan solos”; y a un asesino a sueldo en “Duelo de gigantes”.

Desde los 70 y cuando su físico ya no era el de antes, filmó más fuera de su país, diversificó sus papeles -hizo ciencia ficción en “Saturno 3” y terror en “Furia”-, intensificó sus funciones como productor e hizo más frecuentes sus apariciones en telefilmes.

A diferencia de tantos y tantas colegas, la vida amorosa y social de Douglas evitó los escandaletes y los chismes: en 1954 reincidió en el matrimonio -esta vez con Anne Buydens-, unión de la que nacieron otros dos varones, Peter y Erik.

Douglas llegó a los 103 años viviendo en su mansión de Beverly Hills, fruto de sus acertadas inversiones, jurando una y mil veces que no le importa no haber ganado nunca el Oscar, y feliz de que sus cuatro hijos -sobre todo el Michael de “Atracción fatal” y “Bajos instintos”- hayan seguido sus pasos en el cine.

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Neil Young cumple 80 años: una vida sin concesiones en constante evolución

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Por Martín Sassone (*)

Iconoclasta por naturaleza, Neil Young cumple este miércoles 80 años convertido en una figura única del rock mundial. En más de medio siglo de carrera, el canadiense recorrió una amplitud de estilos que pocos artistas exploraron con igual profundidad: del folk acústico a la electricidad abrasiva, del country melancólico al rock experimental, del blues y el rockabilly a la denuncia social y ambiental. Siempre distinto, siempre él mismo.

Nacido en Toronto en 1945 y criado en Winnipeg, Young empezó a tocar la guitarra en la adolescencia, alternando entre bandas de garaje y clubes de folk donde conoció a Joni Mitchell y Stephen Stills. En 1966 cruzó la frontera rumbo a Los Ángeles en su Pontiac fúnebre, acompañado por el bajista Bruce Palmer. Junto a Stills formaron Buffalo Springfield, una de las bandas pioneras del folk-rock californiano. Tras su disolución, Young comenzó una carrera solista que, desde el principio, mostró una voz inconfundible: aguda, quebrada, cargada de una franqueza que desarma.

En paralelo a su flamante carrera en solitario, a fines de los sesenta, se unió a Stills, David Crosby y Graham Nash para formar Crosby, Stills, Nash & Young, un supergrupo que encarnó el espíritu idealista y turbulento de su tiempo. Con ellos grabó “Déjà Vu” (1970), una de las cumbres del folk-rock estadounidense, y participó en el emblemático festival de Woodstock. Pero las tensiones internas, amplificadas por el ego y las drogas, provocaron rupturas recurrentes. Aun así, cada reunión posterior —como la gira de 1974 o el álbum “American Dream” (1988)— reavivó el magnetismo de esas cuatro voces que, juntas o enfrentadas, definieron una era.

En 1969 publicó “Everybody Knows This Is Nowhere”, su primer álbum con Crazy Horse, y al año siguiente “After the Gold Rush”, un clásico de la introspección folk. En 1971 alcanzó el número uno con “Heart of Gold”, incluido en “Harvest”, y reconoció luego que ese éxito lo puso “en el medio del camino”. Aburrido de esa comodidad, decidió desviarse y en los años siguientes produjo discos oscuros, dolidos y fundamentales como “Tonight’s the Night” (1975) y “On the Beach” (1974), impulsados por la muerte de su guitarrista Danny Whitten y su roadie Bruce Berry.

La década del setenta definió el molde de su obra: un vaivén entre la furia eléctrica y la ternura acústica, entre la denuncia política y la confesión personal. En los ochenta, ya en el sello Geffen, se permitió experimentos que confundieron a la crítica —el electrónico “Trans” (1982), el rockabilly de “Everybody’s Rockin’”(1983), el country de “Old Ways” (1985)— pero que con el tiempo serían vistos como gestos de libertad artística.

Young fue capaz de reinventarse sin perder identidad. Con “Freedom” (1989) y “Ragged Glory” (1990), se convirtió en padrino del grunge y referente para bandas como Sonic Youth y Pearl Jam, con quienes colaboró en “Mirror Ball” (1995). En los 90 y los 2000 alternó introspección y militancia: “Harvest Moon” (1992) retomó su costado más luminoso, mientras “Living with War” (2006) denunció la invasión a Irak con una fuerte crítica al por entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush.

El nuevo milenio lo encontró más prolífico que nunca. Publicó álbumes conceptuales como “Greendale” (2003), se volcó a la experimentación sónica con “Le Noise” (2010) y lanzó su propio sistema de audio de alta fidelidad, Pono. A la vez, reabrió sus archivos con la monumental serie “Archives”, rescatando grabaciones inéditas y conciertos de distintas épocas.

En los últimos años, Young mantuvo su ritmo incansable: con Crazy Horse editó “Barn” (2021) y “World Record” (2022), y en 2025 volvió a las raíces con “Talkin to the Trees”, junto a una nueva formación, The Chrome Hearts. Paralelamente, su esposa y colaboradora Daryl Hannah filmó “Coastal”, un documental sobre su última gira solista, que se estrenó en abril de este año junto con un álbum homónimo.

Su discografía —más de 45 discos de estudio y una veintena en vivo— es un territorio en permanente movimiento, tan contradictorio como coherente. Young puede pasar de un susurro a un rugido en una misma canción, pero siempre con una honestidad que desarma y una energía que desmiente el paso del tiempo.

Fiel a sí mismo, Neil Young frustró a sellos discográficos, se le plantó a Spotify, desafió modas y decepcionó ocasionalmente a sus seguidores más ortodoxos, pero también supo mantener su música viva y su discurso relevante. “Viajar por el medio del camino se volvió aburrido”, escribió alguna vez. Ochenta años después, sigue transitando la cuneta: incómodo, libre, indómito.

(*) Agencia Noticias Argentinas

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Rescatan canciones de la década del 30 que narran el origen musical de Estados Unidos

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Miles de canciones que representan lo más raro y auténtico de la música estadounidense de la era del jazz y la Gran Depresión podrían haberse perdido para siempre. Sin embargo, un acuerdo entre la Universidad de California en Santa Bárbara (UCSB) y la fundación sin fines de lucro Dust-to-Digital permitirá que ese patrimonio sonoro esté disponible en forma gratuita y abierta al público.

El proyecto, impulsado por la biblioteca de UCSB, consiste en incorporar unas 50.000 grabaciones provenientes del archivo de Dust-to-Digital al Discography of American Historical Recordings (DAHR), la base de datos que reúne más de 440.000 registros de la era de los discos de 78 rpm. Hasta ahora, ya se subieron más de 5.000 canciones. “Miles más están en camino”, señaló David Seubert, curador de la colección de artes escénicas de la universidad.

“La fundación Dust-to-Digital ha digitalizado algunas de las colecciones privadas más importantes del país”, agregó Seubert. “Estamos muy satisfechos de asociarnos con ellos para ofrecer este material al público”.

Fundada en 1999 por Lance Ledbetter, Dust-to-Digital nació como un sello dedicado a rescatar grabaciones difíciles de hallar y a editar cajas, vinilos y libros con valor histórico. En 2010, Ledbetter y su esposa, April, crearon la fundación homónima para ampliar esa tarea con fines educativos. “Compartimos con los coleccionistas la pasión por evitar que nuestro patrimonio musical caiga en el olvido”, señaló April Ledbetter.

El proceso de rescate es minucioso: técnicos especializados instalan equipos en los hogares de los coleccionistas y digitalizan los discos uno por uno, tarea que puede extenderse durante meses o años. El esfuerzo ha sido reconocido con varios premios Grammy, entre ellos el de Mejor Álbum Histórico por Art of Field Recording (2007) y Voices of Mississippi (2019).

La alianza con UCSB, destacó Seubert, es “una unión simbiótica entre un archivo musical extraordinario y una plataforma universitaria de acceso público”. El DAHR, lanzado en 2008 con apoyo de la National Endowment for the Humanities, ofrece streaming gratuito y descargas de grabaciones en dominio público, digitalizadas con estándares de alta fidelidad en el Laboratorio de Preservación de Audio Henri Temianka.

Entre las joyas ya disponibles figuran dos canciones del guitarrista y cantante Lane Hardin —”Hard Time Blues” y “California Desert Blues”— registradas en 1936, de las que se conservan apenas unas copias. También aparecen nombres legendarios como Memphis Minnie, Eva Taylor, el reverendo J.M. Gates y Fiddlin’ John Carson junto a su hija, la pionera Moonshine Kate.

Una porción sustancial del nuevo material proviene de la colección de Joe Bussard, considerado el “santo de los 78 rpm”. Nacido en Frederick, Maryland, Bussard dedicó más de siete décadas a rastrear discos en tiendas rurales y casas del sur de Estados Unidos, reuniendo unas 15.000 piezas que abarcan blues, country, jazz, bluegrass y góspel. Falleció en 2022, dejando una de las colecciones más valiosas del país.

Joe tenía un acervo excepcional, imposible de reproducir hoy”, señaló Seubert. “Quería que la gente disfrutara esta música, pero no se puede crear una cultura de disfrute si los discos quedan encerrados. Esta colaboración logra ese equilibrio: preservar y compartir”.

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Bob Dylan lanza un box set de ocho CD‘s con sus primeras grabaciones

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La icónica discografía del cantautor norteamericano Bob Dylan experimenta ahora un nuevo hito: el lanzamiento del voluminoso archivo titulado “The Bootleg Series Vol. 18: Through the Open Window, 1956-1963”, mediante las discográficas Columbia Records y Legacy Recordings

Este enorme conjunto ofrece un fresco sonoro de los primeros años del artista, desde sus grabaciones caseras en Minnesota hasta su irrupción en el circuito folk del Greenwich Village neoyorquino. 

El formato más completo es la edición de 8 CD que reúne 139 temas, entre ellos 48 nunca antes publicados y otras 38 “súper-raras”, acompañadas de un libro de tapa dura con un extenso ensayo del historiador Sean Wilentz y más de 100 fotografías poco vistas. 

Desde la primera toma registrada —un acetato de 78 rpm del 24 de diciembre de 1956 en St. Paul (Minnesota) cuando Dylan tenía apenas quince años— hasta la actuación íntegra en el Carnegie Hall de Nueva York el 26 de octubre de 1963, el volumen cubre la transformación de un joven músico en un referente de la canción de protesta. 

El documento, además, recoge grabaciones informales en cafeterías, conciertos club, sesiones de estudio y demos que muestran cómo Dylan pasó de interpretar composiciones tradicionales a moldear su propia voz lírica y musical. 

La presentación de este archivo responde no solo al interés por coleccionistas sino también al valor histórico: es una “conexión viva entre pasado y presente”, según Wilentz, y permite escuchar “al artista convirtiéndose en sí mismo —o, en el caso de Dylan, en uno de sus primeros muchos yos”. 

Además de la edición deluxe de 8 CD, la obra estará disponible en versiones más accesibles: una versión de 2 CD y otra en 4 LP que condensan 42 temas seleccionados. 

Con este lanzamiento, Dylan consolida otro capítulo de su saga sonora, permitiendo que tanto los seguidores de siempre como quienes desean adentrarse en su obra temprana tengan acceso a un archivo profundo, curado y lleno de descubrimientos.

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Domicilio:La Plata, Provincia de Buenos Aires
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